lunes, 13 de mayo de 2013

Se recuperó la casta en Las Ventas


Madrid, 12 de mayo de 2013. Tres cuartos de entrada. 6 toros de José Escolar, bien presentados aunque desiguales de hechuras, mansos en general pero encastados –salvo primero y último-, tercero y cuarto con buen juego en la muleta, segundo y quinto con algunas complicaciones pero con muchas posibilidades. Rafaelillo, silencio y silencio (aviso).  Fernando Robleño, ovación (aviso) y silencio. Alberto Aguilar, ovación (aviso) y silencio.

Hubo emoción y eso es algo que siempre debemos agradecer al toro de lidia, en tales casos a través de un ganadero que se preocupa por la búsqueda de la casta y de las condiciones adecuadas para la lidia. Los toros de Escolar, aun siendo desiguales, posibilitaron un triunfo que no llegó, porque a los toreros les pesaron, bien el escenario, bien sus intrínsecas limitaciones, habituados a un tipo de toro que no permite el toreo que ayer sí permitirían. Lástima que primero y último deslucieran el conjunto general, pero con ello y todo puede que haya sido una de las corridas más interesantes que el ganadero de Fuenlabrada haya llevado a la plaza de Madrid.


El cuarto, uno de los mejores de la tarde, Bustillo II (Foto: las-ventas.com)
Rafaelillo, Fernando Robleño o Alberto Aguilar son tres toreros que merecen siempre un respeto, terna que habitualmente apechuga con las corridas más duras y complicadas, esas con las que las mal llamadas figuras debieran vérselas para demostrar que sus condiciones son las que les han encumbrado a lo más alto del escalafón, pero que no ven ni en pintura. Alberto, Fernando o Rafael lidian, día sí, día también, estos encierros, y por desgracia les hacen ser más precavidos de lo necesario en algunos casos, adquirir resabios y técnicas con los que quitarse a las alimañas de en medio, de largar las aviesas embestidas de tanto toro duro y correoso, tobillero o leñador, incierto u homicida. Ayer, sin embargo, de aquellos sólo hubo uno que lo justificara, el quinto, toro complicado, brusco y hasta cierto punto reservón, que se arrancaba encastado pero sólo cuando veía que podía hacer carne. Por eso ayer los diestros no anduvieron a la altura de varios de los lidiados, al menos uno por cabeza: segundo, tercero y cuarto, sobre todo de este último, por desgracia. Así que la corrida se saldó con un haber a favor de la ganadería abulense, y ello a pesar de la decepcionante apertura y cierre del festejo. Toros serios, unos más asaltillados y otros más ibarreños, segundo tercero y cuarto más en lo primero que en lo otro, pero en conjunto bien presentados y con la necesaria e imprescindible condición del toro de lidia: la casta.

Rafaelillo en el cuarto (Foto: las-ventas.com)
El festejo, sin embargo, no pudo comenzar peor, con un Curioso I que, lejos de hacer honor a su nombre, se inhibió en sus inquietudes, mostrando un pasotismo absolutamente inusitado en esta vacada. El toro –538 kilos, negro entrepelado bragado y meano corrido, axiblanco, manso, parado y reservón- salió sin ganas exageradas de repetir, a pesar de las dos largas afaroladas de Rafaelillo, y aunque tomó una primera con genio, quitándose el palo con la cara alta, se fue suelto del encuentro. Tuvo la corrida la virtud común de ir con alegría al caballo, admitámoslo, pero de salir algunos casi con la misma alegría, y eso fue lo que le pasó a este Curioso en segunda instancia. Un aceptable tercio de banderillas precedería al derrumbe de las expectativas de los aficionados más toristas; el animal se paró. No fue por falta de fuerzas –el toro ni abrió la boca en búsqueda de alientos- sino falta de casta, ¡qué le vamos a hacer! Parado por completo, que no aplomado por el castigo, peor el pitón zurdo que el diestro, nada hizo el bicho en el último tercio; y el diestro murciano, después de cien probaturas por uno y otro pitón, de intentar pasarlo de uno en uno, de buscar cruces casi imposibles, lo despenó para la eternidad de una entera arriba, atravesada -porque se salió mucho de la suerte- y que hizo guardia por el costado izquierdo de la res. Silencio ante el imponderable. Pero, ¡ay!, el cuarto…, el cuarto fue el toro más interesante del festejo, sin duda. Bustillo II fue un toro más asaltillado, de 567 kilos, negro entrepelado bragado y meano, bien puesto de cabeza y aunque mansito por salir suelto de los caballos, encastado y con muchas posibilidades en la distancia media y sobre todo larga. ¡Qué bueno fue este segundo Bustillo! En varas fue alegre y desde lejos, metió la cara con fijeza en el primer envite, empujando, pero para dejarse pegar algo al fin y salir sueltecillo, haciendo lo consecuente en el segundo encuentro. ¡Qué bien pareó José Mora, y qué bien lidió toda la tarde! Rafaelillo brindó al respetable porque vio bien clara la condición de su oponente, y desde los medios citó al bicho que se le arrancó con brío, transmisión y emoción. Retorciéndose un poco, llevó esas primeras embestidas generosas y sin complicaciones pero de “mucho peso” del toro; incluso hubo una segunda tanda en la que las distancias iniciales dieron nuevos motivos de alegría… pero le pesó el toro y Rafael acortó aquellas. Las redujo para que el toro no fuera con esa alegría y llegara pletórico de energías al engaño. Y la gente, que lo había visto, se lo recriminó. A mi juicio los pitos fueron exagerados, pero en definitiva tenían un trasunto de verdad, aunque el respeto que me merece el murciano me evitara compartir la crítica. Optó pues por el encimismo, y allí, en las cercanías, el toro necesitaba que se cruzara bastante, lo que no siempre hizo el espada. Hubo algún pase suelto, incluso casi una serie en la que le dejó la muleta en la cara y le ligó tres lances, hubo también bastante aguante en algún parón del toro en esas cercanías, pero lo que no hubo fue el trato que la res requería y que hubiera lucido extraordinariamente al albaserrada. Un pinchazo desde lejos y una entera por arriba, al menos servirían para que la crítica no se manifestase más dura tras el arrastre del notable toro de Escolar, pero no le libró de un aviso en el intento de prolongar en pos de aplausos lo que no había sabido trazar con la franela desde la distancia.

Robleño recibiendo al segundo (Foto: las-ventas.com)
Robleño tuvo en sus manos el triunfo en su primero, en una faena que fue -claramente- de más a menos. Cobrador II fue un toro de 564 kilos, cárdeno y guapo, tocado pero corniprieto de púas, que casi cumplió en varas y que tuvo un extraordinario pitón derecho en la muleta. Lo recibió el madrileño con alguna buena verónica por ese pitón, precisamente. El toro apretó en el primer encuentro con ganas, al principio sobre un pitón, le taparon y aprovechó el puyero la ocasión para sacudirle a gusto y aun tuvo un segundo encuentro en que, tras arrancarse desde lejos, empujó sobre un pitón pero… salió suelto. Muy bueno fue el comienzo de la faena, con dos o tres doblones de verdadera calidad, genuflexo el diestro, largos y mandones, brillantes y por ende jaleados. Pero –también- la faena no discurrió por los caminos prometidos, a pesar de colocarse el matador en su sitio, sobre un pitón, pero sin darle el aire que necesitaba el toro al final. Mal con la zurda, el toro era bastante más incómodo por ese pitón, y hubo pajareo excesivo y más de un paso atrás, con colada inclusa. No hubo, al retomar la diestra, la continuidad requerida para las condiciones del toro, no terminó Fernando de metérselo, pensando en esa colada y en alguna ceñida de su antagonista, despidiéndolo demasiado para las afueras. Fue una faena ramplona, superficial, el bicho tenía mucho más juego por la derecha, aunque sí le vimos un pase de pecho descomunal mediado el trasteo. Se tiró bien y con ganas a matar, dejando un espadazo apenas levemente desprendido, pero siendo acosado a continuación por el astado hasta el punto de que le desarmó y aun le tuvo entre los pitones, a su merced, antes de caer muerto a sus pies. Muerte de toro encastado que quiere vender cara su vida, vengar la ofensa recibida. Sobresaliente casta la que mostró el albaserrada y que le valió el aplauso en el arrastre. 

Buen muletazo de Robleño en este segundo (Foto: las-ventas.com)
El quinto de la tarde, Bustillo I, mostró ya otra condición. Era un toro negro meano, manso pero también encastado, más complicado y brusco, pero que también tuvo su emoción y juego. Era un toro que se remataba más largo que alguno de sus hermanos precedentes, que empujó con fijeza y con la cara baja en el peto, que sacó genio en la primera salida, y que fijo, pero dejándose pegar, salió con más facilidad en el segundo puyazo. Nada hubo reseñable en el segundo tercio, y llegado al tercero, tras un tanteo en los medios, Robleño se topó con la cruda realidad, un toro muy exigente, que iba con todo en las embestidas, que se revolvía un tanto y que se ceñía a veces demasiado… Aguantó el de Madrid en más de una ocasión, pero no hubo unidad en la faena, con mucha recolocación entre lances, sin continuidad y pasando bastantes fatigas. En definitiva no pudo con el toro, aunque lo intentó con sinceridad y nunca perdió los papeles. Un toro para tener detrás setenta corridas, y no las escasas que le dejan torear las empresas todos los años. El bicho acabó con un punto de reserva, escarbando, colándose sin disimulos por el zurdo, antes de que le recetara el espada una estocada caída que motivó el silencio ulterior.

El tercero, Limonero, un toro que humillaba y se desplazaba con franca boyantía (Foto: las-ventas.com)
Limonero fue otro de los toros notables del encierro, un albaserrada de 551 kilos, cárdeno oscuro, tocado de armas, que casi cumplió en los del castoreño, y que tuvo una dulzura, bondad y boyantía como pocas veces se puede ver en el encaste… ¡y por ambos pitones, mejor el zurdo! Le tocó en suerte a Alberto Aguilar, al que poco le vimos con el percal. El toro empujó en el peto, para pasar a hacerlo con una de las armas y salir con facilidad; volvería desde la distancia, franco, metiendo la cara con fijeza pero sin demasiado empuje y volviendo a salir al primer capote que pudo ver. Bien pareado por Rafael González. No tuvo la decisión de otras tardes el menudo espada madrileño, limitando las primeras tandas a dos o tres y el de pecho, sin darle la longitud y continuidad a las series que requería el trasteo, con un toro noble y boyante, que se arrancaba a cada toque. Hubo, eso sí, algún lance suelto por izquierda y derecha, pero todo dentro de un trasteo insulso, desigual, en la que no le bajó la mano tal y como necesitaba el toro para prolongar su embestida y que no levantara la cara a la salida de los lances. Y viendo lo visto, pasó al encimismo (recriminado por algunos aficionados que veían el hocico del toro por el suelo en las arrancadas a media distancia) para ver si con eso levantaba los ánimos de un público que comprendió, a las claras, las generosas embestidas del toro en la distancia. Oiría un aviso en ese quiero y no puedo, que finalizó con una entera, contraria, echándose fuera en la suerte y saliendo desarmado. 

Alberto Aguilar en un muletazo a derechas en ese toro (Foto: las-ventas.com)
El último deslució la corrida, era un precioso y enorme torazo de 590 kilos, cárdena la capa, de nombre Palomita II, un bicho tocado y guapo, pero que fue manso, soso, distraído y rajado al final. Pájaro de mal agüero, sin duda. A la poca fijeza inicial, sumó el de Escolar, un genio desagradable en el primer puyazo, saliendo suelto en éste y en el siguiente sobre todo, después de que rehusara volver al del peto. Brindó Aguilar al respetable, por ver si se congraciaba con éste, pero no tuvo nuevas opciones: el animal que empezó como un tren, sacando esos últimos atisbos de genio, saldría después suelto de los lances, levantando la cabeza y llevándose al espada y sus intenciones hacia chiqueros, entre soserías con reservas. Tuvo su momento el espada en una serie con la diestra que cortó inexplicablemente después de ligarle un par de buenos derechazos. Y ahí se acabó la cosa. El bicho, desengañado, se rajó sin paliativos.  Mal con el acero anduvo Alberto de nuevo: un pinchazo con desarme y achuchón, echándose fuera, y una entera caída con nueva salida de la suerte. Una pena…

El sexto, un toro de lámina impecable pero que no demuestra la sentencia de que "la cara es el espejo del alma" (Foto: las-ventas.com)
En suma, interesante festejo que culminó con la salida del público hablando de toros, ponderando las bondades de la parte central del festejo, lamentando los extremos, pero considerando que Las Ventas había vuelto a recuperar la intrínseca exigencia de la fiesta: la casta. 

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