jueves, 27 de junio de 2013

Una visita a la historia de la fiesta


He tenido estos días pasados la oportunidad de volver a recorrer y repasar las salas del Museo Francisco Montes Paquiro, de Chiclana de la Frontera, obra de mi buen amigo Pedro Leal Aragón, una de esas personas que, desinteresadamente, abordan y mantienen la tradición cultural de nuestra piel de toro. Abordan, mantienen y soportan, porque también el esfuerzo económico para su manutención es importante.


El Museo de Chiclana es un verdadero ejemplo, no sólo por la calidad de las piezas mostradas -algunas de las cuales podrían figurar entre las colecciones más encumbradas de pintura o escultura de los mejores museos nacionales, sino por su afán didáctico y por el recorrido que hace -muy especialmente- de la época romántica del toreo.


No sólo al abundantísima iconografía del más grande lidiador del siglo XIX -Francisco Montes, claro está- sino también la pintura y grabados de aquel interesantísimo siglo están presentes con innumerables muestras de calidad superior; uno puede recrearse con la visión de trajes de toreros famosos, capotes de paseo, documentos, objetos diversos (hay varias obras de marquetería en muebles -como una mesa de la propiedad y dedicada al mismo de Francisco Arjona Reyes, Currito-verdaderamente únicas). Un Mueso, en suma, que merece la pena tener en cuenta y que obliga a cualquier aficionado a acercarse a la preciosa localidad gaditana, incluso desviándose de su ruta para poder pasar unos momentos verdaderamente deliciosos. 



Aprovechando la ocasión, pudimos exponer, ante un público numeroso y extraordinariamente generoso, algunos de los últimos hallazgos que sobre la genial figura de Paquiro hemos tenido la oportunidad de descubrir y estudiar. No sólo algunas de las que hemos expuesto en este mismo blog, sino también, por ejemplo, tres contratos de Montes en Madrid, los tres primeros de su carrera taurina, comenzando por el que firmó para su primera temporada como matador de toros en la plaza de la Villa y Corte, en 1831 (que obran en la colección de mi buen amigo Rafael Berrocal). Su presencia, junto a Juan Jiménez el Morenillo y Manuel Romero Carreto, y alternando con ellos, nos sorprende por la importancia que se le da a un matador novel, que -sin duda- tendría que haber mostrado ya sus aptitudes en la plaza de Madrid (aquella situada a las afueras de la Puerta de Alcalá por entonces). Sus elevados emolumentos (2200 reales en corrida completa -mañana y tarde- y 1800 en media corrida de sólo tarde) demuestran que su figura era ya conocida, pese a que no nos hayan quedado más testimonios de su vida taurina anterior, que dos carteles (del Puerto de Santa María y de Sevilla, como sobresaliente de espada en ambas ocasiones, en el año precedente de 1830), y el comentario de Pedro Romero al Conde de la Estrella de que Paquilo -Paquiro o Paquillo- se había estrenado como banderillero en la Corte y que necesitaba mejorar en su forma de estoquear los toros. El contrato de 1832, en el que firma conjuntamente con los Sombrereros, Antonio y Luis Ruiz, eleva su cotización a 2600 reales en corrida entera (2200 reales por media corrida) y cuando el rey felón, Fernando VII, expulsa a los hermanos Ruiz de la plaza de Madrid, furibundos absolutistas que estaban siempre a la greña con cualquiera que oliese de lejos a liberalidad, Montes es contratado como primera espada ganando ya 3000 y 2600 reales respectivamente. En tan sólo año y medio, logra Paquiro ascender a lo más alto del escalafón taurino, con ganancias superiores o idénticas a las de los espadas más renombrados de su época.


También pudimos mostrar la enorme trascendencia que Montes alcanzó en su época, superando en popularidad prácticamente a cualquier personaje de su época -acaso con la salvedad del Presidente del Consejo de Ministros o algún militar de aquellos revueltos tiempos de guerras carlistas-, y como incluso la prensa internacional se hizo eco de su desgraciada cogida en la plaza de Madrid de 1850, la que a la postre le causaría la muerte, en su Chiclana natal, meses más tarde. El periódico londinense The Illustrated London News, describe la cogida de Paquiro apenas quince días después de producida, e incluye el único grabado conocido que se tiene del infeliz suceso. Ello no deja de ser un testimonio internacional de la importancia social que Montes alcanzó en sus días. 
Disfrutamos, por tanto, hablando del genial Paquiro, y degustando la impresionante colección que, en un Museo ejemplar, como el de Chiclana, se nos brinda para solaz y enriquecimiento cultural de cualquier buen aficionado. 

1 comentario:

  1. Fue todo un placer escuchar a un ponente como dios manda, tristemente no es lo habitual. Me quedé con las ganas de hacerle alguna pregunta, no se porqué no hubo un tiempo, ni mucho ni poco, para que el escuchante expusiera sus dudas o inquietudes acerca del tema. No siempre se le tiene a usted en frente.
    Gracias y saludos desde Chiclana de la Frontera.

    ResponderEliminar