lunes, 10 de septiembre de 2012

¡Que la repitan!


Madrid, 9 de septiembre de 2012. Un cuarto de entrada. 4 novillos de Mauricio Soler Escobar y dos de José escobar, bien presentados aunque de hechuras diferentes, encastados los cuatro primeros, peores los dos restantes. Destacaron del segundo al cuarto en el último tercio y los dos primeros en el caballo. Daniel Martín, silencio (dos avisos), oreja. Sergio Blanco, silencio y silencio. Gallo Chico, ovación y tres avisos.

Ese fue el grito –o mejor dicho las voces- que se oyó –u oyeron- desde diversas partes de la plaza a la muerte del cuarto de los novillos de la familia Escobar. Y es que, hasta ese momento, la novillada estaba dando perfectamente la cara, encastada, con juego, siempre acudiendo a cualquier envite, especialmente en la muleta, persiguiendo en banderillas… incluso hubo alguno que cumplió en varas con aceptable nota. Una pena que los dos postreros no ofreciesen la misma cara, el quinto, quizá el peor del encierro , complicado y bajo de casta, y un sexto muy parado –que para mí necesitaba otras distancias que el matador no le ofreció- que apenas se movió más que a oleadas en escasas ocasiones. El conjunto, sin embargo, fue mucho más que apreciable. Hubo emoción, hubo riesgo –también a veces nacido de la falta de oficio de los jóvenes novilleros-, hubo reses de lidia; nadie se aburría, nadie echó mano a la muñeca para ver la hora, nadie –que no fueran cuatro despistados extranjeros- abandonaba el coso abrumado por el tedio, y las mismas voces, y otras muchas, comentaban la enorme diferencia entre lo que se lidió ayer en Madrid y los supuestos toros de la tarde vallisoletana del día 5. Nada qué ver; dos corridas completamente diferentes; aquí sí que hubiéramos querido ver a Manzanares, Juli y Talavante… y no a los pobres tres que se enfrentaron ayer con ella.

El segundo de la tarde, Relator (510 kilos) de José Escobar (Foto: las-ventas.com)
¡Qué injusta es la tauromaquia! Antaño, cuando las figuras consideraban un deber enfrentarse, bien a lo que le echaran por chiqueros sin exigencias, bien a lidiar al menos las dos corridas duras de cada feria –al margen de que luego lo hicieran frente a alguna de las más mansas o pastueñas, fáciles o sencillas-, esta novillada –o sus hermanos mayores- hubiera pasado por las manos de alguno de los de más arriba y el resultado artístico y técnico del festejo hubiera sido muy otro. Fieles al criterio que ha marcado la triste y lamentable existencia de la peor empresa de la historia de Las Ventas, Taurodelta programa estos festejos con gente que apenas acredita la documentación necesaria para ponerse enfrente de una novillada, para lidiar en la primera plaza del mundo. Es como si a mí me invitan a dar un recital en el New York Metropolitan Opera, a la Scala de Milán o al Teatro Real de Madrid porque canto zarzuela bajo la ducha –y no lo hago tan mal, que conste…-. A Las Ventas hay que venir con suficiente bagaje, cuajados, capaces; tienen que venir los novilleros más acreditados y no a la búsqueda de una oportunidad o de una casualidad; para ello están… ¡pues, es verdad, ya no está casi nada…! Las grandes ferias de novilladas se articulan, esas sí, con los más sobresalientes novilleros –la mayor parte de los cuales habrán de quedarse en el camino a la gloria y no sé si llegan a la altura del “notable” académico-, y en Madrid tenemos que tragar con otros que apenas han dado sus primeras clases, sus primeros pasos en el complicado mundo de la tauromaquia… Y ello frente a novillos –o encastes como es el caso- “de Madrid”, con un trapío como no los ven el Juli, Manzanares o Talavante en Valladolid o en tantas ferias de provincias y con un carácter bastante –o mucho- alejado de la mansedumbre olvidadiza, la borreguez o sosería ñoña, dócil y amorfa de tanto de domecq y aledaños que lidian por el mundo.
La terna, ayer, sumaba las siguientes novilladas, apunten: Daniel Martín (el alemán nacido en Nagold, con 28 años a sus espaldas), 2 novilladas en 2011, sin trofeos; Sergio Blanco (de Bucaramanga, Colombia, con 21 años), 15 festejos el pasado año… y sin embargo el que peor resolvió la papeleta ayer; Andrés Jiménez, Gallo Chico (de Córdoba, 22 años), dos novilladas el pasado año… y cinco orejas. Los redactores del programa se las verían ayer complicadas para redactar la página y media de cada novillero… Eso es lo que nos ofrece la soberbia empresa del “tripartito”, que va a acabar con los toros en la capital como lo hicieran sus homónimos en Cataluña, tras dejar esto como un verdadero erial.
El primer novillo, de nombre Argentino, cumplió en varas, empujando algo en ambos encuentros, aunque para acabar en paralelo al caballo en las dos ocasiones y salir con cierta facilidad del envite. Era un novillo más en Buendía que en Graciliano, de bastante trapío en sus 469 kilos, cárdeno de capa, que tuvo mucho que torear, algo complicado y que no terminó de meter la cabeza por bajo –quizá porque nunca se lo solicitaron, claro-. Salió, como le ocurrió a alguno de sus hermanos, frenándose en el capote, aunque por el izquierdo tomaba mejor los lances. Nada hizo Martín con el percal digno de aprecio… a lo largo de toda la tarde. Los inicios de la faena fueron desesperanzadores, con dudas, enganchones, correcciones, desde fuera siempre y descubriéndose bastante. ¡Justo lo que necesitaba el animal para terminar de complicarse!, y eso que en los capotazos –o como quieran llamarlos- del segundo tercio se le apreciaron algunas cualidades… Era bicho que requería dominio y soluciones técnicas y de aquello anduvo carente el diestro. Cada vez con mayores precauciones, más despegado y más fuera, dando trapazos hacia allá, el alemán no conseguía encauzar las embestidas, llevarlas, templarlas o mandarlas, siempre con dudas –precisamente lo que necesita un santa-coloma para facilitar la cosa…-. Después de mucha porfía, demasiada para lo contemplado, le largó media tendida y caída; el bicho se echó en tablas, pero al fallar el puntillero (¡qué falta hace recuperar el puesto de puntillero de plaza!), hubo un aviso, seis intentos de descabello infructuosos y un nuevo aviso antes de que el torete se aguantara la muerte con casta.

Martín en las postrimerías del cuarto (Foto: las-ventas.com)
En el cuarto los amigos y la presidencia –que debe considerarse como tal- le regalaron una oreja. Es cierto que todo mejoró en la segunda parte de la faena… pero esto, aunque desierto y relleno a última hora con autocares de seguidores y varios cientos de extranjeros…, sigue siendo Madrid… creo. Pompito, que así se llamaba el animalito, fue un toro que para sí lo hubiera querido el Juli; negro bragado, 537 kilos en la báscula –más que los lidiados en Valladolid-, casta, yendo a más en la muleta, y tras unos comienzos desiguales, boyante y noble en las postrimerías. Manseó en varas, sin embargo… ¡qué paradoja!, lo que quizá nos demuestre la cuadratura del círculo…: mansedumbre en varas = ¿toreabilidad en la muleta?, quién sabe. Eso sí, al menos sacó genio en ese primer tercio. Daniel Martín  comenzó bastante mal, como en el primero, llevando el pase hecho, llevándose alguna semi-colada por ello; sin terminar de alargarle la embestida porque ni mandaba, ni encauzaba la repetitividad de su oponente, ni terminaba de plantar los pies. El novillo, sin embargo, fue a más, mejoró y se templó una barbaridad, a la par que transcurría una lidia donde sus características sobresalían por encima de las del diestro. Y, de repente, éste se dio cuenta de que aquello no era el barrabás del siglo, que se podía torear y se acordó de su pretendida profesión. Y fijo los pies, y se decidió a bajar la mano, y a llevar más toreado al animalito, y éste respondió con el buen fondo que atesoraba; y ambos se templaron y salieron un par de series decentes. No fue nada extraordinario, pero al fin hubo toreo que llevarse a la boca en dos tandas al natural. Con una casi entera, algo atravesada, lo mató con eficacia y conseguiría el trofeo subsiguiente, el único del festejo.  Hubo, también, dos buenos pares de Toñete en los sendos novillos, lo mejor del festejo en el segundo tercio.
Nada obtuvo de sendos oponentes Sergio Blanco, que anduvo toda la tarde a la deriva. Su primero, Relator, de 510 kilos en la balanza (para Manzanares, por ejemplo…), negro y de engatillada cuerna, casi cumplió en varas, empujando pero sin la clase necesaria, llegó con casta y prontitud a la muleta. Como el inicial tenía mucho que torear, tanto con el percal como con la franela… y no hubo tales. Escarbó, eso sí, lo suyo a lo largo de toda la faena, pero como andaba pendiente de los engaños, no puede considerarse a esto defecto…, ni virtud, como apreciaba tanto extranjero acostumbrado al toro “Ferdinando” de Disney. El novillo pedía que lo llevaran por bajo, y el tanteo del colombiano fue justo al revés, por alto, por ver si lo complicaba, digo yo... Pero demostrando buena ley y mejor sangre, el bicho iba largo, pronto, incluso sin necesidad de toque alguno, y todo ello sin que el espada le respondiera, mal colocado, con dudas, sin la necesaria continuidad –que sí ofrecía el torillo-. Las dudas se incrementaron, el pajareo fue constante, los muletazos eran trapacinas para donde fueran, sin utilidad ni fin alguno, para donde salían, hubo algún sustillo por ahí… Un desastre. Un metisaca en la tripa y un pinchazo bastante bajo darían con el interesante animal en el desolladero… ¡qué desperdicio! Silencio del benevolente público venteño. En el quinto hubo de enfrentarse, ahora sí, con el animal más descastado de la tarde, Miramar de mote, con 504 kilos (como para Talavante, por ejemplo), manso y complicado, nada fácil. Justo lo que menos necesitaba el colombiano. Después de muchas mangorrinas capoteras, y de que el novillo no demostrara nada ante el peto, se halló frente a un bicho con malas pulgas que derrotaba al entrar y se le quedaba tantas veces, porque además él le quitaba el trapo y le cortaba aun más el viaje. A la deriva, el diestro ni podía con él ni lo sometía, sufriendo algún desarme, casi siempre desbordado, hasta que se dobló –a base de bastante regate- al final. Mal trato desde el principio al fin conduce a aquello. Un pinchazo bajo y una entera caída para un silencio final.

El tercero y notable novillo, Malagueño de nombre, 463 kilos y trapío suficiente (algo menos por detrás) (Foto: las-ventas.com)
Malagueño se llamaba el tercero, un novillo de 463 kilos, negro, que manseó en varas pero que tuvo casta, revolviéndose para buscar por el derecho y más noble y franco por el zurdo. Ante él anduvo el Gallo Chico valeroso, firme, intentando colocarse, pero completamente ayuno del oficio exigible en la primera plaza del reino. Es verdad que, como discutíamos en la grada, había algunas cualidades, quizá las inicialmente imprescindibles, pero su escaso bagaje le hizo naufragar ante un novillo que acreditaba buenas cualidades, pero que bastante buenas. Empujó algo y cabeceó ante el peto, pero salió suelto en la segunda entrada, hubo un gran tercio del Ruso en garapullos, y llegó a la muleta arrancándose de lejos aunque se quedara al final del pase por la derecha, revolviéndose a buscar el bulto –algo muy característico, por otra parte, en el encaste cuando no se le despide más atrás-. El novillo no necesitaba de toque alguno para acudir alegre al encuentro, para embestir con casta. Había emoción, pero no porque naciese el toreo, sino porque el público veía cogido en cada lance al diestro. A la deriva, el Gallo Chico no fue capaz de enjaretarle apenas ni un muletazo, casi desbordado por completo en varios momentos, descubriéndose en exceso…, si el novillo llega a tener verdaderas malas intenciones… Hay que enseñarles en las escuelas –o donde sea- el concepto de la lidia: que no se puede empezar siempre la faena con los sempiternos derechazos, que hay que probar al novillo, buscarle tiempos, distancias, pitones mejores o peores, doblarse con ellos si –como ocurrió ayer en dos o tres de ellos- no han recibido suficiente castigo en varas (esto es, se quedan crudos por ser rutinarios, y creer que con las dos entradas ya han cumplido). Nada de esto vimos ayer en toda la tarde… y así les fue. Por fin, visto lo ímprobo de su esfuerzo, lo despachó de una estocada entera, delantera y caída, entrando derecho aunque perdiendo el trapo. Hubo una cariñosa recompensa en forma de ovación por la buena disposición del chaval… 

Uno de los bastantes momentos de apuros de Gallo Chico en el tercero (Foto: las-ventas.com)
Peor le fueron las cosas en el último, donde escuchó los tres avisos, antaño prueba de ineficacia e ignominia para el curriculum del diestro, y hoy ocasión sólo de conmiseración y lágrimas entre el público… Pileño tampoco fue de los buenos del encierro, 528 kilos, cárdeno bragado, meano, listón y calcetero de atrás, manso de carácter y que acabó parado y tardo como él sólo. Y eso que anduvo en el capoteo inicial con recorrido y generosidad. La primera vara le sentó mal, y después de mil capotazos mal dados, sin conseguir llevarlo al caballo, tomó la segunda a regañadientes, mal dispuesto y peor colocado, después de desarmar al matador y que éste tomara el olivo a la veloz carrera. El cordobés volvería a mostrar esas virtudes y defectos apreciados en su primer oponente: buena disposición, valor, colocación… y nada de oficio, técnica o toreo. Si cuando embestía el animal le quitaba la muleta, se la mostraba desde atrás, o lo llevaba sin mando en paralelo, cuando dejó de hacerlo –ojo, en la distancia corta-, tampoco supo variar de colocación, darle más distancias o probar en otros terrenos, citando y citando ímprobamente sin resultado alguno. De vez en cuando el bicho se arrancaba y le desbordaba en tres o cuatro acometidas… finalizadas habitualmente con desarme incluso. No acertó ni con la espada ni con el descabello; creo que tras esa estocada inicial tendida y trasera –con nuevo desarme- debió volver a entrar a matar. El animal se complicó y entre el primer y tercer aviso sólo hubo dos intentos de descabello… ¡juzguen ustedes mismos!, después de que se echara y lo levantase el puntillero… La segunda parte de la faena fue como este triste episodio…, cinco minutos (o por ahí) con tres muletazos y mil intentos, ¿no creen que debería haber intentado otra cosa? ¿Se lo enseñarán o habrán enseñado en la escuela? Pues eso.

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