Cuarto
festejo del ciclo de novilladas de encastes singulares
Madrid, 22 de septiembre de
2013. Menos de un cuarto de entrada. 6 novillos
de Concha y Sierra (encaste Vázquez),
desigualmente presentados, mansos en varas, de juego absolutamente dispar,
entre el descaste, la bronquedad, las complicaciones y la nobleza de alguno. Fran Gómez, ovación y vuelta. Gallo Chico, silencio (aviso) y
silencio. El Pijorro, silencio (dos
avisos) y silencio.
Otra novillada para olvidar. El ganado no
respondió a la bonita lámina y espectaculares capas, y los novilleros volvieron
a demostrar más carencias que realidades dentro de una concepción contemporánea
del toreo. Ese concepto, no sé si imbuido con sistemática regularidad en las
escuelas, consiste en ponerse a dar centenares de… ¿pases?, a lo que salga por
toriles, sin importarles un ardite ni la condición, ni las características de
las embestidas de sus oponentes. Como ya comprenderán, la universalización del
ganado de lidia y de sus infames condiciones de “toreabilidad” y de “ausencia
de molestias”, ha conducido al absoluto empobrecimiento de los recursos técnicos
para lidiar toros o novillos que se salen de lo habitual, y a faenas estándar en
las que siempre se ha de sacar el toro a los medios, adornarse de entrada con
los mismos pases y seguir con series de naturales, derechazos, o lo que sea,
hasta la extenuación del pobre animalito, y todo antes de zambullirse en el
bajonazo por regla. ¡Qué sí, que a veces la espada cae en su sitio…! Pero
cuántas otras aparecen por los sótanos, huérfanas de arte, de compromiso o de
ética, perdidas, no en la inmensidad, sino en la reducida corporeidad de tanto
novillito al uso, para que no se quejen los taurinos…
El precioso sexto novillo, Coscorrón (Foto: Las-ventas.com) |
Los de Concha y Sierra de ayer, como los
veragüitas del pasado domingo –ya está bien de que escriban de toros gentes que
apenas han visto un centenar de festejos en su triste vida, como si de
Corrochano se tratara- necesitaban otra lidia, otros terrenos, otras distancias
que la rutina del encaste mayoritario ha expulsado de la fiesta antaño
nacional. Distancias, sí, que no ahogos y estrecheces en las que se invita al
animal a defenderse, complicarse o abroncarse en tantas ocasiones. ¡Y qué me
dicen del absurdo hábito de llevarse todos –absolutamente- los toros o novillos
a los medios! Cuando la rutina impera en la fiesta ya pueden ustedes imaginarse
dónde queda el arte; es comparable a esos
cuadros mil veces repetidos por “artistas”
de todo a cien, que se venden en mercadillos de frutas y verduras o en el
rastro benéfico del centro comercial de Artesanillos del Trijueque.
¡Pues más de lo mismo! Si el pasado domingo
los “avezados” novilleros contratados por el nefasto tripartito –el de la
defensa de la fiesta, miren ustedes, ¡como el de Cataluña!, donde todos
brillaron por su ausencia- no entendieron cómo lidiar y sacar partido de los veraguas
de Prieto de la Cal, ayer ocurría otro tanto con alguno –sólo alguno, como hace
una semana- de los vazqueños de Concha y Sierra. ¡Hombre, uno no quisiera
ponerse de mal ejemplo para nada, pero ya puestos, les recuerdo que la
experiencia es un grado!, y que basándome en ella (en más treinta de años de
abonado, en más de dos millares de corridas contempladas con sus respectivos
toros y novillos –apenas un centenar de rejones, mea culpa-), creo que las
cosas son de otra forma muy distinta a cómo nos las “cantan” y “cuentan” los
cantores del régimen (Talavante, al margen). Esa prensa venal, fundada y
sostenida por la publicidad del mundillo taurino –toreros, apoderados,
ganaderos o empresarios de todo pelaje y condición, ¡caramba, como los novillos de ayer!- seguirán insistiendo que nada
se podía sacar ni de los veraguas ni de los vazqueños, y aunque los hubo de
paupérrima condición, bien es cierto que también los hubo con su “aquél” aprovechable,
que hubiera permitido brillar a otro nivel, sin el obligado auxilio de dos autocares
de hooligans por barba –me refiero a los seguidores, aplaudidores y voceadores
que con frecuencia acompañan a estos indoctos aspirantes a matador-.
El cuarto de la tarde, Bermellón (Foto: Las-ventas.com) |
Dos de los de luces se presentaban ayer en el
coso de Las Ventas en la sensacional trayectoria del nefasto tripartito de
querer estrellar a jóvenes sin bagaje en la primera plaza del orbe: Fran Gómez
y el Pijorro. El tercero en discordia, Gallo Chico, aunque ya fogueado en el coso del Espíritu Santo –el que
se echa en falta en el arte del toreo- se presentó en nuestra plaza el 9 de septiembre
del pasado año (y se dejó un novillo de Mauricio Soler Escobar vivito y
coleando, razón por la cual merecía, sin duda, la repetición) y tan sólo le
apuntan 4 paseíllos la pasada temporada. ¡Qué decir de sus noveles compañeros
de cartel! Una única actuación de Fran Gómez en 2012 y ninguna –porque toreaba
sin caballos- de Sergio Salas el Pijorro.
Como si de Villameloncillos de Valmejor se tratase…
Joselito el Gallo (el de verdad) cuando se
presentó en Madrid el 13 de junio de 1912 (reses de Olea y una de Santa Coloma).
llevaba cuatro años como novillero y centenares de novilladas en su haber, ¡con
menor número de festejos que los actuales! Claro que siempre puede haber “monstruos”
como Domingo Ortega, al que tras un buen número de capeas, una docena de novilladas
le basten para alcanzar el grado de doctor…
Pues a “ello”, que no es hueso fácil de roer.
Gómez, que anduvo aseado con la zurda en su primero (Foto: Las-ventas.com) |
Salió un primero llamado Pingüino –que ya son ganas- de vistosa capa castaña salpicada,
girón, bragado y meano, un novillito de 468 kilos pero con cuajo y bonitas
hechuras, mas -¡ay!- manso y a menos. Sin molestar, tenía un buen pitón
izquierdo y fue noble y boyante casi hasta el final. Unos lances capoteros para
atrás del gaditano Gómez, con el torillo sin fijar, ni parar, no hubo quite
alguno –ni en todo el festejo, no se preocupen, “eso” no entra en el temario de
las escuelas de tauromaquia-, fue pareado sin mayor gracia, y llegó el Concha y
Sierra –todavía no exiliado, recuerden que la ganadería ya pasta en tierras francesas
desde esta pasada primavera, pero que esta novillada nunca abandonó tierras
andaluzas- dispuesto a embestir. Algo soso en el inicio, es cierto, pero
siempre noble y atendiendo al toque. Series cortas, aseado el diestro por la
zurda -lo mejor del festejo-, y mal con la derecha, donde abusó del pico, de colocarse allende la
rectitud del novillo y de pasarlo por las Kimbambas. El bicho duró lo que duró,
apenas cuatro series, antes de terminar agotado y de que Gómez insistiese en un
par de circulares inversos… que se quedaron en dos medias mitades de circular.
Media desprendida nos mostró que podía haber algún fondo de casta en el ave nadadora, pues se aguantó la muerte
con dignidad y la boca cerrada. El cuarto se llamaba Bermellón, pero miren ustedes lo que son las cosas, era negro
salpicado, con bragas y meano de capa. Con 453 kilos era un novillo justito de
fuerzas, que también manseó en varas, pero que tuvo su “aquél”, tanto en la
codicia con el percal, como en la movilidad desde la lejanía con la franela.
Bien picado por Juan Gil –ovación de despedida-, bien pareado por Jesús Arroyo,
parecía que nos las prometíamos felices… pero no.
Jesús Arroyo pareando al cuarto (Foto: Las-ventas.com) |
Tras un pase cambiado por la
espalda en que el bicho se arrancó desde treinta metros, su matador optó por
ahogarlo inmisericorde en los mismos medios, cuando el animalito pedía el
tercio y bastante aire… Y ahí, en las cercanías, protestaba, se quedaba a medio
viaje, miraba y se preguntaba a sí mismo por qué diantres no le daban las
amplias extensiones adehesadas de las que había disfrutado en su corta vida. Así
que, Gómez, siempre mal colocado, se lo quitaba de en medio para fuera –lo que
es regular y constante cuando se torea encima del ganado, desengáñense y hagan
la prueba-, ahogándolo, fantástica concepción de este toreo moderno que, cuando
no hay recursos o ideas, busca asustar por el inmundo arrimón ventajista. La
cla –y sólo ella y algún turista (que eran como el 80% de los asistentes a la
plaza de Las Ventas ayer)- rugía de gusto y los aficionados clamaban por otra
lidia. ¡Qué si quieres! Una estocada sin cruzarse, barrenando –como lo oyen- y bastante atravesada dio
con Bermellón en tierra entre el “placet”
de amigos y admiradores, que invitaron a
Gómez a dar una vuelta por la plaza.
El Gallo chico en el segundo... alargando el brazo (Foto: Las-ventas.com) |
Florido fue el segundo de la
tarde -bien traído el mote-, un precioso novillo sardo, un dije pero con cuajo,
de 452 kilos. Manso de carácter con las cabalgaduras, complicado siempre, era
un torillo que se quedaba en los remates de las suertes y buscaba en
alguna ocasión. Repitió con ganas en el
capote, lo que hizo perder todos los pasos posibles al Gallo chico, pero no terminaba de salir largo, incomodando al
muchacho. Muy mal picado, apenas vimos un primer par de banderillas aceptable
de Reyes Mendoza. Un tanteo por alto, sin fijar las plantas en el suelo, nos
demostró que su avícola matador no se había cuajado en el año que ha
transcurrido desde su presentación venteña. Todo para fuera, con izquierda y
derecha, un novillo que -también- todo se lo pensaba y suciedad habitual en el
trasteo de muleta. Un desastre auténtico. Para colmo de males, a la hora de la
muerte, dos pinchazos caídos, un metisaca contrario que hizo guardia (¡y mira
que es difícil!, no la guardia, sino el metisaca contrario), y una estocada
arriba con el brazo por delante, antes de escuchar un aviso presidencial. El novillo
se resistió a la muerte como su primer hermano. Silencio. El quinto fue Recogedor, negro listón bragado y meano,
un novillo desabrido, manso y que fue a menos. Unos lances salpicados de recibo
no terminaron ni de fijarlo, ni de pararlo; pasó por varas quitándose el palo y
saliendo suelto –casi fue aceptablemente picado- y se le banderilleó con
dignidad, aunque algo a cabeza pasada. El animalito llegó un poco bronquito a
la muleta, pero repetía siempre… por las afueras, por donde lo llevaba el
diestro cordobés, éste mecánico, espantoso de formas y fondos, sucio, desde y
para fuera de forma constante. A la quinta serie el bicho se paró y empezó a
pensárselo mejor, lo que no fue óbice para que Gallo Chico siguiese hasta la
novena –de Santa Paciencia, mártir- tanda sin la menor gloria. Unos ayudados
por alto culminaron la obra antes de embutirle el estoque por algo más abajo
del rincón, entre la algarabía de sus hooligans. Silencio tras el arrastre.
Media sin enrollárselo a la cintura de EL Pijorro en un tercero sin trapío (Foto: Las-ventas.com) |
El tercer novillo vespertino pasaba por Mañico, un torete negro bragado, meano y
axiblanco que jamás debió pasar, por trapío, en Las Ventas; un becerrote digno
de novilladas sin los de aúpa. Pero como no hay equipo veterinario que dé en el
clavo, a éste le pusieron 456 en la báscula y para delante… Nada con el percal
de Sergio Salas, sendos picotazos –refilonazos- en la antaño gallarda suerte de
varas, dos pares aceptables de garapullos de Manuel Ángel Gómez, y poco más en
general. Llegó Mañico a la muleta con
pocas ganas y menos fuerzas, quedándose y buscando a medio pase, muchas veces
con la cara alta. Sumen: manso, flojo y descastado. El Pijorro, que no estaba para debutar en Las Ventas, lo llevó
siempre despegado y por y para las afueras…; ¿se dobló con él, lo cerró un poco
desde los medios, lo lidió de alguna forma? Obviedades que ya pueden ustedes
contestarse a sí mismos. Eso sí, el manejo del pico, y el no colocarse delante
del bicho lo lleva bien aprendido. Dos pinchazos en el sótano, una entera
arriba, primer aviso, ocho intentos de descabello barrenando –que se ha puesto de moda-, nuevo aviso –llevamos dos- y
siete descabellos más –también con “barreneo”-
antes del que acertó de casualidad… y por los pelos. El sexto y último fue un
novillo negro salpicado y bonito –de cara y con una culata espectacular-
llamado Coscorrón. Con 460 kilos a
las espaldas, lucía y aparentaba más de lo que era, pero manseó en varas y se
complicó después, embistiendo con bronquedad y sin clase alguna, frenándose y
complicando la vida al Pijorro. Claro
que éste tampoco hizo nada “a derechas”, y con la diestra y la zurda dio un
recital de trapazos enganchados (yo juraría que fueron más del 90 por ciento de
los instrumentados…, o al menos eso pareció) que terminaron por aburrir al más
pintado, incluido el oponente con cuernos, que tardeó y decidió no regalar más
que un cuarto de pase. Unas palmas de tango generalizadas le decidieron a tomar
la espada de verdad y dejársela, tras de un pinchazo caído, en la mismísima
paletilla, perdiendo el trapo, con el regocijo popular de los que habían venido
en autocar desde Sanlúcar de Barrameda para ver al próximo Joselito redivivo.
Y eso fue todo en el suma y sigue de la
empresa tripartita. Novilleros sin “fundamento” para novillos con la barba
crecida o con las lógicas diferencias comportamentales con la aborregada condición
de los toritontos habituales. Un éxito de programación. ¡Ah, por cierto!, ayer
no hubo sobreros, ni sustitutos de Mollalta… encaste Domecq.
No hay comentarios:
Publicar un comentario