Segundo festejo del ciclo de novilladas de encastes singulares
Madrid, 8 de septiembre de 2013. Menos de un cuarto de entrada. 4 novillos de Fidel San Román (encaste Villamarta), bien presentados, mansos en varas pero alguno encastado y con juego. 2 novillos de Mollalta (encaste mayoritario, Domecq), desiguales de presencia, mansos, el tercero a menos y el cuarto con juego y a menos también en la muleta. Raúl Rivera, ovación y silencio. Jesús Chover, silencio y palmas (aviso). Chicuelo de Hellín, silencio (aviso), silencio.
Sean ustedes, o no, creyentes, estarán conmigo
en que sólo la misericordia del Altísimo permitió que ayer salieran los de
luces por su propio pie de la plaza. Tanto matadores (?) de novillos como
subalternos o algún picador (hubo sus caídas o descabalgadas a veces sin intervención
directa del novillo) mostraron –en conjunto- una nulidad, una incapacidad para
el “arte” más que notable. Los novilleros no es que estén verdes, es que están
para coger los libros y empeñarse en forjarse un futuro ligado al estudio y al
conocimiento… en Ciencias Políticas.
A la salida del coso compartíamos impresiones
con tres grupos diferentes de amigos; uno de ellos formado por buenos
aficionados pero bastante menos severos que el que subscribe, era de la opinión
de que probablemente era la peor novillada que habían visto en su vida de
aficionados (y alguno frisa los sesenta…); otro, de aficionados aun más
veteranos, de buen saber y mejor estar, me comentaban que ya estaban hartos de
que Madrid y sus gestores empujaran a los chicos a los leones, a la búsqueda
del fracaso o de la sangre de “panem et circenses”; otros eran, como yo mismo,
partidarios de cargar las tintas sobre la nefasta labor empresarial que, en
Madrid, en la antigua cátedra del toreo, programa espectáculos nefastos como el
de ayer, con novilleros indocumentados frente a reses que, al menos a priori,
no son las tontas del bote habituales y tienen más presencia –como las de ayer-
que los “señores toros” que lidian Talavante, Morante y demás compañeros
mártires de lo más alto del escalafón. Todos, en conjunto, defendíamos que las
cuadrillas deberían estar formadas por gente solvente y documentada, que cuesta
exactamente lo mismo que incluir a los amiguetes de luces.
El sexto, Gamo, 531 kilos, todo un torito bien puesto y con casta (Foto: las-ventas.com) |
Vergonzosa e inmunda gestión, de todo punto inmoral, la de este
tripartito al que no le duelen prendas para enfrentar a novillos con toda la
barba con unos chicos que aun están en el parvulario taurómaco, sabiendo de su
indigencia tauromáquica, que no tienen pudor en publicar en su mismo programa.
El segundo novillero, Jesús Chover, tenía en su haber dos novilladas en 2012 –este
año ni se sabe, pero como ha habido menos festejos menores aun que el pasado…
imagínense-; el tercero, Manuel Cuenca, Chicuelo
de Hellín, sólo contaba con un festejo novilleril en 2012; ¡fantástica
gestión avalada por el Centro de Asuntos
Taurinos de la Comunidad de Madrid y don
Ignacio González -uno de los fracasados olímpicos- a su
cabeza! Chover, que resultó herido en Madrid (ante novillos de Concha y Sierra)
el pasado año…, reapareció en Medina de Pomar (Burgos, para los de LOGSE) donde
cortó esa solitaria oreja de 2012; Cuenca se presentó con caballos en 2012 –el 16
de junio- en su única actuación del pasado año y temporada; fue en Collado
Villalba y cortó una orejita… Eso es todo. Con más bagaje, y casi los mismos
conocimientos, compareció Raúl Rivera, que al menos presentaba en su curriculum
17 festejos el pasado año. Un desastre previsto y anunciado.
Menos mal que los novillos no tiraron una mala cornada en toda la
tarde, ni tuvieron aviesas condiciones, ni fueron unos barrabases. Apenas el
primero –del hierro titular- se frenó bastante ante los engaños en el primer
tercio, para acabar entrando sin muchas complicaciones en la muleta. Si llegan
a sacar malas pulgas, hoy estamos con esquela presente en el ABC. No se puede
estar con menos oficio y menos clase o gusto que la terna pasada, ¡qué le vamos
a hacer! Y eso que llevaban una cla, especialmente el de Hellín, como para que
le regalaran el rabo y las patas…, pero, tan malo como fue, no pasó al fin de
sendos silencios… mucho más que generosos. Unas décadas ha, hubiera habido
lanzamiento de todo tipo de objetos y quién sabe si irrupción de espontáneos en
el ruedo; menos mal que ya no se venden naranjas, que las gaseosas –y sus botellas
de cristal- han desaparecido y que la urbanidad general ha mejorado una
barbaridad, tal como las ciencias adelantan en la verbena de la Paloma.
El primero, manso sin paliativos, pero un toro de hechuras; Violoncillo de 521 kilos (Foto: las-ventas.com) |
Suma y sigue. ¿Por qué no
se lidió completa la corrida de Fidel San Román? ¿Fue por exceso de peso?
¿Se pegaron? ¿No pasaron el reconocimiento veterinario? ¿Qué pasó? ¿Por qué la
autoridad no publica el resultado del reconocimiento al completo, como se
hace, por ejemplo, en Andalucía, aprobados y rechazados en unión? De dos novilladas previstas en este
Ciclo de Encastes Minoritarios (ya saben que yo defiendo el término “singulares”),
no se han lidiado más que cuatro novillos
programados, de DOCE. ¡Qué labor tan inconmensurable la de la empresa! ¡Qué
contentos estarán Ignacio González y sus acólitos del Centro de Asuntos Taurinos!
Habrá, sin duda, renovación de contrato a la vista de los “fenomenales”
resultados.
Sea como fuere lo de ayer fue un nuevo sinsentido, un nuevo
atentado a la fiesta, pese a la dignidad del ganado en términos generales. Y,
si no lo creen, vean lo que sucedió al pormenor:
Lo mejor -lo único- de Rivera, el tanteo al primero (Foto: las-ventas.com) |
Salió el primero parado, frenándose ante el percal, con grandes
protestas de los ignorantes que pedían su devolución (la familia y amistades
del diestro, a la cabeza). Así que “rian de rian” con el capote. La lidia fue
un desastre, hasta el punto de que el mansísimo bicho llegó a entrar por su
cuenta hasta dos veces más de las tres previstas por el usía, cambiado ya el
tercio, a los del castoreño. Afortunadas entradas, porque apenas había recibido
castigo en esas tres primeras varas de las que salió de estampida, cambiándose
el tercio con precipitación, pero que lo dejaron con menos humos para el
indocto novillero de turno. Parearon los tres matadores sin nada digno de mayor
mención que no fuera la manía de saltar al clavar y hacerlo a cabeza pasada (lo
mismo sucedería en los dos siguientes, mientras que en los tres últimos novillos,
cada uno hizo la guerra por su cuenta). Y con el toro por completo a su aire, llegó
el último tercio, mientras el bicho barbeaba las tablas en la búsqueda de una
salida franca. Rivera tomó la franela entre sus manos y al menos estuvo
inteligente en los doblones iniciales, que centraron al novillo en la faena. El
toro, algo brusco, con la cara alta,
pero repitiendo al toque, iba y venía frente a la muleta del toledano
que, desde fuera, lo tomaba con el pico y lo despedía hacía la finca matriz,
allá por Los Yébenes, o poco más o menos. Sin ningún acoplamiento, el torillo se
movía por allí sin malicia alguna, sólo entrando con alguna bronquedad, y ni
con derecha, ni con izquierda, el diestro hizo cosa alguna entre retorcimientos
y enganchones por doquier. A la hora de la muerte, un bajonazo con desarme,
echándole la muleta a la cara y ovación de la familia y turistas despistados. Menos
aun le vimos en el cuarto, un torito de presencia del hierro sustituto, que
manseó en varas y se agotó en banderillas (eso, señor mío, era de Domecq, a través
de Torrealta, no de Villamarta como el precedente). Así que llegó a la faena
tardeando y con pocas de embestir, cortito y parado. Y eso que la presidencia cambió
el primer tercio con una vara y un recargue… Sin fijeza (ahora nos referimos al
matador), con mucho movimiento del pie para atrás en el comienzo, fue pasando
el tiempo, entre protestas del animalito, algún desarme y nula estructura de
trasteo eficaz. Acabó todo entre dudas de ambos; del uno por si ir, o no ir,
acudir al trapo, o mirar al chico que no paraba de moverse; el otro por si
seguir bailando, o coger la tizona. Al fin se decidió por esto último y se la
embutió, desde fuera, tras de dos pinchazos, por las mismísimas costillas. Los
turistas que, a fuerza de ver, ya se habían percatado de bondades y fracasos,
guardaron silencio.
Chover, retorcido y antes de que le enganche la muleta, en el segundo (Foto: las-ventas.com) |
El valenciano Chover fue el único que se las vio con dos de origen
Villamarta, nuevo éxito en el haber del tripartito.
Y le vinieron grandes, y no sólo porque lo fueran –más que muchos toros del Juli, Ponce, Fandi, Perera, Castella y demás “figuras” del escalafón-, sino
porque está más que verde y hubo bastante que torear. El segundo vespertino,
bien presentado, también manseó en varas pero acudió pronto, con su punto de
brusquedad y cara alta, a la franela. Quién sabe si lo hubiera hecho humillando
si alguien le hubiera bajado la cabeza o citado por bajo con los engaños, pero
la tarde no estaba para tales florituras… Hubo desarme y trapazos varios con el
percal; nulidad de lidia en el primer tercio; muchas carreras en el segundo; y
llegado el postrero, toreo sin clase, retorcidísimo, despegado y sucio. Una
calamidad bíblica que al Faraón le hubiera hecho desistir al segundo pase: “Que
se vayan ya, como sea, a través del Sinaí o en un crucero por el Mediterráneo”.
Entre tanto enganchón y algún desarme, con el toro pasando por la vía fluvial
del Nilo, y Chover retorciéndose como las serpientes en que los báculos se
transformaron, el torillo cada vez fue abroncándose más, como cabía esperar. No
mejoró el panorama con la tizona: Tres pinchazos con el brazo por delante,
antes de una entera, por arriba -eso sí-, y silencio en la Catedral. El quinto
fue otro toro en ciernes, manso en los caballos, pero embistiendo, aunque a
menos, en la muleta. Comenzó el de Valencia, con ganas, faroles de rodillas y
de pie, no digamos buenos, pero cuando menos voluntariosos, mientras que las
verónicas fueron lamentables. Hubo un buen quiebro, en garapullos, por los
adentros –apuntemos-, antes de que se consumara el segundo fracaso muleteril. Sin
continuidad, el diestro fue enjaretando muletazos como en el novillo
precedente, desde y para fuera, con abuso del pico y más de una escondida de
pierna… ¡hasta con la zurda!; eso es practicar, sin duda. Todo ello, no les
quepa duda, distanciado, no vaya a ser que un pitón le arranque un alamar, con
lo caros que están; eso era para los toreros de antaño, ricos desde la cuna. El
torillo, exhausto, acabó por flaquear, pararse y tomar dos muletazos por tanda;
y es que tanta carrera y tanto trapazo tenían que pasar, obligadamente,
factura. Y vino, como no podía ser de otra forma, la parte del matadero:
pinchazo arriba, sin manejar la zurda; casi entera también por arriba sin
manejo de la izquierda de nuevo, y tras que el puntillero marrara hasta ocho
cachetazos, un aviso antes de la defunción “por causas naturales” de la res.
Descanse en paz. Palmas familiares para el levantino… de a pie.
Segundo par al violín de Chicuelo (el primero lo puso en el suelo) al sexto (Foto: las-ventas.com) |
Peor aún anduvo el joven -23 años- Chicuelo de Hellín, al que le correspondió un primero armónico pero
enano de Mollalta. Bajito, cortito, de pobre cabeza, pequeño, parecía lo habían
elegido a propósito para enfrentarlo a Manuel, que tampoco levanta una
barbaridad del suelo. Fue un novillo bobo, tonturcio, mansito en varas y sin
sal en la muleta, que se desplazaba escasamente y con poca voluntad en el
último tercio. Se presentaron con verónicas de paso atrás, apenas cumplió con
los del castoreño –a pesar de un derribo incomprensible, saldría suelto antes
de caerse-, corrieron ambos en banderillas y Cuenca le dio ocho insulsas tandas
de muletazos, siempre desde fuera y para allá, con un porcentaje que me
atrevería a tachar de abusivo de enganchones (quizá del 70 o más por ciento en
todo el trasteo). La cla, prolija, rugía de gusto y los turistas entre el
cachondeo general la seguían. Aquello era penoso… El caso es que el escasísimo
animal (cinco desplomes más en la muleta), no podía con su alma, que el diestro
enfilaba siempre hacia Taiwan y que los trapazos se sucedían sin cuento. Y si
creen que ahí acaba la cosa se equivocan. Con la espada dejó atrás la calamidad
bíblica, para adentrarse en el más profundo de los infiernos que soñara Dante. El
Averno estuvo engalanado con un pinchazo con el brazo atrás –desde fuera,
siempre-, una puñalada en las costillas, un aviso del usía, un pinchazo en la
paletilla y un, felizmente ovacionado, bajonazo final. Bravo. Otra película
similar en el sexto, cuando ya le gritaban a Chicuelo que no abandonara los necesarios estudios para poder
ganarse la vida con dignidad. El toro –que casi lo era- manseó en varas pero tuvo
su casta y su acometividad en lo restante; fue, a mi parecer, el mejor del
encierro. Pero se fue con el mismo deplorable trato al desolladero. Nada con el
percal; y menos aun con la muleta a pesar de otras ocho tandas de muletazos
infames, desde fuera, para fuera,
despegados, enganchados…, un conjunto de mantazos como no se pueden hacer idea.
Y con la espada nueva demostración de que su futuro está en las letras:
pinchazo al cuarteo con desarme; otro bajo, también cuarteando y atravesado;
nuevo desarme; bajonazo sin paliativos; aviso y procesión mortuoria, camino de
toriles, para enterrar al deudo. Amén. Ni la familia se acordó de aplaudir
aquello.
En fin, una novillada más, con
encaste singular, que no se lidia completa, y con la inmoralidad manifiesta de
la empresa, a la que no le
importa someter a tortura a los aficionados, ni estrellar a chicos sin bagaje
en el primer escaparate del orbe taurino.
Pd.: Aquí van, en resumen, los santos y señas de los novillos lidiados:
1º.- Violoncillo,
521 kilos, negro, un toro con dos velas, mansísimo desde el comienzo, algo se
centró en la faena, repitiendo aunque brusco y con la cara alta.
2º.- Soplillo,
495 kilos, negro, bien presentado también; empujó filo en la primera vara pero
salió suelto y sin pelear de la segunda; repitiendo con alguna brusquedad en la
franela.
3º.- Tremendo,
de Mollalta, castaño, 448 kilos, hecho pero diminuto y con cabeza escasa; manso
en varas, flojo y con poca casta en la muleta y aborregado de comportamiento.
4º.-Escandaloso,
También de Mollalta, negro, 526 kilos, manso y quedado al final.
5º.- Hacendoso,
536 kilos, negro, mansito en varas –mal picado como casi toda la novillada-,
embiste al principio y tardea ya en la cuarta tanda; a menos.
6º.- Gamo, 531
kilos, negro, bien puesto de cabeza, mal picado, manso en los caballos pero
encastado, embestidor e interesante en lo sucesivo. Murió camino de toriles.
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