domingo, 6 de octubre de 2013

¡Qué pereza!

Tercer festejo de la Feria de Otoño 2013

Madrid, 5 de octubre de 2013. Unos dos tercios de entrada. 4 toros del Puerto de San Lorenzo y 2 de la Ventana del Puerto (2º y 4º), desiguales de hechuras, mansos, mulares o boyares de condición, aunque alguno con movilidad. Alberto Aguilar, ovación (aviso), silencio (aviso) y silencio. Joselito Adame, ovación. Jiménez Fortes, silencio (aviso) y silencio.  

Pues sí, ¡qué pereza! Qué pereza da tener que escribir, siquiera dedicar un breve rato a contarles lo que a mi juicio fue el desastroso festejo de ayer sábado. Juntar cuatro letras para narrarles el fracaso del toreo contemporáneo –en sus distintas formas- frente a mulos o bueyes es un esfuerzo que casi considero sobrehumano. No sigan, si no quieren, por este sucinto relato de cómo una corrida de toros puede convertirse en el más deplorable espectáculo, a base de toros mansos y mulares de condición, y diestros aun peores que los toros. Yo creo que con eso está todo dicho. Bueno… acaso se salven de la quema los cuatro buenos capotazos lidiadores de José Antonio Carretero y…, vale, el esfuerzo de Adame –con muchísimos reparos- por matar el toro de su revolcón “autoprovocado”.
Sí, indígnense conmigo, como lo hizo algún vecino de localidad –de esos que vienen todas las tardes a merendar y a aplaudirlo todo-, porque silbé al diestro mejicano que –habiendo estado toda la tarde a merced del toro, que más lo toreó a él que al contrario- volvió completamente grogui a la cara del toro para arrear un fenomenal sartenazo a su oponente. ¿Dónde queda el director de lidia que permitió la posible inmolación, el posible suicidio de un diestro que no se tenía en pie más que a duras penas, que andaba mareado y confuso ante la suerte –recordémoslo- SUPREMA? ¿Por qué hay que aplaudir un gesto –sin lugar a dudas lo fue- que puede acarrear una auténtica tragedia? ¿Por qué hay que ovacionar un bajonazo de tal calibre por más que lo haya ejecutado un diestro mermado notablemente de facultades físicas e intelectuales –les recuerdo que el parte médico le diagnostica una conmoción cerebral-?

Momento del revolcón y pisotón en el peroné del segundo toro a Joselito Adame (Foto: las-ventas.com)
El toreo no es un arte suicida, ni lo ha sido, ni lo podrá ser jamás. Es, precisamente, lo contrario. Es el triunfo de la inteligencia, de la técnica, del valor, de la concepción artística –todos ellas cualidades superiores- sobre la fuerza bruta, sobre la naturaleza indómita. Ayer el frágil torero azteca estuvo a merced del toro; sobre el ara circular del coso de Las Ventas no se encontraba el animal totémico, sino el hombre desvalido y entregado. ¡Qué sinrazón! Y lejos de plantearse estos pensamientos, hubo gentes que sólo movidas por la sangre, el cardias o el hígado, animaron al diestro a consumar su propio sacrificio, en vez de pitarlo como debería haber ocurrido. No estaba en condiciones para enfrentarse al toro, repito; y lo que puede considerarse como una heroicidad tantas veces, ayer no lo fue. Un diestro puede salir herido a matar al toro, con una cornada incluso, pero con sus capacidades intelectuales íntegras. Ayer el mareo era evidente, su estado de confusión palpable, el diagnóstico médico contundente. Y no vamos a la fiesta para sufrir, ni para emocionarnos con el sufrimiento ni del toro ni del ser humano, sino para recrearnos en la virtud creadora, emocionarnos con el triunfo de la inteligencia sobre la fuerza bruta, palpitar con la contemplación de la fragilidad imponiéndose a la naturaleza desatada. Fue un error, sin duda. Y como culmen, esa desastrosa –aunque lógica- estocada en los mismísimos sótanos. Sablazo que no puede ovacionarse como si fuera la “estocada de la tarde” del mismísimo Machaquito que cinceló magistralmente Mariano Benlliure. El gesto no es matar al toro de cualquier forma, sino hacerlo con dignidad, discúlpenme. Ante el toricidio, mejor hubiese sido guardar silencio y después despedir al diestro camino de la enfermería –ahora sí- con esa cálida ovación reconocedora del esfuerzo y el pundonor; nunca al revés.
Si sumamos a ello que la cogida se produjo al descubrirse el diestro, y que la faena fue un cúmulo de lances sucios, desbordados en muchos pasajes, que el matador anduvo a merced del toro en tantas ocasiones y que éste parecía llevar la voz cantante en todo el trasteo… ya me dirán.
Por eso sólo me quedo con los lances de Carretero, fenomenal en su actitud lidiadora, poniendo orden incluso como “director de lidia”, “ordenando” la salida del peón que nos faltaba en la suerte de varas… Porque ni siquiera dejaron lucirse –no vaya a ser que pase algo- a Tito Sandoval a caballo, al que metieron al toro al relance sendas veces. ¡Bravo!, ¡muy bien por Jiménez Fortes!, eso es fomentar el espectáculo integral, dejar que se luzca el toro y el varilarguero, ¡sensacional! ¿Para qué lo contratará en su cuadrilla, si luego no le deja actuar conforme a las reglas del Arte con mayúsculas? ¡Qué lástima!

También hubo su atropello a Jiménez Fortes (Foto: las-ventas.com)
No, no sigan de aquí, porque el resto del festejo fue auténticamente penoso. Un Alberto Aguilar casi anodino, sin la grandeza de otras tardes al enfrentarse al toro “de poder a poder”, abusando de la descolocación y despidiendo a sus oponentes casi siempre para el más allá; un Jiménez Fortes –la gran apuesta del taurinismo este año- en un toreo mentiroso, de escondida de pierna y retroceso, que ni aun supo taparse –como lo hubieran hecho Castella o Perera, por ejemplo, o el mismísimo Manzanares en año de estío y sequía…-; y un ganado absolutamente lamentable –la enésima vez- del Puerto de San Lorenzo y hierro anexo.  
El primero fue un animal mular, Violetero de mote (535 kilos, negro, acochinado como algún hermano), manso, boyar y con alguna movilidad como cualidad más destacable, que pretendía largarse de la plaza a cada paso. La lidia fue un auténtico desastre, el mulo pasaba del caballo y los de a pie fueron incapaces de colocarlo en suerte. Corrido recibió los dos puyazos a la búsqueda de la salida del tormento. Adame dio unas prescindibles chicuelinas en su quite, con notable achuchón final. Y Aguilar, cabecera del cartel y director de lidia, lo pasó de muleta por la periferia de la M-30, pero al menos sujetándolo en el terreno escogido con mérito- las tres primeras tandas. Algo acelerado, aprovechó el viaje en demasía, hasta que el bichejo aquel decidió que despedirlo para afuera era sinónimo de que se marchara… y empezó a rajarse. Aquello acabó con una estocada por arriba –con sesgo-, sonó un aviso y procesionaron juntos a toriles… y más allá. Tampoco hubo más en el cuarto, Sospechoso (de la Ventana, con 542 kilos y colorado ojo de perdiz), otro manso declarado, con movilidad insulsa y que fue a menos. Con el toro absolutamente a su aire, suelto, salieron los de caballería, para castigarlo correspondientemente, y eso que sólo quería quitarse el palo y salir suelto. Le arrearon a modo y llegó el toro cayéndose a lo sucesivo. Cayéndose… pero apretando al diestro que, a pesar de intentar darle distancias para lucirlo, fue incapaz de metérselo. Todo, una vez más, para las afueras, con poco mando –algún lance en la tercera tanda y poco más-, desde fuera y sin decir nada, antes de acortar distancias y terminar de ahogarlo. Un pinchazo caído y tres cuartos desprendidos, con pérdida de muleta, y nuevo aviso. Lidió también el sexto –se corrió turno- en lugar de Adame. Se llamó éste Bilbaíno (569 kilos y negro de capa), otra res auténticamente mular de la cabaña mansa salmantina. Nada con el percal, nada del toro en varas, arreón de manso en banderillas –doliéndose además como corresponde-, y nada en el último tercio, ni por el toro –siempre buscando como rajarse, levantando la cara, con algún cabeceo-, ni por el torero –fuera, sin gracia, con el pico y para allá, aunque le sacó lo poquísimo que el mulo llevaba-. Yo creo que todos estábamos deseando que el suplicio terminara cuanto antes… Así que después de recoger la espada, y suministrar otra ración de pases con la zurda, Alberto lo despacho para el otro mundo de una entera caída con nuevo desarme.

Aguilar en su primero, quizá lo único de la tarde... (Foto: las-ventas.com)
Para Adame sacaron, en segunda instancia, un Huracán (también de la Ventana del Puerto, 592 kilos y capa colorada, algo raro, pero ni muchos menos imposible o extraño, en el encaste), manso y complicado. Lo recibió a porta gayola –algo que deberían hacerle ver es innecesario, temerario o peligroso, más aun viendo cómo había salido el primero- y después le enjaretó una docena de pases, con variedad, de diferente calidad, entre lo pueblerino y lo acelerado, todo ello sin sujetar al Huracán dichoso. Muy mal picado y lidiado, llegó el bicho –tras huir de sendos encuentros- complicado a la franela. A Fortes lo desbordó en su quite por chicuelonas (con “o”, sin duda). Y Adame, sin haberlo entendido en lo más mínimo, en vez de doblarse y conducir las embestidas, lo recibió con estatuarios a “pasa-torito”; ¡fantástico! El bicho aprendió lo del gañafón por alto al instante, y el no obedecer por completo al trapo en un suspiro. Adame, sin torear, aguantaba como podía delante del bicho, pero el que mandaba era el toro, y sin poder hacerse con él en ningún momento, al fin se descubrió, fue prendido por su oponente y revolcado, sufriendo contusiones varias y esa conmoción cerebral. Tambaleándose, ordenó que le dejaran sólo –mal Aguilar por hacerle caso- y terminó con el bicho de un sartenazo. Todo fue un sinsentido.

Fortes al menos lo intentó con el capote... (Foto: las-ventas.com)
Jiménez Fortes es uno de los diestros más cantados por el taurinismo y el “sistema” en esta temporada, pero por acá le hemos visto muy poco -o nada ayer si nos centramos en el nefasto festejo-. Su primer antagonista –que no colaborador- fue un Cubatonto –de conocida reata, como los Bilbaínos, con 599 kilos y capa negra- y fiel a sí mismo, manso, soso, embestidor y a menos. No confundamos movilidad con casta ni acometividad, por favor. El bicho repitió y metió la cara en el recibo, sin mayores glorias del malagueño; y éste y su cuadrilla lo metieron debajo del caballo de Sandoval en sendas ocasiones, que a pesar de ello picó en su sitio y ajustó bien el castigo. Sin saber qué hacer con él, llegó la hora del muleteo, y desde fuera, muy despegado –sería para no mancharse el traje, sin duda- nos recetó el diestro hasta ocho raciones de toreo contemporáneo, desde y para Pekín, echándose atrás, dicen que para ligar, y encimista. Fenomenal concepción moderna de “esto” de la tauromaquia contemporánea. Modelo a seguir, sin duda, que recibió pitos y que acabó por ni siquiera ser aplaudido por los incondicionales de la ignorancia. Series en que el diestro hacía girar al toro en su derredor –estilo peonza- sin colocarse ni una sola vez por donde apuntaban los pitones, retorciéndose como la hace la cuerda que hace girar la misma. Eso… cuando no andaba apurado porque el toro apretaba… Una estocada a capón –apunten-, delantera, perpendicular y sin pasar, un aviso y aquí paz y después… ¿gloria? En el quinto, que fue el sexto en el programa, Cubanoso –éste tampoco era listo, ¡qué le vamos a hacer!, 551 kilos y capa negra también- más madera… Comenzó con una voltereta por interponerse en el camino de la mansa res, que empezó con movilidad para terminar distraído y rajándose como corresponde a un mulo de pura cepa. De ambos embates de las fuerzas de caballería saldría suelto, repuchándose y cabeceando, luciéndose Carretero en la lidia, eso sí. Fortes comenzó con estatuarios…, ¡sin comentarios!, con el bichejo a su aire, y siguió escondiendo la pierna en lo sucesivo entre el silencio del personal, que ya había averiguado el mérito de aquello. Y claro, tanto se escondió, que el bicho terminó por no encontrarlo y fugarse a tablas. ¡Qué horror de toro y de torero! Desde fuerísima se perfiló, el toro volvió a perderlo de vista y repitió la fuga, y por fin le sacudió una estocada baja de mala manera, que lo pasaportó al más allá, que era donde el toro quería estar.

En resumen, festejo nefasto, prescindible, contrario a lo que debe ser una corrida de toros, completamente antagónico de lo que anteayer vimos al Cid con Berbenero… Una cosa es TOREAR y otra dar pases… ¡Cuánto les va a pesar a algunos la faena del de Salteras!

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