miércoles, 4 de junio de 2014

Los de Adolfo también embisten

Madrid, 3 de junio de 2014. Casi lleno. 6 toros de Adolfo Martín, bien presentados (salvo el tercero), en el tipo de la casa, de bonitas encornaduras, de comportamiento desigual en varas (cumplidores los primeros), encastados en general, y de juego asimismo desigual, destacando los dos últimos por su boyantía, y el primero por sus complicaciones. Antonio Ferrera, silencio y silencio. Diego Urdiales, silencio y división (aviso). Miguel Ángel Perera, ovación y dos orejas.

Pues sí, después de tantos años de campaña en su contra, negarle el pan y la sal al ganadero madrileño, la prensa supuestamente especializada no podrá (si aún le queda un mínimo de honradez) sino rendirse a la evidencia de que los toros de Adolfo… también embisten. Es cierto, reconozcámoslo, que ha necesitado que se apunte a su corrida un diestro del denostado G5, y que haya conseguido hacerle la faena que podrá encumbrarlo definitivamente entre esa misma prensa. Pero, sea por una cosa u otra cualquiera, el caso es que ha quedado patente que cuando a estos toros de Adolfo se les torea sin tanta precaución como es habitual, cuando se le deja la muleta en la cara, cuando se está firmemente asentado en la plaza, cuando se torea con decisión y con temple, los toros de este singularísimo encaste de Albaserrada también responden, como cualquier otro encaste de los preferidos por los coletudos.


El sexto, un torazo de Adolfo Martín (Foto: las-ventas.com)
No sé si alguien –de esos que habitualmente ponen por las cavernas del averno a esta ganadería o al encaste en general, que son legión…- puede seguir creyendo que la selección en esta vacada se basa exclusivamente en la pelea en varas o que simplemente no existe; de todo habrá sin duda, pero, como a cualquier mediano aficionado salta a la vista, e incluso al más indocto de los espectadores se le ocurrirá, en las tientas también se fija el ganadero en el comportamiento en la muleta, aunque sus directrices no sean las de la “toreabilidad” ñoña, pastueña y mansa, sino la de la casta, repetitividad y acometividad. Luego los hijos de vacas y sementales aprobados saldrán como quiera la naturaleza dotarles, pero la selección ya está hecha conforme a esos preceptos. Y ayer pudo verse, cuando dos espadas se decidieron, cada cual a su manera (uno con éxito y otro sin él), que los “albaserradas” de Adolfo son tan boyantes como uno puede encontrarlos entre los “nuñez”, los “atanasios”, o los “domecqstizados” “domecq”, aunque no suelen aburrir como aquellos cuando se traspasa la línea de esa “toreabilidad” hacia su consecuente y siguiente descaste absoluto. Eso sí, hay que darles, como a cualquiera de ellos, la distancia apropiada a cada cual, hay que ofrecerles el trapo con sinceridad, encelarlos en el engaño, hacerles las cosas con suavidad y seguridad, sin tirones ni brusquedades, porque, y ello también es cierto, estos toros se complican y aprenden a toda velocidad, más que otros encastes más bobalicones. Cuando ayer se hicieron bien las cosas, especialmente en los dos últimos toros, éstos respondieron y pudieron verse los momentos más interesantes del festejo, premios y castigo al margen, ración de casquería más o menos abundante… ya lo veremos.
Hay que reconocer, por tanto, que los de Adolfo, en estos últimos años, han ganado la partida (si es que la hubiera) a sus primos de Victorino o de José Escolar, y aun con las diferencias y desigualdades de una vacada que se ha multiplicado bastante en las dos últimas décadas, se halla en un momento francamente atractivo.


Ayudado de Perera en el sexto, metiéndoselo para dentro...  (Foto: las-ventas.com)
Pero, desengañémonos los aficionados, nada de ello hubiese sido tan evidente para el mundo en general, si no fuera porque a esta corrida se apuntó uno de los diestros de más arriba, quizá el que se encuentra en el mejor momento de su carrera, más entregado a la causa, al espada que menos ascos hace a la diversidad de encastes de todo ese grupo del mal llamado G5, donde Morante o el Juli torean “sólo” el 93 o el 97% de los toros del encaste mayoritario. Morante, por ejemplo, en los 30 festejos en los que intervino en 2013, sólo lidió reses de 12 vacadas diferentes, un 93,33% de ellas de encaste “domecq”, y el 6,66% restante por mitades “nuñez” y “atanasio-lisardo”. Julián, en los 39 festejos lidiados, sólo se enfrentó a otras 12 vacadas diferentes, de las cuales un 97,44% fueron “domecqs”, mientras que el 2,56% restante (una corrida tan solo) fue de encaste “murube”… y seguro que fue por equivocación. Al menos ayer, el componente del G5 que hará famoso al ganadero madrileño, tiene mayor diversidad en la elección de los toros a los que se enfrenta, y eso es algo que debemos agradecerle…
Urdiales, el otro espada que, sólo por momentos, desarrolló un trasteo interesante, es un diestro que lleva años encasillado en este tipo de encastes, con apariciones más fugaces por el encaste mayoritario. Y, a pesar de ello, ha sabido hacerse valer en el panorama actual de la tauromaquia, ha logrado sonados triunfos en esta misma plaza, o en la de Bilbao, o las de su tierra natal (La Rioja), muy meritorios triunfos porque se consiguen ante corridas duras y encastadas, que otros no quieren ver ni en pintura, y ante públicos habitualmente más exigentes y menos dados a dejarse llevar por los medios sociales o la prensa del corazón… Ayer, no tuvo una tarde redonda, es cierto, pero nos permitió ver las cualidades del quinto, y atisbar un toreo de infinita mayor sinceridad (aunque sin continuidad, ni bien rematado) que el que fue aclamado en el siguiente astado.


Muletazo de Ferrera con el toro entregado y humillando  (Foto: las-ventas.com)
El que no tuvo su tarde fue Ferrera, al que sólo le entrevimos fugazmente en banderillas, bien pendiente del orden de lidia en algún toro (desde luego no en su primero), y quitando de forma brillante al picador caído en el sexto y acto seguido, y sin interrupción, al toro del indefenso caballo… Creo que es necesario recalcar esta olvidada función del director de lidia, que, especialmente en estas corridas “listas”, es absolutamente imprescindible, digna de toda alabanza. Nada, sin embargo, le vimos en el toro que abrió plaza, al que regateó con el capote, sin lucimiento, y dejó que entrase de lejos, pero sin fijar, al caballo. Fijo y humillando empujó el toro en las dos varas, aunque fue a menos en ambas y se dejó pegar al final; pero al menos cumplió, cosa que no hace la mayoría. El toro recortó bastante por el pitón derecho, revolviéndose sobre las manos, mientras el diestro pacense tomaba las lógicas precauciones con la muleta. Algo mirón, sin claridad, al menos aceptó una buena tanda por la misma diestra a continuación; parecía que Ferrera se iba haciendo con sus embestidas, y al cambiar de mano, vimos que el pitón zurdo era mejor que el derecho, en una serie irregular. Y de lo que podía ser… a lo que fue: nada hizo el torero a renglón seguido, abusando del pico, citando con la muleta por detrás del cuerpo, encimista -cuando el bicho necesitaba espacio- y con pases de apenas medio metro de longitud. ¿Por qué lo hizo?, quizá para que le pesara menos la distancia, quizá para ahorrarse complicaciones, pero el caso es que ahí terminó la interesante perspectiva de la faena. Un pinchazo bajo, a paso de banderillas y una entera delantera de posición, y el toro dobló en tablas… con la boca cerrada. Al cuarto lo saludó con lances salpicados, aunque ahora anduvo más pendiente de la lidia. Puso dos pares mejor que en su primero y paró al toro a la carrera, adornándose al tocarle en el testuz todo el trayecto. Eso, con un “albaserrada”, es digno de ser cantado (no daremos ideas, no sea que a Talavante le dé por hacerlas realidad). El de Adolfo llegó a la muleta con recorrido y claridad, pero Ferrera no supo llevárselo atrás y apostar por la faena; siempre en paralelo, algo fuera de colocación, con tandas de tres y el de pecho, la faena fue diluyéndose en la nada como un azucarillo. Al acortar distancias el bicho empezó a salir distraído y con la cara alta, sin la alegría que tenía cuando le daba distancias (por ejemplo en algún primer pase de tanda). Recorrieron ambos medio anillo, pasando por su eje central, para acabar en el tercio del cuatro, aburrido el uno, y tedioso el otro, antes de que le dejase embutido el estoque, desde lejos, y tras dos pinchazos, de una entera caída con desarme.


Remate de una serie de Urdiales, lo más sólido de toda su tarde aunque hubiese muletazos interesantes; miren cómo humilla el de Adolfo (Foto: las-ventas.com)
Tampoco Urdiales estuvo acertado en el segundo, quizá el toro más interesante de toda la corrida en varas, y que para su pecado fue asesinado en ellas. Mal puesto en suerte, fue toro que metió la cabeza por bajo, empujando, yendo de lejos en el segundo encuentro (aunque no se empleara y cabeceara) y arrancándose por su cuenta a un tercer encuentro sin respuesta del varilarguero… De lo mucho que le dieron quedó el toro flojito y apenas se mantuvo en lo sucesivo en pie. Corto, sin viaje apreciable, queriendo meter la cara, humillando, pero sin hálitos vitales, ni la buena colocación del arnedano, ni lo poco que le pudo hacer, levantaron el más mínimo interés. Pitado para que pusiese fin a la representación, Diego cogió la espada y dio una casi entera, delantera y desprendida, sin pasar, viendo como el bicho se aguantaba -encastado- la muerte. Mejor anduvo, aunque sin continuidad por falta de corazón, en el quinto. Era éste un toro que pedía a voz en grito distancias, en las que iba con alegría y se remataba franco y boyante, mientras que en el achique de espacios se revolvía y complicaba. La faena fue un continuo quiero y no puedo. Urdiales, que siempre lo toreó sin continuidad, fue alternando pases de toda calidad y condición. Situado en la precisa rectitud, echando el trapo por delante, lo embarcaba bien, pero lo despedía para fuera, evitando de este modo la repetición y teniendo que recolocarse a cada momento, recomponiendo terrenos constantemente. Hubo naturales muy interesantes, pero diluidos en una faena inconstante, inconsecuente con la calidad de la embestida del toro cuando le daba terreno, sin ninguna ligazón –buscada quizá a propósito-. Lo más sólido de la faena fueron unos adornos finales de calidad, antes de que lo pinchara sendas veces y lo descabellara a la segunda. Escuchó un aviso y luego palmas y pitos, unas y otros justificados.
Perera demostró que era uno más en el tercero. Nada le vimos, ni nos hizo presumir lo que luego vendría en sexto lugar. Es cierto que el toro fue uno de esos “albaserradas” más complicados, no tan franco como el último, un toro que también necesitaba unas distancias que el extremeño no le dio. Perdió pasos con el capote, no anduvo nada certero en la puesta al caballo, multiplicando innecesariamente los capotazos, algo que en este encaste ha de notarse más adelante, y así llegó el toro gazapón y distraído a banderillas. Y, por eso, el toro anduvo con la carita alta y sin mucha entrega en la muleta; Perera anduvo como sus compañeros de cartel, atareado en acortar distancias, en buscar ese encimismo –nada apropiado para las condiciones del toro-, bastante sucio y sin cogerle el aire. Todo auguraba que el diestro iba a ser uno más, del montón, cuando en vez de la res mayoritaria le echaban un toro de encaste tan singular. Se lo quitó de en medio de una entera un poquito trasera. Pero…, justo es reconocerlo, demostró que es el diestro en mejor momento de casi todo el escalafón con el sexto, un toro encastado, boyante, repetidor, aunque manso en los caballos. Nada hizo el de Puebla del Prior con el percal (algo que al novel presidente se le olvidó cuando sacó, con rapidez y alegría pueblerina, los dos pañuelos), pero lo vio claro en la muleta. Y a base de sobarlo al principio, de irlo metiendo en el trapo con suavidad, en paralelo, sin demasiada limpieza y desde fuera, fue encelándolo. En la tercera tanda se descubrió, por descolocación, y el toro hizo por él. Fue sólo un susto, pero era lo que necesitaba la gente para entregarse por completo, rendida como ya estaba al gesto del pacense. Y con ese toreo moderno de echar la pata atrás, fue ganándose al respetable y al toro, en lances cadenciosos, ligados, y ya, por fin, templados, cuyo principal mérito residía en lo bien que le dejaba la muleta preparada para ligar y tirar de él en el siguiente lance. Además, y en contra de lo que hacen otros muchos diestros en ese toreo julianesco, lo remataba en la cadera, no hacia el más allá, con lo que se facilitaba la ligazón y la descolocación antes de cada muletazo no era tan evidente (fíjense en el epíteto). Dos magníficas tandas con la zurda al final del trasteo fueron lo mejor, sin duda, de toda la tarde y de otras muchas (aunque le costase encontrar hasta seis tandas ese magnífico pitón…). Tras un desarme, por pisarle el toro el trapo, se tiró a matar y cobró una estocada por arriba, levemente atravesada, de la que rodó el toro como una pelota.
Don Javier Cano, a la sazón el usía del festejo, tiró rápidamente de sendos pañuelos, lo que queda muy bonito en Marbella, le critican al presidente de Bilbao y es muy censurable en la capital del reino. La faena había tenido intensidad en sus postrimerías, pero había sido desigual, la estocada buena, el orden de lidia mejorable y el toreo de capa nulo en absoluto. En conjunto no fue de dos, sino de una oreja, por más que como presidente tenga la potestad para otorgarla… ante la petición mayoritaria del público. La gente ni siquiera se enteró -por la velocidad con que sacó el moquero- de la primera… y así, después de sacarlo por segunda vez, todavía había gente que no se había enterado y un puñado de público (ahora ya no mayoritario ni muchísimo menos) que reclamaba esa segunda y ya concedida oreja… Pero bueno, como Madrid ya es como Villaconejos, ¡qué viva la casquería y a emborracharnos en el escandaloso Tendido 11, el gran invento cultural de la temporada!…

Los toros de don Adolfo Martín:
1º.- Buscador, 540 kilos, cárdeno, tocado de pitones, cumplidor en varas, complicado y revoltoso.
2º.- Malagueño, 519 kilos, cárdeno, veleto de cabeza, cumple en el caballo, pero queda flojo, y va a menos en la muleta.
3º.- Tomatillo, 510 kilos, cárdeno también, tocado de cornamenta pero justito de trapío (probablemente para no descabalar la corrida lo dejaron en el reconocimiento), manso, ahogado por su matador.
4º.- Baratero, 498 kilos, cárdeno claro, veleto y con abundante leña, manso ero embestidor, y algo a menos al final.
5º.- Escribiente, 559 kilos, cárdeno oscuro, tocado, manso en varas, bueno en la distancia y más complicado en las cercanías.
6º.- Revoltoso, 590 kilos, un torazo, cárdeno oscuro, veleto de cara, manso pero boyante y embestidor en el último tercio.

2 comentarios:

  1. ¡¡No, no y no Don Rafael!! Perera no quedó tan descolocado como Urdiales porque en primer lugar, el sexto (a diferencia del quinto) seguía hasta el final el trapo (repitiendo) y en segundo lugar, porque (a diferencia de Diego) Miguel Ángel no torea erguido (vertical). Cierto que el extremeño tuvo templanza, largura y habilidad en dejarla puesta, como que no es menos cierto que el toreo perfilero siempre tiene más longitud que el toreo de medio pecho o de frente (y mucha menos verdad). Urdiales quiso metérselo dentro, llevarlo atrás de la cadera, como nadie ha querido en este San Isidro y en muchos. Tal vez para ligar debió ganarle un paso entre muletazo y muletazo para quedar mejor colocado (pero eso exige darle poco sitio al toro y en consecuencia tener que poner la muleta más retrasada en los sucesivos muletazos). Quién sabe, doctores tiene la iglesia, pero en mi modestísima opinión de aficionado, ayer, como la mayoría de la plaza de Madrid, no lo supo ver Don Rafael.

    ResponderEliminar
  2. Querido amigo:
    Muchísimas gracias por el comentario. ¡Tienes toda la razón del mundo! Creí que se leía mejor entre líneas, pero he visto que me he equivocado por completo, y así me lo hicieron ver ayer algún que otro amigo, así que hoy vuelvo a la carga con el asunto. El problema -en mi disculpa- es que ando sin vivir en mí en estas fechas, entre líos, trabajo, y las dichosas crónicas que cada día me pesa y cuesta más escribirlas. Un fuerte abrazo y reitero mi sincero agradecimiento.

    ResponderEliminar