martes, 14 de agosto de 2012

Las novilladas débiles

Por Pepe Campos

Madrid, domingo 12 de agosto de 2012. Primera novillada del mes de agosto en Las Ventas Un cuarto de entrada. Javier Antón (azul y oro/aplausos y aplausos tras un aviso), Ángel Bravo (salmón y oro/aplausos y silencio tras un aviso) y Emilio Huertas (rosa palo y oro/aplausos y vuelta al ruedo tras un aviso). Javier Antón, de 27 años, se presentaba en Las Ventas en novillada picada. Tres novillos -1º, 2º y 5º- de la ganadería titular, Soto de la Fuente (procedencia Domecq Díez), bien presentados, el 2º largo, todos muy flojos, mansos, y nobles. Y otros tres novillos, sobreros, -3º, 4º y 6º-, de la ganadería de reserva, Fuente del Rey (procedencia también Domecq), bien presentados, flojos, nobles, dos de ellos burracos y de mayor trapío -4º y 6º-, éste de buena condición.

Sabemos que el pensamiento débil recorre la humanidad, y en los toros no iba a ser menos. La empresa tripartita está empeñada en elegir, de entre lo que hay en el campo, en novilladas, lo más débil. Es una apuesta acorde con los tiempos que vivimos. La sociedad se debilita. Parece como si no estuviéramos preparados para realizar grandes empresas. De ahí surge la conveniencia de pruebas débiles, para los hombres que están en edad de emprender. Otra cuestión es si luego la oportunidad se aprovecha a modo. De la debilidad, de la falta de exigencia, puede que sea imposible que surja nada de valía. Porque a pesar de todo, después de tanta aplicación de conveniencia, tras el acceso débil, la realidad final de las cosas y de la vida, devendrá, como siempre ha sido, en dureza extraordinaria. Mientras tanto la tauromaquia se va debilitando.
El primer novillo, Insultante, de la ganadería titular (Foto: las-ventas.com)

Todos los novillos ejemplificaron en la arena de Las Ventas un extenso muestrario de debilidades, caídas, derrumbes y rodaduras. Por dicha razón, tres de ellos, de la ganadería anunciada, fueron devueltos y sustituidos por otros tres novillos de la ganadería de reserva. El espectáculo se alargó demasiado, en algo que nunca había sido habitual, que una novillada durara más de dos horas y media. Viene a ser una norma que preocupa que las novilladas reproduzcan los males de las corridas de toros, que no son otros que la falta de casta y de fuerza de los ejemplares lidiados, que en definitiva conduce por el camino del desinterés de lo que ocurre en el ruedo. Dada tanta invalidez en los novillos anunciados, las protestas de los pocos aficionados que se dieron cita en la plaza se sucedieron, algo necesario, si bien, se echó de menos, en ellas, cierto salero y gracejo, y no tanta frase a bocajarro y desbocada. Los tiempos que vivimos, en todo, son de mucha pedagogía y poca educación, entiéndase, elegancia.
A pesar de tanta flojera en los novillos corridos, todos, por su nobleza ofrecieron la posibilidad de que los novilleros expresaran lo que llevaban dentro. No obstante, lo que sucedió es que no se produjo ningún triunfo rotundo. Y no es la primera vez que ocurre. Los novilleros, a pesar de sus elevadas edades -27, 25 y 22 años- poseían muy poco bagaje profesional, y, de esa manera es muy difícil estar a la altura necesaria ante el compromiso que es torear en Las Ventas. Puede que sea una cita a la que se le quiera quitar la relevancia que siempre tuvo. Los carteles de este verano así lo demuestran. ¿Por qué? ¿Qué interés existe para que las novilladas en Madrid sean pobres, sin emoción, sin repercusión? Por otra parte: ¿por qué no se celebran en estas fechas del verano madrileño, las tradicionales corridas de toros en las que se reivindicaban muchos de los toreros que se encontraban en una situación de espera?
Es posible que se pretenda eliminar la temporada taurina veraniega en Las Ventas. Sin ir más lejos, como contraste, el domingo pasado vivimos la emoción de una corrida de toros, del Conde de la Maza, desigual, pero de rango mayor, si la comparamos con los festejos novilleriles que están causando hastío y desazón, por no decir perplejidad, entre los aficionados de Madrid. Como cuña entre corridas de toros, pocas, tres, se está introduciendo el pobre espectáculo de las novilladas débiles en la primera plaza del mundo. Una plaza que rompe estadísticas, y esto molesta mucho. Por eso, la sospecha surge, aparece, toma forma y fondo. Es una pena que no se cuide a una de las pocas aficiones que quedan en el panorama taurino, que todavía tiene pasión y acude a la plaza con sentido casi, diríamos, religioso. Es cierto, que es una afición que protesta, aunque cada vez menos. Otras protestas, en el entorno político y social de hoy, son bien vistas. Una contradicción más. En conclusión, que luego no se quejen los empresarios si quedan sin respuesta sus futuras propuestas, ahora endebles e interesadas.
Javier Antón ante un novillo que pierde las manos (Foto: las-ventas.com)

Javier Antón, mostró un rudimentario manejo de los engaños, y su labor subió de tono cuando toreó al natural. Mantuvo cierta rigidez al correr la mano, que no llegaba ni se alargaba, más allá de la mitad de los pases que, por lo tanto, quedaban sin rematar. Lo mejor de su actuación estuvo en no querer desplegar los aires de toreo descargado de la neotauromaquia hoy en boga. Se le agradece. Mató de media estocada, en su primero, y de bajonazo en el cuarto.
Emilio Huertas, ya había hecho el paseíllo en varias ocasiones en Las Ventas. Ciertamente realizó lo más meritorio de la tarde ante el mejor lote. En el sentido del temple se encuentra su virtud. Alternó los derechazos con los naturales, y en aquellos, alcanzó los momentos de mayor acoplamiento. Se le nota puesto y hecho, y, tal vez, por eso, descargara la suerte de manera muy patente en muchas fases de sus tandas, que se materializaron con abundantes muletazos, con temple, y con la pierna de salida escondida -se dice que se aplica para ligar mejor los muletazos, lo que consiguió-. A la hora de matar, lo hizo de pinchazo y estocada delantera caída al tercero de la tarde, y de estocada al sexto.
Emilio Huertas corriendo la mano en el quinto (Foto: las-ventas.com)

Ángel Bravo, fue el novillero que dijo menos, ante el peor lote. No llegó a trasladar a los asistentes ningún estilo determinado. Algo de monotonía y de cercanías ante los flojos astados que tuvo que lidiar. Mató de pinchazo y estocada tendida y atravesada, a su primero, y de pinchazo y casi entera baja, a su segundo.
Los banderilleros de Emilio Huerta,  José Otero y Ángel Otero, lucieron toda la tarde con el capote y los palos. Saludaron en el sexto junto a su compañero Diego Valladar.
Un momento de buen hacer se dio en la suerte de varas al sexto novillo, en el que el picador Juan José Martínez, se dejó ver, llamó con torería al novillo, al que le puso dos buenas varas, en su sitio. Un poco larga la primera por no llegar el quite a tiempo, lo que ocasionó que sangrara mucho el novillo.

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