sábado, 1 de junio de 2013

La triste y cruda realidad

Madrid, 31 de mayo de 2013. Dos tercios de entrada. 4 toros de Samuel Flores y 1 de Manuela Agustina López Flores (2º), mal presentados, mansos o muy mansos, de comportamiento mular en la muleta, salvo el primero que tuvo tres series y el quinto que fue con la cara alta. 1 toro de Aurelio Hernando (3º bis), bien presentado, manso, complicado. Antón Cortés, silencio y silencio. Pérez Mota, que confirmaba la alternativa, silencio (aviso) y ovación (aviso). Rubén Pinar, ovación (aviso) y silencio.

Lo del jueves fue un puro espejismo. Nos lo temíamos. Ayer retornamos a la cruda y triste realidad, la de toros sin presencia, sin bravura, sin casta alguna, y toreros que buscan los alivios, subterfugios y comodidades más que la ética y la verdad, aunque este viernes se estrellaran frente al muro del descaste. Todo volvió al punto de partida. ¿Para qué servirán ejemplos como el de la corrida de Adolfo, con tres espadas entregados a su profesión y unos subalternos, en buena medida, a su altura? ¡Qué mundo éste, en el que ni siquiera las alegrías duran veinticuatro horas!

Uno de los de Samuel de ayer...
¿O era éste...? (Foto: las-ventas.com)
El encierro de Samuel –me niego a llamar a esto corrida- fue una auténtica mulada; falta de trapío, de fuerzas en muchos casos y de cualquier atisbo que pudiera hacernos recordar a alguno de los toros lidiados el jueves. Reses desproporcionadas de cabeza –bueno está lo bueno, pero sin exageraciones- que más parecían ser híbridos de venado y vaca adúltera, que los responsables de los reconocimientos, veedores y empresa creyeron nos tragaríamos sin rechistar porque iban cubiertas por la sombra de tamaños parasoles. ¡Hay que ser golfo o tonto para creerlo! Hubo alguna escuálida sardina que ni aun conseguía taparse con el tocado cefálico desmesurado, novillejo sin picadores al que la absurda cornamenta desequilibraba por delante. ¡Vaya tomadura de pelo! Comprendo que al público indocto, al que sólo se fija en la tablilla, lo engañen como a chinos… QUE ES PRECISAMENTE LO QUE QUIEREN, pero, ¡hombre!, todavía quedan algunos aficionados en el coso de Las Ventas que, aunque cada día más acomodaticios –por aquello de que si levantas la voz te miran mal o directamente te insultan centenares de clas-, saben distinguir un toro de lidia de un ciervo volador (que es una especie, como saben, de escarabajo con cuernos –pinzas- exageradas). Que al público le den gato por liebre –cuernos por trapío- debería ya ser causa de que la Comunidad de Madrid tomara ya cartas en el asunto, pero que nos tilden a todos de tontos, debería ser motivo de advertencia muy grave. Pues nada, como siempre, todos a tragar con el escarabajo pelotero que nos cuelan día a día –con las salvedades y honrosas excepciones conocidas- en los chiqueros de la primera plaza del mundo. Yo quiero el ganado que se presenta en Bilbao… y no está colección de coleópteros.  

Pérez Mota en el primero... ¡vaya trapío, qué alto de agujas, vaya cuartos traseros! (Foto: las-ventas.com)
Muy brevemente, porque lo de ayer no merece en absoluto la pena, y menos dedicarle un buen rato de nuestro valioso tiempo, les contaré que abrió plaza, para la confirmación de Pérez Mota, ¡seis años después de tomar la misma!, un animalejo llamado Cuchillazo. Un escarabajo al que debían haberle rebanado a cuchillo parte de la grupa y del vientre, agalgado y culipollo, largo y muy poca cosa, pero cargado de leña por delante, que decían pesaba 494 kilos, bajito –cuasi enano si no hubiera sido por su longitud-. ¿Dónde habrán quedado aquellos toros de Samuel, badanudos, hondos, cortos pero hechos y rematados de hace unas décadas? ¿Qué diestro, a ver si lo adivinan, de pueblo con nombre de cabra, puede haber dirigido los destinos de esta vacada hacia el abismo actual? Engatillado de cuerna, feo como pegar a un padre, fue muy manso en varas, pero al menos tuvo tres series en la muleta antes de venirse irremisiblemente a menos en el último tercio. Y de fuerzas… poquita cosa también. Pérez Mota comenzó por estatuarios con el toro casi a la fuga en cada uno de ellos, sin darse cuenta de que el toro necesitaba que lo sujetaran un poco, y se empecinó en ello… Por eso desaprovechó dos tandas inútilmente, con el toro saliendo a su aire, con la cara alta y sin clase en absoluto. Hubo paso atrás, toreo periférico y distanciado… en fin, lo de todos los días. Cuando, ¡albricias!, se dio cuenta de que el bicho necesitaba otra cosa, le sacó dos tandas, sin limpieza (ayer molestó muchísimo el viento, vaya en su descargo), pero más ligadas… echando el paso atrás. ¡Qué bonito! ¡Cómo alarga el muletazo…! El toro se dio cuenta de que eso exigía mayor compromiso y dijo que nones, que él no estaba ahí para currar, y se fue –y se llevó al espada-, pasito a pasito, caminito… de toriles (y no de Jerez, como “cantaba” el juez Gómez Bermúdez). Con ambos en los terrenos de la auténtica bravura -capten la ironía, por favor-, y con la mansa res saludando al mayoral –que ayer mereció también ser saludado desde los tendidos-, con Pérez Mota pasando desde los Cerros de Úbeda famosos, hubo unas prescindibles manoletinas con pérdida de muleta –que ya es difícil-, y procedió a liquidarlo de un metisaca bajo –ovación-, desde fuera, y desde más fuera aun una entera delantera sin pasar, escuchando un recado del palco. ¡Soberbio! 

Otro de los que debió salir de chiqueros...
El quinto fue Puchero –los que a esas alturas deberían estar haciendo el ganadero y mayoral-, una indigna rata anovillada que no se tapaba ni por el exagerado gorro, castaño chorreado, que no hubiera pasado ni en una novillada económica, de no ser porque los veterinarios debieron asustarse con los cervales cuernos. Manso, sin clase, descastado, embistiendo con la cara alta, la verdad es que pudo sacársele mayor partido de haber apostado Pérez Mota por bajarle la mano de continuo. Quizá se hubiera rajado antes –muy probablemente- pero al menos hubiese toreado y llegado más a los tendidos y eso con la gente a favor. Apenas fue capaz de ligar dos pases aceptables, le hizo humillar sólo en media docena de lances salpicados, a uno por tanda, aprovechando el viaje en lo restante. Los del tendido 5, encantados (casi todas las faenas se realizaron ayer en aquellos ventosos parajes, los únicos donde quedaba algún papelillo suelto). Todo sin sal, desde fuera y despegado, nada nos hizo recordar a aquél prometedor diestro que tomaba la alternativa en Santander en 2007. Desde muy lejos le dejó una entera atravesada y desprendida, y con ambos en chiqueros –otro que saludaba al mayoral- comenzaron una procesión barbeando tablas, que les llevó al 1, al 10, al 9 y al 8, sólo media plaza, donde por fin se decidió a descabellarlo, lográndolo al tercer intento. Dios lo tenga en la gloria vacuna.

Antón en el segundo, otra res de gran alzada y corpulencia... apta para Las Ventas, sin duda (Foto: las-ventas.com)
Seré más breve en lo sucesivo, ustedes disculpen. Al albacetense Antón Cortés le sacaron en “prima instancia”, un Peinapelos, muy útil para los vientos que corrían, pero inútil para la lidia o para una corrida de auténticos toros. Un bichejo de 503 kilos, negro listón chorreado, delantero, manso y complicado, que fue calamocheando y tirando hachazos “con clase” en la muleta, y frente al que el medroso espada de La Mancha, nada hizo, todo lleno de precauciones. Además, al escarabajo se le ocurrió revolverse y buscar al espada, así que tras unos doblones con movimiento, francamente mejorables, se lo quitó de delante con un pinchazo al cuarteo y un fantástico bajonazo. No llegaron a tres tandas… 

Un trincherazo de Cortés al cuarto con la res buscando la M-30 (Foto: las-ventas.com)
El cuarto, Antequerano, decían que pesaba 535 kilos…, un animal negro listón, también chorreado, delantero, sin remate por ningún lado, ni cuajo alguno, desequilibrado de cabeza, manso como el solo y de comportamiento mular. Ahí radicó su gran virtud. Los mulos se mueven, pasan de vez en cuando por las cercanías del espada, se van, vuelven, siempre con la cara alta y mirando por dónde se puede uno ir, salen contrarios de las suertes o distraídos… pero tienen un ligero trotecillo muy útil para engatusar a los de la Gran Muralla china. Vamos, un lujo asiático… pero NO MOLESTAN. Los bueyes, sin embargo, se van cansinos de la suerte, apenas se desplazan, les cuesta todo una barbaridad…; esto, se lo crean o no, eran las discusiones que manteníamos un reducido grupo de amigos en el tendido, mientras Cortés y su Antequerano circulaban por ahí. El mulo con cuernos era de la primera e indubitada clase. Cortés… que no tenía nada que ver con eso, le pasó siempre despegado, de cualquier manera, aprovechando, sin mando ni pretensión alguna, mientras la bestia iba y venía haciendo constantes ademanes de rajarse definitivamente. ¡Qué bonito, también! Incluso una, y dos veces, se mosqueó, fue por el espada… y le desbordó. Así que el gitano puso punto y final al suplicio general –después de ocho intentos de serie…- de una entera, caída y con desarme.

La peligrosa y emotiva cogida -sin consecuencias graves- de Pinar ante el de Aurelio Hernando; fue un verdadero milagro que no le calase (Foto: las-ventas.com)
A Pinar le echaron su primer coleóptero al corral antes, incluso de que tomara vara alguna, gracias Don Trinidad. En su lugar saldría un corraleado toro –este sí- de Aurelio Hernando, jabonero sucio, de nombre Vieiro, con 554 kilos, bonito pero sin hechuras vazqueñas –más en Domecq que otra cosa, con la cara algo más alargada, un poco degollado, cuello y cuerpo más largo de lo que le correspondería…- que manseó en varas y fue complicado y mirón en la muleta. Y, en efecto, gañafón va y viene en el segundo tercio, el toro llegó al último tercio algo descompuesto y con malas ideas, y cogió a Pinar de muy mala manera en cuanto éste se lo sacó a los medios después de un tanteo genuflexo rematado por alto. Hubiera requerido otro trato… La verdad es que pudo haberlo destrozado, porque anduvo buscándolo en el suelo, a Dios gracias sin conseguirlo, y tras de lo cual volvió Pinar con muchas ganas, voluntad inquebrantable y gran pundonor, a la cara del bicho. Pero hubo poco qué hacer. El toro regalaba constantes derrotes al finalizar los lances, punteaba bastante, miraba más que mucho, y Pinar no tuvo las ideas muy claras, quizá por el porrazo y paliza sufridos. A veces con la muleta atrás, otras enseñándole demasiado pico, apenas le sacó partido, excepto en un par de tandas, en las que le llevó más templado, le bajó más la mano y se colocó mejor, sin perderle pasos como en otras ocasiones. Una buena estocada le hizo doblar mientras sonaba un aviso, y la cosa quedó en ovación… y nada más. ¡Y eso con cogida de por medio…! Lo del sexto podríamos ahorrárnoslo… Un bicho llamado Manicomio –premonitorio nombre para cómo creen, ganadero, veedores y empresa, está la plaza de Madrid para mandarnos aquello-, de 512 kilos, negro y delantero, quizá el único torete del encierro, muy manso –pero mucho- y absolutamente mular, rajándose a cada lance, pero a cada lance... Pinar le persiguió por toda –absolutamente toda- la plaza. ¡Chico, hay que quitarse eso de en medio más rápidamente, sin ponerse tan plasta! ¡Un horror cercano a las películas de muertos vivientes tan al uso hogaño! El “mulicidio” fue consumado, a petición popular –los silbidos abundantes-, de una entera caída, desarmando el cargado de cuernos a un peón antes de doblar en tablas.

¡Para el olvido, Dios mío!

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