jueves, 5 de junio de 2014

Corrida benéfica en Villamelones

Madrid, 4 de junio de 2014. Corrida de Beneficencia. Lleno. 6 toros de Alcurrucén, mal presentados en general, alguno anovillado y sin trapío para Madrid, mansos, entre la sosería y el descaste, aunque alguno brusco. El Juli, oreja con división y palmas. Iván Fandiño, silencio y oreja (aviso). Alejandro Talavante, silencio y silencio.

A priori, uno podría pensar que dos orejas en la corrida de Beneficencia pudiera considerarse como un resultado más que aceptable en un festejo de esta categoría… Pero hasta ahí llega la realidad: buenas ideas, mejores pensamientos y una candidez irreprochable.
Lo de ayer fue, una vez más, una tomadura de pelo soberana. Y no porque asistiese el Rey desde el Palco Real, casi con absoluta unanimidad aplaudido a su llegada y salida, sino porque la magnitud del timo fue auténticamente regia, del más alto nivel, prácticamente insuperable.
Toreo, lo que se dice toreo, ayer no vimos ni por asomo en el coso de Las Ventas del Espíritu Santo; vimos eso sí cucarachear en primera instancia a un coleóptero indigno, al que habría que haber liquidado de un pisotón, e ilusiones ópticas desde el palco y otros parajes de la plaza, sin duda por los calores o el sofocón, quién sabe, en quinta instancia. Entre ambos episodios de casquería, la nada, absorbente como un agujero negro espacial, engullidor ente de cualquier tipo de dignidad, seriedad, casta, arte o esas cualidades que tantas veces hemos pintado, cantado o añorado en un espectáculo como el de la corrida.


Julián de San Blas erguido y natural en su primer antagonista (Foto: las-ventas.com)
Esto de que tengamos que conformarnos con las corriditas que montan las figuras, con sus gaches, como en Villamelones del Cebrero, es una auténtica plaga bíblica de la tauromaquia contemporánea. Ayer el ganado lidiado fue indigno, no sólo en presencia, algo que podemos achacar al nefastísimo equipo presidencial –pródigo como pocos en otorgar trofeos sandios- y a los veedores de los propios espadas, verdadero termitero destructor de la dignidad y solidez de la fiesta nacional. Mal, muy mal, los ganaderos en tolerar tamaña calamidad, azote del campo supuestamente bravo; mal, además, por enviarnos aquello que los diestros o sus representantes eligieron, plegándose servilmente a sus más ínfimos deseos; mal, muy mal, en la búsqueda de casta y verdadera bravura, sustituida -en esta oportunidad- por esa mansedumbre ñoña, sosa, simplona, pasmada, con el inesperado lunar del sexto (el único que embestía con riñones en el nefasto festejo de ayer). Culpables en primera instancia los propios espadas y sus representantes-apoderados-mentores, que intentar darnos esta achicoria sustitutiva de lo que es una corrida de toros, esta falsificación del toreo, esta burda imitación, remedo tosco, zafio, rústico y torpe de lo que es la tauromaquia de gallardía y voluntad, de asunción del máximo riesgo, de entrega, técnica e inteligencia.
No les aburriré hoy con largas peroratas, porque, discúlpenme todavía tengo en el recuerdo algunos pasajes de la corrida de Adolfo Martín, a los que –en verdad- no hice demasiada justicia, fiado en que se entendería entre líneas. Me refiero, claro está, a los soberbios naturales y derechazos, salpicados y sin continuidad, de Diego Urdiales. Lances citando de frente, dando el pecho, ofreciéndose con total, con absoluta, sinceridad a los pitones del toro, dándole la distancia adecuada, generosa, (donde es más importante cualquier cosa que se haga… bien), aguantando perfectamente la embestida, echando el trapo por delante para embarcar y encauzar las embestidas de la res, ¡cargando la suerte al embarcar!, llevándola hacia atrás tantas veces… ¡Qué pena que no hubiese mayor ligazón, que el giro de muñeca al final del pase no dejara perfectamente colocado al toro para continuar la tanda, haciéndole recomponer el terreno, qué lástima que, por ello, no pudiera dejarle la muleta colocada para el siguiente lance! Quizá el toro no lo hubiese permitido, quién sabe, mientras que en esta tauromaquia de escasa ligazón se desarrollaba perfectamente, permitiéndonos contemplar esas preciosas arrancadas del “albaserrada”… Pero qué bonitos resultaron esos pases sueltos, qué sinceros, qué profunda verdad encerraban, qué perfecta asunción de lo que es el viril enfrentamiento entre el hombre y la fiera…
Todo ello me sirvió, en buena medida, para entretener los insufribles ratos de tedio del mal llamado festejo de Beneficencia, donde los beneficiados son sólo toreros y ganaderos, que exigen a la Comunidad de Madrid prácticamente el doble de lo que son sus honorarios habituales en cualquier corrida de San Isidro... porque, dicen, ésta ya se lleva mucho del canon de explotación de la plaza. ¡Recordemos que antaño se toreaba gratis o por los gastos de la cuadrilla, y que aun en tiempos modernos algún espada lo ha hecho! Así que de Beneficencia ni pío… Es verdad que encaré el festejo de muy mal humor, y no por la presencia real, sino más bien porque a algún imbécil descerebrado, tenía uno cerca, se le ocurrió pitar y abroncar al monarca –llevando la contra a la inmensa mayoría de los asistentes-, ¡durante los sones de nuestro himno nacional! Himno que, como símbolo de nuestra nación, la más antigua de Europa, la que surge en la edad moderna como la más poderosa e importante del orbe entero, nos representa a todos, está por encima de opiniones o partidismos, de posturas o de sentimientos; el que lo pita es un malnacido, un maleducado, un ignorante y un apátrida repulsivo. Símbolo que lleva representándonos a los españoles en conjunto, de izquierdas o de derechas, durante ya casi dos siglos y medio, con la única salvedad del periodo de la II República..., que condujo a la guerra civil y a sus consecuencias (positivas para unos y odiadas para otros… que deberían meditar sobre lo que pasó en este oscurísimo periodo republicano de nuestra reciente historia).


Julipié en el cuarto (Foto: las-ventas.com)
No divaguemos. La corrida tiene fácil resumen. Lo primero que salió, homenaje al rey concluido, fue una cucaracha de Alcurrucén, indigna de trapío y con dos cuernecillos engatillados, brochos y nacidos de estrecha sien. Una birria protestada, que el equipo presidencial, tan dadivoso en trofeos, permitió que se lidiara… para el gran Julián el indómito… Y Julián, que la recibió entre caídas del pobrecito animal, que no hizo absolutamente nada con el capote de saludo (luego dio unas tafalleras en el quite de réplica a Fandiño), cucaracheó a la perfección. Posturitas retorcidas en el cite, siempre desde fuera (¡qué necesario es revisar el video de Urdiales…!), paso atrás y escondida de pierna para ligar (no fuera que le pudiese picar o morder el insecto), y al final encimismo en la pala del pitón, porque el pobre de las antenas ya no podía ni con las alas que forman su caparazón… Ese requete-sobeteo ante un animal incapaz, inútil ya por el cansancio y la falta de casta, por la ausencia de fuerzas y de impulso vital, sin duda es grandioso. Unos adornillos para cerrar al bicho, y eso sí, una buena ración de Flit ®, para eutanasiarlo. Podríamos decir, si hubiese habido toro, que fue una buena estocada. El indigente, aunque pródigo, palco regaló una oreja sin petición apropiada y se motivo una enorme división en el coso. El gran Julián no revalidó título en el cuarto, otro bicho manso, soso y a menos, que carecía de la menor casta e interés alguno, Y así la gente se olvidó de lo que intentaba vendernos… con las mismas formas, manera y “esencia” que en su primero. Muchísima cantidad para una calidad penosa. Media traserísima, con salto reivindicador del julipié, e indiferencia general.


Gran estocada de Fandiño en el quinto (Foto: las-ventas.com)
A Fandiño le gritaron, en uno de esos silencios que ahora se imponen en la plaza, como si esto fuese Sevilla o estuviéramos en misa, que antes cargaba la suerte… y ahora no. El comentario, evidentemente fue demoledor. Y así, ante su primero, un torito flojo, brusquito, pero sin maldad, que fue a menos, entre caídas motivadas por los tirones violentos que daba con la muleta, y la natural flojedad del incapaz, fue practicando ese toreo contemporáneo de escondida de pierna y retirada franca para que el animal circule cómodamente, toreo julianesco. Como el bicho debió oler los residuos del Flit ®, se apagó por completo en la cuarta tanda y el de Orduña, que no brindó al monarca… porque está en su derecho (pero que luego no suba al palco real a merendar y saludarle para la foto oficial, hay que ser consecuente en esta vida, hijo mío), lo despachó para las inválidas, lentas e impresentables mulas (las de dos y cuatro partas, según se mire) de una entera desprendida. Y como no hubo más que silencio, el usía tuvo que regalarle la oreja villamelonense, con lanzamiento de gallina incluida en la vuelta al ruedo, en el quinto de la tarde. ¡Qué viva mi pueblo! Nada le dio con el capote (abstinencia carnal que es una virtud en el ámbito de la castidad) al mansísimo animal, que huía de la puya como del demonio… ¡Un bicho que se quería quitar las banderillas mal colocadas con las patas…!, cosa que muy rara vez puede verse en una plaza y que demuestra hasta qué punto puede llegar la mansedumbre en esto de la crianza del toro. Despertó algo en los comienzos de la faena, pero se apagó en seguida porque debajo de aquella superficialidad de embestidas no había casta sustentadora, acometividad real sino fingida. Ligó algo en esos comienzos a base de toreo julianesco, abusó del pico y por ello se le coló el bicho alguna vez, y terminó con el pueblerino y bonito número del arrimón efectista cuando el animalete dejó de embestir. Todo muy propio de Villamelones del Cebrero. Unas insustituibles bernardinas, final obligado en este toreo de villorrio, y camisa grasienta del tractor o sucia de la era, una buena estocada por arriba, soberbia de ejecución y colocación, un aviso y varias levantadas del mortalmente herido buey por la mala labor del puntillero. El apéndice auricular, reclamado por el pueblo, no fue protestado por la estocada.


Así llegó Talavante y así casi se fue de la misma (Foto: las-ventas.com)
Al gran Talavante, ahora apoderado por el inefable Curro Vázquez (otra plaga semibíblica), le tocó otra de las sardinas de la lata de Alcurrucén ®. Salvo que, al contrario que sus compañeros de heroicas proezas, se fue de vacío y entre pitos del coso que creíamos estaba situado al lado de la M30 y del arroyo Abroñigal. Como la cucaracha le protestaba en el inicio del trasteo decidió tomar todas las precauciones posibles (pico, desde fuera para metérselo a cabeza pasada -enganchándole casi siempre el trapo­-), y entre la ñoñería de la res, y su incapacidad de transmitir emoción alguna, aburrió al personal (quizá con la exclusión de los que aplauden por sistema al finalizar las tandas, las banderillas en la paletilla o el riñón y el bajonazo chalequero… certero). Tras de esta “esaborisióin” le dejó una entera tendida y trasera e hicieron en grupo procesión a toriles a toda máquina, donde lo descabelló a la cuarta. La otra fiera coleóptera, carente de cuartos traseros, tampoco “se dejó”, aunque ésta sí sacase la casta que le faltó al resto de la pretendida corrida de toros. Y como Talavante no estaba por esto de la inmolación, aguantaba poco, y sufría más, apenas le ponía el trapo para despedirlo de sus cercanías y nunca estuvo a la altura de lo que el torillo hubiese podido ofrecer. Para no dejar en mal lugar a los aplaudidores profesionales, les regaló un señor bajonazo, tendido además, que escupió la cucaracha, y habiendo fallado en el tercer intento de descabello, ésta, aburrida, se echó.

Dicen que el veto a Molés procede en esencia de Julián, no sé qué habrá de cierto en ello..., pero lo que nos puede traer el salvador de San Blas es todavía peor, así que no lancen las campanas al vuelo…

Los bichos de las figuras:
1º.- Rompepuertas, 513 kilos, jajajajajaja, una cucaracha negra, tocada de antenas y engatillada, estrecha de sienes y sin remate ninguno, cómoda, mansa, floja y de tan baboseante condición como la de un molusco.
2º.- Corneta, 546 kilos, coloradito, tocadito, mansito, flojito, brusquito pero sin incomodar, y yendo a menos para no molestar.
3º.- Cumbre-Alta, 595 kilos, jajajajajaja, justito de trapío, castaño chorreado, bragado y meano, tocadito de púas, manso, soso y ñoño.
4º.- Herrerito, 544 kilos, castaño listón chorreado, levemente tocado, manso, sosito y a menos el pobrecín.
5º.- Pelucón, 547 kilos, castaño chorreado, bragado, delantero pero con tendencia a abrochar para no importunar, mansísimo en varas y banderillas, yendo a menos en la franela rápidamente tras un comienzo de suspense.
6º.- Barba-Azul, 523 kilos, jajajajajaja, castaño chorreado, tocadito de armas, sin remate por detrás, manso, encastado y con genio.

2 comentarios:

  1. Suelo estar muy de acuerdo con su forma de ver las corridas pero ayer se le escapó destacar el toreo de Urdiales. Un aficionado de nombre catalán se lo avisó y hoy yo mismo, desde Tarragona, me congratulo de que haya hecho una mención en la crítica de Beneficencia. Efectivamente, aunque sin ligazón, esos muletazos sueltos de Urdiales probablemente han sido lo mejor de la Feria a mi modesto entender.
    Por otro lado, no comulgo con sus loas al Perera del otro día: lo vi como siempre, destoreando y dándose ventaja en la estocada de forma alevosa. Respecto a Fandiño, muy bien visto: se ha apuntado al tiovio ridículo de las figuras, se acabó el echar la pata p'alante que le costó una grave cogida el año pasado ¿Para qué? Total, le aplaudirán igual... ¡Qué pena!
    Saludos desde Tarragona. Rafa.

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  2. Muy precisa crónica, mordaz y bien escrita! ... incluyendo la defensa a las enseñas patrias.

    Agradezco la mención a la actuación de Urdiales en la anterior tarde, porque - falta de ligazón aparte-, es de lo poco que me ha quedado en la retina esta feria.

    Gracias y saludos

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