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miércoles, 17 de julio de 2013

Seriedad, interés y mérito

Ceret (Francia), 14 de julio de 2013. Lleno. 5 toros de José Escolar (incluido el primer sobrero), desiguales de presencia, encastados, mansos en varas y alguno complicado en la muleta, pero de juego interesante y bueno el cuarto. 1 toro (sexto tris) de Fidel San Román, manso, brusco, descastado. Fernando Robleño, ovación y oreja. Fernando Cruz, pitos y ovación. Rubén Pinar, vuelta con alguna protesta inicial y ovación.

La feria de Ceret culminó el domingo por la tarde con una corrida de José Escolar, premiado el pasado año por la impecable corrida enviada, con la que Robleño, en solitario, lidió y cortó hasta cuatro orejas en un coso tan exigente y concienzudo como el francés. Corrida seria, encastada, interesante, dura por momentos, complicada siempre, porque cuando hay casta siempre pueden aparecer complicaciones… No es corrida para rutinas, ni para los que acostumbran a lidiar los borreguitontos del encaste mayoritario. Es corrida para toreros machos, para hombres curtidos y formados, para lidiadores avezados y esforzados, para públicos que paladeen el buen lidiar, la eficacia, la sensatez y el esfuerzo por encima de las posturas y florituras que adornan el toreo al uso frente al descastado animal que sólo se mueve para escapar de aquello. Así que, aunque me gustase más uno que otro, o que otros, un respeto para todos los de luces, porque vestirse de torero ante esto, y en plaza de relativo compromiso, siempre tendrá mi reconocimiento. Otra cosa es, y será siempre, que juzguemos cómo anduvo cada cual.

El programa de este año
La corrida no permitió concesiones a la galería. Ni tampoco la galería las hubiera permitido sin protestas. Aquí se toma muy en serio cada parte litúrgica del rito; nada hay en lo que el ojo inspector del aficionado local no fije su atención, nada se escapa a su mirada escrutadora, cualquier detalle es objeto de su atención. Y se aplaude o se critica en función de pequeños, nimios, aspectos que pasan desapercibidos en tantos cosos en los que nos creemos que ya lo sabemos todo por haber nacido a cincuenta pasos –o bastantes más- de donde pasta una vacada supuestamente de lidia. En todo se busca la justificación, el por qué, y se critica o se aplaude con mayor justicia y equidad, conforme cada cual juzga con respecto al canon y al toro. Porque, no nos cansaremos de repetirlo, el toro es el centro de la fiesta, de la corrida, del espectáculo, y en función de su comportamiento se aquilatan tales juicios. Nada es “porque sí”, detrás de cada aplauso, de cada grito o de cada silbido, hay una lección sabiamente aprendida y asimilada. El nivel de estos aficionados franceses puede que pasme a muchos españoles, pero es un logro fundado en el esfuerzo por saber y conocer cada día más.
Si el toro es el centro del espectáculo, como no podía ser de otra forma, a la suerte de varas se le concede una importancia como en ningún otro lugar de la geografía del toro de lidia. Suerte de varas finamente analizada en cada detalle, por superfluo que pueda parecer: cómo se pone el toro en suerte, cómo ésta de fijo, su seriedad y atención, cómo cita el piquero, cómo mueve el caballo, dónde están colocados los protagonistas del lance, cómo se va alejando –si es que el toro da para ello- a la brava res del caballo para ver más encastadas y vibrantes arrancadas, cómo incita el varilarguero a su antagonista, cómo le lanza el palo, dónde le coloca la puya, cómo mide y ajusta el castigo a las fuerzas del animal, modulándolo, atemperándolo para que vuelva a cargar contra el peto varias veces, cómo no le tapa la salida de la suerte ni hace la repulsiva carioca, cómo sacan al toro del caballo, cómo se emplea éste en el peto… Todos son detalles que exigen atención, conocimientos y un cierto esfuerzo intelectual, qué duda cabe, pero que hacen de la suerte de varas, una de las más bellas que quepa concebir, la justifican plenamente, y permiten comprobar y aquilatar la más preciada condición del toro de lidia: la bravura.

La ficha del festejo
La corrida de Escolar, no todo ha de ser siempre perfecto, peleó con casta pero sin demasiada bravura en el caballo, incluso alguno se lo pensó mucho antes de acudir con alegría al picador, o volvió la cara, y eso a pesar de que recibieron, per cápita, bastante más castigo que el que se acostumbra a infringirles aquende los Pirineos. Hubo toro que acudió hasta cuatro veces a los del castoreño. Vimos una buena vara de Diego López al tercero y otra cogiendo bien al toro de Pedro Iturralde al quinto, aunque el premio de la ADAC quedó desierto, con buen criterio a mi parecer.

Cabecera de la página de la ADAC en Internet
Mal comenzó el festejo, el primero de los que saltaron a la arena ceretana fue devuelto porque presentaba una cornada en el costillar izquierdo que empezó a sangrar a la tercera carrera…, no sé cómo pudo pasarse por alto en el reconocimiento. Salió en su lugar el sobrero del mismo hierro llamado Capitán (un cárdeno de poca cara, algo playero, y justo de presencia) que nos regaló genio y casta a lo largo de toda su lidia. Tres veces, con algún reparo, acudió a las plazas montadas, cabeceando y saliendo con facilidad, casi suelto. Llegó, tras dolerse en banderillas, con brusquedad a la franela, derrochando genio, pero siempre buscando la muleta, repitiendo. Robleño le aguantó, bien colocado en toda la faena, pero perdiendo pasos entre lances. Como no le bajó mucho la mano en estas fases iniciales del trasteo el bicho derrotaba demasiado y tocaba siempre el trapo, ensuciando la labor del madrileño. Hubo alguna colada y mucho esfuerzo del diestro, pero pocos resultados satisfactorios, por desgracia. Lo despenó de un pinchazo y una buena estocada, marcando bien los tiempos y por eso fue ovacionado. En el cuarto vimos la mejor de las faenas de esta feria francesa. El toro pasaba por Camorrista (490 kilos, cárdeno listón, bragado y meano, más serio que sus hermanos), un toro encastado e importante, un toro exigente aunque no hiciera pelea de bravo en el caballo. Bien pareado por la cuadrilla de Fernando, llegó el toro con pies y voluntad a la muleta. Bien estuvo Robleño en los lances de tanteo, encauzando las embestidas y acompañándolas con el cuerpo, bellamente esculpidos los lances. Muy serio, el diestro ligó un par de series algo desiguales, donde a lo bueno con la derecha, seguía algún lance anodino, y lo intentó con la zurda. Ahí estuvo una de las claves del trasteo. El bicho, en los dos o tres lances intentados, se le coló con peligro en sendas ocasiones, por lo que Fernando desistiría… por el momento. Volvió a la diestra para marcar dos derechazos de calidad, con dominio, mando y largura, aguantando más que mucho, y siguió con otra por el mismo pitón, quizá más encorvado pero de mérito indiscutible. Y retomó la izquierda. Y por ahí llegaron los más profundos y bellos lances de toda la feria, largos, con pleno dominio de la situación y del toro, sometiendo a éste al camino que le marcaba la pañosa, muy templados. Una serie que, viendo cómo había embestido en los dos lances anteriores, valía su peso en oro del mejor de los quilates. Una nueva tanda a izquierdas, más desigual y unos bonitos adornos, le sirvieron para dar un metisaca desprendido y tendido que requirió de un único descabello, con el premio de la oreja más meritoria y valiosa del ciclo. Gran faena, en definitiva y gran torero.

La plaza, llena hasta la bandera (Foto RCB)
No lo acompañó la suerte a Fernando Cruz, que no termina de encontrar el sitio perdido en la profesión. No es que le falten cualidades, es que la cornada de hace casi un año en Madrid, le sigue pesando como una losa inmisericorde. Su primer antagonista llevaba por nombre Castellano II (510 kilos, cárdeno oscuro, bragado y meano, delantero de armas), un bicho que llegó cuatro veces al peto, mal picado, y saliendo suelto las más. Pero toro que tuvo casta, mostró complicaciones y no terminó nunca de humillar como hubiéramos deseado, quizá porque este otro Fernando tampoco le obligara. Por cierto, la bronca al picador, por sus excesos con el animal, siguió sobre Cruz cuando éste cogió la muleta. El matador es responsable de su cuadrilla, y aquí lo saben perfectamente. Nunca terminó de confiarse el de Chamberí, hubo demasiadas rectificaciones de terreno y paso atrás, y eso que el bicho se arrancaba alegre cada vez que veía el trapo, y poco a poco el toro fue ganando la pelea, terminando por revolverse y colarse ante el poco dominio mostrado. Para matarlo Cruz empleó un pinchazo a paso de banderillas y una pescuecera, entiendan delantera y baja, que cosechó abundantes pitos. Y aunque tampoco estuvo bien con el quinto, al menos le vimos otra disposición, un afán de superarse a sí mismo, de crecerse ante la adversidad. No pudo quizá con su antagonista, pero se venció a sí mismo, a sus temores, a su desconfianza, a su falta de seguridad. Le costó un revolcón y tal vez un puntazo corrido en la parte baja de la columna, pero la imagen fue tan completamente diferente que esos pitos se volvieron aplausos, y esta vez fue una ovación la que rubricó el trasteo. El toro, Cuidadoso por mote (510 kilos, negro entrepelado y meano), cumplió en la suerte de varas, empujando bastante en el primer envite –con algún cabeceo al fin-, y haciendo lo propio en el segundo –bien picado ahora- para cabecear y recargar a la salida. Lo cogió con Cruz para llevárselo a los medios con clase y gusto, pero al bajarle la mano en el segundo muletazo a derechas de la tanda siguiente, lo volteó de mala manera y le buscó en el suelo. Hubo momentos de total incertidumbre, incluso pareció que llevaba cornada seria, pero el madrileño se rehízo y afrontó de nuevo la lid con mayor decisión, pese a que el toro pasaba enterándose de absolutamente todo. No terminó el bicho de entregarse jamás, tampoco es que Fernando lo consiguiera meter por completo en la muleta –el bicho buscaba cuando podía, especialmente cuando se le llevaba por bajo-, pero hubo ese toma y daca necesario para que la emoción hiciese su aparición en el ruedo y el público se entregó a buena parte del trasteo. El diestro lo despenó de un pinchazo por los rubios y tres cuartos desprendidos, permitiendo ver una muerte de toro encastado.

La importante suerte de varas; las rayas sólo están pintadas enfrente de chiqueros... y al toro se le dispone en la distancia, aunque éste puyazo al primero sea trasero y a caballo atravesado (Foto RCB)
El tercero era otro Capitán (éste de 490 kilos, cárdena la capa, algo apretado de cuerna pero tocado y de trapío algo justo, incluso para este coso de segunda categoría). Fue un toro a más en varas, pero sin cumplir en conjunto, metiendo más la cara y empujando en el segundo encuentro, de donde hubo que sacarlo, pero se dolió luego en garapullos, y aunque embistió se vino a menos al final. Rubén Pinar, su matador, lo recibió con alguna verónica, y brindo su muerte a la plaza, donde toreaba por vez primera. Desgraciadamente su faena, aunque firme y bien plantado, no tuvo profundidad y se remató demasiado hacia las afueras. Siempre al hilo o más allá, abusando del pico, llevaba al toro para fuera, sin metérselo para que no se le quedara debajo. Pero el problema es que el toro no buscaba las zapatillas, ni se revolvía codicioso, por lo que tanto reparo me pareció injustificado. Un pinchazo sin decisión y, desde fuera, una estocada desprendida bien ejecutada le valdrían una ovación que él culminó con vuelta al ruedo no sin alguna protesta a su comienzo. El sexto se fue a los corrales por blandear de manos: una pena, porque en su lugar salió otro de Fidel San Román, más inválido que el titular, y otro del mismo propietario –sexto tris- que no sirvió para nada. Salió éste último anónimo, sin tablilla, aunque por megafonía se nos anunció la propiedad (llevaba el hierro de Guardiola Soto), un zambombo negro bragado y acapachado, manso en varas y bruto, pero sin molestar, en la muleta, con poca clase. Tres varas tomó, saliendo escupido de la primera –coz incluida-, empujando más en la segunda y tardeando para la tercera y doliéndose después en banderillas. A la muleta llegó con algún tornillazo en el remate, pero atemperándose en lo sucesivo, yendo y viniendo sin más, hasta que se paró. Pinar sacó oficio, anduvo quieto, sin esconder piernas ni pasos atrás, pero algo descolocado casi siempre y sin decir, apenas, ni esta boca es mía. Una faena sin sal, porfiona, que acabó con demasiada insistencia, pero que levantó pocos aplausos y menos olés. Lo remató, a Dios gracias, con una estocada entera, por arriba, con habilidad, y fue premiado con una ovación.
Un  detalle, para que vean como se aquilata aquí el juego de los toros y la exigencia de la suerte de varas. Hubo un par de españoles, a nuestros pies en el tendido, taurinos sin duda, y quién sabe si seguidores de Pinar, que se quejaron en los dos primeros de que se les diera más de una vara, pareciéndoles pecado mortal que pasaran de dos, y con malas formas gritaban al matador y a los picadores. Desde nuestra cercanía una voz francesa, en perfecto español con su peculiar acento y las risas y aquiescencia de los más próximos, les mandó directamente “… a Marbella”. Acabaron por callarse para evitar “males mayores”. Pues eso. 

2 comentarios:

  1. YA AFIRMÓ LUIS MIGUEL EN 1951, EN EL HOTEL EMPERADOR DE NIMES, TRAS TOREAR, QUE EL FUTURO DEL TOREO ESTABA EN FRANCIA. COMO DICE CABRERA, "PUES ESO".

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  2. Sucedió tal y como ud. lo cuenta Don Rafael. Dura, encastada y exigente corrida. Se pareció más a los Escolares de hace unos años que a los que últimamente había lidiado en Céret Pepe Escolar. Ni uno abrió la boca. Tal vez le faltó un poco de humillación y caballo a la corrida. Justa y desigual de presentación, sobrada de casta. Hubieron demasiadas voces "toreristas" (por decirlo de alguna manera) en el tendido, todas españolas (como bien dice Don Rafael).

    Los naturales esforzados, emocionantes, templados y rítmicos de Robleño al quinto fueron lo mejor de la feria. Gracias Don Rafael por su presencia en Céret, es un placer leerle. Gracias también por el respeto, rigor y cariño con el que trató a mi querida Monumental de Barcelona en la extremaunción.

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