lunes, 9 de julio de 2012

Dos de dos: nueva cogida en Las Ventas

Madrid, 8 de julio de 2012. Segunda novillada de promoción. Un cuarto de plaza. 6 novillos de Javier Molina, bien presentados en general aunque desiguales. Primero, segundo y sexto cumplieron en varas. Sacaron casta y varios fueron perfectamente toreables: primero, cuarto, quinto o sexto. El segundo se complicó y el tercero fue el peor. Pascual Javier, silencio en los tres que mató. Thomas Cerqueira, silencio y silencio (aviso). Juan Viriato silencio en el único que mató (cogido grave en la suerte suprema).

Esto empieza ya a pasar de castaño oscuro. Y no lo decimos por el juego de la novillada, interesante siempre, con movilidad y embestidas que fueron a más en general, mejorando en la faena de muleta, con el lunar del tercero de los jugados…, y que incluso llegó a cumplir en varas como pocos toros hemos visto este pasado San Isidro madrileño. La novillada tuvo buena nota en general, no exenta de exigencias, de esas que gusta paladear a los aficionados aunque pasen desapercibidas a la masa del público bien entreverada en estas fechas de personal foráneo. Quizá, por ponerle un “pero”, y al margen del juego de ese tercero, la desigualdad en la presentación, donde hubo un toro con toda la barba (el sexto) y algún otro (como los dos melocotones…. de capa) más justito.
El sexto, Lengüeta, 517 kilos en el programa y quizá algunos más en la realidad (Foto: las-ventas.com)

No, el problema de ayer no anduvo precisamente en el lado del ganado. El problema, y es la enésima vez que lo comentamos, es este infame montaje de las novilladas promocionales, en los que un conjunto de novilleros sin la necesaria preparación, sin el bagaje de decenas de novilladas a sus espaldas, sin el oficio suficiente para enfrentarse a la plaza, al público y a los novillos de Madrid, hacen el paseíllo tarde tras tarde en el coso de Las Ventas. Y sucede lo que sucede. Segunda cornada grave en el segundo festejo del ciclo, y fracaso rotundo de los coletudos en el plano artístico. La lidia –en consonancia con la categoría profesional de los jóvenes- fue un auténtico desastre en la dejadez más absoluta. La descolocación en varas, las entradas de las reses en cualquier lugar de la plaza, la inutilidad absoluta de ese picador montado a lomos del caballo de “Cochise”, el que todos –absolutamente- los de luces se situaran a la derecha del caballo en una de las varas, las entradas “a lo que sea” en banderillas, los mil capotazos –no ya sin sentido, sino claramente perjudiciales-, el que no hubiera nadie al quite en el segundo tercio o colocado en su sitio al menos, los alguacilillos a lo suyo -a treinta metros del lugar en que deberían estar-, los monos que colearon un toro mientras que los de luces –con una única excepción- miraban como corneaba el caballo derribado, ese otro mono –que debería ser enjaulado- que por su cuenta y riesgo llamó la atención de un toro que había tomado una buena vara mientras intentaba tomar la segunda y consiguió desviar su atención… Y el delegado de la autoridad entre sonrisas no sabemos si complacientes ante el espectáculo.
Conservo copias de los partes presidenciales de los años 40, 50 y comienzos de los 60, y les puedo asegurar que por mucho menos la Presidencia tomaba la filiación del peón, piquero, monosabio o espectador y se le sancionaba correspondientemente. Ahora vale todo, al parecer. Los aficionados protestaron éstas y otras durante la novillada… pero sin éxito. No se colocaron en su sitio, ni intentaron corregir su inoperancia, ¿y eso no es regodeo en el delito, en la falta? Impunidad que conduce a la corrosión del espectáculo en su integridad, en sus tres tercios, sin que el garante de la misma tome verdaderas cartas en el asunto. 
No es ficción: parte sellado de la corrida del 10 de mayo de 1956, primera de ese San Isidro, un buen ejemplo de sanciones (Colección personal)  

Y luego lo de la empresa, empeñada en echar de la plaza a los aficionados, en convertir el coso de temporada en un solar yermo durante los meses de estío, en cerrar el circo entre las rentables ferias de “todo a cien” programadas en las últimas temporadas. Tres novilleros de escaso relieve –que imaginamos, porque así nos lo ha contado alguno, alguna vez, ponedores por uno u otro lado- que se enfrentan a una novillada de Madrid, seria, con pitones (algunos dudosos), con cuajo… y para colmo con casta. ¡Qué calamidad! Es evidente que la empresa no es responsable directa de la sangre vertida por Juan Viriato… pero casi. ¡Cómo se puede acartelar a novilleros sin bagaje en la primera plaza del mundo! Habrá que dar gracias a Dios porque no ocurrió ninguna otra desgracia. Los culpables no son los pobres e ilusionados muchachos, sino sus mentores y los organizadores –por ambos lados- del festejo. Pero se trata de llenar la programación como sea, la taurina por parte del “tripartito” –heredero directo de la peor empresa de la historia de Las Ventas- y la televisiva…
La cogida de Juan Viriato en el tercero  (Foto: las-ventas.com) 
Pascual Javier que lleva cinco años con los del castoreño, y que hizo siete paseíllos en 2011, anduvo tan despegado como pudo en sus tres oponentes. El primero, un melocotón recoleto, flojito pero embestidor, aunque a menos, le permitió cualquier cosa, pero el diestro valenciano nada le hizo. Siempre desde fuera, terminó por acortar el terreno para ahogar lo poco que le quedaba al del hierro de la Mercedes. Torear no es dar pases o acompañar las embestidas, es mandar, someter, gobernar las arrancadas de la res y hacerlo con gusto, arte o chispa… ausentes en el levantino cualquiera de las tres. A capón dejó una entera, caída y perpendicular, que requirió de dos descabellos. Más de lo mismo le vimos en el cuarto, uno de los novillos con más posibilidades del festejo, en un trasteo donde más le preocupaba andar por Burjasot y liquidar las series cuanto antes, que demostrar sus aptitudes para el toreo, pasándolo en paralelo, sin ninguna profundidad y sin rematar ni un solo lance a lo largo de todo el trasteo. Y eso que el bicho iba con prontitud, a veces metiendo los riñones. Lo ahogó un poco al final, justo antes de liquidarlo –siempre desde fuera- de un entera caída y perpendicular, saliendo prendido, pero sin consecuencias –loado sea el Altísimo-. Y nueva dosis de lo mismo en el sexto, ese novillo al que no vimos la segunda vara por culpa de un mono delincuente. Otro bicho que sacó algo de genio, que iba con riñones aunque por falta de toreo remataba las tandas mirando por dónde andaba la corrida. El toro era de los que transmitían, a pesar del defecto de salir con la cara alta, y al menos, viendo que se le iba la novillada, el valenciano optó por un valor de cara a la galería que consiguió llegar un poco más al respetable; valor más ficticio que real, porque siguió por los cerros de Úbeda en cuanto a colocación se refiere. Un pinchazo bajo –desde fuera- y media a capón en el mismo sitio, antes que, pedigüeño, se fuera a reclamar aplausos hasta los mismos medios. Los consiguió… para el toro, eso sí, entre el silencio a posteriori para sus esfuerzos. 
Thomas Cerqueira debutó con picadores en agosto de 2008 –ya va para cuatro años, háganse cuentas- y la pasada temporada lidió once festejos. Pero ayer demostró que debería replantearse su futuro, y que tanta porfía estéril no conduce a casi nada. A la primera de cambio el novillo le desarmó de muleta porque comenzó algo violento –nada de extrañar después de la lidia recibida-. Pero mejoró el bicho, empezó a repetir y sin quietud nunca, siempre descolocado y sin que le viéramos nada aparente, su decisión final fue… acortar terrenos. Tiene el defecto de echar la pierna atrás cada vez que embarca al novillo, algo que repite en el 80% de las arrancadas; es la pierna –puesto que cita perfilero- más cercana a la res, pero no deja de ser feo y antiestético. Hubo muchas series pero ni un pase apreciable –con dobles remates de pecho -o por alto, mejor dicho- antes que, desde fuera, le sacudiese un bajonazo con desarme y se tirara de cabeza al callejón. En el quinto, otro buen novillo, más madera como dirían los hermanos Marx. No dejó la pierna quieta apenas una sola vez y a base de medios pases se dejó escapar entre vulgaridades un bicho de los que deseas ver toda tu vida. De nuevo se perfiló fuera de la rectitud para dejar un pinchazo en las costillas, un bajonazo en los sótanos hilvanado (hizo guardia por la derecha), un nuevo pinchazo por allí mismo y tras oír el correspondiente aviso por la longitud de aquello, una entera en el mismísimo chaleco.
Cerqueira en el quinto; parece que carga la suerte, pero es que ha atrasado la pierna izquierda al embarcar  (Foto: las-ventas.com)
Juan Viriato, nuevo en esta plaza y sin experiencia en cosos de primera, se llevó lo peor de la tarde, una cornada grave, de 25 cm de profundidad, que diseca el fémur y lesiona profundamente los isquiotibiales. Y es que se echó –literalmente- sobre el pitón derecho del novillo al entrar a matar. No sé si buscó la emotividad o simplemente es que no vació en absoluto. La primera mitad de la faena fue un auténtico desastre. Ese tercero era un novillo complicado que ya empezó a frenarse en los capotazos iniciales (a pesar de que acudía con presteza y voluntad) y tiraba la cornada correspondiente. Entre muchas dudas, pajareo, banderazos enganchados, algún desarme y falta de ideas claras, transcurrieron las cuatro primeras tandas con la franela. Luego se entonó un poco más, poco, pero algo más. El novillo se complicó, miró, buscaba cuándo cogerle desprevenido, y lo consiguió en el remate de una de las últimas tandas, cuando se descubrió para darle el de pecho final. No hubo más que revolcón en esta ocasión; se levantó, dio otra serie, y cogió la tizona para, ahora sí, sufrir esa importante cogida. La espada quedó arriba, algo trasera quizá, pero al no vaciar se llevó ese severo “tabaco”. Lo descabelló a la primera Pascual Javier. La culpa…, sin duda, de esta empresa que sigue a pies juntillas la política “Taurodeltiana” porque es ella misma en esencia.

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