Mucho se ha hablado sobre el cruce de los antiguos ibarreños con los saltillos en manos del Conde de Santa Coloma. Demasiado quizá. Pero queremos traer a colación varios textos coetáneos para defender -como lo hicimos en su momento (“Nuevos datos en torno a Santa Coloma”; Madrid, Universidad San Pablo CEU, 2003)- que la cruza se produjo desde el primer momento, desprendiéndose el Conde de los sementales apenas unos años después, ya verificada la cruza.
El famoso Bravío, lidiado en Madrid en 1919, el paradigma de la bravura en aquellos momentos |
El Sr. Conde de Santa Coloma compró, en 1905, la vacada procedente de Ibarra -de origen Murube, y por lo tanto uno de los
troncos más puros procedentes de la vacada que formara el Conde de Vistahermosa
(no nos remontaremos más atrás)- a través de don Manuel Fernández Peña (que era yerno de la susodicha señora, llevaba la ganadería familiar y que probablemente escogió elementos de refresco para la suya propia). La tuvo
en su poder hasta 1932, en que se desprende de ella, adquiriéndola don Joaquín
Buendía Peña. Desde el principio, como decimos, la mezcló con otro encaste procedente de
Vistahermosa (aunque podríamos hablar largo y tendido sobre el particular y matizar bastante sobre ello), el de Saltillo -los antiguos lesaqueños-, formando un ganado con
un tipo especial muy particular y característico. Mantuvo la misma durante el
aquilatado período de 27 años, suficientes para dotarla de una personalidad y
sello propios e indiscutibles.
Apenas tres años después de adquirida la vacada, en 1908, nos refiere Manuel Serrano y García Vao (Dulzuras, crítico de ABC), en
su anuario de "Toros y Toreros en 1908", los siguientes elogios sobre el Conde:
“Lo
mismo que del anterior puede decirse del conde de Santa Coloma, otro joven
ganadero con mucha afición, que lleva una envidiable, marcha con la otra parte
de la vacada de Ibarra. Aun mejorará con el tiempo, pues ha añadido a la
buenísima casta de sus toros una cantidad considerable de becerros y becerras
de Saltillo que harán inmejorable cruza.
Escoge
cuidadosamente y separa lo malo, por lo que al anunciar una corrida suya lleva
el público el convencimiento de que si sale algún toro de malas condiciones,
será a causa de una improbable equivocación; pero no porque, como otros de gran
fama, aproveche bueno y malo sin más objeto que el lucro.(...)".
En este programa de San Sebastián de 1908, todavía lucen sus toros el hierro de Ibarra |
Fíjense que ya, desde este primer momento, apenas tres años en su poder, el Conde ha mezclado la ganadería comprada a Manuel Fernández Peña con reses procedentes de Saltillo. No hay que esperar, por tanto, para que viera el juego sucesivo y se desengañara, como nos han contado algunos escritores, sino que en su origen el Conde ya tenía previsto, y así lo realiza, el cruce con las más picantes reses de Saltillo.
La presentación en Madrid, ese año de 1908, resulta francamente buena, especialmente en presencia. Se encargaron de estoquearla los diestros Lagartijo Chico, Machaquito
y Gallito (Rafael). De ella se escribieron en “La Fiesta Nacional”
de Barcelona las siguientes palabras:
"El Ganado. Seis buenos mozos, bien criados, finos y de lámina irreprochable. En lo
respective a bravura, cumplieron, sin hacer cosas del otro jueves y en general
hicieron peleas muy aceptables, por lo que la corrida, con referencia a los
toros, pudo calificarse de buena... sin circunstancias modificativas de la
penalidad. Apunto 32 varas, 12 porrazos y 6 jacos para las mulas. Por lo dicho
comprenderá el curioso que de poder no anduvieron muy sobrados los de Santa
Coloma”.
Sin perder el hilo, apunten lo que la revista “Los Toros y el Teatro”, publicada en Madrid por Prensa Española, nos dice sobre la corrida concurso que tuvo lugar en San Sebastián el 16 de septiembre de 1909, en la que se lidiaron reses de Miura, Murube, Pablo Romero, Moreno Santamaría, Santa Coloma y
Guadalest por los diestros Vicente Pastor y Regaterín:
“El de
Santa Coloma, que llevaba el hierro de Saltillo, por ser de los comprados a
este ganadero, tuvo buen tipo; pero no hizo nada digno de mención, sino que
volvió la cara alguna vez. En los tercios finales se dejó torear.” El premio
fue para el de Murube, que era el que más apuestas tenía, seguido del de Santa
Coloma".
Es decir, que cuatro años después de comprada la vacada, y habiendo echado las reses de Saltillo a las vacas ibarreñas (ya veremos que hubo compra de machos y hembras del ganadero de Carmona), se deshace de alguno de los sementales con el hierro del círculo cruzado por dos líneas en -ni más, ni menos- que la importantísima corrida concurso de San Sebastián. El toro fue bueno, quizá el más completo en los tres tercios, aunque el premio a la bravura se la llevó el de Murube, quedando bien colocado también el de Miura, que no obstante se resintió bastante en el último trance de la lidia, quedando a la defensiva.
Siguió por esta buena línea toda la temporada de 1909, desprendiéndose de algunos toros más de Saltillo que había comprado
como becerros y que dan un juego irregular. Así se lo censura el crítico de
ABC, Dulzuras, diciendo que:
“Este
joven y entusiasta ganadero está dando ahora a las plazas muchos de los toros
que para sementales de su ganadería compró a Saltillo, y rara es la corrida en
la que no salen mezclados con los oriundos de Ibarra. Por
esto o por el afán de deshacerse de todo, salen las corridas de Santa Coloma
desiguales, y hay que esperar a que de lo exclusivamente suyo para juzgar sobre
lo que puede esperarse de él como ganadero y ver si tiene la afición que
precisa el que tiene más afán por complacer al público que por otra cosa.”
La cosa, por tanto, queda manifiestamente clara. Los bichos, adquiridos como becerros, han padreado ya, han cumplido con las vacas, y ahora se les da salida a la plaza, quizá poirque en el ánimo del Conde está que la ganadería quede con un tipo homogéneo, medido, y donde no sobresalga lo de Saltillo por encima de lo de Ibarra. Eso sí, conservará la costumbre de señalar -arriba o abajo- las reses más ibarreñas o más asaltilladas, al menos hasta 1931, última referencia que tenemos de ello en el correspondiente anuario.
Reportaje sobre la ganadería del Conde de Santa Coloma en "Los Toros y el Teatro" |
Un interesante reportaje aparecerá en la revista de Prensa Española sobre la vacada condal. De él recogemos los siguientes párrafos:
“Ganadería de Santa Coloma. Es el
Conde de Santa Coloma un excelente aficionado que desde 1905 forma en el gremio
de ganaderos y parece que aspira a ser de los de primera fila si atendemos a
los elementos con que ha formado su ganadería. (...)
En
1904 se deshizo de la ganadería el señor Ibarra y compraron las dos mitades D.
Fernando Parladé y D. Manuel Fernández Peña, y éste último, al año siguiente,
vendió la suya al conde de Santa Coloma.
Ya
esta base era suficiente para formar una buena ganadería; pero no se conformó
el conde, quien sin duda quiere hacer una vacada grande y superior, y compró al
marqués de Saltillo becerros y becerras en gran cantidad para cruzarlos con sus
vacas y toros (...)".
Como puede volver a comprobarse, la mezcla se realiza desde el principio y no sólo fueron posibles sementales, sino también becerras las que se incorporaron a la vacada de Santa Coloma. Seguirá diciendo la misma revista:
"No
conserva el conde la divisa ni el hierro de Ibarra; las cintas que lucen ahora
sus toros llevan los colores azul y encarnado y a su nombre se corrieron por
vez primera en Madrid el 17 de Mayo de 1908.
"Algunas
de las corridas que van jugadas a nombre del nuevo ganadero han salido muy
buenas y su presentación fue excelente, pues parece que tiene el propósito de
velar por su prestigio y llegar pronto a entrar en el concierto de los buenos.
"En
Madrid sólo se han lidiado dos corridas y media y la primera fue la mejor
presentada. Por lo que respecta a la bravura, han salido cuatro o cinco reses
superiores (...)".
Y una curiosidad con respecto a las capas que lucían estos primitivos santa-colomas en aquellos primeros años, que hemos podido corroborar con buen número de ellos en aquellos años:
"El
pelo general en sus toros es el negro, como fue siempre el de los Muruves e
Ibarras, y muy rara vez sale alguno castaño encendido; por cierto que suelen
ser muy bravos los de tal capa.
"En
cuanto a condiciones de lidia, son el ideal de los toreros pues, por regla
general, son boyantes y claros hasta la exageración".
Pero ojo, en opinión crítica para la época, el firmante del artículo dirá:
"Permiten
toda clase de abusos en los toreros de a pie, y estos pueden impunemente
hartarse de torear en toda clase de terrenos en la seguridad de que es un caso
raro el que los toros de esta casta se aburran y busquen defensa al amparo de
las tablas.
Su
pelea con los picadores es casi siempre franca y podrán ser más o menos duros,
pero pocas veces se hacen merecedores del fuego.
"Ha
de pensar el ganadero en no dormir sobre los laureles de sus antecesores, pues
un cambio de pastos y dos años de abandono pueden dar al traste con todas las
esperanzas por risueñas que sean.
"La
primera corrida que dio en Madrid el año pasado (1908) fue la de mejor tipo que
se ha visto suya y hubo ejemplares bravísimos cuya casta debe cuidar y preferir
a otras familias dentro de la vacada.”
Una corrida para Santander en 1908 |
El buen camino iniciado ya le sitúa, prácticamente, en
lo más alto del escalafón ganadero, haciéndose imprescindible en cuantas ferias
de importancia se celebran en nuestro país. 1911 marca una serie de hitos y
éxitos. Y precisamente, traemos a colación, una prueba inequívoca de la facilidad que brindan las reses de Santa Coloma para los lidiadores a pie, si las comparamos con tantas otras ganaderías de la época. Se trata de la corrida de Madrid,
primera de abono, del día 17 de abril de 1911, espantosamente lidiada, que a juicio de Don Pío, en “Arte Taurino” merece los siguientes comentarios:
“Correspondiendo
a la expectación despertada, el Señor Conde de Santa Coloma envió seis toros
hermosamente presentados, finos, bien criados y con tipo. No faltó su
lunarcillo, y éste fue la fealdad de cabeza de alguno de los bichos. Fuera de
esto... de primera también. Amorrillados, con la edad, y casi todos
arregladitos de parietales. Llevamos dos corridas y en las dos han demostrado
los ganaderos conciencia y respeto al público. Agradezcámoslo y señalémoslo a
la consideración de los aficionados y de los demás ganaderos. A la plaza de
Madrid hay que venir así, o no venir,... O no dejarlos entrar. ¡Bravo!
Sobresaliente, ¿qué sobresaliente? Premio extraordinario y matrícula de honor
por la presentación. ¿Y por el comportamiento, qué nota le adjudicamos? Puesw,
por su comportamiento... Verán ustedes. Ellos parece como que salieron de
toros, pero se les pusieron delante los toreros... y, vamos contando. Al primer
toro le infligieron estos verdugos ciento veintitrés capotazos. Ciento
veintitrés... pero no os asustéis todavía. El segundo se llevó ochenta. El tercero
ciento once. Al cuarto le atizaron ochenta y cinco. En el quinto se contentaron
con sesenta y seis. ¡Parquedad inaudita! Pero en cambio en el sexto... contra
el sexto pecaron todos, infiriéndole la enormidad de ciento cuarenta y un
capotazos. ¡Ciento cuarenta y un capotazos! Para un toro solo y entre tantos...
Yo recuerdo que hace cosa de quince o diez y seis años un revistero, no estoy
seguro de si ese hombre venerable que se llama el Tío Campanita, que
hace cien años que va para viejo y nunca acaba de llegar, o Pascual Millán, se
indignaron un día y estuvieron escribiendo sobre ello tres años, porque a un
toro le tiraron 74 capotazos... Indudablemente hemos progresado. En esta
corrida de toros nobles, los toreros han largado la friolera de 606 mantazos.
Les doy a ustedes permiso para hacer cuantos chistes quieran a costa del
numerito terapéutico, con tal de que se vayan enterando y se dispongan a no
consentir la continuación de semejante abuso. Así no podemos saber si por eso o
por lo otro del desorden con que se llevó la lidia o por ambas juntas y otras
del natural de los toros, éstos, que en conjunto merecen el calificativo de
buenos, hicieron una pelea sosota. Tal vez contribuyese a ello el exceso en la
alimentación. Los que saben de estas cosas dicen que son perjudiciales muchas
habas -Ya lo sabíamos acá, dirán los que no pueden llegar al entrecot- porque
las demasiadas carnes ahogan a los toros. Quizá el aplanamiento del primero en
el último trámite fuese debido a un estado congestivo. Aquel hocico estirado, y
la respiración fatigosa, en un día que no ha sido caluroso, y sin que tampoco
la faena del bicho justificara tal situación, parecen indicar que el exceso de
grasa puso al toro en ese estado patológico.”
Joselito jugando con uno de Santa Coloma en el segundo tercio |
Buena prueba, por tanto, de que la condición de los toros permitían tales excesos. No criticaremos desde aquí la buena presencia -quizá excesivamente gruesa- de las reses, pero es evidente que el Conde, realizada con éxito la cruza, consiguió ser uno de los ganaderos no sólo punteros en cuanto a casta, sino que permitieron el desarrollo del toreo moderno, brindando animales que aguantaban mejor en todos los tercios, duraban más, y unían a su bravura en los caballos la acometividad y nobleza requeridas en la muleta para que el arte pudiera avanzar -como lo hizo- en aquella década prodigiosa.
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