En aquella tarde, y en crónica publicada en la web de la COPE nos atrevíamos a decir las siguientes palabras:
"No importan las cuatro orejas
conseguidas, no importan los trofeos acumulados, lo que ha trascendido esta
tarde es el toreo de verdad, el puro, el auténtico, el carente de
artificiosidades, de alardes ficticios, de adornos inútiles. Pudieron y
debieron haber sido más, pero el público, incomprensiblemente frío en los dos
primeros toros, y agotado por el triunfo del arte de torear en el quinto, decidió
ovacionar tres faenas que bien pudieran haberse saldado con otras tres orejas,
y una apoteosis clamorosa. Lo del Cid
de esta tarde ha estado, por completo a otro nivel, en otra órbita. Me río yo
de arrimones inútiles y estériles frente a reses que no han de embestir, que no
son capaces de dar un paso, que carecen de casta o de acometividad; me sonrío
frente a aquellos que necesitan ocho, diez series, para acabar dando dos o tres
tandas de calidad cuando el animal ya está agotado y exhausto. Tengo que menospreciar
a los que escogen triste ganado, mal presentado y sin casta, pero con suavidad
bobalicona para poder triunfar, y ni con esas consiguen el ansiado
reconocimiento, con un público favorable. El de esta tarde ha estado más que
frío, gélido, en los dos primeros toros. Para quien guste, aquellos que se
ponen al hilo, o nunca en la rectitud, mucho menos cruzados, para hilvanar
cuatro lances enganchados. Empiecen ustedes a sumar entre los que encabezan el
escalafón de matadores, sí, hasta de esos que pasan por celebridades o por los
héroes del momento. Torear es lo que esta tarde ha hecho el Cid, y no mil
pamplinas insulsas ante bichos prácticamente indefensos, diminutos, inválidos o
desmochados. El toreo es este arte épico en que un hombre se enfrenta a un toro
íntegro, encastado, con trapío, y consigue dominarlo, mandarlo, lancearlo con
gusto, y matarlo por arriba. Lo demás son historias para niños ñoños, para
almas sensibles de puro mustio, para nuevos aficionados que desconocen lo que
es la esencia del arte, la autenticidad de la lidia de reses bravas.
El Cid en aquella tarde histórica |
"La corrida de Victorino, aun sin
cumplir más que escasamente, alguno, en los caballos, ha vuelto por sus fueros
de casta, de acometividad, de movilidad, de búsqueda de los engaños y del
torero. Y cuando ha sido sometida a la poderosa muleta de Manuel Jesús, lo ha
hecho en el punto justo, sin acabar de entregarse en ningún momento, siempre
con la emoción de la casta que podía dar alguna sorpresa –desagradable para el
diestro- en cualquier momento. Los toros se llamaron Morisco, negro entrepelado , tocado y bien puesto, muy en tipo, de
518 kilos, manso pero boyante y con casta; Bogotano,
de idéntica capa, como el resto de la corrida salvo el quinto, casi veleto, de
526, manso y complicado, y encastado como toda la corrida; Moruno, con 548 a los lomos, delantero y tocado, noble, suave y al
final un poco más soso; Embolado, con
544 en la tablilla, en tipo de la casa, largo, con casta y complicado; Veranero, cárdeno, de 534, tocado de
astas, de los de la casa, guapo de verdad, y encastado; y Plateresco, de 516 en la báscula, muy bien puesto de cabeza y
bonito, algo reservón, complicado y con casta. ¿Se arrugó el Cid, después de las
dos orejas frente a éste último? Ni muchísimo menos, siguió demostrando cómo se
debe torear, mandar, aguantar y lidiar aun al más complejo de los victorinos,
tal y como hicieran antes que él, otros diestros que han pasado a la historia
por eso mismo, como Francisco Ruiz Miguel, Miguel Márquez o tantos otros, por
no citar más que a algunos de los menos recientes?
Unos victorinos de años ha (Foto RCB) |
"La corrida duró algo más de dos
horas y media, pero a nadie se le hizo larga; si hubiese durado una hora más,
les aseguro que nadie se hubiese movido de sus asientos; nadie lo hizo, contra
la costumbre general, mientras era paseado en hombros o salía por la puerta
grande bilbaína; todo el mundo aplaudía, puesto en pie, la grandeza del
momento, el triunfo del verdadero héroe. Si nos hubieran regalado un sobrero,
hubiésemos sido agraciados con una recompensa sin igual, pero el matador, en su
acepción más franca, auténtica y grande, andaba ya agotado por el esfuerzo,
físico y sobre todo mental, por la pequeña voltereta sufrida y por el palotazo
en la cara recibido. Y es que en ningún momento, le perdió la cara a la
encastada corrida de Victorino, no podía confiarse, y no lo hizo, mantuvo
siempre la atención en el ganado, en sus intenciones y condiciones, para
resolver de la mejor manera posible sus problemas, cosa que conseguiría con
creces, demostrando un poder con este tipo de ganado, llamado duro, pero
realmente de lidia, que echa por tierra a quienes lo desdeñan siempre. Días
atrás los toros salían sueltos de los caballos, tomaban un puyazo en toriles, eran mal lidiados; ayer no
ocurrió tal cosa, y el Cid, se preocupó, incluso de colocar a
más de uno de largo para que entrase en las varas, demostrando su casta y
condición. Mientras que algún lidiador, situado ahora, y desde hace un año,
poco más o menos, en lo más alto, se desentendía de la lidia y permitía que
Vista Alegre se convirtiera en coso de herradero, el Cid, ha mandado
siempre sobre los toros, los ha llevado al caballo y ha estado pendiente de
ellos en banderillas. Por cierto, qué bien pareó Alcalareño, lidió Boni, y
qué bien picaron algunos de los toreros a caballo, que tarde tan completa.
Victorino en una tienta (Foto RCB) |
"No necesitó el Cid de un repertorio
exhaustivo, no; necesitó tan sólo de los lances escrupulosamente básicos con
capote y muleta, de los fundamentos del toreo con percal y franela: la verónica
y la media –¡que cuatro medias daría en la corrida!-; el natural y el derechazo
–en redondo, largos en la medida que los toros los aceptaban-, el de pecho
-hondo, profundo, rematado en la hombrera contraria casi siempre-; y unos cuantos,
contados, pases de adorno –un farol, unos trincherazos, otros de la firma y
poco más-. ¿Y no se aburrieron con ello? Ni muchísimo menos, la gente aclamaba,
rugía, ovacionaba el toreo puro, de frente o cruzado las más de las veces,
cogiendo al toro delante y rematándolo detrás, a veces casi debajo, porque el
toro buscaba y se revolvía, pero siempre con recursos para hilar el siguiente
lance o salir airoso del apuro. Lances a la verónica con pureza y austeridad
cordobesa; unas medias belmontinas, enrollándose al toro a la cintura, no de
esas en las que el toro sigue su camino impertérrito. Dio una larga a media
altura, para rematar una serie y colocar al toro, de precisión milimétrica.
Nada de lo que ponderemos es sino pálido reflejo de las emociones que vivimos
ayer; no merece la pena individualizar las faenas, todas fueron buenas, la del
quino superior, y formaron un conjunto, un bloque magistral. Aguantó con
valentía y técnica las coladas de los toros que hicieron por él,
desentendiéndose de la muleta; estuvo entre los pitones la mayor parte del
tiempo, no buscando refugio en la pala del pitón, o en lugares por donde
transcurre la Gran Muralla china. Al segundo, por ejemplo, le aguantó, lo metió
en la muleta, después de encelarlo en la misma, y después de una colada, lo
pudo por el pitón derecho, para coger a renglón seguido la izquierda. Le
contabilicé, salvo error u omisión, veintidós series con la derecha, frente a
diecisiete con la izquierda, ¿hay quién dé más en una corrida, en la
actualidad? Al quinto, que se coló dos veces por el izquierdo en el capote, en
el quite que le hizo, que miraba al diestro con no buenas intenciones en la
muleta, y que se le venía al cuerpo antes de armar la muleta por delante en
varias tandas, le enseñó el chaleco, se colocó en su precisa y preciosa
rectitud más ortodoxa, le aguantó con una estoicidad digna de cualquier elogio
por grandilocuente que sea, y al final, ya dominado, lo toreó con esa mano
izquierda: en uno de los pases se le quedó a medio viaje, no se descompuso, le
ligó un farol con el de pecho magníficos y le dio una serie ya sometido también
por ese pitón.
"Y en la suerte suprema jamás
busco los bajos, se tiró con sinceridad y valentía en todos los toros: al
primero media arriba; al segundo, media tendida arriba y media un poco
desprendida y un descabello; al tercero una entera arriba muy buena –primera
oreja-; al cuarto, una entera casi arriba, tirándose con muchas ganas –segundo
trofeo-; al quinto, pinchazo de ley en las péndolas, y entera en el hoyo de las
agujas, cayendo el toro como una pelota –dos orejas, sacando los dos pañuelos
don Matías, a la vez-; y al sexto, casi media que bastó, y un descabello.
"¡Bien por los toros y bien por
Manuel Jesús, demostrando lo que es de verdad torear! La verdadera épica de la
fiesta de los toros. ¡Lástima que hubiese unas dos mil personas que se lo
perdieran ayer! ¡Fue una corrida histórica!"
Aquello fue lo que en caliente dijimos sobre el festejo. Esta tarde podremos volver a revivirlo parcialmente. Un nuevo vídeo con el que cierra, por este curso, sus puertas el Aula de Tauromaquia de la Universidad CEU San Pablo. Como siempre, la sesión dará comienzo a las 19.30 horas, en el Aula Magna de la Facultad de Derecho (c/ Julián Romea 22; 2ª planta), y la entrada es libre y gratuita.
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