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sábado, 10 de noviembre de 2012

Señales (II de III)


Por Ángel Arranz Izquierdo

Claro, la Tauromaquia es parte de este caótico y absoluto laberinto total. No es de extrañar que esté como está.
-¿Y como está?
-Está como el “moño de la Bernarda”: desmelenado, desorientado, desatendido, sucio…Y no hay auténtica belleza y grandeza cosidas o cogidas solo por los pelos.
-Hay que comprometerse, exponer y actuar.
En y con ese desconcertante bajón que atraviesa el mundillo taurino; en la última reunión de la Unión de Bibliófilos Taurinos, propuse a los asistentes, aprovechar la ciencia y experiencia de los socios para estudiar, sugerir o pronosticar –con sus aciertos y desaciertos- señales e ideas que vislumbren el porvenir de La Tauromaquia. Sí, el nuevo cometido sería compatible con la investigación, recopilación y archivo de datos que con sumo y altruista rigor se viene haciendo.
La Tauromaquia está vulgarizada y casi clonada en toros, toreros y toreos.
Ocurre, como en todas las actividades, que nunca ha sido perfecta, pero pocas veces ha sido tan imperfecta.
Ocurre que, con la llegada de riquillos, fuleros y profanos ladrilleros a la propiedad de la camada brava, y para asegurarse la “calidad o toreabilidad de los productos”, han echado mano del mismo o parecido encaste y casi han uniformado para mal, el tipo, temperamento, juego, identidad y variedad de los toros.
Ocurre que las haciendas bravas y bravías son rentables en ecología y son deficitarias en economía. Y con la hondura de las crisis nadie sabe como acabará el desajuste en las despensas de esas dehesas porque los “neoliberales” no creen en el sector público, lo desacreditan, lo desmantelan, y si algo queda, lo quieren para sus colocaciones y chanchullos.
Ocurre que, hubo épocas en que al toro bravo bastaba con citarle una vez –o se presentaba sin citarle- para que embistiese una tanda completa de lances con capote o muleta, y ahora, en demasiados casos, hay que citarle varias veces para arrancarle media embestida.
Ocurre que el toro bravo sin riesgo y sin emoción genera desdén, indiferencia o lástima.
Ocurre que la selección en la camada brava, y con el visto bueno-malo de falsas figuras, han conseguido un toro bravo o medio bravo, dos toros tontimansos, dos toros tontiblandos y dos toros tontisosos –incluido el sobrero- para muchas corridas. O al menos, esa es la proporción del comportamiento de los toros en el balance y resumen de muchas ferias.
Ocurre que hay varias lecturas de los ganaderos, destacan tres: las industriales, las foráneas y las artesanales. Las estrategias industriales dan prioridad a los mercaderes y predomina la cantidad sobre la calidad; las foráneas suelen hacer el ridículo o dan tumbos sin ton ni son; las artesanales suelen ser las más  genuinas, pero sirven para poco porque están marginadas por los especulativos intereses creados y se anuncian en cosos y casos concretos; en realidad son el Pepito Grillo para “defender” el casi desaparecido romanticismo tauromáquico.
Ocurre que los toreros y los toreos son derivados de los toros. En efecto, si los toros están casi clonados, sus derivados y consecuencias… también.

Un momento, en movimiento, del toreo clonado actual
Ocurre que la torería está casi clonada  porque la concepción y exposición del arte de torear está casi basada en la misma y repetitiva técnica, está amanerada o uniformada por el carácter similar de los toros. Falta creatividad, personalidad y origen o sello para diferenciar a unos toros y lidiadores de otros. Los “toreros competitivos se esfuerzan para pegar pases”. Los toreros competentes interpretan, dicen, sienten o expresan el toreo con autenticidad…desde la naturalidad.
Ocurre que la torería está vulgarizada porque el exigente escalafón superior está sobredimensionado de más de lo mismo, cuando ha de estar puesto y compuesto por un porcentaje de toreros heroicos, otro porcentaje de toreros artistas y un tercer porcentaje de toreros completos.  Y cada cual debe aportar sus propias y contrastadas credenciales. Sí, si hay sitio y espacio para la espontaneidad autodidacta, iconoclasta o experimental en los eternos parámetros clásicos del arte de torear.
Ocurre que nunca tantos toreros mediocres –algunos fatuos los llaman mediáticos- han “toreado” tantos festejos como en las últimas y penúltimas temporadas. Aquí hay lo que hay, y si buenos toreros torean poco, es porque torean demasiado las medianías de moda y de turno. Sobre todo “torean” más en aventuras-desventuras de broncas, roneos o romancillos que en los alberos. Es antitaurino y destructivo que las televisiones den tratamiento de figuras en programas de cotilleo a dichas medianías un día sí y otro también y no den noticias ni cobertura a los méritos de toros, toreros y toreos auténticos. Es mucho más valiente y respetado ser un buen profesional de otra actividad taurina  o de otro oficio, que ser un “carismático seudotorero”. Es mucho más honesto y válido apartarse de programas vomitivos o morbosos que hacerles el caldo, el oso y el baboso. Acaban perdiendo el respeto así mismos, pierden el respeto al historial torerista y pierden el respeto del respetable. Tal vez haya que limitar – limitar no es prohibir- el número de actuaciones, explotaciones o posesiones, para subir y compartir la categoría de las realizaciones.
Ocurre que las escuelas taurinas –soy cofundador de la Escuela Taurina de Madrid, ahora los politicastros oportunistas la hacen llamar de Marcial Lalanda- han de ser como las escuelas de música o pintura: enseñanzas de las técnicas, de la historia del gremio, potenciación de la creatividad, cualidad y calidad si el alumno la tiene…y añadir una mínima educación –asignatura pendiente- sobre las otras artes porque invitan a elevarse, perfeccionarse, cotejarse, reciclarse, actualizarse, retirarse e innovarse, y porque tiene más y mejor proyección que la parálisis y la dejadez. Se torea como se es, por ejemplo: “El Gallo”, Belmonte, D. Ortega, L. M. Dominguín, Paula o Tomás –toreos referencia con toques de distinción- interesaron y se interesaron más allá de los ruedos por la cercanía y cambio de impresiones con otros intérpretes y creadores genuinos o excelsos. No se entenderá o tendrá menos aceptación, un arte y un artista universal sin el conocimiento de otras artes y artistas reconocidos.
Ocurre que hay toreros de dinastía  que apenas igualan o superan las virtudes de bastantes aficionados prácticos, y entre pruebas o ensayos - más por obligación que por devoción- cierran o dificultan el paso a becerristas y novilleros con intención y vocación.
Ocurre que echamos de menos a toreros originales que vengan de otros manantiales para ser y estar: de capeas bien organizadas o de certámenes asequibles y abiertos. En los caminos de la formación torera y lidiadora ha de haber lugar y futuro para ellos.
Ocurre que la “fabricación” de toreros, desde la llegada de la publicidad, el descarado cambio de cromos, el favoritismo o la billetera abundante, da un fruto apetitoso por noventa y nueve sosos o casi apestosos.

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