Primeras andanzas
Hace algo más de media docena de años conmemorábamos
el bicentenario del nacimiento de uno de los más grandes lidiadores de toda la
historia. En aquellos días fueron varios los actos conmemorativos y las
publicaciones que se ocuparon de la biografía del diestro, de su significación
en el mundo del toro bravo, de las importantes consecuencias de su célebre
tauromaquia (probablemente más inspirada por éste que escrita por el mismo) y
de la revolución que supuso en un festejo que declinaba tristemente por veredas
poco afortunadas, destacando entre todas la biografía que le dedicara Guillermo
Boto Arnau (“Paquiro ante la historia”, prólogo por Rafael Cabrera Bonet;
Chiclana (Cádiz), Delegación de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Chiclana,
2005). Con
alguna anticipación yo mismo publiqué una breve biografía (“Francisco Montes Paquiro, la revolución
necesaria. Datos biográficos”; Madrid, Universidad San Pablo CEU, 2004) que, no sin algún gazapo,
sirvió de punto de arranque a mi buen amigo Boto. Y, en aquel momento,
publicábamos un artículo (“Nuevos datos
sobre el principio y fin de Francisco Montes Paquiro”. Revista Suerte de
Varas, Febrero 2006, Año VI, 16: 7-9) en el que aportábamos un puñado de datos novedosos
e interesantes de los inicios y declinar de la gran figura de la primera mitad
del XIX; son aquéllos los que –ampliados y algo corregidos- aportamos ahora
para su mayor difusión.
Francisco Montes, Paquiro, en grabado de su Tauromaquia de 1836 (Colección personal) |
Tales datos se refieren a sus inicios, siempre con
las salvedades que mencionaremos, y a sus últimos momentos como lidiador de
toros, justo antes y después de su fatal cogida por Rumbón, toro de Torre y Rauri, que al fin le retiraría de los
ruedos.
Nada
sabemos, fehacientemente, de sus inicios como lidiador. Montes aparece, como de
improviso, en un festejo del Puerto de Santa María, el primero de junio de
1830, primera mención en cartel alguno conocido, ocupando ya puesto de
sobresaliente o media espada. Esta misma posición en el cartel, inhabitual para
un lidiador novel en aquellos años en los que un subalterno prolongaba su
aprendizaje durante varios años a las órdenes de un espada de cierta categoría,
nos hace suponer que debió pasar por un largo periodo de entrenamiento y
perfeccionamiento previo, del que nada sabemos. Se ha especulado –Guillermo
Boto lo hace- sobre cuáles pudieron ser sus maestros, o bajo qué órdenes estuvo
en esos mismos años anteriores a su inclusión como media espada. En el cartel de marras Paquiro se encuentra como “Sobresaliente de
Espadas”, tras de José García (el Platero),
Francisco Ezpeleta y Manuel Montero (el
Habanero), y compartiendo posición con Francisco Benítez (el Panadero). El producto del festejo se
destinaría al “Equipo y Armamento del
Batallón de Voluntarios Realistas y Hospital de Providencia de esta ciudad”,
siendo el ganado de las vacadas de D. Jerónimo Alsazua, con divisa encarnada,
de los Herederos de los Sres. Gallardo, con verde, y de don Francisco Larriba,
con celeste.
Pero
todo lo que supone su vida anterior, su actividad lidiadora previa, nos es de
todo punto desconocido. Pudo actuar como banderillero en la plaza de Madrid en
aquellos años, ya que cuando Fernando VII crea en Sevilla la Escuela de
Tauromaquia (1830), se propone a Montes como alumno aventajado de la misma,
para que pueda perfeccionar el difícil arte de la suerte suprema; y el propio
conde de la Estrella le propone como tal, a instancias de Pedro Romero quien le
sugiere que es “para acabar de perfeccionarse para matar”, junto con “José
Monge y Juan Pastor, media espada y banderilleros de la plaza de Madrid”, todo
ello para que los tres pudieran “perfeccionarse en su arte durante la temporada
que no hay corridas”, antes de que se iniciaran los festejos de 1831. Montes
apenas estuvo un par de meses en la Escuela, y Pedro Romero se lamenta de su
rápida salida de la misma para incorporarse, como primera espada, a la
temporada madrileña de ese año. Posteriormente Romero, en 1832, paseará
orgulloso por las líneas de la prensa del momento, haber sido en parte
responsable del fenomenal éxito alcanzado en cuantas plazas pisa el espada
chiclanero.
Francisco Montes, ya como primera espada, en la plaza de Sevilla |
¿Pero qué fue de la vida
anterior de Montes? ¿Existe algún dato verídico y comprobable de su vida, desde
su partida bautismal hasta el cartel portuense mencionado? Hasta el momento
todo eran incógnitas, pero vayan aquí algunos datos que pueden aportar cierta
luz. Por desgracia son datos que aunque referidos a un Francisco Montes no
terminan de asegurar que se refieran a nuestro Paquiro, pero no desesperamos de encontrar en cualquier momento la
confirmación documental que hasta ahora se nos ha escondido. La documentación
procede del Archivo de la Villa de Madrid, Sección de Corregimiento (AVM,
Corregimiento, sig. 1-77-28), dentro del apartado de Fiestas de Toros, y su
catalogación procede del siglo XIX, pocos años después de que Montes
desapareciera de los ruedos. Dado el carácter metódico en la catalogación de entonces,
hemos de suponer que la persona de que se trata es nuestro verdadero Montes,
dos años antes de que figure ya incluido en el cartel del Puerto mencionado. Se inicia la documentación
con el siguiente escrito, que desde el Corregimiento de Madrid, se dirige al
Señor Subdelegado principal de Policía:
“Por el Juzgado de arribados
de Cádiz, se me ha oficiado con el objeto de que se cobre en esta Corte de
Francisco Montes, qe. llegó a aquel punto bajo partida de registro
pr. disposición del Excmo. Sr. Capn. Gral. de la Isla de Cuba, los
gastos que ha causado su manutención en aquella Ciudad y su viage a esta Corte,
y con noticia que se me da de que entró en ella el día 4 de Enero último en un
carro habiéndole recogido el pasaporte en la Puerta de Toledo, me dirijo a V.S.
a fin de qe. sirva manifestarme el paradero de dho. Montes pª. los
efectos convenientes.
Dios
gue. A V.S. ms. As. Madrid, 11 de Julio de 1828.”
La “Subdelegación principal de Policía de la
Provincia de Madrid”, informaba así al Corregidor, apenas tres días después del
oficio del regidor a Cádiz en el que nada decía saber del paradero de Montes:
“Francisco
Montes, procedente de Cádiz, contenido en el oficio de V.S. de 12 del actual,
llegó a esta Corte en 4 de Enero último y fue a parar a la posada de la Parra;
y con esta fecha doy orden para qe. por el Celador a que pertenece
sea presentado ante V.S.
Dios
gue. A V.S. ms. as. Madrid, 14 de Julio de 1828.
José
Zorrilla [Rubricado]”
No nos constan más noticias de aquí en adelante, a
pesar de nuestras búsquedas en el propio Archivo de la Villa (Sección de
Corregimiento, o en los Libros de Acuerdos municipales). Tampoco figura
referencia alguna en la documentación que de la Subdirección de Policía de
Madrid, se halla contenida bajo el epígrafe de Sala de Alcaldes de Casa y
Corte, en el Archivo Histórico Nacional, a pesar de que hemos visto los partes
diarios de crímenes y sucesos de ese año de 1828. Por ello, sólo nos quedaría
confirmar la verdadera identidad de este Francisco Montes, al que se le incluye
en la documentación de Fiestas de Toros, pero del que no consta filiación,
localidad natal u oficio conocido. En todo caso, ¿qué fue lo que motivó el
interés del Juzgado de Arribados de Cádiz, para que Montes se presentara ante
el Corregidor madrileño, al margen de la deuda de 464 reales que se menciona?
La documentación, aunque parca, sigue aclarándonos algunos pormenores.
Paquiro en grabado litográfico de El Toreo. Gran Diccionario Tauromáquico (de J. Sánchez de Neira) |
Montes
vino desde Cádiz, según ese tal Ferrer, que refiere que viajó en uno de sus
carros al cuidado de Francisco Albert “carromatero”, junto con “nueve frascos o
botes de hoja de lata envasados en un cajón, que contienen frutas del clima de
La Habana, preparadas con aguardiente para su conservación venidas de aquel
Puerto en el Bergantín Goleta Correo nº. 3”. ¿Qué fue lo que hizo que Montes
fuese remitido a la península desde Cuba, e ingresase en la Prisión de Cádiz,
previa su venida a la Corte? Nuevos documentos nos lo aclaran, que iremos
reproduciendo cronológicamente. El primero de ellos es la causa penal abierta a
Montes en su día:
“Auto de f. 41.
Habana y Enero veinte y ocho de mil ochocientos
veinte y cinco = Visto: Con lo representado por el promotor fiscal se
sobre[ilegible] en este procedimiento: restituyan a Franco. del Monte [sic] al país de su naturalidad y procedencia,
suministrando la correspondiente garantía de que así lo ejecuta en el primer
Buque que salga para la Península, apercibido de que en su defecto será
conducido bajo de partida de registro; saquen testimonio de esta resolución y
dirijan a Secretaría para su cumplimiento, siempre que Monte no lo verifique en
los términos que se le ordena y archiven este expediente con el otro que
también está comprehendido en consorcio de Don Antonio Prat = Vives = Rodríguez
= Lic. Morales = Felipe Álvarez.
Interin. En dicho día pasé a la Rl.
Cárcel pública y estando el ella le intimé el auto que antecede a Francisco del
Monte [sic], doy fe. = Álvarez.
(…)
Caución Juratoria de f. 43.
La Habana en tres de Febrero de mil ochocientos
veinte y cinco, pasé a la Cárcel pública y estando en la Sala de visitas,
compareció ante mí Franco. Monte [sic], a quien notifiqué el decreto antecedente y en su virtud le
recibí juramento que hizo en la forma de derecho, bajo del cual se constituyó qe.
dentro de ocho días se embarcará pª. su tierra, según se le previene, y en su
defecto, está conforme en qe. se le aplique la pena correspondiente,
así lo dijo otorgó y firmó, siendo testigo D. Felipe Pascual Álvarez, D. Ramón
Castañeda y D. Franco. Álvarez, vecinos presentes. = Francisco del Monte = Ante
mí, Felipe Álvarez.
Auto de f. 21.
Habana y Marzo dos de mil ochocientos veinte y siete
= Vistos: Constando de la diligencia de [ilegible]
once que Jacobo Bobadilla fue destinado al Servicio de los Bajeles de S.M. por
el tiempo de seis años según aparece en las listas que existen en la Secretaría
de la Capitanía General, remítase testimonio íntegro de lo actuado con el
correspondiente oficio al Sor. Comandante Gral. del apostadero, quedando a su
disposición la persona del reo, y haciéndose saber al Alcaide de la Cárcel para
su inteligencia. Y mediante a que en los autos seguidos contra Francisco Montes
[así se le menciona ahora] que
corrieron ante D. Felipe Álvarez, se previno en auto de veinte y ocho de Enero
del año pasado de ochocientos veinte y cinco qe. se restituyera en
el primer Buque qe. saliera para la Península al País de su
naturalidad y procedencia, en el concepto de qe. si no lo verificaba
se le conduciría bajo partida de registro, estándose ya en el caso de ejecutar
aquella determinación, remítasele en el primer Buque, a cuyo fin se pondrá en
la Secretaría del Gobierno testimonio del citado auto de veinte y ocho de
Enero, del decreto tres de Febrero siguiente, notificación que le sigue, y dé
cita, con el fin de que se lleve a efecto lo prevenido. = Vives = Rodríguez =
Juan de Entralgo.
Es conforme a sus originales que preciertos se hayan
en los folios citados de los expedientes seguido contra D. Franco.
del Monte [sic] por robo a que me
remito. Y cumpliendo con lo mandado hice sacar la presente. Habana y Marzo
cinco de mil ochocientos veinte y siete.
Juan
de Entralgo [Rub.]”
La documentación sigue,
aunque sin ofrecernos nuevos pormenores. Desde Cádiz, patria natural a la que
se remite al reo, el Juzgado de Arribados se dirige en tres ocasiones al
Corregidor de Madrid. La tercera es respuesta a la que le escribió el Corregidor
madrileño el 30 de mayo de 1828, manifestando al regidor de la Corte que según
el encargado de los carros, Montes entró el 4 de enero por la Puerta de Toledo,
y que “habiendo sabido después por el mismo Montes, que le visitó en su posada
mientras permaneció en Madrid, que tenía Carta de seguridad y papeleta de
vecindad, expedidas por aquella autoridad”.
Rarísimo grabado de Montes capeando a la aragonesa, por Víctor Adam (Colección RBR) |
Según la documentación antecedente a Montes, que se
hallaba a la sazón en Cuba, quién sabe si por destino militar en aquella
turbulenta época tras de la emancipación americana de España, o tras el trienio
liberal por haber escapado de España –cuestión mucho más dudosa, ya que Montes
tendría entre 16 y 18 años, aunque no imposible-; se le juzgó y condenó por hurto
o robo en la propia isla. Montes, cuando suceden los hechos descritos tendría
20 años de edad, la propia, por tanto, para estar cumpliendo servicio militar
en ultramar en aquellos tiempos. El propio 1825 se le conminó a salir de la
Isla o ser repatriado “por partida de registro”, y como probablemente no pudo
disponer del dinero suficiente para pagarse el pasaje de vuelta a la península,
hubo de permanecer en la cárcel de La Habana durante dos años más, antes de ser
repatriado junto con otro reo (Jacobo Bobadilla). Al fin, el 2 de marzo de 1827,
se decide que vuelva a la metrópoli, haciéndolo en el Bergantín Correo nº. 3,
llamado el Gavilán, como se informó
antes. Desembarcaría en Cádiz, y tras pasar por el Juzgado de Arribados, debió
reingresar en la Cárcel de dicha plaza. De ahí, a finales de 1827 sale para
Madrid, quizá con algún contrato que le redimiese la pena o agotada ésta en
presidio. Vino a Madrid y entró por la Puerta de Toledo el día 4 de enero de
1828, alojándose en la posada de la Parra, donde le encuentra la Policía madrileña,
advirtiéndole que se presente al Corregidor para liquidar la deuda de su
estancia en Cádiz y traslado a la Corte, que ascendía a 464 reales.
Si Montes estaba contratado en Madrid, bien pudo ser
para oficiar como lidiador de reses bravas, aunque nada de ello sepamos. La
noticia aparecida al comienzo de 1830, mencionando que Juan León venía con dos
banderilleros andaluces buenos (que no se citan) puede ser el antecedente que
nos falta, y que quizá aseguraría el comentario del Conde de la Estrella referido
a que Montes estaba contratado como banderillero en Madrid. ¿Pudo haber sido
contratado ya en 1828 en que, procedente de Cádiz, llega a la Corte? Es hipótesis
que requiere nuevas investigaciones. En ninguna de las crónicas madrileñas de
ese año, aparece su nombre como banderillero, algo que no nos sorprende ya que
éstos no solían ser mentados en las mismas. A la sazón actuaba como empresario
en Madrid don Manuel Gaviria, que se había hecho con la contrata de
arrendamiento de la plaza desde 1825 en adelante hasta 1829, y como tal
empresario privado dejó un vacío documental en los archivos del Hospital, que
no nos permite conocer quiénes estuvieron contratados como subalternos esos
años.
Cartel madrileño de 1828 en el que no figuran los nombres de los banderilleros (Colección personal) |
Desgraciadamente hasta ahí llega la documentación y
no podemos seguir adelante en el asunto. La historia, sin embargo, cuadra
bastante bien con el carácter de hombre, si no pendenciero, sí guapo, que le
asignan los escritores de su época y también Aurelio Ramírez Bernal en sus
“Memorias del tiempo Viejo” (prólogo por Rafael Cabrera Bonet; Madrid,
Unión de Bibliófilos Taurinos, 1996), sobre la base de informes coetáneos. Montes hubo de pulirse en su
trato y sus maneras a lo largo de los muchos años que ejerció como primera
espada, no sólo en Madrid, sino en toda España, y así pudo llegar a estar
incluso en presencia de Su Majestad la Reina Isabel II y de la aristocracia, en
sus últimos años de profesión y vida, sin desdoro de las buenas formas
sociales. De ahí, conociendo estos últimos episodios de su vida particular, que
nos llamase la atención su fama de guapo, de jaque, de que hace alarde, entre
otros Ramírez Bernal, y que quedaría justificada con estos posibles sucesos
juveniles en la isla de Cuba, a falta de mayor confirmación.
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