Madrid, 8 de junio de
2014. Lleno. 5 toros de Miura, desigualmente presentados (dos de ellos de escasas carnes), también desiguales en varas (destacando el segundo), duros y complicados en general,
sobresaliendo segundo y tercero en la muleta. 1 toro de Fidel San Roman (5º
bis, antes Guardiola) bien presentado, cumplidor en varas, complicado y
buscador en la muleta. Rafaelillo,
silencio (aviso) y silencio. Javier
Castaño, pitos y silencio. Serafín
Marín, palmas y silencio (aviso).
Hacía diez años, desde el 31 de mayo de 2005 si mi
precaria memoria no falla, que la mítica vacada de Zahariche no acudía a su
anual cita madrileña. Desencuentro que a los aficionados nos sorprendía, porque
el hierro de la A con agarraderas siempre ha sido un referente para el público
madrileño. Desencuentro, aun recuerdo sus palabras, que don Eduardo Miura
achacaba a la desidia de la empresa madrileña, que –mirando siempre el
negocio, a la búsqueda y captura siempre de reses al menor precio posible- sólo
le enviaba algún veedor a finales de año o principios del siguiente. Sólo cuando todo
el “pescado” estaba ya vendido, probablemente a sabiendas de que con ello
cumplía de cara a los aficionados y evitaba el compromiso con la ganadería, que
–por fuerza- había de contestarles que ya no quedaban toros para Madrid… ni
para ninguna otra plaza del mundo, claro. Este año, por fin, y de cara a lavar
su bastante descuidada faz, el tripartito madrileño entabló negociaciones antes
de lo que en él era habitual y por fin se consiguió que Miura volviese a Las Ventas.
La expectación era enorme; la plaza ayer registró un lleno
absoluto, del que no podemos responsabilizar a sus matadores; algo que ni siquiera
son capaces las figuritas en tanta plaza de segunda, tercera o primera. La capacidad
de convocatoria del hierro andaluz es superlativo, sobresaliente, y en ésta su nueva
aparición en el coso madrileño no ha defraudado tampoco (para que el tripartito
no vuelva a hacerse el olvidadizo). Es verdad que aquella corrida de 2005 no
salió como debiera; dos de los toros fueron devueltos y
salieron dos de Puerto Frontino (otro hierro de origen Villamarta) como
remiendos del encierro. Ayer pasó otro tanto, ante un inválido como salen
tantas tardes sin que desde de el palco se preocupen de devolverlo, el usía decidió
fracturar la interesante miurada, impedir que pueda votarse como mejor encierro
de este ferial, y sacar un sobrero que, aunque a la postre también tuvo su
interés, nadie demandaba verdaderamente en serio. Una lástima, porque la corrida
se llevará, no les quepa duda, algún que otro galardón de los aficionados, y uno
de sus toros, el segundo, optará con un breve puñado de reses –entre ellos un par
de victorinos, uno de Adolfo o uno de Escolar, entre los albaserradas- al
premio como toro más bravo de la feria…
El segundo, Zahonero, un toro completísimo (Foto: las-ventas.com) |
La de ayer fue, por tanto, y como ocurrió el viernes,
una de esas corridas que justifican la afición, que te reencuentran con el toro
de lidia, el verdadero toro de lidia, el que vende cara su vida, el que busca
pelea, el que con condiciones más o menos claras y sencillas, comlicadas o
duras, no se abandona al movimiento soso y distante, a la toreabilidad ñoña y
mansa, a la inmovilidad del descaste o a la huída rajada de los engaños de
tantas tardes. Hubo de todo, como en botica, pero sin pedrada en ojo de
boticario, porque incluso el cuarto, a mi juicio el más sosito del encierro
(algo, como en el primero, tuvo de responsable su matador… que dejó que lo
masacraran -más al primero- en la suerte de varas), tuvo su interés.
Tampoco en aquella corrida de 2005 los espadas
salieron demasiado bien librados: El Fundi cosechó sendos silencios, el burgalés
José Ignacio Ramos, saludó en sus dos toros sin mayor pena ni gloria, y Padilla
hizo otro tanto cuando lo daba todo en estas corridas duras y encastadas a las
que se enfrentaba día sí, día también, en aquellos tiempos… no sé si más o menos
felices que estos.
El sexto, un toro interesante aunque complicado (Foto: las-ventas.com) |
Ayer hubo un segundo, como les hemos dicho, que optará
a varios premios como el más bravo de todo el ciclo isidril: un precioso toro
cárdeno, de 611 kilos (para que luego digan que no embisten con más de 480) que
entró tres veces al caballo, yendo de lejos, y que aunque salió suelto las dos últimas
veces, se convertiría después en una máquina de embestir, yendo con todo lo que
podía, con casta, recorrido y emoción; desnudando ese toreo pobretón y sin
gracia de Castaño, toro de puerta grande evidente que el salmantino volvió a
desaprovechar en un toreo mecánico, siempre por las alturas y carente de
apreturas. Toro notable, sin duda, aunque a mi juicio lo superara algún
Victorino… pero juicios y jurados habrá que maticen sobre todo ello. Me gustó
más, en conjunto, la corrida del viernes, es cierto, pero no podemos desdeñar
esta renovada miurada, porque también ella mostró la cara que debería imperar
en la fiesta, la del riesgo y la emoción, la de la verdad y sinceridad, la del
toro como protagonista, ante el que un espada se convierte en héroe, no en terminal
enfermero, ni en asistente de cuidados paliativos para cultivar la estética como
recurso hacia el corazón del espectador.
El primero de Rafaelillo fue asesinado en varas con
saña y repetición de la herida abierta en primera instancia. No hizo, tampoco,
buena pelea en el caballo, pero llegó duro y complicado a la muleta, corto y
defendiéndose después del severo castigo, derrotando y tirando hachazos de
tanto en cuanto, casi constantes a veces. Rafael, siempre bien colocado, voluntarioso,
lo intentó a su manera, con ese estilo algo abierto de planta, en el que
despide un tanto al toro para llevárselo luego hacia atrás; le faltó aguantar
un muletazo más por tanda para calar mejor en los tendidos. Acortó distancias
al final, con acierto, porque el bicho tampoco ofrecía bondades en la lejanía, y
terminó por doblarse con él. Otra cosa serían, luego, los tres pinchazos
caiditos, o la media por arriba (todos haciendo bien la suerte), antes de que oyese
un recado y lo descabellara a la primera oportunidad. El cuarto fue otro toro de
impecable trapío, pese a que ”sólo” pesara 538 kilos, el más chico del
encierro. Un toro en el que pareó bien José Mora, y que llegó con alguna
reserva a la muleta. Iba y venía pero siempre dejaba la impresión de que sabía
lo que dejaba detrás, aunque no tirara una mala cornada jamás. Pero… ay, el
castigo recibido le hizo venirse abajo antes que sus compañeros, y ya comenzó a
costarle embestir a partir de la cuarta serie… que ya está bien, digo yo. A
partir de ahí, ambos vinieron a menos y aunque Rafaelillo anduvo sereno, firme y
bien colocado, la faena no levantó ya el vuelo. Una entera, contraria por
atracarse, lo que no es defecto, y muerte de casta, aguantándose la misma
aunque en terrenos de tablas.
A Castaño se le volvió a ir uno de los toros de la
feria. Y eso a pesar de unas verónicas buenas en su saludo a este Zahonero. El toro acudió a tres varas, y
salió de ellas como les hemos contado, bien picado las dos últimas por Fernando
Sánchez; fue bien pareado por Adalid y extraordinariamente por el otro Fernando
Sánchez (¡qué manera de clavar en la cara, asomándose al balcón, a pesar del
frenazo del toro en su viaje, y que bien encelado en la suerte en esos dos
tiempos, esas dos carreras…!) y fue nefastamente tratado por el matador en el
último tercio. Siempre algo fuera, pasándolo en paralelo, sin demasiadas
apreturas, acompañando las embestidas sin mandarlas o dirigirlas, a media
altura y rematando los pases por arriba (para que ni por asomo se le quedase
debajo), aquello fue un desastre. Enganchones sin cuento, trapazos, muletazos
para allá, y como remate una entera desprendida, sin pasar, con el brazo por
delante que requirió un descabello. Justos pitos del personal. Su quinto titular
se fue a chiqueros tras un batacazo monumental y salió en su lugar un
“guardiola” de Fidel San Román. Toro que tomó con bravura dos varas aunque se
complicara en lo sucesivo, recortando a veces, buscando otras, yendo don la
cara alta o quedándose a medio viaje. Que de ello también fue responsable
Castaño con su toreo siempre por alto, sin bajarle la mano (más que en dos
tristes ocasiones en todo el trasteo, y las tengo contadas…), no me cabe duda
alguna. Con suciedad, sin tener las ideas claras, y sin terminar de dominar
nunca a su oponente, lo mando al desolladero después de un pinchazo sin pasar y
una entera por arriba (aceptable), con dos descabellos de postre. Magnífico anduvo Marco Galán en la lidia de ambos toros,
debió desmonterarse cuando la gente se lo pidió. El resto de la cuadrilla en su
tono habitual, entre notable y sobresaliente.
Serafín Marín, el noble torero catalán, acusó la falta
de festejos. Su primero fue uno deseos toros de Miura grandones y escurridos al
que le cabían perfectamente cien kilos más. Supo a poco el trapío de éste,
desde luego, algo que le ocurriría también a ese quinto devuelto (que se tapaba
mucho con una espectacular cabeza y portentoso sombrero). Aguilero fue un toro que no se empleó en los caballos (tampoco lo han
hecho miles de sus hermanos a lo largo de siglo y medio largos) pero que
mostró nobleza pastueña y bondad en la muleta. Serafín seguro que esperaba otra
cosa, y anduvo siempre por debajo de las calidades ofrecidas. El toro, claro y
sencillo desde el principio (como definen las tauromaquias primitivas),
embestía con esa nobleza dulzona que pudiera mostrar el mejor toro
“domecqsticado”, y el diestro de Montcada y Reixac, que venía con dos corridas
de 2013, no hizo sino tirarle líneas en paralelo, habitualmente algo fuera,
hasta que tiró la espada (no les decíamos, cuando lo de Luque, que acabaría por ponerse de moda…) y nos sometió a la tortura de una serie al natural con la
derecha, octava de su larga faena, francamente desastrosa. Un pinchazo y un
descabello, y tiempo para reflexionar… sin duda. Tampoco anduvo mejor en el
sexto, otro toro de aquellos que es preciso lidiar, y no ponerse a ver si nos
estiramos cuando pasa por delante. Escribano era un impresionante cárdeno (casi
carbonero) de 602 kilos, en el tipo de la casa, manso y protestón, brusco y a
veces fiero. Bien lidiado por Curro Robles (que había pareado con éxito al
tercero), no fue bien calibrado por el diestro catalán en ningún momento, y se
le complicó la existencia… Como el toro protestaba, tiraba derrotes y gañafones,
recortaba a veces o iba por el espada, a éste no se le ocurrió otra cosa que
ponerse a dar derechazos y naturales, en un claro ejemplo de voluntad sin
medios, de corazón sin cabeza. Resultado: el una vez más previsible, sustos, disgustos
y angustias. Un pinchazo sin pasar, un señor bajonazo y un aviso (después de
escuchar música de clarines) pusieron punto y final al tormento.
Rafaelillo anduvo digno toda la tarde (pese a su inhibición en varas) y por encima de sus compañeros de terna (Foto: las-ventas.com) |
Castaño despidiendo al gran segundo toro para el más allá; vean cómo metía la cara (Foto: las-ventas.com) |
Serafín Marín en el tercero, otro que metía la cabeza con nobleza(Foto: las-ventas.com) |
Punto y final, buen final por cierto, a una feria a la
que le han sobrado quince días. ¡Qué digo quince, veinte si no más….! Pero más
que afición, o romanticismo, o búsqueda del arte, lo que prima en la empresa es
hacer caja, lo mismo que en tantos coletudos contemporáneos. De seguir por
tales derrotas y derroteros la fiesta, también en su conjunto, hallará ese
mismo punto y final. Menos mal que aun quedan toros y algún torero que nos devuelven la ilusión del espectáculo más soberbio del mundo.
Los del hierro de Zahariche:
1º.- Ahumadito, 57 kilos, negro listón,
bragado y meano, un toro guapo, tocado de cuerna, manso, complicado y duro,
víctima de crueles puyazos.
2º.- Zahonero, 611 kilos, cárdeno bragado
y meano, tocado de armas, casi cumple en varas, boyante y encastado en la muleta;
un gran toro.
3º.- Aguilero, 577 kilos, cárdeno, bragado
y meano, tocado de armas pero algo escurrido de carnes, manso, encastado y pastueño
en el último tercio.
4º.- Velador, 538 kilos, otro torazo, cárdeno
listón, bragado y meano, delantero, manso en varas, noble, embestidor y algo soso
y a menos al final.
5º.- Fiador, de Fidel San Román, 520
kilos, negro, bragado, meano y axiblanco, delantero de cuerna, cumplió en varas,
complicándose cada vez más, recortando y buscando pero encastado.
6º.- Escribano, 602 kilos, cárdeno claro,
tocado de armas, en tipo como el que más, manso, algo flojo, por lo que se complicó,
brusco y protestón.
Gracias por la excelente reseña como siempre. Yo estuve ayer en la plaza y es un placer leerle al día siguiente. Suelo acudir con niños y lo tengo comprobado, si quiero que se aficionanen en el ruedo tiene que haber Toro, con mayúscula. Si no, llegan los bostezos. Nunca han bostezado con "Vitorino", Cuadri, Ibán, y ayer Miura. Pero siempre han sido corridas en que han visto al toro estar por encima del matador. Seguimos esperando la figura capaz de poder con estos toros de verdad y entonces ver las dos cosas, toro y torero, dicho sea con todo el respeto para la terna de ayer y para la del viernes tan injustamente pitada por una parte del público que no sabe lo que hace. Se aprecia de un año para otro notable deterioro en el ambiente de la plaza, al menos de ciertos sectores. Un saludo, y gracias de nuevo.
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