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lunes, 23 de septiembre de 2013

Réquiem por una vacada… francesa

Cuarto festejo del ciclo de novilladas de encastes singulares

Madrid, 22 de septiembre de 2013. Menos de un cuarto de entrada. 6 novillos de Concha y Sierra (encaste Vázquez), desigualmente presentados, mansos en varas, de juego absolutamente dispar, entre el descaste, la bronquedad, las complicaciones y la nobleza de alguno. Fran Gómez, ovación y vuelta. Gallo Chico, silencio (aviso) y silencio. El Pijorro, silencio (dos avisos) y silencio.

Otra novillada para olvidar. El ganado no respondió a la bonita lámina y espectaculares capas, y los novilleros volvieron a demostrar más carencias que realidades dentro de una concepción contemporánea del toreo. Ese concepto, no sé si imbuido con sistemática regularidad en las escuelas, consiste en ponerse a dar centenares de… ¿pases?, a lo que salga por toriles, sin importarles un ardite ni la condición, ni las características de las embestidas de sus oponentes. Como ya comprenderán, la universalización del ganado de lidia y de sus infames condiciones de “toreabilidad” y de “ausencia de molestias”, ha conducido al absoluto empobrecimiento de los recursos técnicos para lidiar toros o novillos que se salen de lo habitual, y a faenas estándar en las que siempre se ha de sacar el toro a los medios, adornarse de entrada con los mismos pases y seguir con series de naturales, derechazos, o lo que sea, hasta la extenuación del pobre animalito, y todo antes de zambullirse en el bajonazo por regla. ¡Qué sí, que a veces la espada cae en su sitio…! Pero cuántas otras aparecen por los sótanos, huérfanas de arte, de compromiso o de ética, perdidas, no en la inmensidad, sino en la reducida corporeidad de tanto novillito al uso, para que no se quejen los taurinos…

El precioso sexto novillo, Coscorrón (Foto: Las-ventas.com)
Los de Concha y Sierra de ayer, como los veragüitas del pasado domingo –ya está bien de que escriban de toros gentes que apenas han visto un centenar de festejos en su triste vida, como si de Corrochano se tratara- necesitaban otra lidia, otros terrenos, otras distancias que la rutina del encaste mayoritario ha expulsado de la fiesta antaño nacional. Distancias, sí, que no ahogos y estrecheces en las que se invita al animal a defenderse, complicarse o abroncarse en tantas ocasiones. ¡Y qué me dicen del absurdo hábito de llevarse todos –absolutamente- los toros o novillos a los medios! Cuando la rutina impera en la fiesta ya pueden ustedes imaginarse dónde queda el arte; es comparable a esos  cuadros mil veces repetidos por “artistas” de todo a cien, que se venden en mercadillos de frutas y verduras o en el rastro benéfico del centro comercial de Artesanillos del Trijueque.
¡Pues más de lo mismo! Si el pasado domingo los “avezados” novilleros contratados por el nefasto tripartito –el de la defensa de la fiesta, miren ustedes, ¡como el de Cataluña!, donde todos brillaron por su ausencia- no entendieron cómo lidiar y sacar partido de los veraguas de Prieto de la Cal, ayer ocurría otro tanto con alguno –sólo alguno, como hace una semana- de los vazqueños de Concha y Sierra. ¡Hombre, uno no quisiera ponerse de mal ejemplo para nada, pero ya puestos, les recuerdo que la experiencia es un grado!, y que basándome en ella (en más treinta de años de abonado, en más de dos millares de corridas contempladas con sus respectivos toros y novillos –apenas un centenar de rejones, mea culpa-), creo que las cosas son de otra forma muy distinta a cómo nos las “cantan” y “cuentan” los cantores del régimen (Talavante, al margen). Esa prensa venal, fundada y sostenida por la publicidad del mundillo taurino –toreros, apoderados, ganaderos o empresarios de todo pelaje y condición, ¡caramba, como los novillos de ayer!- seguirán insistiendo que nada se podía sacar ni de los veraguas ni de los vazqueños, y aunque los hubo de paupérrima condición, bien es cierto que también los hubo con su “aquél” aprovechable, que hubiera permitido brillar a otro nivel, sin el obligado auxilio de dos autocares de hooligans por barba –me refiero a los seguidores, aplaudidores y voceadores que con frecuencia acompañan a estos indoctos aspirantes a matador-.  

El cuarto de la tarde, Bermellón (Foto: Las-ventas.com)
Dos de los de luces se presentaban ayer en el coso de Las Ventas en la sensacional trayectoria del nefasto tripartito de querer estrellar a jóvenes sin bagaje en la primera plaza del orbe: Fran Gómez y el Pijorro. El tercero en discordia, Gallo Chico, aunque ya fogueado en el coso del Espíritu Santo –el que se echa en falta en el arte del toreo- se presentó en nuestra plaza el 9 de septiembre del pasado año (y se dejó un novillo de Mauricio Soler Escobar vivito y coleando, razón por la cual merecía, sin duda, la repetición) y tan sólo le apuntan 4 paseíllos la pasada temporada. ¡Qué decir de sus noveles compañeros de cartel! Una única actuación de Fran Gómez en 2012 y ninguna –porque toreaba sin caballos- de Sergio Salas el Pijorro. Como si de Villameloncillos de Valmejor se tratase…
Joselito el Gallo (el de verdad) cuando se presentó en Madrid el 13 de junio de 1912 (reses de Olea y una de Santa Coloma). llevaba cuatro años como novillero y centenares de novilladas en su haber, ¡con menor número de festejos que los actuales! Claro que siempre puede haber “monstruos” como Domingo Ortega, al que tras un buen número de capeas, una docena de novilladas le basten para alcanzar el grado de doctor…
Pues a “ello”, que no es hueso fácil de roer.

Gómez, que anduvo aseado con la zurda en su primero (Foto: Las-ventas.com)
Salió un primero llamado Pingüino –que ya son ganas- de vistosa capa castaña salpicada, girón, bragado y meano, un novillito de 468 kilos pero con cuajo y bonitas hechuras, mas -¡ay!- manso y a menos. Sin molestar, tenía un buen pitón izquierdo y fue noble y boyante casi hasta el final. Unos lances capoteros para atrás del gaditano Gómez, con el torillo sin fijar, ni parar, no hubo quite alguno –ni en todo el festejo, no se preocupen, “eso” no entra en el temario de las escuelas de tauromaquia-, fue pareado sin mayor gracia, y llegó el Concha y Sierra –todavía no exiliado, recuerden que la ganadería ya pasta en tierras francesas desde esta pasada primavera, pero que esta novillada nunca abandonó tierras andaluzas- dispuesto a embestir. Algo soso en el inicio, es cierto, pero siempre noble y atendiendo al toque. Series cortas, aseado el diestro por la zurda -lo mejor del festejo-, y mal con la derecha, donde abusó del pico, de colocarse allende la rectitud del novillo y de pasarlo por las Kimbambas. El bicho duró lo que duró, apenas cuatro series, antes de terminar agotado y de que Gómez insistiese en un par de circulares inversos… que se quedaron en dos medias mitades de circular. Media desprendida nos mostró que podía haber algún fondo de casta en el ave nadadora, pues se aguantó la muerte con dignidad y la boca cerrada. El cuarto se llamaba Bermellón, pero miren ustedes lo que son las cosas, era negro salpicado, con bragas y meano de capa. Con 453 kilos era un novillo justito de fuerzas, que también manseó en varas, pero que tuvo su “aquél”, tanto en la codicia con el percal, como en la movilidad desde la lejanía con la franela. Bien picado por Juan Gil –ovación de despedida-, bien pareado por Jesús Arroyo, parecía que nos las prometíamos felices… pero no. 

Jesús Arroyo pareando al cuarto (Foto: Las-ventas.com)
Tras un pase cambiado por la espalda en que el bicho se arrancó desde treinta metros, su matador optó por ahogarlo inmisericorde en los mismos medios, cuando el animalito pedía el tercio y bastante aire… Y ahí, en las cercanías, protestaba, se quedaba a medio viaje, miraba y se preguntaba a sí mismo por qué diantres no le daban las amplias extensiones adehesadas de las que había disfrutado en su corta vida. Así que, Gómez, siempre mal colocado, se lo quitaba de en medio para fuera –lo que es regular y constante cuando se torea encima del ganado, desengáñense y hagan la prueba-, ahogándolo, fantástica concepción de este toreo moderno que, cuando no hay recursos o ideas, busca asustar por el inmundo arrimón ventajista. La cla –y sólo ella y algún turista (que eran como el 80% de los asistentes a la plaza de Las Ventas ayer)- rugía de gusto y los aficionados clamaban por otra lidia. ¡Qué si quieres! Una estocada sin cruzarse, barrenando –como lo oyen- y bastante atravesada dio con Bermellón en tierra entre el “placet” de amigos y admiradores, que invitaron  a Gómez a dar una vuelta por la plaza.

El Gallo chico en el segundo... alargando el brazo (Foto: Las-ventas.com)
Florido fue el segundo de la tarde -bien traído el mote-, un precioso novillo sardo, un dije pero con cuajo, de 452 kilos. Manso de carácter con las cabalgaduras, complicado siempre, era un torillo que se quedaba en los remates de las suertes y buscaba en alguna  ocasión. Repitió con ganas en el capote, lo que hizo perder todos los pasos posibles al Gallo chico, pero no terminaba de salir largo, incomodando al muchacho. Muy mal picado, apenas vimos un primer par de banderillas aceptable de Reyes Mendoza. Un tanteo por alto, sin fijar las plantas en el suelo, nos demostró que su avícola matador no se había cuajado en el año que ha transcurrido desde su presentación venteña. Todo para fuera, con izquierda y derecha, un novillo que -también- todo se lo pensaba y suciedad habitual en el trasteo de muleta. Un desastre auténtico. Para colmo de males, a la hora de la muerte, dos pinchazos caídos, un metisaca contrario que hizo guardia (¡y mira que es difícil!, no la guardia, sino el metisaca contrario), y una estocada arriba con el brazo por delante, antes de escuchar un aviso presidencial. El novillo se resistió a la muerte como su primer hermano. Silencio. El quinto fue Recogedor, negro listón bragado y meano, un novillo desabrido, manso y que fue a menos. Unos lances salpicados de recibo no terminaron ni de fijarlo, ni de pararlo; pasó por varas quitándose el palo y saliendo suelto –casi fue aceptablemente picado- y se le banderilleó con dignidad, aunque algo a cabeza pasada. El animalito llegó un poco bronquito a la muleta, pero repetía siempre… por las afueras, por donde lo llevaba el diestro cordobés, éste mecánico, espantoso de formas y fondos, sucio, desde y para fuera de forma constante. A la quinta serie el bicho se paró y empezó a pensárselo mejor, lo que no fue óbice para que Gallo Chico siguiese hasta la novena –de Santa Paciencia, mártir- tanda sin la menor gloria. Unos ayudados por alto culminaron la obra antes de embutirle el estoque por algo más abajo del rincón, entre la algarabía de sus hooligans. Silencio tras el arrastre.

Media sin enrollárselo a la cintura de EL Pijorro en un tercero sin trapío (Foto: Las-ventas.com)
El tercer novillo vespertino pasaba por Mañico, un torete negro bragado, meano y axiblanco que jamás debió pasar, por trapío, en Las Ventas; un becerrote digno de novilladas sin los de aúpa. Pero como no hay equipo veterinario que dé en el clavo, a éste le pusieron 456 en la báscula y para delante… Nada con el percal de Sergio Salas, sendos picotazos –refilonazos- en la antaño gallarda suerte de varas, dos pares aceptables de garapullos de Manuel Ángel Gómez, y poco más en general. Llegó Mañico a la muleta con pocas ganas y menos fuerzas, quedándose y buscando a medio pase, muchas veces con la cara alta. Sumen: manso, flojo y descastado. El Pijorro, que no estaba para debutar en Las Ventas, lo llevó siempre despegado y por y para las afueras…; ¿se dobló con él, lo cerró un poco desde los medios, lo lidió de alguna forma? Obviedades que ya pueden ustedes contestarse a sí mismos. Eso sí, el manejo del pico, y el no colocarse delante del bicho lo lleva bien aprendido. Dos pinchazos en el sótano, una entera arriba, primer aviso, ocho intentos de descabello barrenando –que se ha puesto de moda-, nuevo aviso –llevamos dos- y siete descabellos más –también con “barreneo”- antes del que acertó de casualidad… y por los pelos. El sexto y último fue un novillo negro salpicado y bonito –de cara y con una culata espectacular- llamado Coscorrón. Con 460 kilos a las espaldas, lucía y aparentaba más de lo que era, pero manseó en varas y se complicó después, embistiendo con bronquedad y sin clase alguna, frenándose y complicando la vida al Pijorro. Claro que éste tampoco hizo nada “a derechas”, y con la diestra y la zurda dio un recital de trapazos enganchados (yo juraría que fueron más del 90 por ciento de los instrumentados…, o al menos eso pareció) que terminaron por aburrir al más pintado, incluido el oponente con cuernos, que tardeó y decidió no regalar más que un cuarto de pase. Unas palmas de tango generalizadas le decidieron a tomar la espada de verdad y dejársela, tras de un pinchazo caído, en la mismísima paletilla, perdiendo el trapo, con el regocijo popular de los que habían venido en autocar desde Sanlúcar de Barrameda para ver al próximo Joselito redivivo.

Y eso fue todo en el suma y sigue de la empresa tripartita. Novilleros sin “fundamento” para novillos con la barba crecida o con las lógicas diferencias comportamentales con la aborregada condición de los toritontos habituales. Un éxito de programación. ¡Ah, por cierto!, ayer no hubo sobreros, ni sustitutos de Mollalta… encaste Domecq. 

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