El
comentario de Ángel Arranz
Programas
Hay ferias y plazas donde centenares o miles de
espectadores –extranjeros y paisanos- no tienen la más mínima formación e
información de toros, toreros y toreos.
Por ejemplo: Las Ventas. En la principal plaza de
toros del mundo mundial nos dan un programa de mano de 18 o más páginas y en
ninguna aparece el guión, el argumento y las reglas de “juego” esenciales y a
seguir en los festejos taurinos. Ni en español para los nativos profanos, ni
en inglés –guste o no guste es casi el idioma universal- para extranjeros
ilustrados que entienden dos o más idiomas incluido aquél.
¡Que estudien ellos! Como dirían todos o casi
todos los presidentes de gobierno que ha padecido y padece España.
Claro, si el presidente de presidentes tiene
carencias o negligencias de esa índole y calado, está dando licencia para que
mediocres presidentillos, sin apenas excepciones, se maquillen de personajes
competentes y hagan o deshagan a su antojo.
Y sin planes o programas tan necesarios como
elementales, son imposibles las programaciones correctas, buenas o
superiores. Seguimos entre lo malo y lo peor.
A una novillada y tres corridas de toros en Las
Ventas la denominan Feria de Otoño. Es casi como la feria de mi ciudad –Burgo
de Osma, Ciudad de Osma- con 5.000 habitantes.
No nos engañemos, lo que allí es una feria, por
razones obvias, aquí es una verbena. La programación de Las Ventas en las
últimas temporadas es un muestrario de errores y horrores.
¡Hay que salir del ruinoso atolladero!
La proporción de éxitos y triunfos artísticos de
la verbena de otoño supera con creces los resultados de la Feria de San
Isidro… aunque ayer me quite parte de razón la modernidad del arte de torear–vulgaridad, más de lo
mismo o nada- que hubo en toros, toreros y toreos. Lean la crónica del
Doctor.
¿Causas?
Las Ferias de Castellón, Valencia y sobre todo
Sevilla, son prólogos de temporada con máximo atractivo e interés, pero suele
ser San Isidro la que por su extensión señala o debería señalar el rumbo de
la temporada taurina. Y son muchos, demasiados son los toreros que se
anuncian en Madrid sin haber hecho en paseíllo en dichas ferias… o en otras
de menos relieve. Es decir, les falta rodaje en las muñecas, el corazón y la
cabeza para estar a la altura del examen en la cátedra. En la Feria de Otoño,
por lógica, vienen más templados, seguros y preparados.
Repito –más se repiten los productos y lemas
“estrellas” de los mercaderes insaciables- por enésima vez: hay que armonizar
la Feria de San Isidro y la verbena de otoño. En efecto, se trata de dar en
conjunto el mismo o superior número de corridas pero mucho más razonadas y
equilibradas.
Con un 60% de festejos en San Isidro y un 40% en otoño
salen dos ferias de postín; salen dos verdaderos y precisos niveles para
pesar y medir a suficientes toreros
casi al principio y casi al final del curso torista, torerista y toreista.
Como debe ser. Y las cosas y cuentas serían mucho más limpias y justas. Los
intereses colectivos de La Tauromaquia están o estarán muy por encima de los
intereses particulares. Es cuestión de tiempo y necesidad, y el que no lo
asuma que se vaya… antes de que le echen.
No, no es de recibo que a toreros de éxitos –los
triunfos son más rotundos que los éxitos- repetidos en San Isidro como
Alberto Aguilar y Joselito Adame, les programe el sistema y su irresponsables
–más que sus apoderados- una temporada que está lejos de sus méritos en la
cátedra.
Y después… pasa lo que pasa.
Seguir el ocio-negocio taurino en esa línea
caciquil, es negar la enjundia y la credibilidad al porvenir de La
Tauromaquia integral, y a la épica y ética del arte de torear en especial.
Muchos
toros sin toreros
Muchos toreros sin toros
Pocos toros y toreros en
armonía
Demasiados taurinos sin
garantía
¡Hay que demostrar las
categorías!
Estamos en el mejor de los
sistemas
Vocean sátrapas y memas
El enredo es descomunal
Más grande que La Monumental
Ocurre
en el ruedo y en todos los foros
Como
en las programaciones de Montoro.
P.D. Montoro, es Cristóbal Montoro: ministro -
con los presidentes de gobierno Aznar y Rajoy- de Economía o Hacienda que
batía sus propias marcas en las deudas del Estado.
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