La última temporada: el viaje a Galicia
Tras la reaparición de Francisco Montes en 1850,
cuando llevaba al menos dos años retirado de los ruedos, por una más que
probable falta de solvencia y liquidez económica, Paquiro volvió a ser el de antes, el torero de las grandes faenas,
de la constante atención en quites, de la maestría insuperable, el que con su
presencia llenaba por completo el ruedo.
Contratado para Madrid, creemos que con una más que
buena remuneración, por el entonces empresario madrileño don Justo Hernández (que
había subarrendado la contrata de la Plaza de Madrid a Manuel Gaviria y Alcoba,
hijo del marqués de Casa Gaviria, el cual, a su vez, había dado poder, a su
segundo vástago, Antonio Gaviria y Gutiérrez, para que contratase toreros en
Andalucía, entre ellos a Montes, lo que figura en el contrato de arrendamiento
de la plaza: “advirtiendo que tal vez este Sr. [Antonio Gaviria Gutiérrez]
podrá haber hecho algún convenio con el Espada Francisco Montes que en tal caso
sería preciso cumplir, pues para lo sucesivo se le previene suspenda toda
diligencia al efecto” [A.H.P.M. Legajo 26.085, folios 77-89]), su actividad no se
limitaría a la Corte, haciendo una notable salida a Andalucía, donde actuaría
en Sevilla, el Puerto y Cádiz, quizá entre alguna otra localidad, pasando luego
por barco a La Coruña, donde actuaría los días 10 a 12 de julio de 1850.
Su presencia en Madrid se anunciaba ya en La Época el mismo día 20 de enero de
1850, quizá porque se filtrase la noticia de que el hijo de Gaviria andaba tras
su contrata, acompañándole el Chiclanero
y Cayetano Sanz, a los que desde luego ya había contratado fehacientemente (A.H.P.M.
Legajo 26.085, folios 77-89).
Francisco Montes Paquiro (Colección personal) |
Quizá no cerrase el acuerdo con Gaviria, pero al fin
lo hizo con Justo Hernández, comprometiéndose a servir en la plaza de Madrid
durante toda la temporada. Se inició la temporada el 31 de marzo con los tres
espadas citados, y aunque la corrida no fue buena porque salió mal el ganado,
Montes dejó acreditada su maestría. Así se deduce de una carta que el
comisionado valenciano para contratar lidiadores y ganaderías en Madrid dirige
a los responsables de la Junta de Hospitales de la ciudad levantina (Archivo
Histórico Nacional (A.H.N.), Diversos, Fiestas Públicas, Legajo 1):
“Madrid 4 de Abril 1850.
Sr. D. José Ferrandiz.
Muy Sr. mío: La atenta
comunicación de V. fecha 31 del finado Marzo, ha llegado a mis manos y con el mayor gusto paso a darles las
esplicaciones que se sirve pedirme.
Llegado
a esta Corte, procuré adquirir noticias del estado de las ganaderías que
creimos más convenientes para lidiar en esa plaza y me resultó, que era todo la
abundancia y buena calidad de los toros, que en cualquier momento que se
pidiesen se obtendrían como eran de desear. Suspendí. Pues, por estemporáneo
todo paso.
Tampoco
traté con Montes y el Chiclanero, que
están en esta desde el 16, porque quise ver el efecto que el primero producía
en el público, evitando de este modo todo perjuicio a ese piadoso
Establecimiento, si por efecto de la edad Montes hubiese sido mal recibido. No
ha sucedido así, y en las tardes del 31 de Marzo y 1º del actual ha manifestado
que siempre es el mismo, recogiendo los entusiastas y justos aplausos de los
Madrileños, pero a aquellas fechas ya tenía yo la noticia de no pertenecer a la
Junta Directiva y creí no ser de mi atribución practicar gestión alguna.
Como
V. podrá comprender de lo referido no existe compromiso y la Junta se encuentra
en el caso de adoptar las disposiciones que estime oportunas.
Aprovecho
esta ocasión para asegurar a V. que es su affmo. S.S.Q.B.S.M.
El
Marqs. de Serdañola.”
Este buen inicio siguió a lo largo de la temporada,
aunque se dejaba notar la escasez de recursos físicos del espada de Chiclana. En la segunda corrida, al día siguiente, el
diario El Observador comentaba sobre
nuestro matador: “Montes, la única notabilidad de estos tiempos modernos, que
ha envejecido sin desacreditarse, estuvo inimitable...”.
Fue buena también la corrida del día 11 de abril, con lleno
completo, aunque el ganado dejó que desear. Montes dio una buena estocada en la
del 15 de abril sin nada más que sobresaliera, según El Observador. La Época
comenta que la corrida del día 22 del mismo mes fue la mejor de este año, con
lo que los augurios de ver una buena temporada parece que se iban cumpliendo,
al menos en lo que al espada de Chiclana se refiere. Pero aun mejor fue, según El Observador, la del día 29 de abril; a
pesar de que en ella recibiera una cornada el
Chiclanero, todo el mundo se portó bien y los toros de Torre y Rauri (ahora
de Justo Hernández) fueron magníficos. Montes, sin embargo debió sufrir alguna
indisposición porque la corrida prevista para el día 6 de mayo hubo de
aplazarse hasta el día 9, y no pasó de regular. Buena fue, sin embargo, la del
día 13 de mayo, pero también debió quedar Montes agotado, o recaer tras la
misma, porque vuelve a faltar en la siguiente, novena de la temporada, en la
que reaparece Redondo. Volverá al ruedo el día 27 de mayo, con las tres
cuadrillas al completo y en tarde aciaga, “la peor de la temporada” según El Observador.
Corrida a plaza partida, en Madrid, en la época de Montes |
El
diario La Época, el día 11 de junio,
afirmaba que los aficionados iban a pasar por una crisis, porque Montes se iba
el mismo día 17 para Sevilla, Cádiz y el Puerto –como ocurrió, con éxitos
generales-, y después iría por barco a La Coruña. En la corrida madrileña de ese último día, el 17 de
junio, Montes sufrió una aparatosa cogida, aunque sin consecuencias.
Paquiro había sido contratado para La
Coruña en Madrid. Hemos podido encontrar el contrato por el cual se presentó en
la capital gallega, aprovechando que por ella pasaba la reina Isabel II. Ya se
conocían algunos pormenores de la organización de estos festejos e incluso el
cartel de los festejos (Isabel Martínez-Barbeito y Morás, “Notas de un Archivo”, La Coruña). La
empresa corría a cargo de don Manuel Pascual, administrador del Marqués de San
Martín, residente en Lugo. Él se encargaría de los contratos con ganaderos y
diestros para las tres corridas de toros “con arreglos al uso y costumbre de
Madrid”, mientras que el Ayuntamiento levantaría la plaza, capaz para diez mil
personas. Para ello el empresario aportaría 20.000 reales “por vía de
compensación a los gastos de construcción de la plaza”. Se fijaron los precios
entre ambas partes, erigiéndose la plaza en el Campo de la Leña.
Pascual
Muñoz trajo para la ocasión dieciocho toros de tres vacadas colmenareñas, entre
ellas la de Manuel Aleas. Los tres días citados se lidiarían seis toros por
Montes, Julián Casas el Salamanquino y Manuel Giménez. Después
de ellas habría dos novilladas, y al menos en la primera, se contaría con “la
intrépida y bien acreditada” Martina García y otras lidiadoras.
El contrato de Montes para torear en La Coruña se
firmó ante el notario madrileño Hernández de Silva, el día 13 de mayo de 1850 (A.H.P.M.
Legajo 25.111, fol. 67-70).
En el mismo, en efecto, actúa como empresario don Manuel Pascual, “vecino y
propietario de la ciudad de Lugo y contratista de la Plaza de Toros de la
ciudad de La Coruña”. Entre ambos se llegó al siguiente acuerdo:
Un retrato coetáneo de Montes |
1.- Pascual organizaría tres corridas de seis toros
cada una en los días 10, 11 y 12 de julio de 1850.
2.- Sería “obligación del empresario tener el piso
de la Plaza bien nivelado y enarenado, y sus barreras corrientes como así bien
todo lo necesario para el servicio de la lidia de toros”.
3.- El empresario se encargaría de la compra de
caballos en número suficiente, que deberían ser “de poder, rigor, bien
arrendados y que den el costado”, que probarían los picadores a su gusto.
4.- “Que las garrochas o varas de detener con que
han de trabajar los picadores, han de ser las puyas con arreglo a temporada
según se usa en las Plazas de Madrid y Sevilla.”
5.- El empresario cuidaría de la asistencia médica y
espiritual de la plaza.
6.- “Que la cuadrilla de lidiadores se compondrá del
nominado Franco. Montes, primer Espada en esta Corte, de otras dos segundas que
serán Julián Casas y Manuel Giménez, tres Picadores y un reserva, seis
banderilleros y un puntillero".
7.- “Que si desgraciadamente fuera lastimado el
referido Francisco Montes por algún Toro, o le sucediere cualquier otro caso
imprevisto dentro del redondel de la Plaza en cualquiera de las tres corridas
indicadas, suplirán sus compañeros en la parte que les sea posible, sin que por
esta razón se le haga la más mínima rebaja de la cantidad convenida que se
expresará más adelante, así como tampoco podrá exigir más que lo estipulado el
referido Montes.”
8.- Que en caso de que suspendiesen los festejos por
cualquier motivo el empresario avisaría con tiempo a Montes.
9.- Que si empezadas las corridas éstas se
suspendieran, Montes cobraría íntegra la contrata.
10.- “Que el empresario D. Manuel Pascual es
obligado a tener disponibles los billetes de la diligencia que sean necesarios
para la ida y vuelta de Franco. Montes y su cuadrilla, bien sea desde esta
Corte o desde Sevilla en donde se hallen al tiempo de tener que salir para La
Coruña, con el fin indicado en esta Escritura, entendiéndose que la vuelta para
esta Corte ha de ser precisamente llegar a ella el día diez y seis del propio
Julio, siendo de cuenta del empresario todos los gastos de viaje de ida y
vuelta, manutención en ellos y estancia en la enunciada ciudad de la Coruña.”
11.-Por las tres corridas Pascual entregaría a
Montes 60.000 reales de vellón en moneda metálica de oro o plata, con exclusión
de papel moneda, los 30.000 en el momento de concluir la tercera corrida, y los
otros 30.000 en la Corte, una vez que Montes llegase a ella. Con ellos el
lidiador gaditano pagaría a toda la cuadrilla mencionada.
El contrato finalizaba con la fianza de Pascual, que
ponía por fiador a Vitoriano Braña, “vecino y del comercio de la ciudad de La
Coruña, residente al presente en esta Corte”, rubricando el contrato los
mencionados Pascual, Braña y Montes.
Paquiro viajó a La Coruña al
parecer desde Cádiz por vía marítima, al fin y al cabo el método más sencillo
entre ambas poblaciones, sin tener que atravesar toda la península. Volvería después
a Madrid (quién sabe si pasando por Pamplona, como sugiere Guillermo Boto) para
enfundarse de nuevo el traje de torear en el que sería su último festejo como
profesional, y lo haría, ahora sí, en diligencia, costeada por el empresario,
tal y como queda reflejado en el contrato. Montes, en aquel entonces cobraba
unos 4000 reales por corrida en Madrid, lo que extrapolado hace un total de 12000
reales por los tres festejos coruñeses, a los que habríamos de sumar las dos
segundas espadas (a unos 3000 ó 2500 reales por corrida, que harían unos 15000-18000
reales más); los banderilleros podían salir a unos 400-500 reales por cabeza y
festejo (en total unos 7200-9000 reales por las tres fiestas), y los picadores,
uno con otro a unos 1500-1200 reales por corrida (en conjunto alcanzarían la
cifra de unos 13500 reales), y tanto el reserva de picador como el puntillero
cobrarían bastante menos (calculamos que en torno a los 500 reales el primero y
200-300 como mucho el segundo, que sumados harían como máximo unos 2500
reales). Todos juntos podrían salir por unos 55000 reales; los 60000 cobrados
aumentarían bien la cifra de Montes (lo más probable), o bien las partidas de
los demás o gastos imprevistos de viaje.
Las corridas, las últimas que toreó Montes en su
larga carrera taurina antes de la que habría de costarle la retirada y la vida
en Madrid, el 21 de julio, fueron un verdadero éxito. Montes fue coronado de
laurel en uno de los festejos y dejó su nombre a una altura superlativa. Así
queda reflejado en un documento que se guarda en el Archivo Municipal de La
Coruña (A.M.L.C. Diversiones y espectáculos públicos. Año 1850. “Sobre
construcción de una Plaza de Toros y funciones ejecutadas en ella”. Reproducido
por Isabel Martínez-Barbeito, op. cit.), en el que el Alcalde de ésta, don Juan Flórez, se dirige al
lidiador:
La plaza de la Puerta de Alcalá madrileña en tiempos de Paquiro |
“Sr. D. Francisco Montes.-
Coruña 12 de julio de 1850.- Muy Sr. mío: brillante ha sido la corrida de toros
verificada ayer: el público ha salido de ella sumamente complacido, creyendo
haber excedido el mérito de las vistas en otros puntos. Su satisfacción por
tanto me pone en el deber de manifestar en su nombre a usted la más cordial
gratitud por el esmero y sobresaliente inteligencia con que usted y su
cuadrilla han desempeñado sus respectivas funciones, en términos que nada
absolutamente han dejado que desear. Usted ha dado una prueba evidente e
incontestable de que en La Coruña pueden efectuarse corridas de toros tanto o
más excelentes que las que se ejecutan en otras poblaciones en que esta
diversión ha formado ya costumbre. Me complazco en vista de tales resultados en
dar a usted las merecidas gracias por haber dejado conocer sus acostumbradas
serenidad, destreza y habilidad con que usted domina al toro más fiero, y que
tanto ha agradado ayer al público coruñés.- Celebro esta ocasión que me
proporciona el gusto de ofrecerme de usted su atento servidor Q.B.S.M.- Juan
Flórez.”
A la vuelta a la Corte a Montes le esperaba el
destino, en apariencia de toro abanto, y con el nombre de Rumbón. La prensa del momento se hizo eco de sus triunfos gallegos,
y así el periodista y diputado Wenceslao Ayguals de Izco, relataba que:
“Recién llegado de la
Coruña el célebre rey de los espadas,
las sienes coronadas de gloriosos laureles, en la tarde del domingo 21 de
julio, tuvimos el disgusto de verle corneado y pisoteado a sabor de un bicho de
mala ralea, que parecía haberse encargado de la atrevida misión de vengar a sus
compañeros, víctimas del nunca bien ponderado arrojo y sublime inteligencia del
intrépido Paquiro...”.
Pero
esto ya pertenece a la tercera y última parte de esta historia que habremos de
publicar en breve.
Excelente trabajo !-
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