Etiquetas

martes, 16 de julio de 2013

El Olimpo de los toros

Por Manuel José Pons

14 de julio de 2013. Plaza de toros de Ceret. Lleno. Fuerte calor. 6 toros de Palha, bien presentados y de buen juego, a excepción del sexto, difícil. Iván García, saludos en ambos. Manuel Escribano, silencio en su lote. Alberto Aguilar, oreja y silencio.

Contemplando desde mi localidad del tendido la cercana cumbre del Canigó, montaña que domina todo el Pirineo oriental y constituye uno de los emblemas del nacionalismo catalán, aunque la mayoría de sus políticos afines jamás hayan hollado su cima, pensaba lo deprimente que supone que cientos de aficionados catalanes tuvieran que entrar por este valle francés del Tech, como antaño llegaron aquí miles de personas huyendo del ejército de Franco, para poder disfrutar del derecho de presenciar una corrida de toros que la política de baja estofa les niega en su propia tierra.

El Canigó, montaña sagrada del catalanismo de ambos lados de la frontera
Pero qué paradoja y qué desgracia para aquellos politicastros que esa montaña sagrada, todavía adornada con manchones de nieve en esta canícula, sea una especie de totem o padre protector de uno de los reductos taurinos más interesantes, de ahí que bien pudiera ser nominada con el título que antecede a esta breve crónica de la corrida matinal del domingo en Ceret, debida gracias a la benevolencia de mi buen amigo Rafael, cuyas superiores obligaciones le impidieron presenciarla, de ahí la cesión de este espacio virtual.
Ante todo, el aliciente del festejo lo constituía la presencia de las reses de Palha, hierro legendario que este cronista interino asocia siempre a un recuerdo familiar, al ser de aquél la primera corrida presenciada por su progenitor, allá en su Utiel natal, y cuando todavía se picaba sin peto, cuyos toros ese día mandaron al cuarto del hule a Luis Freg y “Gallito de Zafra”, espadas que alternaban en aquella lejana fecha con el vasco “Fortuna”. Asimismo, y para comprender la fiereza y peligrosidad de los entonces llamados miuras portugueses, piénsese que en el lenguaje coloquial perdura aún una frase en valenciano, “ser de Palha i foguejat”, para definir a una persona como el súmmum de la perversidad humana, esto es, pertenecer a dicha ganadería, y además, haber sido condenado a banderillas de fuego, de ahí lo añejo de tal expresión.

Uno de los Palha lidiados en Ceret (Foto:  http://www.ceret-de-toros.com/?lang=es)
Hecha esta digresión, la realidad es que los antaño terroríficos toros lusitanos el domingo por la mañana no se comieron a nadie, es más, cinco de ellos dieron buen juego, siendo excelentes el tercero y cuarto, y este último, llamado Quitamiedos, con casi seis años, fue premiado con la vuelta al pequeño ruedo ceretano, de modo que ese honor póstumo lo obtuvo a punto de alcanzar la edad de jubilación, como premio a su constancia y laboriosidad.
Excuso decir que la presentación de toda la corrida fue impecable, con sus diferentes tipologías, pues a excepción de ese veterano toro, de una morfología que acusaba la procedencia de los antiguos pintobarreiros, el resto evidenciaba su origen Ibán. Pero que no tuviesen peligro, salvo el sexto, que ya planteó problemas hasta para salir al ruedo, no quiere decir que fueran toros al uso. Antes al contrario, fueron duros de patas, pues ninguno de los seis claudicó o hizo amago de ello, y eso que recibieron duro castigo en varas, llegando a la muleta con muchas posibilidades si se les daba la lidia adecuada, en tanto tenían fijeza y humillaban más de lo que acostumbra esa divisa. Lucían varios de ellos una cornamenta impresionante, sobremanera tercero y quinto, y excuso decir que libres de toda sospecha de rasurado. Cuando redacto estas líneas me emociono de pensar cuánto se respeta al toro en esta plaza francesa, desde que sale al ruedo con toda su pujanza hasta que es arrastrado, y de lo que no cabe duda es que darán mejor o peor juego, ello extensivo a todos los festejos, serán mejor o peor entendidos por sus oponentes, más siempre está presente el interés que suscitan frente el tedio y uniformidad de tantas corridas al otro lado de la frontera.

Otro de los toros de la divisa portuguesa  (Foto: http://www.ceret-de-toros.com/?lang=es)
Los toreros que se encargaron de finiquitar la corrida de Palha tuvieron una actuación dispar, pues mientras Iván García, torero de buen corte, quizás prolongó algo el trasteo a su primero y por matar mal a su segundo perdió algún mayor premio, el sevillano Manuel Escribano, bullidor en banderillas, no encontró la tecla para sacar mayor partido a su lote, pues le vi dubitativo con toros que no admiten vacilaciones en el planteamiento de las faenas. Y Alberto Aguilar, que es el único que tocó pelo, al cortar una oreja al buen tercero, como dijimos de impresionante testa, merecedora de ser disecada por su belleza, realizó una valiente faena en la que llevó con largura las embestidas del mencionado astado, mientras que en el sexto se encontró con un toro que se orientó desde el principio, parándose por completo en el último tercio y con la cabeza por las nubes.



Reseñemos también finalmente que el picador del cuarto toro, José María Tafalla, de la saga oriolana de los Remache, obtuvo el premio correspondiente al mejor varilarguero por su buena actuación.
En definitiva, con todos los matices que se quieran poner en el juego de los toros, presenciamos una corrida destacada y seria que avalora la actuación de los espadas que la pasaportaron, saliendo la gente de la plaza hablando de toros, circunstancia que no ocurre todos los días. Y en la lejanía el Canigó hasta sonreía, a pesar de estar parcialmente oculto por un celaje de nubes tormentosas, consciente de su nueva responsabilidad de morada del dios toro en la Cataluña francesa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario