La afición taurina en la Ciudad Condal tuvo, a principios
del siglo XX una efervescencia verdaderamente singular. A la vieja plaza de la
Barceloneta se le uniría, en 1900 la nueva llamada de las Arenas, y unos años
más tarde, en 1914, se construiría la tercera de sus grandes plazas, la del
Sport, que en apenas dos años sería transformada en la actual Monumental.
No es éste el momento más oportuno para repasar las plazas y
lugares donde se corrieron antaño toros en Barcelona, pero déjenme al menos que
les recuerde que antes de estas tres plazas de toros fijas se corrieron en
distintas plazas de quita y pon, construidas o no al efecto, en diferentes
parajes de la ciudad. Así, son tradicionales los festejos taurinos en la plaza
del Born, detrás de Santa maría del Mar, o las plazas que durante el siglo
XVIII y principios del XIX se levantaron a las afueras de la Puerta del Mar y
también en la plaza de Palacio. Fueron pues, muchos los parajes del entramado
urbano de la capital catalana que vieron en ellos jugar reses bravas. De
algunas de ellas hemos tratado en distintas ocasiones y trabajos ya publicados.
No, la que traemos a colación en esta ocasión, para que se
vea hasta qué punto llegaba la enorme afición catalana de principios del siglo
XX, sin la tan traída y llevada inmigración andaluza, aragonesa o extremeña por
medio, fue plaza menor, construida para disfrute casi privado y como Escuela de
Tauromaquia en plena Edad de Oro del Toreo. No bastaba pues, para la afición de
los catalanes disfrutar en la Ciudad Condal de tres recintos mayores, que,
desde 1914, alternaban y coincidían en
sus festejos, sino que para el solaz y formación de futuros
profesionales y aficionados prácticos se levantó otra más. Sumen a aquello la
numerosa prensa especializada que entonces veía la luz en Barcelona, sólo
superada acaso por Madrid pero por encima de la valenciana, sevillana o
gaditana sin duda alguna, y que sus cosos –especialmente las Arenas, pero luego
también la Monumental, fueran escenario de grandes corridas con lo más granado
de la época áurea del toreo, Joselito
y Belmonte a la cabeza. De hecho, José toreó en Barcelona más que en ningún
otro lugar que no fuera Madrid, por encima de Sevilla, y en la plaza Monumental
daría la alternativa a su cuñado, el gran Ignacio Sánchez Mejías, un 16 de
marzo de 1919 con toros de Martínez y en presencia de Juan Belmonte.
"Don Verdades" [Eduardo Pagés] toreando por gaoneras |
La plaza de la que les hablo estaba situada en la calle de
Valencia, no muy lejos de las Arenas. De ella se hace eco la revista Arte
Taurino (Año V, núm. 78), anunciándola como plaza para la escuela de
tauromaquia catalana con estas palabras:
“Barcelona, donde hay cada día más afición, no podía ser menos que
Sevilla, que Málaga y que todas las demás capitales que tienen Escuela Taurina.
En efecto, hoy cuenta Barcelona con una excelente escuela de dicho
género, situada en la calle de Valencia y no lejana a las Arenas de Barcelona.
Tiene dicha Escuela una verdadera Plaza de Toros, en la que pueden
lidiarse no sólo becerros adelantados, sino toros con toda la barba, ya que
está construida con toda la seguridad y garantía. Hay, además, café espacioso,
enfermería, corrales, habitaciones para elñ conserje y cuantas dependencias son
necesarias a estos edificios.
Los propietarios de la escuela han tenido el sabio acuerdo de nombrar
director al popularísimo y reputado aficionado Mariano Armengol.
Organizadas por tan hábil empresario, vienen celebrándose desde el 1 de
enero [de 1915] festivales taurinos
todos los días festivos, en los que aventajados discípulos de la Escuela
demuestran prácticamente sus adelantos y toreros conocidos aprovechan la
oportunidad para saludable entretenimiento.
La concurrencia a estos espectáculos es cada vez más numerosa. Al
celebrado el día 10 asistieron más de 3.000 personas.
Al objeto de remitir una información gráfica para Arte Taurino, estuve
días pasados en dicha escuela. Allí sorprendí a los aventajados aficionados
Eduardo Pagés, conocido escritor, y a D. Alberto Falp, renombrado aficionado
catalán que, a pesar de su posición social, ha demostrado repetidas veces, no
sólo una habilidad grande sorteando toros, sino una afición desmedida. Estos
señores, con Mariano Armengol, podemos decir que ponían cátedra.
Tengo entendido que dichos señores preparan para en breve un verdadero
acontecimiento taurino. Pero por no malograr los planes de los organizadores,
guardo hoy la reserva más absoluta prometiendo en breve ser más explícito con
los lectores de este renombrado semanario.- Sautés”.
Mariano Armengol en un par |
Unas revistas más adelante (Año V, núm. 83), el mismo Sautés
nos cuenta lo siguiente:
“En la Escuela Taurina.
El día 17 del corriente [de febrero] se celebró en este Circo, y ante escogido grupo de buenos aficionados,
una titulada broma taurina, en la que Eduardo Pagés Don Verdades, lidió dos
novillas cuatreñas de Ripamilán.
Pagés toreó de capa y muleta como ya quisieran hacerlo algunos de los
buenos, y demostrando que es un torero no profesional que puede competir
ventajosamente con muchos profesionales.
Ayudaron al matador como banderilleros
los matadores de novillos Fabrilito y Valentín. La fiesta resultó muy agradable.”
Son
años en los que se multiplican también en otros lugares las plazas de menor
importancia; en Madrid están activas, junto a la de Madrid, la de Vista-Alegre
en Carabanchel y Tetuán de las Victorias, las de Puente de Vallecas o Ciudad
Lineal, la de la Dehesa de la Villa (o Puerta de Hierro) y alguna otra menor
(como la de las Ventas). En Bilbao se organizan espectáculos en la de Indauchu
(paralela a la de Vista-Alegre), en Sevilla nacen como hongos pequeños
recintos, en Córdoba se estrena la de la “Venta la Taurina” de la huerta de
Santa Ana, etc., y así en tantos otros lugares.
El Sr. Falp perfilándose para entrar a matar [de observadores, Eduardo Pagés y Mariano Armengol] |
Plaza,
en definitiva menor, para espectáculos de poca importancia, pero que compartió protagonismo,
en aquella década de la edad de Oro de la Tauromaquia con las tres que
funcionaban asiduamente en la Ciudad Condal y que desde 1914 llenaron la
atención del público barcelonés, la Barceloneta, las Arenas y el Sport, luego
Monumental. Vaya pues recuerdo escrito y gráfico de su memoria.
Y
ahora que nos cuenten eso de que nunca hubo afición a las corridas de toros en
Barcelona…, falsarios.
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