El
comentario de Ángel Arranz
Fuentes
Sí, son numerosos los toreros que a través de la
historia han llevado con mayor o menor gloria –siempre con pundonor- ese
torerísimo apellido.
Pero hoy quiero escribir de las fuentes, de los
manantiales que han ido abasteciendo los escalafones de lidiadores de toros y
novillos.
Llevamos demasiadas temporadas que el origen de
casi todos los toreros son las dinastías y las escuelas taurinas.
Sin embargo, los primeros toreros como los
primeros pintores, músicos, poetas, médicos, o los pioneros de cualquier
actividad, eran autodidactas. Inteligentes y vehementes –aunque a más de uno
lo tomaran por un pirado- autodidactas.
Es decir, las más intuitivas, originales y añejas
fuentes de todas las profesiones son autodidactas. Y hoy están olvidadas o en
desuso. O casi.
Por consiguiente –¿qué es de Felipe González*?-
son anteriores a la de dinastías y escuelas.
Claro, ni de lejos hay que desperdiciar o
despreciar la sabiduría que con el tiempo han ido atesorando dinastías y
escuelas. Pero, ¿a muchos toreros les faltan las múltiples experiencias,
sensaciones y reflejos naturales que se adquieren en las capeas? ¿Hay
fórmulas para combinar estudios y prácticas académicas y dinásticas –siempre
calculadas- con la frescura, compromiso y espontaneidad que quieren y requieren
las capeas? Se entiende que capeas con sentido común auténtico.
Figuras emblemáticas como Paquiro y Cúchares
salieron de la escuela de Sevilla que la dirigían nada más y nada menos
Jerónimo José Candido y su cuñado Pedro Romero, toreros dinásticos de máximo
tronío. Sí, son imprescindibles y asociables para la continuidad suprema del
arte de torear las dinastías y las escuelas… pero hay que recuperar las
fuentes, romanticismos y nombres de espadas autodidactas.
Juan Belmonte y Domingo Ortega son dos
referencias de las más importantes de todos los tiempos para toda la torería
habida y por no haber bebido en fuentes o manantiales dinásticos o
académicos. En efecto, hacen falta toreros de esos espíritus, de esos
inicios, de esas filosofías y de esas cuerdas o palos. El paso de Andrés Vázquez
por innumerables capeas, más los consejos de maestros veteranos, le llevaron
a cruzar a hombros diez veces la Puerta Grande de Las Ventas en los años 60 y
70. Incluso el respetado y respetable Fandiño se ha hecho en las capeas; y las
dos últimas temporadas ha cosechado éxitos y triunfos en todas o casi todas
las ferias del firmamento taurino.
Sí, el bipartidismo de dinastías-escuelas como
fuentes únicas de abastecer los escalafones es incompleto y repetitivo. Es
menester ampliarlo en variedad, contraste, personalidad y estabilidad.
Toreros autodidactas, o casi, son espejos donde
deben mirarse para superarse, aspirantes que quieren ser toreros y que por su
carácter, medios o lejanía no se adaptan o no se acoplan a las escuelas
taurinas… ni tienen que ser o no ser fieles a un estilo o concepto dinástico
del arte de torear. Definitivamente hay que reconquistar y potenciar la
fuente más incontaminada de todas las fuentes que han hecho y dicho la
historia y evolución del melodrama en el ruedo.
Ayer, última corrida de la Feria de Otoño. Cinco
toros mansotes, brutotes y sosos; y uno de nota –en tipo, el menos
Albaserrada, de prestigiosa estirpe– para el interesante innovador y también
excesivo Ferrera… y los desdibujados Castaño y Fandiño. Y hubo intervenciones
notables y sobresalientes en los toreros de plata… con llenazo hasta la
bandera. Rafael lo redacta con criterio, señales y pelos.
En los toreros de dinastías
Hay soluciones, o no, a sus averías
En los toreros de escuelas
Hay buenas y malas secuelas
En los toreros autodidactas
Hay procedencia y pureza intactas
Todos los elegidos son compatibles
El toreo integral es posible
Basta ya de ventajas o rebajas.
* Felipe González; ex Presidente del Gobierno
que usaba con mucha frecuencia la expresión: “por consiguiente”.
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