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jueves, 24 de enero de 2013

Nuevos datos sobre la ganadería navarra de Raimundo y Jorge Díaz


No es demasiada conocida la historia de una de las grandes vacadas de ganado navarro del pasado siglo XIX que alcanzó a conocer los inicios del XX, la ganadería de Raimundo Díaz. Y ello a pesar del extraordinario estudio que Ramón I. Villanueva realizó hace apenas unos años en el marco del Aula de Tauromaquia de la Universidad CEU San Pablo. Mi buen amigo Villanueva, grandísimo investigador y divulgador de la ganadería navarra (quien más ha profundizado en ella a lo largo de sus varios siglos de historia), traza un magnífico recorrido de la vacada de Peralta desde el momento en que Raimundo Díaz se hace con ella, hasta su ulterior venta por su hijo Jorge Díaz en 1902. Nada tiene que ver con la misma la que el primo de éste último, Cándido Díaz –y luego sus herederos- poseyeron a principios del siglo XX, ya que en ella, sobre la base de ganado que había pertenecido a Pérez de Laborda (a través de Camilo Beriaín), se introdujo sangre de Villagodio (vacas) y Clemente Herrero, en 1914 un semental de Guadalest, otro de Carmen de Federico en 1920, y en 1921 45 vacas del Conde de Santa Coloma y 150 más de procedencia Albaserrada, ya en manos de José Bueno. Nada del ganado navarro de su primo Jorge Díaz pasó a formar parte de la ganadería de don Cándido.

El folleto de Ramón Villanueva sobre la ganadería navarra de los Díaz
El origen de la ganadería de Raimundo Díaz se encuentra en la adquisición que hizo éste de la vacada de Bermejo, en 1864, tal y como nos cuenta Villanueva a la vista de un cartel de Vitoria que así lo afirma (se lidiaron toros de José Bermejo, “hoy propiedad de Raimundo Díaz”). Es muy posible, como relata el historiador navarro, que la de Bermejo se formara, allá por 1829 con reses de la marquesa de Funes, Dª. María Concepción Jiménez de Tejada. Raimundo Díaz, además, compraría sobre 1871 la vacada de Miguel Poyales, otra ganadería importante del ámbito navarro, añadiendo a las reses que ya poseía las de este criador corellano. No habremos de extendernos en pormenores, porque ya Ramón Villanueva ha aportado un notable caudal de datos que podrán satisfacer al más curioso. De Raimundo pasó, a su fallecimiento en 1886, la vacada a su viuda, Nicolasa Solano, pero ya la manejaba don Jorge desde 1878 en vida de su padre (en el testamento paterno, por cierto, la vacada pasaba a su viuda y de ésta a dos de sus hijos, el mentado Jorge Díaz y su hija Teresa, con la particularidad que la parte de ésta habría de ser llevada por Jorge y que no pudiera desprenderse de la misma sin la aquiescencia de su hermano).
La ganadería de Díaz pronto se situó entre las más grandes de las navarras, a la altura de Carriquiri-Espoz y Mina, Lizaso, Zalduendo o Pérez de Laborda, presentándose en Madrid el 3 de septiembre de 1865 y ganando algún concurso en Pamplona, a la vez que daba reses para Bilbao, Zaragoza, Pamplona, San Sebastián, Logroño, Soria, Teruel y otras muchas plazas del norte de España.

Imagen de la antigua plaza de toros pamplonica, en corrida de prueba matutina, con ganado navarro
Lo que no quedaba claro, e intentaremos aportar ahora nuevos datos, es como se deshizo la ganadería en una fecha que hasta ahora se presuponía o afirmaba sin demasiada base documental. Hemos hallado para ello, un interesante artículo en la revista Sol y Sombra, firmado por Joaquín Bellsolá (Relance), en el que el crítico y escritor, amigo personal del ganadero –además- nos aclara pormenorizadamente cual fue el destino de las reses de Jorge Díaz y como pudo continuar su simiente en otras conocidas (más o menos) vacadas.
Relance, en su artículo titulado La ganadería navarra de los Hijos de Díaz acaba de deshacerse (Sol y Sombra, Año VI, núm. 311, de fecha 13 de noviembre de 1902), en 1902, comienza haciendo un repaso histórico de la vacada, subrayando los principales datos que hemos mencionado y que Villanueva recoge también de otras fuentes documentales, aunque afirma que don Raimundo Díaz forma la misma en 1857. Si tenemos en consideración que se presenta –por vez primera que conozcamos- en 1864 en Vitoria con ganado propio, no sería extraño anteceder el origen de la ganadería al menos hasta los últimos años de la década anterior… ¿y por qué no en 1857? Quede, por el momento esa fecha como probable. Acierta Relance con la fecha de presentación de la vacada en Madrid, en esa decimotercera corrida del “abono” madrileño. Sin embargo se equivoca en la fecha del fallecimiento de don Raimundo que sitúa en 1887, un año después de la fecha real, aunque es cierto que ya en poder de su viuda, ésta cede su dirección –como lo había hecho su marido- a su hijo Jorge Díaz.

Un toro de Jorge Díaz, anunciado en los carteles como Hijos de Díaz
Con Jorge se incrementaría el prestigio de la vacada, y realizaría dos cruces para aumentar el trapío del ganado y poder lidiar en plazas de mayor responsabilidad. Los cruces eran conocidos, e incluso al de Miura se le ponía fecha, pero Relance es más preciso: “llevan­do a cabo, más tarde, dos cruces: el primero echando a las vacas un novillo de Miura, el año 1889, y el se­gundo, el año 1898 con dos novillos de Concha y Sierra, los cuales padrearon durante cuatro años, dejando tan buena semilla como mala la había dejado el procedente de la casta de los Gallardos del Puerto”. Lo que no termina de aclararnos, y quede pues ahí la duda, es si los sementales se echaron en tales años, o fue en aquellas fechas en las que se estrenaron –como afirma Villanueva- los resultados de la cruza.
Tras recorrer la historia sumaria de la vacada y recrearse en los ejemplares notables de la misma, Bellsolá nos informa de que el ganadero lidiaba en cosos como los españoles de Zaragoza, Pamplona, Vitoria, San Sebastián o Logro­ño, pero también en los franceses de Burdeos, Dax, Toulouse y Bayona. Pastaba la misma en predios que Villanueva había encontrado en documentos archivísticos, como los sotos de de Gil, Abajo y Pozas, de propiedad de don Raimundo; pero Relance los amplía con una buena porción de nombres: “La Roza, Soto Bajo y Soto Gil, y están si­tuados entre los dos pueblos citados y bañados por el río Arga, habiendo tenido aquéllos en arriendo mu­chos años los del monte Egea (Aragón), Granja Dimas, de Mendavia (Navarra), y Soto Alfaro, de Milagro, también en Navarra”. Hay, como ven, alguna diferencia semántica en los sotos de su pertenencia, La Roza por Pozas, Soto Bajo por Soto de Abajo, aunque Gil aparece bien en ambos lugares; a todos ellos añade los arrendados, dato novedosos que incrementa lo que conocemos sobre la ganadería.

El último cartel de Pamplona donde aparece la vacada de Jorge Díaz (Sres. Hijos de Díaz) en el escudo inferior derecho
Y entra Bellsolá en el reparto de los restos de la vacada que acababa de vender su “buen amigo” Jorge Díaz. Las vacas eran 184, y se dividieron en tres grandes lotes:
1.- Primer lote: las vacas con becerras (que incluye las crías): compuesto por 54 de ellas más las rastras, qyue fueron “vendidas al Sr. Urzáiz, de Zaragoza, sobrino del ex  - ministro del mismo apellido”.
2.- Segundo lote: las madres con becerros (machos): compuesto por 56, sin contar los hijos, “adquirido por un tratante aragonés apodado el Templao”.
3.- Tercer lote: Las vacas sin cría: compuesto por 74 vacas, adquirido por Fermín López Vergara, de Tudela.
Y añadirá que “Los bueyes continúan cumpliendo su pacificadora misión entre los 156 machos, con los cuales se ha que­dado el ganadero, correspondientes a cuatro años, habiendo 20 cuatreños, 86 utreros, 48 erales y 52 añojos”. Esto es, había 20 toros de saca, un buen número de utreros, hasta 86 –algunos se quedarían para toros y otros se lidiarían como novillos o por las calles-, al margen de un número bastante coherente de erales y añojos, en torno de los 50 de cada cual, que comparado con las 56 vacas con becerros es uniforme y supone un número estable de crías en los últimos años; es decir que la vacada venía manteniendo en los últimos años del XIX y principios del XX, un número de productos bastante parejo.
Relance afirmaba que muertos los últimos machitos en 1906, la ganadería desaparecería por completo. Y aunque no sepamos dónde se lidiaron muchos de ellos –probablemente en festejos populares de escaso o nulo eco mediático-, Villanueva nos cuenta que aun se lidiaron 6 en el estreno de la nueva plaza de Tolosa en 1903 y otro en San Sebastián el 30 de agosto de igual año, última referencia que tenemos de los machos de la vacada navarra.
Nos queda por conocer qué fue de los lotes de Urzáiz y del tratante el Templao. ¿Pudieron proceder de aquellos los lotes que fueron a parar a Pobes y Santos, como afirma Samuel Tena Lacén (“Toros de Lidia. Breves apuntes históricos y descriptivos de las ganaderías bravas de España, Portugal y América”, Madrid, 1907)? No sería nada extraño; los ganaderos Mariano Pobes y J. Santos eran también de Zaragoza… y la obra menciona que “El origen de esta ganadería no es muy remoto. La fundó D. Raimundo Díaz... Dicho señor Díaz emprendió la obra de construir una buena piara brava, para lo cual trabajó con gran  tesón y perseverancia…”. De éstos pasaría la ganadería a don Mariano Catalina y de ahí una parte pasó a manos del torero Villita que ya poseía una vacada de origen navarro desde principios de siglo.
Villanueva nos recuerda que el Diario de Navarra publicaba un escrito, el 1931, en el que se podía leer: “Al deshacerse don Jorge Díaz de la ganadería, se quedaron con los machos y hembras de la misma, don Fermín López, de Tudela y el ex torero Villita de Zaragoza. En la ganadería de Fermín López Vergara todavía quedan los últimos vestigios de la que hace más de cuatro lustros fue famosa ganadería de don Jorge Díaz”. ¿Pudo adquirir Villita otra porción del ganado de Jorge Díaz antes de lo de Mariano Catalina? Es una posibilidad, desde luego, porque también pudo comprar lo de Urzáiz o lo del Templao… Sin embargo el anuario de “Toros y Toreros en 1924”, de Uno al Sesgo y Don Ventura, nos dice que la de Nicanor Villa Villita se formó con reses de Pobes y Santos a las que añade las de Constancio Martínez. El “Registro de Ganaderías 1926” de la Unión de Criadores de Toros de Lidia (Madrid, 1926), afirma que la procedencia del ganado de Nicanor Villa era Jorge Díaz y Constancio Martínez, sin más detalles, así que todo es posible. 
Dudas que, por el momento, y a pesar de la nueva luz aportada, siguen manteniéndose a la hora de historiar ésta u otras vacadas de casta navarra. 

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