domingo, 22 de julio de 2012

Birlibirloqueando 7






Por Fernando Bergamín

Nunca me gustó el toro bravo en la calle, bajo ninguna circunstancia y frente a cualquier tradición, aunque ésta pueda tener siglos, y sus correspondientes tratados del llamado "arte" de correr los toros sean numerosos.
El toro bravo, el toro de lidia..., antes de llegar a su destino final, me gusta virgen de toda tentación de embestida, salvo de toda suerte de provocación humana. Me gusta contemplarlo en las hermosísimas dehesas y marismas abiertas en libertad y espacio para él. En el verdor de la primavera, el otoño y sus melancolía, en la dureza invernal y el más infernal estío. Así, hasta llegar al "círculo mágico del ruedo", después de salir de la negrura y soledad del chiquero, como parto imprevisible que le llevará a la Luz y a la Muerte, dándola o quitándola..., es su vida y su muerte, como la del hombre, como la del torero que por primera vez se enfrentará con él, jamás para luchar, sino para llegar a un puro entendimiento. Ese es para mí el sentido del toro de lidia en su vida, que precederá a la Corrida. Su comportamiento posterior en el círculo mágico y geométrico del ruedo frente al torero - que lo sea de verdad -, es y será siempre otro misterio más del Arte efímero y único del toreo.
Delante de los toros no se corre, en aparente y cobarde valentía. Delante de los toros se torea. Y precisamente en la quietud del torero, se afirma la inteligencia del hombre y el decir y sentir de su creación, en muchas ocasiones frente a la bravura y nobleza del toro, o de sus dificultades en otras, pero siempre cara a cara.
Por estas razones, que para muchos no lo serán y los respeto, no me interesa la Feria, la gran fiesta de Pamplona. No me interesa la deportividad de su desarrollo matutino, en el ya más que famoso y tradicional Encierro, donde a mi parecer, el toro bravo sí es humillado, engañado, sin llegar a poder luego ser "desangañado" como en el toreo verdadero que se produce en la Plaza. Todo ello para conseguir un tipo de diversión y hermandad común seudo-etílica a la que no veo su sentido ni su gracia: quede constancia que nada tengo contra los fines y sensaciones etílicas, pero creo como el poeta que "se bebe para recordar, no para olvidar". Y en esas carreras... tengo la impresión de que se está olvidando todo, en una solidaridad y hermandad que no me convencen, a pesar de su buena intención.
Monumento al encierro en las calles pamplonicas

De la llamada Corrida de la tarde, tengo en realidad poco que comentar. Es cierto, en algunas ocasiones vemos, ya manoseado, al conocido como "toro de Pamplona", ganaderías del máximo prestigio torista participan tarde a tarde, ante un público enfervorizado y contento, que no mira, ni ve prácticamente nada. Un muestreo de animales (algunos bravos y nobles) casi nunca con posibilidad de ser toreados o lidiados con arte, poder y gracia, creo que por razones claras. Lo mismo que existe el "toro de Pamplona", está el "torero de Pamplona": toreros que para el sentido que yo tengo de este arte, me suelen interesar poco. Naturalmente con importantísimas excepciones en pasadas épocas y en la presente. Pero ¡qué difícil le resulta torear bien a un gran torero en esa festiva y famosa Plaza, que no mira pero come, bebe, salta y canta!
Un año más, el 2012, pasó Pamplona y sus San Fermines por el calendario taurino. Todo más o menos igual a lo ya previsto. Pasó, lo disfrutaron y lo vivieron de verdad, en su verdad, hasta con un glorioso y último festival Padilla...., del que prefiero no comentar nada.
Y que me perdonen no poder terminar con un ¡viva y gora San Fermín!, aunque deseo que dure para siempre y que lo disfruten. Yo me quedo sencillamente con el toreo eterno: que no se nos vaya, porque está en peligro.
"Cuando se llevan al toro
Parece que las mulillas
Se lo van llevando todo." (J.B)

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