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sábado, 24 de mayo de 2014

Apoteosis de toreo contemporáneo

Madrid, 23 de mayo de 2014. Lleno. 5 toros de Victoriano del Río, bastante desiguales de presencia, dos impresentables, mansos, boyantes en la muleta segundo y tercero y el resto entre la sosería y el descaste (acabó rajándose alguno). 1 toro de Zalduendo (1º), mal presentado, manso, descastado y rajado. El Juli, silencio y silencio. José María Manzanares, ovación y silencio. Miguel Ángel Perera, dos orejas (aviso) y oreja (dos avisos).

Apoteosis -esa palabra que de tan utilizada en la tauromaquia contemporánea ha perdido cualquier valor- de Perera en la antaño plaza de toros de Las Ventas. Tres orejas en su tarde más triunfal en el coso del antaño Espíritu Santo, hogaño coso de bebidas espirituosas que vienen a sustituir a la tercera persona de la Santísima Trinidad en esta nuestra laica sociedad. Nunca se ha bebido tanto en la plaza de toros… Ahora el que no entra al tendido con casi medio litro de cerveza, lo hace con dos cubatas y la entrada en la boca porque no hay mano para tanto… Y con tal líquido bagaje intelectual el espectador ocasional se dispone a disfrutar del festejo, aunque le dé igual qué se trate porque muchas veces viene o con la entrada regalada o porque se la compró un amigo un mes antes… El “gran hallazgo” de este año, muy probablemente del caletre de Simón Casas, para esta intelectualidad, al finalizar el rito, es el alarde de música discotequera (a base de unos 150 decibelios per cápita), en el bien llamado Tendido ONCE, porque acaba todo el mundo ciego...
Con tales mimbres piensan rescatar a la fiesta de su marasmo. Igual que el Gobierno que se precie ha de idiotizar al pueblo a base de “Pan y fútbol” (antes era Pan y Toros, pero eso quedó muy lejos en la historia), las empresas taurinas pretenden idiotizar al espectador ocasional a base de alcohol y tauromaquia contemporánea. Y a fe que, como dicen que escribió León de Arroyal (y no Jovellanos al que, maliciosamente se le atribuyó el opúsculo del XVIII) lo están consiguiendo.

Perera, con mucho temple, pero sin rematar el pase a la espalda, sino para allá (Foto: las-ventas.com)
Perera, ayer, dio un nuevo e importante paso en ese camino, televisado para el mundo con la ausencia del paisano de Alquerías del Niño Perdido que ya empieza a preocuparnos… No creemos que el tinte capilar tenga tan malos efectos secundarios, no sé… Al Juli, ayer perdido en la inmensidad de la mansedumbre y descaste de dos bichos del encaste mayoritario, a Manzanares, náufrago solitario (y tanto, como que parecía que lo hacía de salón, tal era la distancia entre diestro y cornúpeto) de ejecución del toreo contemporáneo, la plaza –con reacción de los sectores más acomodaticios y menos doctos- no le toleró posturas contemporáneas, pero a Miguel Ángel… le construyó la capilla Sixtina de esta Tauromaquia postmoderna para que la decorara a su antojo. Quizá será que se cansaron de pitar la descolocación ante cada lance, el envío de la res hacia allá (y no hacia la espalda del diestro), el constante paso atrás y quitarse de en medio para que el toro pase cómodamente, la ligazón a base de no rematar ni un pase… porque todo es tan cansino que -es verdad- termina por agotar al más pintado. Sea como fuere, lo que a Manzanares, pongamos por caso, se le criticó, encendiendo la polémica entre castas “los educados” y “los protestantes”, “los finos filipinos” y “los terroristas”-, al diestro de la Puebla del Prior se le toleró con regocijo general. Incongruencias quién sabe si nacidas de los evaporantes y espirituosos hálitos que inundan el coso cada tarde.
Pero no, no teman, que también hubo su justificación en el aplauso a Miguel Ángel al margen de la apoteosis de toreo contemporáneo. Ayer le pudimos ver -casi con toda seguridad- mucho mejor que ninguna otra tarde madrileña desde aquella puerta grande de novillero en Las Ventas. Hubo un quite fenomenal en el tercero, por chicuelinas ajustadas y dos tijerillas finales graciosas, toreras, profundas y esbeltas, algo que justificaría su toreo de percal a lo largo de la tarde, en buena medida ausente. Hubo, no ya valor, sino verdadero estoicismo, en los estatuarios iniciales al tercero, ceñidos, mandones, poderosos; hubo más temple en esa faena del que hayamos visto en lo que llevamos de feria de San Isidro labrador, manejando lenta y acompasadamente el engaño al compás del ímpetu del toro (palabras plagiadas de ese escrito sobre Pedro Romero publicado en el Diario de Madrid de 1789), hubo un soberano, larguísimo, inacabable cambio de mano finalizando el trasteo, al igual que dos pases de pecho inconmensurables, y se entregó en la estocada, aunque no fuera muy ortodoxa y el acero quedase algo traserillo.

Otro pasaje del toreo contemporáneo de Perera, después de echar la pierna atrás. Como ven tampoco se remata el lance a la espalda sino elípticamente, aunque tenga un  temple envidiable (Foto: las-ventas.com)
Y si hubo méritos, como ven, en el trasteo doblemente premiado, al que subscribe le gustaron mucho más los acrisolados en las cuatro primeras tandas al sexto, un bicho de mayor dificultad, de escasa casta y menor viaje, muy “agarrado al suelo”, que se tragaba el primer muletazo, pero le costaban los siguientes, siempre derrotando por alto, cabeceando a veces con peligro, y donde todo hubo de ponerlo el matador. Faena mucho más meritoria, donde la falta de repetitividad del animal provocó la ausencia de toreo contemporáneo y donde vimos a un Perera mucho mejor colocado (sin exageraciones, no se confundan, más bien al hilo o poco más allá del pitón), arrastrando literalmente a este Bravucón II, dejándole bien puesta la muleta y con unos soberbios toques para invitar al bicho que no le vimos ni al mismísimo don Julián (que no es el de los puros habanos). Tragó muchísimo ante las incertidumbres del animal, no corrigió un ápice el terreno escogido y se la jugó de veras frente a un buey rajado (por lo parado) y descastado, a pesar de tener asegurada la puerta grande. Y se tiró a matar con clasicismo, cobrando una buena estocada, apenas un pelín desprendida, pero bellamente ejecutada. En su contra, no obstante, apunten un metraje desmesurado –sonaron dos avisos, dos, más de trece minutos de faena… porque a don Justo se le debió parar el reloj-, un tremendismo final, encimista y efectista, para asustar a neófitos, pero con un toro ya parado y agotado en su quimérica embestida, y bastantes pasajes en los que hizo circular a la res por la periferia… Luces y sombras en una faena, a todas luces superior a la primera… pero para aficionados no impresionables.

Julián poco afortunado ayer, y por debajo de sus capacidades (Foto: las-ventas.com)
Lo del Juli, San Blas me perdone, no tiene justificación alguna. Su primera sardina fue sustituida -por inválida- por otra con el hierro de Zalduendo, de hechuras similares (la raspa y poco más), y del descaste soñado del encaste mayoritario. No molestaba a nadie… porque lo que quería era marcharse de allí como fuera, y así se rajó una y otra, y otra vez, sin que don Julián consiguiese mantenerla ni en el tercio escogido. Para un torero del que se dice, se canta, se proclama, se publica, que es el más poderoso del escalafón… ya me contarán. Menos mal que al final se dobló bien y que lo pasaportó, sin darse mucha coba, con un julipié (saltito incluso) caído y traserito, antes de que iniciase el toro peregrinación a los medios… caminito de toriles. Peor en el cuarto, una res mansa, brusca, complicada, con la que no pudo ni de lejos, y que acabó por torearle a él. Anduvo queriendo rajarse el bicho, entre tarascadas y derrotes, y Julián empecinado en machacarle a base de los sempiternos naturales y derechazos de la tauromaquia actual. No hubo forma. Ni siquiera supo doblarse con la efectividad de su primero, y se despidió del ya difunto de medio julipié, que sacó el mismo al pasar la muleta por el lomo en el remate de tan “airosa y vistosa suerte”, y una entera caída con desarme. Fantástica comparecencia, sin duda. Roberto Domínguez no nos ha informado este año de los emolumentos pedidos, pero serán pocos para los logros conseguidos, no teman.

Manzanares no  estuvo ni en  sus estocadas; aquí echándose fuera (Foto: las-ventas.com)
A Manzanares le vimos por el estadio homónimo, vacío, claro está, porque los atléticos de corazón estaban de camino a Lisboa. Ante su noble y boyante primero ración y media de toreo contemporáneo, pero echando tanto la pata atrás, abusando de tanto pico, tan despegado y mandándolo tan para allá, que ni los del whisky lo aguantaron. Hubo división de pareceres en el inicio, más por acallar protestas que por secundar al diestro, pero una vez que lo pasaportó de un pinchazo por arriba y una entera desprendida con derrame, la gente literalmente se olvidó casi de aplaudir por completo… y no hubo la menor petición… Finis coronat opus. Y como el “bravísimo y encastadísimo” quinto se acabó en la segunda serie, y el diestro ni apareció, ni se colocó, ni siquiera lo intentó, después de esa estocada fácil y rápida, la gente volvió a olvidarse del ausente (y no me refiero ni a Molés, ni al pobre -defenestrado por Abella para su restauración- Nicanor Villalta, al que le han quitado el azulejo a la par que se lo ponían al Cordobés, como si fuera lo mismo el jamón de Jabugo que el tocino…).
Resumen, para los del tiempo justo: dos toros boyantes, segundo y tercero; dos ausencias notorias, Juli y Manzanares; dos orejas exageradas, las de Perera al tercero; luces y sombras en el toreo contemporáneo del diestro de Puebla del Prior; y apoteosis en la prensa escrita, radiada y televisada del apesebrado presente.

Más toritos -ahora cuatreños todos- para las figuras:
1º.- Renacer, cursi nombre de este Zalduendo que sale como primer sobrero, 504 kilos, negro, anovillado, tocado de cuerna, manso, rajado y mular.
2º.- Jocundo, 519 kilos, negro, delantero de pitones, algo largo pero de menos que justito trapío, manso, boyante.
3º.- Bravucón I, 531 kilos, negro salpicado, bragado y meano corrido, algo engatillado de pitones, cumplidor en varas, flojo pero boyante y noble aunque algo a menos al final.
4º.- Impuesto, 508 kilos, negro, poca cosa, engatillado, manso y complicado, a veces brusco.
5º.- Jerezano, 512 kilos, castaño, con dos pitones delanteros, manso, soso y a menos rápidamente.
6º.- Bravucón II, 583 kilos, negro, tocado de cuerna, manso y rajado, a menos. 

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