Tercer festejo
de la Feria de Otoño 2013
Madrid, 5 de octubre de 2013. Unos
dos tercios de entrada. 4 toros del Puerto
de San Lorenzo y 2 de la Ventana del
Puerto (2º y 4º), desiguales de hechuras, mansos, mulares o boyares de
condición, aunque alguno con movilidad. Alberto
Aguilar, ovación (aviso), silencio (aviso) y silencio. Joselito Adame, ovación. Jiménez
Fortes, silencio (aviso) y silencio.
Pues sí, ¡qué pereza! Qué pereza da tener que escribir, siquiera dedicar un
breve rato a contarles lo que a mi juicio fue el desastroso festejo de ayer sábado.
Juntar cuatro letras para narrarles el fracaso del toreo contemporáneo –en sus
distintas formas- frente a mulos o bueyes es un esfuerzo que casi considero
sobrehumano. No sigan, si no quieren, por este sucinto relato de cómo una
corrida de toros puede convertirse en el más deplorable espectáculo, a base de
toros mansos y mulares de condición, y diestros aun peores que los toros. Yo
creo que con eso está todo dicho. Bueno… acaso se salven de la quema los cuatro
buenos capotazos lidiadores de José Antonio Carretero y…, vale, el esfuerzo de
Adame –con muchísimos reparos- por matar el toro de su revolcón “autoprovocado”.
Sí, indígnense conmigo, como lo hizo algún vecino de localidad –de esos que
vienen todas las tardes a merendar y a aplaudirlo todo-, porque silbé al
diestro mejicano que –habiendo estado toda la tarde a merced del toro, que más
lo toreó a él que al contrario- volvió completamente grogui a la cara del toro
para arrear un fenomenal sartenazo a su oponente. ¿Dónde queda el director de
lidia que permitió la posible inmolación, el posible suicidio de un diestro que
no se tenía en pie más que a duras penas, que andaba mareado y confuso ante la
suerte –recordémoslo- SUPREMA? ¿Por qué hay que aplaudir un gesto –sin lugar a dudas
lo fue- que puede acarrear una auténtica tragedia? ¿Por qué hay que ovacionar
un bajonazo de tal calibre por más que lo haya ejecutado un diestro mermado
notablemente de facultades físicas e intelectuales –les recuerdo que el parte médico le diagnostica una
conmoción cerebral-?
Momento del revolcón y pisotón en el peroné del segundo toro a Joselito Adame (Foto: las-ventas.com) |
El toreo no es un arte suicida, ni lo ha sido, ni lo podrá ser
jamás. Es, precisamente, lo contrario.
Es el triunfo de la inteligencia, de la técnica, del valor, de la concepción
artística –todos ellas cualidades superiores- sobre la fuerza bruta, sobre la
naturaleza indómita. Ayer el frágil torero azteca estuvo a merced del toro;
sobre el ara circular del coso de Las Ventas no se encontraba el animal
totémico, sino el hombre desvalido y entregado. ¡Qué sinrazón! Y lejos de
plantearse estos pensamientos, hubo gentes que sólo movidas por la sangre, el
cardias o el hígado, animaron al diestro a consumar su propio sacrificio, en
vez de pitarlo como debería haber ocurrido. No estaba en condiciones para
enfrentarse al toro, repito; y lo que puede considerarse como una heroicidad
tantas veces, ayer no lo fue. Un diestro puede salir herido a matar al toro,
con una cornada incluso, pero con sus capacidades intelectuales íntegras. Ayer
el mareo era evidente, su estado de confusión palpable, el diagnóstico médico
contundente. Y no vamos a la fiesta para sufrir, ni para emocionarnos con el
sufrimiento ni del toro ni del ser humano, sino para recrearnos en la virtud
creadora, emocionarnos con el triunfo de la inteligencia sobre la fuerza bruta,
palpitar con la contemplación de la fragilidad imponiéndose a la naturaleza
desatada. Fue un error, sin duda. Y como culmen, esa desastrosa –aunque lógica-
estocada en los mismísimos sótanos. Sablazo que no puede ovacionarse como si
fuera la “estocada de la tarde” del mismísimo Machaquito que cinceló magistralmente Mariano Benlliure. El gesto no es matar al toro de cualquier forma,
sino hacerlo con dignidad, discúlpenme. Ante el toricidio, mejor hubiese sido
guardar silencio y después despedir al diestro camino de la enfermería –ahora sí-
con esa cálida ovación reconocedora del esfuerzo y el pundonor; nunca al revés.
Si sumamos a ello que la cogida se produjo al descubrirse el diestro, y que
la faena fue un cúmulo de lances sucios, desbordados en muchos pasajes, que el
matador anduvo a merced del toro en tantas ocasiones y que éste parecía llevar
la voz cantante en todo el trasteo… ya me dirán.
Por eso sólo me quedo con los lances de Carretero, fenomenal en su actitud lidiadora,
poniendo orden incluso como “director de lidia”, “ordenando” la salida del peón
que nos faltaba en la suerte de varas… Porque ni siquiera dejaron lucirse –no vaya
a ser que pase algo- a Tito Sandoval a caballo, al que metieron al toro al
relance sendas veces. ¡Bravo!, ¡muy bien por Jiménez Fortes!, eso es fomentar
el espectáculo integral, dejar que se luzca el toro y el varilarguero,
¡sensacional! ¿Para qué lo contratará en su cuadrilla, si luego no le deja
actuar conforme a las reglas del Arte con mayúsculas? ¡Qué lástima!
También hubo su atropello a Jiménez Fortes (Foto: las-ventas.com) |
No, no sigan de aquí, porque el resto del festejo fue auténticamente
penoso. Un Alberto Aguilar casi anodino, sin la grandeza de otras tardes al
enfrentarse al toro “de poder a poder”, abusando de la descolocación y despidiendo
a sus oponentes casi siempre para el más allá; un Jiménez Fortes –la gran
apuesta del taurinismo este año- en un toreo mentiroso, de escondida de pierna y
retroceso, que ni aun supo taparse –como lo hubieran hecho Castella o Perera,
por ejemplo, o el mismísimo Manzanares en año de estío y sequía…-; y un ganado
absolutamente lamentable –la enésima vez- del Puerto de San Lorenzo y hierro
anexo.
El primero fue un animal mular, Violetero
de mote (535 kilos, negro, acochinado como algún hermano), manso, boyar y con
alguna movilidad como cualidad más destacable, que pretendía largarse de la
plaza a cada paso. La lidia fue un auténtico desastre, el mulo pasaba del
caballo y los de a pie fueron incapaces de colocarlo en suerte. Corrido recibió
los dos puyazos a la búsqueda de la salida del tormento. Adame dio unas prescindibles
chicuelinas en su quite, con notable achuchón final. Y Aguilar, cabecera del
cartel y director de lidia, lo pasó de muleta por la periferia de la M-30, pero
al menos sujetándolo en el terreno escogido con mérito- las tres primeras
tandas. Algo acelerado, aprovechó el viaje en demasía, hasta que el bichejo
aquel decidió que despedirlo para afuera era sinónimo de que se marchara… y
empezó a rajarse. Aquello acabó con una estocada por arriba –con sesgo-, sonó
un aviso y procesionaron juntos a toriles… y más allá. Tampoco hubo más en el
cuarto, Sospechoso (de la Ventana,
con 542 kilos y colorado ojo de perdiz), otro manso declarado, con movilidad
insulsa y que fue a menos. Con el toro absolutamente a su aire, suelto,
salieron los de caballería, para castigarlo correspondientemente, y eso que
sólo quería quitarse el palo y salir suelto. Le arrearon a modo y llegó el toro
cayéndose a lo sucesivo. Cayéndose… pero apretando al diestro que, a pesar de
intentar darle distancias para lucirlo, fue incapaz de metérselo. Todo, una vez
más, para las afueras, con poco mando –algún lance en la tercera tanda y poco
más-, desde fuera y sin decir nada, antes de acortar distancias y terminar de
ahogarlo. Un pinchazo caído y tres cuartos desprendidos, con pérdida de muleta,
y nuevo aviso. Lidió también el sexto –se corrió turno- en lugar de Adame. Se
llamó éste Bilbaíno (569 kilos y
negro de capa), otra res auténticamente mular de la cabaña mansa salmantina. Nada
con el percal, nada del toro en varas, arreón de manso en banderillas –doliéndose
además como corresponde-, y nada en el último tercio, ni por el toro –siempre buscando
como rajarse, levantando la cara, con algún cabeceo-, ni por el torero –fuera,
sin gracia, con el pico y para allá, aunque le sacó lo poquísimo que el mulo
llevaba-. Yo creo que todos estábamos deseando que el suplicio terminara cuanto
antes… Así que después de recoger la espada, y suministrar otra ración de pases
con la zurda, Alberto lo despacho para el otro mundo de una entera caída con
nuevo desarme.
Aguilar en su primero, quizá lo único de la tarde... (Foto: las-ventas.com) |
Para Adame sacaron, en segunda instancia, un Huracán (también de la Ventana del Puerto, 592 kilos y capa
colorada, algo raro, pero ni muchos menos imposible o extraño, en el encaste),
manso y complicado. Lo recibió a porta gayola –algo que deberían hacerle ver es
innecesario, temerario o peligroso, más aun viendo cómo había salido el
primero- y después le enjaretó una docena de pases, con variedad, de diferente calidad,
entre lo pueblerino y lo acelerado, todo ello sin sujetar al Huracán dichoso. Muy mal picado y
lidiado, llegó el bicho –tras huir de sendos encuentros- complicado a la
franela. A Fortes lo desbordó en su quite por chicuelonas (con “o”, sin duda).
Y Adame, sin haberlo entendido en lo más mínimo, en vez de doblarse y conducir
las embestidas, lo recibió con estatuarios a “pasa-torito”; ¡fantástico! El
bicho aprendió lo del gañafón por alto al instante, y el no obedecer por
completo al trapo en un suspiro. Adame, sin torear, aguantaba como podía
delante del bicho, pero el que mandaba era el toro, y sin poder hacerse con él
en ningún momento, al fin se descubrió, fue prendido por su oponente y
revolcado, sufriendo contusiones varias y esa conmoción cerebral. Tambaleándose,
ordenó que le dejaran sólo –mal Aguilar por hacerle caso- y terminó con el
bicho de un sartenazo. Todo fue un sinsentido.
Fortes al menos lo intentó con el capote... (Foto: las-ventas.com) |
Jiménez Fortes es uno de los diestros más cantados por el taurinismo y el “sistema”
en esta temporada, pero por acá le hemos visto muy poco -o nada ayer si nos
centramos en el nefasto festejo-. Su primer antagonista –que no colaborador-
fue un Cubatonto –de conocida reata,
como los Bilbaínos, con 599 kilos y
capa negra- y fiel a sí mismo, manso, soso, embestidor y a menos. No
confundamos movilidad con casta ni acometividad, por favor. El bicho repitió y
metió la cara en el recibo, sin mayores glorias del malagueño; y éste y su
cuadrilla lo metieron debajo del caballo de Sandoval en sendas ocasiones, que a
pesar de ello picó en su sitio y ajustó bien el castigo. Sin saber qué hacer
con él, llegó la hora del muleteo, y desde fuera, muy despegado –sería para no
mancharse el traje, sin duda- nos recetó el diestro hasta ocho raciones de
toreo contemporáneo, desde y para Pekín, echándose atrás, dicen que para ligar,
y encimista. Fenomenal concepción moderna de “esto” de la tauromaquia
contemporánea. Modelo a seguir, sin duda, que recibió pitos y que acabó por ni
siquiera ser aplaudido por los incondicionales de la ignorancia. Series en que
el diestro hacía girar al toro en su derredor –estilo peonza- sin colocarse ni
una sola vez por donde apuntaban los pitones, retorciéndose como la hace la
cuerda que hace girar la misma. Eso… cuando no andaba apurado porque el toro
apretaba… Una estocada a capón –apunten-, delantera, perpendicular y sin pasar,
un aviso y aquí paz y después… ¿gloria? En el quinto, que fue el sexto en el
programa, Cubanoso –éste tampoco era
listo, ¡qué le vamos a hacer!, 551 kilos y capa negra también- más madera…
Comenzó con una voltereta por interponerse en el camino de la mansa res, que empezó
con movilidad para terminar distraído y rajándose como corresponde a un mulo de
pura cepa. De ambos embates de las fuerzas de caballería saldría suelto, repuchándose
y cabeceando, luciéndose Carretero en la lidia, eso sí. Fortes comenzó con
estatuarios…, ¡sin comentarios!, con el bichejo a su aire, y siguió escondiendo
la pierna en lo sucesivo entre el silencio del personal, que ya había
averiguado el mérito de aquello. Y claro, tanto se escondió, que el bicho
terminó por no encontrarlo y fugarse a tablas. ¡Qué horror de toro y de torero!
Desde fuerísima se perfiló, el toro volvió a perderlo de vista y repitió la fuga,
y por fin le sacudió una estocada baja de mala manera, que lo pasaportó al más
allá, que era donde el toro quería estar.
En resumen, festejo nefasto, prescindible, contrario a lo que debe ser una
corrida de toros, completamente antagónico de lo que anteayer vimos al Cid con Berbenero… Una cosa es TOREAR y otra dar pases… ¡Cuánto les va a
pesar a algunos la faena del de Salteras!
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