Tercer
festejo del ciclo de novilladas de encastes singulares
Madrid, 15 de septiembre de
2013. Menos de un cuarto de entrada. 5 novillos
de Prieto de la Cal (encaste Vázquez-Veragua),
bien presentados en general, mansos en varas, el primero flojo y sin poder,
pero tres de ellos encastados y con juego. 1
novillo de Mollalta (encaste
mayoritario Domecq), lidiado como sobrero en 4º. lugar, mal presentado, manso, flojo
y descastado. Pedro Carrero, silencio
y silencio. Manuel Dias Gomes, silencio
(saluda a la familia por su cuenta) y silencio. Javier de Prado, palmas de la cla y silencio.
Como sucedió el pasado domingo hubo más novillos
que novilleros. ¿Ustedes creen que a la
empresa les preocupa en lo más mínimo estrellar a jóvenes con ilusiones ante la
plaza y el público madrileño –por más que vengan con nutridas partidas de
ovacionadores familiares- y novillos como corresponde a la primera plaza del
mundo? La pregunta es retórica, no se preocupen; la respuesta ya la conocemos
todos. Ayer, nueva ración de lo mismo. No importa que lo que sale por toriles
sea más o menos noble, más o menos complicado, con o sin casta, los carteles
están compuestos y preparados para el fracaso y ayer volvió a cumplirse el
guión de forma milimétrica. Anunciados estaban Pedro Carrero, que lleva ya 10
años de novillero con picadores y que en 2012 hizo el paseíllo en tres
ocasiones; Manuel Dias, portugués, que debutó con los del castoreño en 2009 y
que el pasado año se vistió de luces dos veces;
y Javier de Prado, recién graduado con caballos, que lleva en su haber
¡tres novilladas mayores! Pues nada, a los leones, con una de Veragua en Madrid…
El segundo e interesante novillo de Prieto de la Cal, Friturero, 442 kilos (Foto: las-ventas.com) |
Los veraguas de Prieto de la Cal tuvieron
notables y muy diferentes matices; alguno flojeó en exceso -fue devuelto el
primero, un bonito castaño que apenas se tenía en pie, y quizá pudo haber
seguido el mismo camino el siguiente, un feo novillote de 526 kilos, que no mostró
poder alguno-, pero también los hubo encastados y con juego en el último
tercio, desmintiendo el tópico de que los veraguas sólo desarrollan en el
primero, viniéndose abajo en lo sucesivo. Fueron los tres de capas claras, los
que estaban más en el tipo de la tradicional vacada, preciosos de lámina y con
cuajo suficiente, aunque no fueran ni descomunales, ni con el peso que se
acostumbra en este coso. Un precioso melocotón y dos jaboneros dejaron, por
fin, el pabellón de la ganadería (rojo y gualda) a la altura de la historia secular
de la vacada. Otra cosa es que lucieran como debieron, porque –lamentablemente-
ninguno de los tres espadas supo sacarles el jugo que llevaban dentro,
empecinándose en torearlos como si del encaste mayoritario se tratara, con la
misma rutina de pegar pases hasta la saciedad, siempre para las afueras, y
acortar distancias para ahogarlos en cuanto pudieron. Otra cosa, además, fue la
nulidad lidiadora del joven Javier de Prado a quien la cla, inductora al
suicidio, sin duda -algo que deberían hacerse ver en una consulta psiquiátrica-,
invitaba al desastre con sus aplausos injustificados y los insultos dirigidos a
quienes –aficionados- le recomendaban que bajara la mano y se doblara por bajo
como requería el sexto y último novillo.
Tres novillos francamente interesantes, cada
uno en su estilo, que reivindicaron que estos encastes singulares, encastes en
vías de extinción, siguen ofreciendo razones para los aficionados al
espectáculo taurino integral, al margen de modas y vicios contemporáneos. Menos
mal, porque de otra forma –y es por ello, no se equivoquen, por lo que se han
programado estas novilladas- estarían condenados, bien al ostracismo, bien al
exilio de allende nuestras fronteras (donde aun saben apreciar la variedad de
castas, comportamientos y partes de la lidia que en la Piel de Toro han sido
condenadas al olvido, a la indiferencia o al reprobación).
El tercero, Felino, melocotón de capa y 454 kilos (Foto: las-ventas.com) |
Y eso que la novillada no comenzó de la mejor manera
posible, más bien al contrario. El primero, Rompedor
(castaño, 466 kilos, con cuajo), se fue de vuelta a los chiqueros por su
manifiesta y clara invalidez, incapaz de sostenerse en pie y humillar sin
claudicaciones.
Carrero en el primero, el cuarto previsto, del hierro titular (Foto: las-ventas.com) |
Salió en su lugar el cuarto, también de la vacada titular, un
novillo más fuera de tipo, feo y con menos trapío que sus hermanos, pese a sus
526 kilos, Dormilón por mote, negro
de capa y de futuro, que blandeó tanto o más que su retirado hermano. Sin poder
alguno, se cayó antes de la primera vara, pasó por ellas con más pena que
gloria –dos caídas más-, y tras dolerse en garapullos, llegó con mínimos
hálitos vitales a la faena de muleta. Dos caídas más y una incapacidad
manifiesta marcaron el guión del postrer tercio, todo ello por alto y sin el
más mínimo compromiso de Pedro Carrero, siempre distanciado y a media altura, despidiéndolo
para allá y sin metérselo ni una sola vez, hasta que el bicho no pudo más. Más
de media, caída y con desarme, nos hicieron atisbar que quizá había algo más en
el fondo del novillo, pues aguantó la muerte con algo que nos recordó a la
casta. Mal preludio a la ópera veragüeña. El cuarto fue el sustituto de encaste
mayoritario –ya podía la empresa haber buscado sobreros de encastes también
singulares- de Mollalta, vacada de la que deben haber comprado la camada, como en
un “todo a cien”, los “sabios veedores” del tripartito. Cortijero de nombre, con 474 kilos y unos cuartos traseros
chupados, negra la capa, fue un torillo al uso moderno: manso, flojo y
descastado. Unos lances perdiendo terreno precederían a la masacre en varas –manseando
el animal-, y tras las banderillas (ayer hubo buenos y malos pares por igual),
le vimos rodar en cinco ocasiones en la franela, ante una nulidad de faena
semejante a la primera de Carrero. Todo desde y para fuera y despegado del
novillo cuanto daba el brazo y el pico de la muleta. Media estocada en la tabla
del cuello (bastante aplaudida por sus amigos, ante la indignación de los
aficionados), precedieron a que el bicho se aculara defensivamente en tablas y
a dos descabellos.
Lo mejor de Dias Gomes vino en el quinto (Foto: las-ventas.com) |
Lo interesante del festejo comenzó con la
salida del segundo, un novillo pequeño pero con trapío llamado Friturero, jabonero, manso en varas –apenas
picado visto que sus dos hermanos no habían respondido físicamente-, pero
boyante y noble en la muleta, con recorrido y transmisión desde la distancia.
Al diestro portugués, por tanto, no se le ocurrió otra cosa que ahogarlo para
que así le pesaran menos esos exiguos 442 kilos que lucía en la tablilla. Iba y
venía al toque, sin molestar, con clase y casta, pero le pesó demasiado al
espada luso, y Dias Gomes ni fijó las plantas en el tanteo, ni se lo pasó por
el fajín, citándolo desde fuera de la rectitud y despidiéndolo para el Algarbe.
Visto que se lo comía crudo, optó por acortar distancias de forma exagerada,
complicándose la vida con ello, pues el bicho comenzó a protestar y quedarse
corto en las embestidas –…en el pecado va la penitencia-, y hasta ahí llegó su
historia. Después de un pinchazo caído, aguantando, le sacudió un señor
bajonazo que también gustó mucho a los seguidores del novillero… Saludó por su
cuenta sin que nadie lo reclamara, diez o doce personas al margen. Detalle que
conviene destacar: lo estrellaron contra barrera o burladeros no menos de media
docena de veces, a ver si con ello le quitaban los bríos de salida, ¡fantástico!
El quinto fue otro novillo negro que dio la nota…, negativa en este caso. ¡Don
Tomás tiene la negra!, porque también negro –como el primero- fue este Hocicón I, de 494 kilos, manso, soso y
de poca casta. Nada vimos al diestro luso
con la capa, lances sin sal y sin mover los brazos con soltura, y poco más de
lo mostrado con la franela. Unos estatuarios de poco sabor, antes de pasarlo –ahora
bien colocado y trayéndoselo- con la zurda y la diestra, sin mayores emociones.
Arrimón a la tercera tanda, el novillo que se vino a menos aun, y ambos con el
color del plomo. Un pinchazo casi arriba, prologó una buena estocada en el hoyo
de las agujas, para ver como doblaba al hilo y refugio de tablas.
Chicuelina de Javier de Prado en el quinto (Foto: las-ventas.com) |
El mejor y más interesante lote de la tarde correspondió
a Javier de Prado, que anda tan verde como es de esperar –debutó con caballos
el 30 de junio de este año-. El tercero de la tarde, Felino (capa melocotón y 454 kilos) era un precioso veragüita, que cumplió
en varas (a pesar de ser mal picado y de que el segundo encuentro fue apenas un
picotazo) y que luego siguió pronto, alegre y embestidor en la muleta. Y eso
que le hicieron las cosas para que se abroncara todo lo posible, en la lidia y
en el tanteo con la muleta. Unos lances
acelerados con el percal, un quite por chicuelinas quitándose a cada lance en
vez de aguantar el terreno, y un tanteo de entrada metiéndose el bicho debajo…
cuando requería darle más salida a la espalda. Y claro, el novillo terminó por
aprender que no debía rematar las suertes sino quedarse por allá para ver qué
pescaba al final de cada lance. Así que…, dicho y hecho; el novel diestro no
paró de rectificar terrenos, hasta que alguien debió cantarle que acortara
distancias y dejara de mostrar las bondades del bicho en la distancia. No
mejoró la faena con ello, porque el veragua siguió protestando desde las
cercanías y quedándose igualmente debajo; ni le dio distancia –la que requería
el animalito-, ni lo toreó, moviéndose todo lo que pudo entre lances. Pases
después, casi desbordado por el ímpetu de Felino,
decidió coger la tizona para darle un sonoro bajonazo en los sótanos, que
conmovió los cimientos del coso. Palmas de la familia y allegados, que –abundantes-
habían venido desde Monroy, tierra de indómitos extremeños –bandoleros en el
siglo XV y conquistadores en lo sucesivo-.
Hocicón II, un novillo que sacó fiereza y casta (Foto: las-ventas.com) |
El sexto fue Hocicón II, un precioso y
cuajado jabonerillo claro de 460 kilos, que empujó algo en el primer encuentro con la
caballería, pero cabeceó y salió suelto del segundo. Mostró casta y se complicó
en el último tercio; fiereza, en suma, que es algo que apenas se ve ya en las
plazas de toros. Y, acudiendo siempre al toque, con entrega, generosidad y
transmisión, le complicó la vida al neófito espada, que no supo entenderlo, ni hacerle las cosas según
requería su condición. El novillo acudía con la cabeza por las nubes, lo mostró
ya en banderillas, a pesar de que galopaba desde lejos y metía la cara. Pero en
vez de doblarse por bajo y pasarlo con la muleta por el suelo, el diestro
extremeño se empecinó en llevar la muleta a la altura de la cadera y rematarlo
todo por alto. ¡Un desastre! No le arrancó la cabeza en uno de sus frecuentes –casi
constantes- tornillazos, de milagro. La afición sensata le gritó que se
doblara, que le bajara los humos y la muleta, que había novillo de sobra; la
reacción de la impresentable cla fue el recurso al insulto y los absurdos aplausos
al diestro… por ver si conseguían que se inmolara en el albero, al parecer.
¡Qué bien, qué mono todo! Y como no pudo con él, y como el novillo se hizo el
amo de la situación, decidió de Prado ir por el estoque y dejarle media, sin
pasar, que bastó para que el bicho doblara.
En suma, novilleros a los leones y tres
novillos veragüeños de capa clara que, sin ser sencillos, mostraron que hay
vida, que hay casta, que hay interés, después de la… sangre mayoritaria.
Madre mí si eso que vimos ayer lo llamamos novillos buenos apaga y vámonos. La novillada y me duele mucho decirlo fue un petardo de los gordos.
ResponderEliminarYo vi la misma novillada que usted y estoy de acuerdo con su crónica. De lo que vimos en la plaza en actuaciones del publico existente , y de algunos llamados del gremio , mejor no hablo por vergüenza. ¿Con este personal que futuro espera a la fiesta?
ResponderEliminarYo también estoy de acuerdo con su crónica. Los diestros no eran los mas idóneos pero !ay! no se si en el escalafón actual habría muchos que supieran meterle mano a novillitos que no embisten como la tonta del bote. Y es que torean con la mano encogida a lo Juli, para sacar el pase en linea recta, y claro, cuando sale un toro al que hay que mandarle (como el primero del portugués, un muy buen novillo) y cuando el toro no se coloca solo no saben ni por donde tirar. Y que decir del último, el infeliz chaval se ponía dispuesto a torear en línea como si fuera la tonta del bote, a lo Juli, repito, y no fue capaz ni siquiera de no sufrir un desarme por serie.
ResponderEliminarY si, el señor del primer comentario tiene razón, la novillada fue un petardo porque estos novillos no son capaces de torearlos los novilleros acostumbrados a la tonta del bote.
http://asociaciontaurina-encierrosdenavalcarnero.overblog.com/3%C2%AA-de-encastes-minoritarios-las-ventas
ResponderEliminarOs dejó aquí la crónica que hice para la Asociación ala que pertenezco. Como veís atizo a toros y toreros. Esto es lo bonito de la fiesta que tengamos diferentes opiniones. Don Tomás tiene que tomar medidas si quiere que sus toros vuelvan a interesar al resto de aficionados.
Saludos.