He dejado esperar unos días para comentar, al hilo de la
actualidad, la “apoteosis” –palabra mil veces repetida desde el domingo para
acá- de Talavante en Mérida, frente a seis conejos de Zalduendo y retransmitida
para la humanidad doliente por nuestra TVE –de pago, recordémoslo, porque su
presupuesto sale de nuestros impuestos…-.
La apoteosis apoteósica de Talavante se produjo en su
tierra, en plaza de segunda categoría, que ni con el gesto de quedarse en
solitario –el único digno de tenerse en cuenta en el suceso “apoteosizante”-
logró llenarse. El aforo de la plaza es de 8004 localidades (según Mundo”toro”, o como quieran llamarlo) o de cuatro personas menos según otras fuentes. Las reseñas nos
hablan de tres cuartos o incluso de dos tercios de aforo, esto es, y tal y como
se puede comprobar en las imágenes televisivas –cuando abren el plano, que es
casi nunca, no vaya a ser que se vea…-, y por lo tanto eso equivale a entre 5300
y 6000 personas de las 8000 posibles. Y aquello, además, con el reclamo "apriorístico" –con tirón para los abonados- de Morante de la Puebla, que asistió
vestido de gitano feriante a las gradas del coso de San Albín.
Es decir, fue una apoteosis sin lleno, ni lejano, a pesar de
dos toreros de bastante tirón –Morante y Talavante- aunque luego se quedara en
solitario el segundo. Lo que, teniendo en cuenta la amplia gestión de la
empresa para atraer jóvenes –fin de semana, actos promocionales, visita ganadera
incluidas-, no puede considerarse como un éxito indudable… pero, bueno, desde
Madrid los “taurodeltianos” (quedaría perfecto como nombre para los "malos" en Star
Trek) batirían palmas si consiguieran tener un aforo semejante fuera de cualquier
feria (no me refiero a los 2/3 o ¾, sino simplemente a las 6000 almas).
Cuestión para replantearse el negocio, sin duda, el que no se llene ni una sola
plaza con capacidad superior a las 5000 personas en este año… (Pamplona o
alguna tarde de las grandes ferias excluidas). Fíjense en los aforos de Bilbao,
antaño llenos absolutos y este año en franco declive; incluso en corrida con
Ponce y el Juli –dos de sus toreros predilectos- no sólo no se llenó, sino que
hubo casi tres cuartos de entrada…
La apoteosis “talavantina” se produjo frente a unos bichos
de Zalduendo impresentables, para qué vamos a andarnos con medias tintas. Ganado
para plaza de tercera, bien preparaditos para el encuentro estelar de dos
figuras contemporáneas... Y eso, en corrida televisada a los cuatro vientos, es una
afrenta a la tauromaquia. A lo mejor en alguna plaza de provincia eso sea lo
habitual (reduzcamos, pues, el nivel apoteósico) pero en corrida con una posible audiencia millonaria (un millón y poco la vieron, ¡qué lejos de la final de la Champions...!), con las ondas de por medio, es indecente. Vamos que fue una apoteosis con unos
novillejos inmundos… ¡vaya gesto! Lo mismo si se encierra con seis Victorinos
en Madrid es otra cosa… ¡uy, perdón, eso ya ha ocurrido! Ni siquiera victorinos,
recuerden los seis de Núñez del Cuvillo en Las Ventas… idéntico resultado;
ahora bien, en Mérida, y con seis conejos de Zalduendo, ¡apoteosis apoteósica!
Los resultados tampoco es que fueran “muy apoteósicos”, que
digamos, pero algo había que “cantar”, al margen de lo que el espada hizo por
su cuenta. Una oreja en los dos primeros que en plaza de exigencia no hubiese
llegado a saludo desde el tercio..., pero es que había que darle ánimos…, claro. Luego
vinieron los dos toros donde "El celoso extremeño", "el triunfador de San Isidro último" se mostró más personal, y cuyo toreo no voy a analizar
porque éste no es el momento. El indulto fue de traca, sin duda. Nada importa
ya la verdadera bravura, sino que lo que cuenta es que el bicho embista ciega, absurda,
tontamente, pero con repetición, a la muleta… Tauromaquia postmoderna donde se
subvierten los valores; bravura por “toreabilidad”, riesgo por “estética”, toro
por “chota”, lidia por “duración”, técnica por “recursos”, cargazón de suerte
por “esconder la pata”… y luego pretenden que se llenen las plazas…
En los dos últimos, conseguido ya el clímax del festejo,
Talavante se abandonó y ya no hubo más orejas; por decirlo de otra forma o se
desfondó –preparación para seis toros, sin duda...-, o ya estaba conseguido el
triunfo buscado y le importó un ardite lo que sucediera en lo consecutivo. ¡Fantástico
lo uno o lo otro! ¿Fueron mucho peores los dos últimos que los dos primeros?
Pues… no mucho, la verdad. Fueron otras dos ratas televisadas, semejantes en
buena medida a las iniciales.
Resumamos: la plaza no se llenó (lo que sucede en la mayor
parte de las corridas con figuras o de postín, este año); la corrida fue
impresentable; los toros chochones y con cabezas “portentosas”; el diestro en
su tierra y entre sus paisanos…; abundante cla juvenil tratada a cuerpo de rey
por la empresa; los dos últimos “toros” de aquella manera…; y la televisión
cantando las gestas como si Roldán hubiese abierto de nuevo los Pirineos, o Rodrigo
Díaz de Vivar ganado batallas después de muerto…
Había que cantarlo –al margen de aquello de Talavante en
primera persona (¡qué pavor, qué dificultades o problemas le impondría el
periférico Zalduendillo para que se relajara y pensara en ponerse a canturrear
frente a la mismísima “fiera”!)- porque Televisión Española (la tele de pago de
todos los españoles que cotizamos) reaparecía en escena. No importó que la
Primera cortase el final de corrida…, ¡seguro que también lo hubieran hecho con
la Final de Champions League!, no importó que se agotara el Diccionario de
Sinónimos de Pedro María de Olive (cuando aun se sabía emplear el castellano)
en la búsqueda del retruécano más empalagoso. De ahí que yo me sume a la
iniciativa y les plante ese neologismo “apoteosizante”, porque es necesario
llegar a la apoteosis por la vía que sea. ¡Televisión Española volvía a los
ruedos en directo! Televisión Española, esa misma que prometió volver a la
rutina de las retransmisiones hace justo un año, y que en dicho periodo –once meses
y tres semanas- con ferias de la importancia de Madrid, Sevilla, Bilbao,
Pamplona, Zaragoza, Valencia, Málaga, Córdoba, Santander, Albacete, etc. (es un
decir en muchos casos, entiéndanme), sólo ha sido capaz de programar una
retransmisión y en plaza de la importancia de ¡¡¡Mérida!!!, sin duda el centro neurálgico de la temporada…,
bueno de la segunda mitad de la temporada…, bueno de después del verano…, bueno
de septiembre…, bueno del primero de septiembre, ¡sí, eso mismo, del primero de
septiembre! Discúlpenme mis buenos amigos extremeños, pero Mérida ni siquiera creo que esté a la altura –taurinamente
hablando- de Cáceres o menos aun de Badajoz… y eso que… bueno ya saben a qué me
refiero. ¿Qué la capital extremeña, con sus 60.000 habitantes, es plaza de
segunda? Lo mismo que Ávila, Segovia, Soria (ya podían haber retransmitido los “adolfos”
desde la Extremadura castellana) o Teruel, lo mismo, lo mismito; y nadie los pondría como
ejemplos de centros neurálgicos del toreo, de la apoteosis.
Así que pongamos las cosas en su justo lugar y medida. Los
toros, o mejor dicho, los bichejos aquellos, impresentables para plaza de
cierta categoría. El gesto de encerrarse en solitario con ellos, discutible,
sin duda, con pros y contras, pero minimizado por la “casta” de la vacada –nula-,
por el tamaño y pitones de los oponentes, y la “exigencia del coso”. Talavante
bien en dos toros, a su manera -apunten que un conocido portal tiene que decir, en los inicios del cuarto, que "Un poco despegada la faena ante un Zalduendo noble pero con poca emoción", por ejemplo-; regular en otros dos -fíjense que hasta ese mismo portal taurino dice que en la primera "no fue posible la transmisión..." y que sólo gracias a la estocada cayó la oreja, y que la segunda fue "muy generosa, sin petición mayoritaria"..., ya me dirán-; y ausente en los restantes.
El indulto “apoteósico” -¿a qué les gustaron los gestos que se hacían desde el
callejón, por el mundillo profesional?-. La retransmisión televisiva paupérrima en
medios –para lo que hoy se estila, muy buena si la comparamos con lo que uno
veía de niño, y el Viti, Camino y Puerta, Ordóñez, Curro y Antoñete en el
cartel…-, y riquísima –sin embargo- en epítetos laudatorios… Lo dicho,
tauromaquia contemporánea para ligar cuatro adeptos circunstanciales…, poca
cosa para aficionados…
Parece cruel la crónica; pero no tengo más remedio que estar de acuerdo en lo sustancial. Fracaso de público; escaso trapío de los toros; hemorragia de orejas pueblerinas; y lo peor, ante la fiera (fierísima) va y se pone a cantar; pues no sería tan fiera; adiós la heroicidad, el arrojo, el valor, el miedo, el riesgo; si esto lo hace cantando, también lo hará "con la gorra".
ResponderEliminar