lunes, 24 de junio de 2013

Presagios de la edad de plomo

Madrid, 23 de junio de 2013. Menos de un quinto de plaza. 3 toros de Lozano Hermanos (1º, 2º y 6º) y 3 de El Cortijillo (3º, 4º y 5º), desiguales de presencia, mansos o muy mansos en varas, alguno flojo, y descastados y a menos o rajados al final. Rafael Cerro, silencio (dos avisos), silencio (aviso), silencio (aviso), silencio (aviso) y silencio (dos avisos). Sebastián Ritter, ovación (aviso) en el único que mató.

El “fantástico” festejo programado por la empresa madrileña –entiendan la ironía- se saldó con el previsible fiasco habitual. Se anunciaban en “mano a mano” dos de los novilleros que más habían destacado esta temporada en Madrid, dos novilleros –por cierto- que apuntaron sin disparar, porque no debemos olvidar que ninguno de ellos consiguió siquiera cortar una triste y facilona oreja en el coso situado a las orillas del antiguo arroyo Abroñigal. Saludos y silencio en su primera intervención, y ovación y vuelta de la cuadrilla -tras su cogida- en su segunda, de Rafael Cerro, con un saldo de cuatro avisos el primer día y dos el segundo. Silencio y ovación –también con visita a la enfermería- para el segundo de los novilleros en su única aparición el 27 de mayo pasado. Mano a mano de poco peso específico, pero que abarata los costes empresariales sin rebajar ni un duro las entradas de Las Ventas. Es tónica que se va a imponer de aquí en adelante y que ya se anuncia hasta en ferias de postín (Valencia y su feria de san Jaime, por ejemplo, donde Simón Casas, uno de los miembros del tripartito madrileño, lo anuncia por duplicado).
La programada novillada de Espartaco se quedó en los corrales con billete de vuelta a la dehesa, quizá porque el ganadero exigió pronto pago, quizá porque sus novillos embisten, quizá porque a los del reconocimiento matutino les dio por mirar donde luego no miraron con los de los todopoderosos hermanos Lozano… Sea como fuere, al fin, la –no digo que anisada, pero sí esperada- novillada de Juan Antonio Ruiz, fue sustituida por sendos lotes de tres bichos de dos ganaderías diferentes, aunque hermanas, de los ganaderos de La Sagra: El Cortijillo y Lozano Hermanos. Fíjense que hasta en estas novilladas “veraniegas” tenemos ya baile de corrales… Lo que salió de toriles fue una inmundicia, una moruchada infame, un “piélago de calamidades” –como dice Hamlet en su monólogo famoso- no sé si para morir o para dormir, desde luego nunca para soñar; dormir hasta al más aficionado al toro bravo, morir –o matar- al arte de la tauromaquia. La única ensoñación posible, a la vista de tales calamidades quizá sea la de considerar qué futuro le espera a este arte eterno, intemporal, y sin embargo caduco. Recuerden que el infausto príncipe de Dinamarca atormentado por sus pesares declamaba “¡Morir..., dormir! ¡Dormir!..., ¡tal vez soñar!, ¡sí, he ahí el problema! ¡Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos liberado del torbellino de la vida! ¡He aquí la reflexión que da existencia tan larga al infortunio!…”. Pues, en efecto, ¡he ahí el problema!, ¿qué  sueños, qué futuro ha de sobrevenir en aquel sueño de la muerte del arte, de la desaparición de la casta en el antaño toro de lidia…? ¿Cuál es el negro futuro que nos anuncian tales animales y novilleros?

Lo que los Lozano, la empresa tripartita, el nuevo presidente don Justo Polo y el equipo veterinario creen que es el novillo para Madrid, el impresentable tercero (Foto: las-ventas.com)
La fiesta ha atravesado distintas etapas, ha ido evolucionando a lo largo de tres siglos de existencia tal y como la conocemos, se alcanzó una Edad de Oro, a la que siguió una Edad de Plata… y quizá -como ayer afirmaba un amigo en aquel refugio de aficionados que aun constituye la grada del 8, en la que buscamos cobijo fuera del abono- estemos entrando en la Edad de Plomo.  ¿Quién sabe si a ésta habrá de sucederle la Edad de Osmio que, como saben, es metal aun más pesado que el plomo, y el de mayor densidad conocida en la faz terrestre?
Y sumen, ya puestos a ello, la exigua presencia de al menos dos o tres de los novillos enviados por el trust empresario-ganadero para la primera plaza del mundo, quizá porque al no haber exigencias de pronto pago, o porque sirvió como intercambio de cromos para otras plazas y con otros diestros, tampoco habrían de enviar a la triste plaza de nuestros infortunios la cabecera de camada entre los de tres a cuatro añitos…
No llegamos a entender qué es lo que se pretende, ni con estas novilladas, ni con tales carteles, ni con la insufrible pesadez a que nos someten los lidiadores en el ruedo… Quizá, aprovechando la narración explicativa radiada que la empresa hace para turistas en las gradas del 8 y del 9, nos enteremos, por fin, de dónde radica el quid de la cuestión… Desde luego, por conocimientos, lecturas o experiencia, no. ¿Por qué un diestro que se queda con cinco toros, en vez de abreviar en el último tercio frente a los novillos que no tienen faena, se empeña en darles trapazos hasta escuchar, nada más, ni nada menos, que siete avisos él solito, sin contar el que escuchó Ritter? Misterios del arte… ¿Por qué una novillada, en la que no se vio absolutamente nada, tiene que durar dos horas y media, sin devolución de novillo alguno? ¿Por qué, Dios mío, por qué? ¿Por qué el sobresaliente de espada –al que no se anunció en la hoja–programa, quizá porque a la postre no sería necesario en absoluto-, Javier Martín, no dio ni un solo capotazo? ¿Por qué la lidia fue un desastre de principio a fin, con más capotazos de los que ustedes sean capaces de recordar, juntar, sumar o multiplicar, sin llevar toreado jamás a ninguno de los bichejos lidiados? ¿Por qué todo se hizo a base de tirones, de trallazos, de lances bruscos y eléctricos, cuando los moruchos necesitaban más suavidad, mimo y temple, para atemperar sus descastadas embestidas? ¿Por qué tanto cite con la muleta por detrás del cuerpo, cuando los bichos pedían taparse y llevarlos más metidos en el engaño, vistas sus escasas cualidades de calidad y nobleza? ¿Por qué se descubrieron los dos novilleros como lo hicieron? ¿Es falta de bagaje, de experiencia, de recorrido como profesionales? Pues que se curtan en otros lares antes de acudir a la plaza de Madrid… En suma, una novillada para olvidar, disparatada desde su anuncio a su resolución final, con un esperado resultado y con el tributo de la sangre vertida. ¡Estarán felizmente orgullosos los miembros del tripartito empresarial!

La cogida "a porta gayola" de Cerro en el primero. El Dr. Martín Albo, al fondo, estupefacto (Foto: las-ventas.com)
No quiero aburrirles más. Un breve paseo por la lidia de cada novillejo, nos servirá para ratificar lo comentado. Abrió plaza Rafael Cerro con Afanes, un novillo de 489 kilos (colorado bragado y calcetero), manso animal que se defendió en el peto y salió suelto, soso y descastado. Salió parado, y cogió de mala manera a Cerro que lo esperaba a porta gayola. ¡Qué calamidad de lance! Y encima darlo en el primer novillo, sin saber cómo están saliendo las reses de toriles… y sin levantarse, como dicta la razón.la inteligencia, el entendimiento, cuando ves que el toro no sale boyante y a la carrera de chiqueros. Pues nada de nada; allí esperó Cerro a que el novillo se le acercara casi al paso, se frenara –como era presumible y le gritábamos desde nuestra localidad- y le cogiera de muy mala manera… A punto estuvo de volver a repetir la “hazaña” en el sexto, entre el entusiasmo circense (de circo romano, entiendan), de los muchos extranjeros que ayer había en la plaza, que al parecer sólo buscaban emociones a través de la sangre derramada; menos mal que en éste último, finalmente optó por levantarse antes de un nuevo percance… Con el primero no hubo mayores opciones. Igual que salió, continuó, y al paso siempre, con la cara a media altura, sin entrega jamás, parándose a veces al rematar la suerte, el bicho nada dijo, y tampoco su matador. Ligó en dos o tres series iniciales a base de esconder la pierna –ni Camino, ni el Viti, ni Ordóñez, ni Rafael Ortega, ni Bienvenida, ni Puerta, ni Ostos, ni Antoñete, ni Manolo Vázquez, ni Ruiz Miguel, ni José Fuentes, ni Manolo Cortés, ni Rincón, ni… jamás llegaron a torear nunca…- y punto y final. Soso el uno y más soso el otro, ¡qué le vamos a hacer! Tras unos ayudados por alto, prescindibles, pero por animar el cotarro, dio un primer pinchazo caído, sonó el primer aviso, luego perdió el tiempo todo lo que pudo antes de enjaretarle una entera, que hizo un palmo de guardia por el costado izquierdo, sonó un segundo aviso, intentó descabellarle tres veces, el usía le perdonó el tercer aviso, y el novillo se echó cansado de existir. Lo único interesante, unas saltilleras, rectificando terrenos, tras un quite de Ritter por gaoneras ajustadísimas.

La cogida de Ritter en el segundo (Foto: las-ventas.com)
A Ritter le tocó en mala suerte Vencedor (un bicho de 465 kilos, más bien justito de presencia, colorado chorreado, muy manso, brusco y descastado), al que recibió con unos trallazos con el capote que sólo servirían, a la postre, para complicar al novillo. El cornúpeto huía de los caballos, la lidia se convirtió en un herradero, donde no hubo un capotazo con sentido o con suavidad, y llegó el animalito a la muleta a base de arreones y con brusquedad manifiesta. No hubo limpieza alguna en la faena, llena toda de enganchones, con una u otra mano, todo abusando del pico –quizá ahí radicó buena parte de la culpa de aquellos-, algo descolocado y a media altura, sin bajarle la mano para mandar en sus arrancadas jamás. Y al descubrirse en la tercera tanda, por llevar la muleta por detrás del cuerpo, le infirió Vencedor una cornada de dos trayectorias de 10 y 15 cm, gracias a Dios sólo musculares. No pasó tras ello a la enfermería, y aunque no lo llevó toreado jamás, justo es reconocerlo, aguantó heroicamente hasta la muerte de su oponente, truncando el nombre y la premonición que anunciaba. Muerte que le dio con un pinchazo tendido y una entera trasera, cuarteando, antes de oír un aviso y acertarle con el primer descabello. Saludó una cariñosísima ovación mientras se dirigía, por su pie y atravesando el ruedo, a los dominios del Dr. García Padrós.

Primera parte de la cogida de Ritter, antes de que le calase (Foto: las-ventas.com)
El resto de la novillada quedó para Cerro, y ya podría haberse reducido a lo correspondiente. El tercer animalejo fue un “becerrote” llamado Alcachofa –vaya nombrecito-, una res impropia de Las Ventas, con 455 kilos, ayuna de trapío y de capa negra listón chorreada. Muy manso también en varas (aunque en el cuarto encuentro empujó más, con la cara alta, había salido “de najas” en los tres primeros cites), que se dolió en banderillas, y llegó brusco, rajado y descastado al fin. Cerro, que acabó siguiendo al novillo a chiqueros y donde éste quiso llevarle, terminó por darle pases al hilo de tablas, siempre a favor de querencia, nunca en contra, sin sal ni gracia alguna hasta la extenuación. Esto de mandar, dominar o someter a los toros a tu voluntad ha debido quedar para los diestros de nuestra niñez o juventud citados… Así que allá que fueron cien muletazos siempre por los adentros, antes de sacudirle dos pinchazos a la carrera, una entera caída y atravesada, también a paso de banderillas, y que sonara un nuevo aviso (el cuarto de la tarde). En el siguiente, Musiquera por mal apodo (otro de insuficiente presencia, 468 kilos, colorado, manso, sin clase, que embistió a media altura y descastado), más ración de lo mismo. Siempre fuerita, dando el paso atrás para ligar como no necesitaron hacerlo ninguno de los maestros precitados, al menos sacó los muletazos limpios en las dos primeras tandas. El resto…, una repetición de la jugada del primero y de lo que serían los siguientes. Pico, suciedad, sustos por descubrirse (dos serios en este novillo), lances para las afueras tantas veces… y una muerte provocada tras dos pinchazos saliéndose de la suerte, tres cuartos de espada desprendidos, con desarme, un aviso y un descabello.

Cerro lanceando de capa a uno de sus cinco novillos... algo despegado (Foto: las-ventas.com)
En el quinto, motejado Carasucia (480 kilos, colorado, nada aparatoso de cabeza, como sus hermanos, manso, descastado y yendo a menos), más de lo mismo. Unos trapazos bruscos, como de tanteo, quitándose el espada cuando venía el novillo -sobre todo porque inició éste con cierta codicia y ciñéndose-; y cuando el bicho llegó a su estado natural, al paso y reservón, pesadísimo para nada, sin unidad ni continuidad, pero aguantando algún parón del animal… a cabeza pasada. Hasta cuatro pinchazos, saliéndose en todos de la suerte, dos de ellos con pérdida del trapo, un aviso, con el animalito a la huída, y tres cuartos de espada bajos y delanteros, con un descabello fueron necesarios para que el toro sucumbiera junto al arte de la tauromaquia. En éste “sólo” hubo dos achuchones serios… con desbordamiento.
Por fin se nos anunció al último, Altanero de mote (453 kilos, castañito, manso, descastado, embistiendo a media altura y yendo a menos; un lujo que fue coreado por parte de la afición con alusiones a la moruchada y a los ganaderos), al que volvió a recibir a porta gayola… ¡Vamos, lo lógico dado como estaba saliendo el ganado…! Menos mal que se levantó antes de que llegara el bicho, que salió –exactamente- como el primero. Dio unos delantales Cerro en su quite (variedad no podemos negarle con el capote, otra cosa es calidad), y volvió a brindar al público… como en su primero. Pues como en aquél, o como en el resto de la novillada… Comenzó con un desarme de muleta que el novillo envió a unos veinte metros de distancia, siguió con un tanteo por alto que el bicho no requería, continuó llevándolo a media altura –el animalito rebrincado- desde fuera y perdiendo pasos, y prosiguió dando cinco mil pases más entre la indiferencia general, con la muleta por detrás del cuerpo y abusando del pico. Un sobeteo final, visto que no había respuesta popular, y sin gozar tampoco de ésta, un nuevo desarme, un pinchazo sin pasar (el novillo se tapó bastante) con nuevo desarme, primer aviso, una entera caída también con desarme (llevamos tres), un descabello, segundo aviso –imaginen el tiempo que pasaba sin hacer gran cosa- y siete descabellos más rebuscando con el estoque en la pobre nuca del animal, hasta que el de Lozano Hermanos dobló, con perdón presidencial del tercer y último aviso…

Y antes de que me lo den ustedes, se despide éste que subscribe por el foro… Seguro que hoy la prensa cantará la "gesta" de los cinco novillos de otra manera.

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