lunes, 8 de octubre de 2012

Tres de Palha...


Madrid, 7 de octubre de 2012. Cuarto festejo de la Feria de Otoño. Dos tercios de plaza. 6 toros de Palha, mal presentados, mansos en general, descastados y sosos los tres primeros y duros, con genio y complicaciones los tres finales. Fernando Robleño, silencio y palmas. Javier Castaño, ovación y silencio. Alberto Aguilar, ovación y silencio.

Discurrió el festejo en dos mitades por completo diferentes: una primera anodina, vulgarota, desesperante y tediosa, en la que el ganado no ofreció la cara que buscaba o presumía el aficionado, y otra, la segunda, propia y característica de la tauromaquia de antaño, cuando a los toros había que someterlos, poderlos, hacerse con ellos y luego probar si eran o no toreables. Toros duros, complicados, broncos en ocasiones, éstos de la segunda mitad de la corrida, que consiguieron mantener en vilo a los espectadores y aupar los decaídos ánimos de los que creían que Palha se había transformado en una subespecie derivada de Cuvillo.
No hubo regalos esta tarde… tampoco la terna hizo los méritos suficientes como para obtenerlos, aunque en esa segunda parte, de la parte contratada, hemos de reconocerles que no perdieran los papeles y que lancearan al menos con dignidad los famosos toros portugueses. Pero en el debe del festejo tenemos, por fuerza, que situar la pésima presentación del ganado, por un lado, y la escasa casta e interés de los tres primeros del festejo. Toros, sólo por la edad, que, carentes de trapío, ni eran Pinto Barreiros, ni Oliveira Irmaos, ni Torrealtas, ni Ibanes de los de antes; alguno se parecía –en tipo- a reses de tal o cual encaste -el jabonerito (o novillo jabonero, como gusten), debía tener sangre de Torrealta, alguno sacó la cara y el hocico de los Ibanes-, pero ninguno la dignidad suficiente como para ser considerado como toro de lidia en una plaza como la de Las Ventas. Seguro que en Villalpando hubieran transigido con ello; en Madrid ayer hubo pocas protestas por tales bichos, pero en definitiva todos, salvo el cuarto, se hallaban por debajo del listón que debiera marcar la clasificación para una competición de primera categoría.

Uno de los bichos impresentables, el quinto, un novillo con sombrero (Foto: las-ventas.com)
Abrió plaza Robleño que venía de sumar importantes triunfos en Francia, donde se le reconocen méritos –no como en España- pero que ayer no tuvo el santo de cara. Su primer antagonista se llamaba Yegüero, un animal menos que justo de trapío, de 510 kilos, negro de capa, que manseó en varas y se vino a menos en la muleta. Bajo de casta –si es que había alguna por allá- la entrega no entraba en el manual operativo del animalín, y se dedicó a pasar –o medio hacerlo- sin emoción y levantando la cara distraído tantas veces, desde que lo lanceó Fernando con el capote, hasta su misma muerte. No se acopló el diestro de la capital con el bicho, interpuso demasiada distancia entrambos, no terminó de ponerse en el sitio de los auténticos éxitos y a veces tampoco hubo el temple necesario… No se mostró tan firme y seguro como en Ceret hace tres meses en corrida gloriosa ante toros de José Escolar.  El toro terminó entrando al paso, con la cara como para “contar nubes”, y Robleño lo hizo recapacitar sobre el triste mundo de un pinchazo caído y una buena estocada por arriba, si acaso un pelín desprendida.

Robleño, de pistacho y oro, en el primero (Foto: las-ventas.com)
El cuarto ya fue por completo otra cosa, un toro de verdad, con su cuajo y trapío necesarios, castaña la capa, de nombre Peluquero, con 525 en la romana, manso en varas pero complicado, bronco, mirón y geniudo al final. Un toro de aquellos… que ya no salen, ni frente a los que la torería sabe qué hacer. Piso la arena codicioso, repitiendo en el capote, con ganas de embestir; pasó por varas, mal picado, con más genio que bravura, quitándose el palo o dejándose pegar sobre un pitón, y llegó, después de una lidia infame en la que Robleño hubo de dirigir la operación, con ganas… de coger. Entre las miradas al diestro, las brusquedades, alguna colada y las tarascadas constantes, Fernando no lo tuvo claro en los intentos de llevarlo al natural, y consiguientemente adoptó una actitud defensiva. Con la derecha le sucedió otro tanto, y entonces sí, ¡caramba, lo que les cuesta ver al toro!, decidió hacer lo que había que hacer: doblarse con aquello y bajarle los humos en doblones por los costados, al principio, y luego por la cara. Y le aplaudieron, porque en Madrid todavía quedan aficionados, al parecer. Una estocada casi entera, trasera y algo atravesada remató una labor que no dudamos en tildar de digna e inteligente, recibiendo por ello unos cálidos aplausos, que decidió no agradecer desde el tercio.
Para Castaño soltarían, en primera instancia, un jabonero de Núñez del Cuvillo… ¡uy, dispensen, de Palha! Un bicho de indigno trapío, que apenas se tapaba por la capa y algo por los pitones, que obedecía por Preocupado, de 502 kilos, jabonero sucio, que manseó en varas y llegó soso, descastado y a menos en la muleta, comprenderán ahora mi lógica equivocación… Lo cogió bien con la puya Fernando Sánchez, pero el animalito, a pesar de arrancarse alegre en el segundo encuentro, y empujar un poquito en el primero, no cumplió con bravura. Y llegó a la muleta como un Cuvillo cualquiera, entrando sin gas, soso, baboseante, yendo claramente a menos en las series, terminando por recorrer unos exiguos 30 cm al paso. Castaño, acostumbrado a otros retos, debió creer que por bajo se escondía el monstruo del Lago Ness, y adoptó unas precauciones impropias en el inicio del muleteo. Cuando vio que nada se escondía bajo las alfombras, se colocó mejor, al hilo o levemente fuera, pero no hubo la chispa del arte que pretendíamos, apenas un magnífico derechazo y uno de pecho excelso en la tercera tanda. Aquello carecía de interés, y el público se aburrió… y comenzaron los comentarios sobre el Madrid-Barsa de después. Se puso pesado el salmantino en las postrimerías, cuando no había necesidad, y, al fin, se lo quitó de delante de una estocada trasera y contraria, saliendo prendido del pitón derecho por quedarse en la cara, pasando a continuación a la enfermería. Fue una buena paliza…, pero si sale de nuevo a la plaza debe ocupar su lugar, y no abstenerse como hizo en banderillas en los últimos tres toros. 

El momento de la cogida en la muerte del segundo (Foto: las-ventas.com)
En el quinto, con el traje vendado y la paliza en el rostro, hubo de lidiar, ya no se trataba de aquel remedo de Cuvillo, sino de un auténtico Palha… al menos en carácter. Cartolito se apodaba, 529 kilos para una raspa de sardina cubierta tan sólo con espectacular sombrero, pero… con intenciones propias del encaste, manso pero codicioso, complicado y brusco. Nada bueno augurábamos en los comienzos, porque al bicho le dio por caerse y antes de finalizar el primer tercio lo verificó hasta en cuatro ocasiones, pero, quizá por ello, quizá porque recordó el honor de la divisa, presentó cara –mala cara- en la franela. Y volvió a la codicia inicial después de mostrarse reservado en banderillas, donde David Adalid puso dos pares meritorísimos de dentro a fuera, como se hacía hace años sin asombro de nadie. 

Gran par de David Adalid, de dentro a fuera, al quinto (Foto: las-ventas.com)
Castaño, menoscabado en sus facultades, no anduvo a la altura de otras tardes, muy desconfiado, a la defensiva siempre, sin limpieza, intentaba quitarse de en medio al bicho que le hacía hilo por momentos. Ni logró hacerse con él, ni lo toreó, ni se dobló –como debiera haber hecho-. Desde fuera le largó un metisaca caído, un pinchazo casi por el cuello y una estocada atravesada que requirió un descabello. Hay veces que es mejor quedarse en la enfermería…
Alberto Aguilar es otro diestro minusvalorado, habituado a estos festejos, que también recibe su porción de gloria en tierras vecinas. Ayer anduvo más que digno en la lidia de sus dos oponentes, aunque no alcanzase aquélla. Su primero se llamó Zorro, animalito de justa o escasa presencia –según prefieran eufemismo o realidad-, de 506 kilos, negro listón, que tomó una primera vara derribando y haciendo por el caballo –y sin que nadie lo sacara porque no le dio le dio la gana a ese nadie-, pero que manseó en el segundo encuentro pese a arrancarse con brío. Luego vendría a menos entre brusquedades, a veces revolviéndose al finalizar el lance y buscando. No tuvo el genio o dureza de sus tres siguientes hermanos, pero empezó a despertar al respetable, antes de pararse por completo. Toro, como la faena, de más a menos. Aguilar estuvo firme y valeroso, acabando entre los pitones más de cara a la galería que otra cosa, pero meritorio. Tras una estocada desprendida salieron las mulas y Alberto saludó una ovación. 

Alberto Aguilar en el último, al natural... fíjense en el galope del toro (Foto: las-ventas.com)
En el último, ya recuperada la corrida, se encontró con Pintarracho, un animal anovillado de hechuras, de 504 kilos, negro, manso y con un gran pitón zurdo a la par que nulo derecho. Muy manso en varas, yendo de oca a oca, saliendo siempre suelto o huido, presumíamos otro toro como los dos anteriores, pero no…, éste sacó codicia y casta, no siempre sencillas, por la izquierda. Por el derecho, en los lances iniciales ya mostró peligro, y lo ratificó, mediado el trasteo, cuando Aguilar retomó la diestra. Fue por el pitón zurdo por el que iba alegre, franco, largo y repetidor, con transmisión para cualquiera, por indocto que fuera. Alberto, sin estar mal, anduvo algo acelerado siempre, sin terminar de templar aquellas embestidas, a veces con demasiadas e injustificadas precauciones, sin terminar de cogerle el aire, y terminó por llevarse un varetazo en el brazo –con desarme- en última instancia. Con la tizona, media sin apreturas y una entera por el hoyo de las agujas, no le harían acreedor de mayor recompensa.
Una corrida, en fin, con dos mitades, como todas; pero al menos con la final más interesante que es lo que deja mejor sabor de boca…

2 comentarios:

  1. Espero con impaciencia los comentarios en este magnífico Cuaderno, sobre la presentación de los toros cuando salgan los que habitualmente salen para los mandones del escalafón y comparar el juicio con el de hoy sobre los "mal presentados" toros de Palha.
    No es que fueran unos comeniños,pero su presentación-otra cosa ,como es natural, es su juego-estimo modestamente que superaba con mucho lo que suele verse por estos lares,incluido el extranjero. Sin entrar en otros conceptos como artista, toreabilidad,colaboracionismo,servir, etc que hacen del toro modelno casi un ejecutivo de Wall Street.

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  2. Buenas D. Rafael.
    Como considera ustéd que se debe medir el trapío en estas ganaderias que tiene varias lineas y encastes?
    Había nombres de reatas tipicas de Ibán (Yegüero y Peluquero), el jabonero debía tener sangre Domecq y los 2 últimos debian ser pintos barreiros.
    Que hacen los veterinarios para aprobar a unos y a otros. Por que no es igual aprobar un contreras o un domecq para Madrid, no?
    Saludos.

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