miércoles, 21 de mayo de 2014

Pasos, pases y poses

El comentario de Ángel Arranz


Clásicos

Los españoles son siempre valientes, los extranjeros son valientes cuando tienen que serlo”. No sé quién es el “inventor” de la frase. Solo sé que, en mi opinión, hay que administrarlo. Ayer hubo valor, no sé si real, de necesidad o arrebatado. El toreo clásico es fijar, parar, templar, mandar y enlazar o adornarse con las embestidas de los toros, y cada cual con su propia personalidad. El toreo de moda es pegar pases y dar lances o muletazos corriendo la mano o las manos con dudoso y repetitivo plan, sitio, temple, dominio y mando. En el primer caso se hacen las cosas bien y hay cornadas En el segundo las cosas se hacen regular o mal y las cornadas se multiplican.
Lo clásico, desde el principio de los tiempos en general, y de las “filosofías” griega y romana en particular, es lo eterno. Los clásicos son modelos y modales contrastados y establecidos a seguir… que nunca pasan de moda.
La moda es efímera, suelen ser gustos, disgustos y asuntos de indocumentados, voluntariosos, ególatras, modorros o modorras.
Es verdad que lo clásico se ha ido formando y conformando sin prisas y sin pausas con los inventos y eventos de todos los momentos. Con tiento, porque de la infinidad de inventos y eventos que nos ofrecen los mercados, los mercaderes, los modelos y sus modas, son pocos los que tenían, tienen y tendrán el tratamiento de clásicos, y menos aun los que perdurarán en y para los ejemplos lúcidos de la Historia. De casi todo lo moderno de la modernidad apenas quedarán huellas eternas.
Los cimientos, argumentos y fundamentos clásicos del arte de torear vienen de siglos. Ocurre que el toreo clásico se hacía en movimiento… como lo hacían Pedro Romero, Costillares o Pepe Hillo a finales del siglo XVIII. Varias décadas después, Paquiro, y más tarde Lagartijo, lo van organizando y perfeccionando hasta que lo culmina José Gómez “Gallito”.
Es Belmonte el que aporta la modernidad –no confundir con moda- al melodrama del ruedo. Modernidad que se hace clásica porque está basada en la quietud, emotividad y riesgo. La modernidad de Belmonte tiene dos partes. En la primera, la quietud es casi siempre en pases sueltos… sin ligarlos o enlazarlos con los siguientes. Es Chicuelo, en los años veinte del siglo pasado el pionero en “ligar” o redondear las suertes de varios pases unidos y “rematados”. Belmonte, en su reaparición de los años treinta, con un toreo más relajado y elaborado, une para los restos la antigüedad y la  modernidad clásicas de la expresividad en el albero.
Todo lo que viene después son intérpretes y estilos derivados de esa actualización… sin olvidar que “las reglas de juego que impone Belmonte” tienen que recurrir a los clásicos anteriores, sobre todo a la maestría, táctica y técnica de “Gallito”. Digamos que lo clásico es lo más culto, sobrio, hondo y elegante de todas las tradiciones, modernidades y vanguardias. Lo clásico tiene muchísimo más de romanticismo que de simplicidad o esnobismo.
No sé si los toreros de ayer –David Mora, Antonio Nazaré y Jiménez Fortes- conocen los hitos y matices expuestos. El saber no ocupa lugar… hay que exigir los principios básicos evocadores y evolutivos a los profesionales de cualquier sector, y más a los que se consideran artistas. Ayudan a saber ser y estar… en la calle y en el ruedo.
El caso es que los tres fueron a la enfermería con pronósticos graves o muy graves; se suspendió la corrida. Los toros lidiados, con genio y sentido; para hacer las lidias clásicas en vez de proseguir modas o atropellando y precipitando la razón… buena o mala suerte al margen. Todos les deseamos una pronta y completa recuperación. Pero… hay que estudiar y reflexionar.
 Que Dios, y los “dioses” del arte de torear repartan lecciones y suertes.
            Clásico no es ser fanático
            Clásico no es ser maniático
            Clásico no es ser lunático
            Clásico no es ser estático
            Ni siquiera es ser monárquico
            Clásico es ser dinámico
            Clásico es ser pragmático
            Clásico es ser diplomático
            No hace falta ser suntuoso
            No hacen falta clarines ruidosos
            No hacen falta timbales presuntuosos
            Si hace falta ser… cabal – respetuoso.

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