Por Manuel José Pons
14 de julio de 2013. Plaza de toros de Ceret. Lleno.
Fuerte calor. 6 toros de Palha, bien
presentados y de buen juego, a excepción del sexto, difícil. Iván García, saludos en ambos. Manuel Escribano, silencio en su
lote. Alberto Aguilar, oreja y
silencio.
Contemplando desde mi localidad
del tendido la cercana cumbre del Canigó, montaña que domina todo el Pirineo
oriental y constituye uno de los emblemas del nacionalismo catalán, aunque la
mayoría de sus políticos afines jamás hayan hollado su cima, pensaba lo
deprimente que supone que cientos de aficionados catalanes tuvieran que entrar
por este valle francés del Tech, como antaño llegaron aquí miles de personas huyendo
del ejército de Franco, para poder disfrutar del derecho de presenciar una
corrida de toros que la política de baja estofa les niega en su propia tierra.
El Canigó, montaña sagrada del catalanismo de ambos lados de la frontera |
Pero qué paradoja y qué desgracia
para aquellos politicastros que esa montaña sagrada, todavía adornada con
manchones de nieve en esta canícula, sea una especie de totem o padre protector
de uno de los reductos taurinos más interesantes, de ahí que bien pudiera ser
nominada con el título que antecede a esta breve crónica de la corrida matinal
del domingo en Ceret, debida gracias a la benevolencia de mi buen amigo Rafael,
cuyas superiores obligaciones le impidieron presenciarla, de ahí la cesión de
este espacio virtual.
Ante todo, el aliciente del
festejo lo constituía la presencia de las reses de Palha, hierro legendario que
este cronista interino asocia siempre a un recuerdo familiar, al ser de aquél la
primera corrida presenciada por su progenitor, allá en su Utiel natal, y cuando
todavía se picaba sin peto, cuyos toros ese día mandaron al cuarto del hule a
Luis Freg y “Gallito de Zafra”, espadas que alternaban en aquella lejana fecha
con el vasco “Fortuna”. Asimismo, y para comprender la fiereza y peligrosidad
de los entonces llamados miuras portugueses, piénsese que en el lenguaje
coloquial perdura aún una frase en valenciano, “ser de Palha i foguejat”, para
definir a una persona como el súmmum de la perversidad humana, esto es,
pertenecer a dicha ganadería, y además, haber sido condenado a banderillas de
fuego, de ahí lo añejo de tal expresión.
Uno de los Palha lidiados en Ceret (Foto: http://www.ceret-de-toros.com/?lang=es) |
Hecha esta digresión, la realidad
es que los antaño terroríficos toros lusitanos el domingo por la mañana no se
comieron a nadie, es más, cinco de ellos dieron buen juego, siendo excelentes
el tercero y cuarto, y este último, llamado Quitamiedos,
con casi seis años, fue premiado con la vuelta al pequeño ruedo ceretano, de
modo que ese honor póstumo lo obtuvo a punto de alcanzar la edad de jubilación,
como premio a su constancia y laboriosidad.
Excuso decir que la presentación
de toda la corrida fue impecable, con sus diferentes tipologías, pues a
excepción de ese veterano toro, de una morfología que acusaba la procedencia de
los antiguos pintobarreiros, el resto
evidenciaba su origen Ibán. Pero que no tuviesen peligro, salvo el sexto, que
ya planteó problemas hasta para salir al ruedo, no quiere decir que fueran
toros al uso. Antes al contrario, fueron duros de patas, pues ninguno de los
seis claudicó o hizo amago de ello, y eso que recibieron duro castigo en varas,
llegando a la muleta con muchas posibilidades si se les daba la lidia adecuada,
en tanto tenían fijeza y humillaban más de lo que acostumbra esa divisa. Lucían
varios de ellos una cornamenta impresionante, sobremanera tercero y quinto, y
excuso decir que libres de toda sospecha de rasurado. Cuando redacto estas
líneas me emociono de pensar cuánto se respeta al toro en esta plaza francesa,
desde que sale al ruedo con toda su pujanza hasta que es arrastrado, y de lo
que no cabe duda es que darán mejor o peor juego, ello extensivo a todos los
festejos, serán mejor o peor entendidos por sus oponentes, más siempre está
presente el interés que suscitan frente el tedio y uniformidad de tantas
corridas al otro lado de la frontera.
Otro de los toros de la divisa portuguesa (Foto: http://www.ceret-de-toros.com/?lang=es) |
Los toreros que se encargaron de
finiquitar la corrida de Palha tuvieron una actuación dispar, pues mientras
Iván García, torero de buen corte, quizás prolongó algo el trasteo a su primero
y por matar mal a su segundo perdió algún mayor premio, el sevillano Manuel
Escribano, bullidor en banderillas, no encontró la tecla para sacar mayor
partido a su lote, pues le vi dubitativo con toros que no admiten vacilaciones
en el planteamiento de las faenas. Y Alberto Aguilar, que es el único que tocó
pelo, al cortar una oreja al buen tercero, como dijimos de impresionante testa,
merecedora de ser disecada por su belleza, realizó una valiente faena en la que
llevó con largura las embestidas del mencionado astado, mientras que en el
sexto se encontró con un toro que se orientó desde el principio, parándose por
completo en el último tercio y con la cabeza por las nubes.
Reseñemos también finalmente que
el picador del cuarto toro, José María Tafalla, de la saga oriolana de los Remache, obtuvo el premio correspondiente
al mejor varilarguero por su buena actuación.
En definitiva, con todos los
matices que se quieran poner en el juego de los toros, presenciamos una corrida
destacada y seria que avalora la actuación de los espadas que la pasaportaron,
saliendo la gente de la plaza hablando de toros, circunstancia que no ocurre
todos los días. Y en la lejanía el Canigó hasta sonreía, a pesar de estar
parcialmente oculto por un celaje de nubes tormentosas, consciente de su nueva
responsabilidad de morada del dios toro en la Cataluña francesa.
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