lunes, 14 de octubre de 2013

Se acabó

Último festejo madrileño de 2013

Madrid, 12 de octubre de 2013. Un tercio de entrada. 2 toros de José Luis Pereda y 3 de La Dehesilla, desigualmente presentados, mansos en general, flojos y sosos o complicados, destacando el primero por boyante. 1 toro de Hermanos Sánchez Herrero (4º), manso, bronco, complicado. Luis Bolívar, silencio (aviso) y ovación. Paco Ureña, ovación (aviso) y ovación. Sergio Flores, palmas y silencio (aviso).  

Se acabó, sí, y no habrá más festejos taurinos en medio año completo. Desde este doce de octubre, feliz día de la Hispanidad –más descafeinado que nunca si no fuera por la reivindicación española en Barcelona-, hasta el domingo de Ramos -13 de abril de 2014-, o poco antes, no habrá –previsiblemente- más festejos taurinos en la primera plaza del orbe taurino. Medio año, un día más seis meses, esa es la afición del tripartito, su visión del negocio, su afán de mejorar la oferta. Seis meses sin toros en la que antaño fuese plaza de temporada, con corridas, novilladas o festivales que se sucedían a lo largo de todo el año. Una población estable de cuatro millones de personas, unos dos y medio más en la propia Comunidad autónoma, casi otro a menos de una hora de camino… y no pueden convocar a nadie durante medio año. Sorprendente. Ya estamos “hechos” a la “aficionadísimaempresa madrileña, tan nefasta como el tripartito que prohibió los toros en Cataluña, que ni siquiera nos sorprendió (ni nadie clamó por ello –más que en algún blog de aficionado como éste-) que la temporada se cortara abruptamente el día 12 de octubre, cayendo la fecha en sábado y sin que hubiese epílogo al día siguiente, el domingo. Es más, ¿no les resulta escandaloso que tuviera que ser Abella quien les dijera que eso de no programar un festejo el día de la fiesta nacional para trasladarlo al domingo 13, no era de recibo? Porque estos aficionadísimos señores querían suprimir la corrida del día de la Hispanidad para culminar su triste recorrido de este año con un festejo sin interés al día siguiente, pensando –quizá- en atraer otro puñadito –y no más- de estupefactos turistas…
Abella les llamó al orden y la solución no fue ni salomónica: el festejo previsto se le entregó a la otra madre, es decir, se trasladó de día, y aquí paz y después gloria económica. ¡Fantástico! Un hito más para adjudicarles la plaza de por vida… con las comisiones –cánones- correspondientes.

Bolívar dejó escapar al primer y mejor toro de Pereda.  Por cierto, ¿se han planteado que las fotos siempre muestran el final del muletazo y nunca antes para ver colocación, cite o embarque...? (Foto: las-ventas.com)
El cartel no interesaba a prácticamente nadie y así se desarrolló el festejo. Se acabó la temporada en el habitual tono cárdeno de la temporada en conjunto, con una pobre asistencia de público y entre faenas de poco fuste, con sus tintes de interés concreto. Destaquemos del tono medio habitual a uno de los toros de La Dehesilla –el primero- que de no haber sido un inválido habría dado lugar a más interesantes y emocionantes arrancadas y que, pese a la falta de fuerzas mencionada, fue el más boyante –el toro claro que admite todas las suertes- y noble del festejo. Destaquemos también la disposición de Luis Bolívar ante el complicado cuarto –el remiendo de Hermanos Sánchez Herrero-, peleándose con él, con firmeza y decisión, logrando ligar lances ante un toro manso y boyar, y matándolo casi por arriba. Recalquemos también algunos pasajes del mejicano Sergio Flores en el tercero de la tarde, otro toro bronco, manso y complicado, del que tiró de verdad en varios pasajes de la faena, pese a que le trajo de cabeza casi toda ella, cuesta arriba, pero sin terminar de desbordarle nunca. Y salvemos también la disposición de Paco Ureña, pinturero en el inicio y colocándose entre los pitones del quinto, pero sin darle nunca ni la distancia requerida, ni la continuidad que la faena precisaba, quitándole la muleta y escondiéndosela a cada lance para evitar incómodas repeticiones. Lo demás, o para el olvido, o para la desesperación –casi siempre esperanzada- del aficionado.
La corrida de José Luis Pereda –sólo dos del hierro titular y tres de la segunda marca familiar- no defraudó… porque nadie a estas alturas es capaz de prever cómo saldrán los pupilos del ganadero onubense. La corrida que abrió la feria de San Isidro 2013 salió mansa, sosa y descastada; la de este pasado sábado, mansa, floja y en buena medida descastada también, aunque salvemos de la quema al primero y con muchos reparos a los dos últimos, que vinieran a menos durante la lid.  Ahora, interesar, lo que se dice interesar, ni lo más mínimo…
A Bolívar se le vio como siempre en esta última etapa de su trayectoria profesional; más interesado en el trabajo que en la creación, buscando alivios como cualquier trabajador por cuenta ajena que se precie (es un decir) y sin comprometerse más que en última instancia frente al complicado cuarto. Es ahí, pese al desastre de lidia, cuando le vimos más serio, más comprometido con el arte de la tauromaquia, con la técnica, con el esfuerzo que requiere la lidia de un toro manso y mular, ligando aunque fuera a veces a la manera contemporánea de esconder la pierna y quitarse de en medio. Y como lo mató de una entera, desprendida, un poco a capón, la ovación, a mi parecer, fue justa y más que suficiente. Sin embargo, en el primero, el de La Dehesilla, un bicho inválido pero cumplidor en casi todos los tercios, boyante pero no muy encastado, anduvo sin comprometerse, desde fuera y algo distante de las nobles embestidas de su oponente, diciendo muy poco a pesar de tirar en algún muletazo del toro. Despatarrado y sin clase, dejó escapar una buena oportunidad de reivindicarse ante una corrida que no es de las duras que solía lidiar. Unas prescindibles manoletinas, un par de pinchazos caídos y otro hondo y desprendido –mientras sonaba un aviso-, le hizo tomar el descabello y acertar a la primera. Silencio sepulcral, como el que se requiere cuando fallece el arte.

Paco Ureña en el quinto, tirando del bicho aunque sin terminar de metérselo a la espalda (Foto: las-ventas.com)
Tampoco vimos apenas nada apreciable en Ureña ante su primero, un toro titular manso, flojo, soso y descastado, que apenas se movía en las cercanías escogidas por el diestro lorquí. En vez de aprovechar la decena de muletazos que tenía, los dejó escapar entre estatuarios y todo tipo de precauciones iniciales. En la tercera tanda acortó ya distancias en la búsqueda del recurso encimista, sin continuidad ni limpieza, sin que dijera nada su labor ante un toro que apenas podía con el rabo y se desplazaba medio metro o poco más. Unas increíbles manoletinas salpicadas –de una en una, también sin ninguna hilazón- y, muy fuera de la suerte, un primer pinchazo caído, con pérdida de muleta, otro hondo algo caído, un aviso y un certero descabello. Directamente para olvidar, por más que la cla le ovacionara. Más disposición tuvo en el quinto, al menos en la colocación, porque tampoco hubo ni ligazón –quitándole el trapo tantas veces para que no repitiera-, ni distancias algunas. Era un toro de La Dehesilla –como el primero y sexto- manso pero embestidor, que se acabó viniendo abajo quién sabe si por ahogarlo el matador en esas absurdas cercanías que buscó para emocionar… porque no lo conseguía con la muleta. Comenzó pinturero, eso sí, siguió fuerita o al hilo del pitón, sin decir apenas nada –repetimos, más que a la abundante cla- y acabó en la tercera tanda sin continuidad, retirando la muleta del hocico del toro para no tener que ligar muletazos y aguantar las embestidas de la res. Eso sí, se puso entre los pitones, y de uno en uno, iba tirando bien del bicho. Pese a todos los pesares, las más de las veces esas tandas acababan sin respuesta popular, aburrido como estaba el público ante la intermitente y poco limpia faena. Un pinchazo caído con el brazo por delante –dejándolo luego atrás-, y una estocada caída, con mal estilo, le valdrían esa ovación de pitiminí.

Sergio Flores, mandón, en uno de los buenos muletazos al complicado tercero (Foto: las-ventas.com)
Tampoco lució más el tlaxcalteca Sergio Flores. Su primero fue un casi anovillado toro titular, manso, bronco y complicado, que pasó por completo del capote, hizo pelea de buey en el caballo, se dolió en banderillas, protestón y mirón, a su aire siempre, y que llegó a la muleta pensándoselo, protestando más y tardeando de tanto en cuanto. Escarbador y bronquito, era un regalito navideño, y ahí anduvo como pudo el joven Flores, que no perdió los papeles pese a que le hizo hilo más de una vez. Es más, y como he dicho, hubo varios meritorios muletazos en los que mandó y tiró de la embestida del bicharraco, aunque la faena no tomara vuelo. Se perfiló desde su tierra natal y le dejó un señor bajonazo que aun fue premiado con palmas… Menos aun hubo en la culminación de la temporada de Las Ventas, frente a un animalito de La Dehesilla, un nuevo novillote con cuernos, embestidor pero a menos y manso en varas. Fue una faena de pegapases, en la que el azteca se limitó a acompañar las embestidas de la res, algo sucia por momentos y en tandas larguísimas que nada arrancaban de las gargantas de los espectadores… que no fueran bostezos. Unas “obligadas” manoletinas fueron rubricadas con un pinchazo bajo –perfilado fuera de la rectitud siempre-, otro de cualquier manera, con la res arrancada y distraída, y una estocada por arriba no sin escuchar un aviso antes de que doblara.
Dobló el indigno animal, dobló también la temporada venteña, y herida de muerte –nos tememos- dobló “el espectáculo más nacional” en la capital, que como no haya albéitar capaz de ponerla en forma, sucumbirá ante los manejes del tripartito, la Comunidad, la reboinificación de la plaza, y los espectáculos cómico-musicales previstos para otoño e invierno. Dios la asista y la acoja en su seno.

Santos y señas de los animales lidiados este pasado sábado:

1º.- Afanes, de La Dehesilla, un toro castaño de 519 kilos, bien presentado, inválido –siete caídas, dos antes de la primera vara, e infinitas pérdidas de manos- pero cumplidor en varas -donde derribó en un arreón más de bravucón que de casta, sin irse del caballo en ninguna de las dos entradas-, y que fue noble y boyante en lo sucesivo.
2º.- Sobado, de Pereda, 544 kilos de toro negro, manso, soso, flojo y descastado.
3º.- Carablanca, también de Pereda, 545 kilos, negro salpicado, justito de presencia pese a la báscula, manso, bronco y complicado, mirón y escarbador.
4º.- Soberbio, remiendo de Hermanos Sánchez Herrero, con 570 kilos, negro, manso y boyar, brusco y con la cara alta.
5º.- Absuelto, de La Dehesilla, un  toro colorado y ojo de perdiz de 514 kilos, mansito, sosito, embestidor pero yendo a menos… quién sabe si por las estrecheces buscadas por el espada.
6º.- Licorero, también dehesero, un novillote con cuernos de 502 kilos, feo como pegar a un padre, manso, embestidor pero yendo a menos como más de uno de sus congéneres.

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