lunes, 16 de septiembre de 2013

Tres de capas claras

Tercer festejo del ciclo de novilladas de encastes singulares

Madrid, 15 de septiembre de 2013. Menos de un cuarto de entrada. 5 novillos de Prieto de la Cal (encaste Vázquez-Veragua), bien presentados en general, mansos en varas, el primero flojo y sin poder, pero tres de ellos encastados y con juego. 1 novillo de Mollalta (encaste mayoritario Domecq), lidiado como sobrero en 4º. lugar, mal presentado, manso, flojo y descastado. Pedro Carrero, silencio y silencio. Manuel Dias Gomes, silencio (saluda a la familia por su cuenta) y silencio. Javier de Prado, palmas de la cla y silencio.

Como sucedió el pasado domingo hubo más novillos que novilleros.  ¿Ustedes creen que a la empresa les preocupa en lo más mínimo estrellar a jóvenes con ilusiones ante la plaza y el público madrileño –por más que vengan con nutridas partidas de ovacionadores familiares- y novillos como corresponde a la primera plaza del mundo? La pregunta es retórica, no se preocupen; la respuesta ya la conocemos todos. Ayer, nueva ración de lo mismo. No importa que lo que sale por toriles sea más o menos noble, más o menos complicado, con o sin casta, los carteles están compuestos y preparados para el fracaso y ayer volvió a cumplirse el guión de forma milimétrica. Anunciados estaban Pedro Carrero, que lleva ya 10 años de novillero con picadores y que en 2012 hizo el paseíllo en tres ocasiones; Manuel Dias, portugués, que debutó con los del castoreño en 2009 y que el pasado año se vistió de luces dos veces;  y Javier de Prado, recién graduado con caballos, que lleva en su haber ¡tres novilladas mayores! Pues nada, a los leones, con una de Veragua en Madrid…

El segundo e interesante novillo de Prieto de la Cal, Friturero, 442 kilos (Foto: las-ventas.com)
Los veraguas de Prieto de la Cal tuvieron notables y muy diferentes matices; alguno flojeó en exceso -fue devuelto el primero, un bonito castaño que apenas se tenía en pie, y quizá pudo haber seguido el mismo camino el siguiente, un feo novillote de 526 kilos, que no mostró poder alguno-, pero también los hubo encastados y con juego en el último tercio, desmintiendo el tópico de que los veraguas sólo desarrollan en el primero, viniéndose abajo en lo sucesivo. Fueron los tres de capas claras, los que estaban más en el tipo de la tradicional vacada, preciosos de lámina y con cuajo suficiente, aunque no fueran ni descomunales, ni con el peso que se acostumbra en este coso. Un precioso melocotón y dos jaboneros dejaron, por fin, el pabellón de la ganadería (rojo y gualda) a la altura de la historia secular de la vacada. Otra cosa es que lucieran como debieron, porque –lamentablemente- ninguno de los tres espadas supo sacarles el jugo que llevaban dentro, empecinándose en torearlos como si del encaste mayoritario se tratara, con la misma rutina de pegar pases hasta la saciedad, siempre para las afueras, y acortar distancias para ahogarlos en cuanto pudieron. Otra cosa, además, fue la nulidad lidiadora del joven Javier de Prado a quien la cla, inductora al suicidio, sin duda -algo que deberían hacerse ver en una consulta psiquiátrica-, invitaba al desastre con sus aplausos injustificados y los insultos dirigidos a quienes –aficionados- le recomendaban que bajara la mano y se doblara por bajo como requería el sexto y último novillo.
Tres novillos francamente interesantes, cada uno en su estilo, que reivindicaron que estos encastes singulares, encastes en vías de extinción, siguen ofreciendo razones para los aficionados al espectáculo taurino integral, al margen de modas y vicios contemporáneos. Menos mal, porque de otra forma –y es por ello, no se equivoquen, por lo que se han programado estas novilladas- estarían condenados, bien al ostracismo, bien al exilio de allende nuestras fronteras (donde aun saben apreciar la variedad de castas, comportamientos y partes de la lidia que en la Piel de Toro han sido condenadas al olvido, a la indiferencia o al reprobación).

El tercero, Felino, melocotón de capa y 454 kilos (Foto: las-ventas.com)
Y eso que la novillada no comenzó de la mejor manera posible, más bien al contrario. El primero, Rompedor (castaño, 466 kilos, con cuajo), se fue de vuelta a los chiqueros por su manifiesta y clara invalidez, incapaz de sostenerse en pie y humillar sin claudicaciones. 

Carrero en el primero, el cuarto previsto, del hierro titular (Foto: las-ventas.com)
Salió en su lugar el cuarto, también de la vacada titular, un novillo más fuera de tipo, feo y con menos trapío que sus hermanos, pese a sus 526 kilos, Dormilón por mote, negro de capa y de futuro, que blandeó tanto o más que su retirado hermano. Sin poder alguno, se cayó antes de la primera vara, pasó por ellas con más pena que gloria –dos caídas más-, y tras dolerse en garapullos, llegó con mínimos hálitos vitales a la faena de muleta. Dos caídas más y una incapacidad manifiesta marcaron el guión del postrer tercio, todo ello por alto y sin el más mínimo compromiso de Pedro Carrero, siempre distanciado y a media altura, despidiéndolo para allá y sin metérselo ni una sola vez, hasta que el bicho no pudo más. Más de media, caída y con desarme, nos hicieron atisbar que quizá había algo más en el fondo del novillo, pues aguantó la muerte con algo que nos recordó a la casta. Mal preludio a la ópera veragüeña. El cuarto fue el sustituto de encaste mayoritario –ya podía la empresa haber buscado sobreros de encastes también singulares- de Mollalta, vacada de la que deben haber comprado la camada, como en un “todo a cien”, los “sabios veedores” del tripartito. Cortijero de nombre, con 474 kilos y unos cuartos traseros chupados, negra la capa, fue un torillo al uso moderno: manso, flojo y descastado. Unos lances perdiendo terreno precederían a la masacre en varas –manseando el animal-, y tras las banderillas (ayer hubo buenos y malos pares por igual), le vimos rodar en cinco ocasiones en la franela, ante una nulidad de faena semejante a la primera de Carrero. Todo desde y para fuera y despegado del novillo cuanto daba el brazo y el pico de la muleta. Media estocada en la tabla del cuello (bastante aplaudida por sus amigos, ante la indignación de los aficionados), precedieron a que el bicho se aculara defensivamente en tablas y a dos descabellos.

Lo mejor de Dias Gomes vino en el quinto (Foto: las-ventas.com)
Lo interesante del festejo comenzó con la salida del segundo, un novillo pequeño pero con trapío llamado Friturero, jabonero, manso en varas –apenas picado visto que sus dos hermanos no habían respondido físicamente-, pero boyante y noble en la muleta, con recorrido y transmisión desde la distancia. Al diestro portugués, por tanto, no se le ocurrió otra cosa que ahogarlo para que así le pesaran menos esos exiguos 442 kilos que lucía en la tablilla. Iba y venía al toque, sin molestar, con clase y casta, pero le pesó demasiado al espada luso, y Dias Gomes ni fijó las plantas en el tanteo, ni se lo pasó por el fajín, citándolo desde fuera de la rectitud y despidiéndolo para el Algarbe. Visto que se lo comía crudo, optó por acortar distancias de forma exagerada, complicándose la vida con ello, pues el bicho comenzó a protestar y quedarse corto en las embestidas –…en el pecado va la penitencia-, y hasta ahí llegó su historia. Después de un pinchazo caído, aguantando, le sacudió un señor bajonazo que también gustó mucho a los seguidores del novillero… Saludó por su cuenta sin que nadie lo reclamara, diez o doce personas al margen. Detalle que conviene destacar: lo estrellaron contra barrera o burladeros no menos de media docena de veces, a ver si con ello le quitaban los bríos de salida, ¡fantástico! El quinto fue otro novillo negro que dio la nota…, negativa en este caso. ¡Don Tomás tiene la negra!, porque también negro –como el primero- fue este Hocicón I, de 494 kilos, manso, soso y de poca casta.  Nada vimos al diestro luso con la capa, lances sin sal y sin mover los brazos con soltura, y poco más de lo mostrado con la franela. Unos estatuarios de poco sabor, antes de pasarlo –ahora bien colocado y trayéndoselo- con la zurda y la diestra, sin mayores emociones. Arrimón a la tercera tanda, el novillo que se vino a menos aun, y ambos con el color del plomo. Un pinchazo casi arriba, prologó una buena estocada en el hoyo de las agujas, para ver como doblaba al hilo y refugio de tablas.

Chicuelina de Javier de Prado en el quinto (Foto: las-ventas.com)
El mejor y más interesante lote de la tarde correspondió a Javier de Prado, que anda tan verde como es de esperar –debutó con caballos el 30 de junio de este año-. El tercero de la tarde, Felino (capa melocotón y 454 kilos) era un precioso veragüita, que cumplió en varas (a pesar de ser mal picado y de que el segundo encuentro fue apenas un picotazo) y que luego siguió pronto, alegre y embestidor en la muleta. Y eso que le hicieron las cosas para que se abroncara todo lo posible, en la lidia y en  el tanteo con la muleta. Unos lances acelerados con el percal, un quite por chicuelinas quitándose a cada lance en vez de aguantar el terreno, y un tanteo de entrada metiéndose el bicho debajo… cuando requería darle más salida a la espalda. Y claro, el novillo terminó por aprender que no debía rematar las suertes sino quedarse por allá para ver qué pescaba al final de cada lance. Así que…, dicho y hecho; el novel diestro no paró de rectificar terrenos, hasta que alguien debió cantarle que acortara distancias y dejara de mostrar las bondades del bicho en la distancia. No mejoró la faena con ello, porque el veragua siguió protestando desde las cercanías y quedándose igualmente debajo; ni le dio distancia –la que requería el animalito-, ni lo toreó, moviéndose todo lo que pudo entre lances. Pases después, casi desbordado por el ímpetu de Felino, decidió coger la tizona para darle un sonoro bajonazo en los sótanos, que conmovió los cimientos del coso. Palmas de la familia y allegados, que –abundantes- habían venido desde Monroy, tierra de indómitos extremeños –bandoleros en el siglo XV y conquistadores en lo sucesivo-. 

Hocicón II, un novillo que sacó fiereza y casta (Foto: las-ventas.com)
El sexto fue Hocicón II, un precioso y cuajado jabonerillo claro de 460 kilos, que empujó algo en el primer encuentro con la caballería, pero cabeceó y salió suelto del segundo. Mostró casta y se complicó en el último tercio; fiereza, en suma, que es algo que apenas se ve ya en las plazas de toros. Y, acudiendo siempre al toque, con entrega, generosidad y transmisión, le complicó la vida al neófito espada,  que no supo entenderlo, ni hacerle las cosas según requería su condición. El novillo acudía con la cabeza por las nubes, lo mostró ya en banderillas, a pesar de que galopaba desde lejos y metía la cara. Pero en vez de doblarse por bajo y pasarlo con la muleta por el suelo, el diestro extremeño se empecinó en llevar la muleta a la altura de la cadera y rematarlo todo por alto. ¡Un desastre! No le arrancó la cabeza en uno de sus frecuentes –casi constantes- tornillazos, de milagro. La afición sensata le gritó que se doblara, que le bajara los humos y la muleta, que había novillo de sobra; la reacción de la impresentable cla fue el recurso al insulto y los absurdos aplausos al diestro… por ver si conseguían que se inmolara en el albero, al parecer. ¡Qué bien, qué mono todo! Y como no pudo con él, y como el novillo se hizo el amo de la situación, decidió de Prado ir por el estoque y dejarle media, sin pasar, que bastó para que el bicho doblara.

En suma, novilleros a los leones y tres novillos veragüeños de capa clara que, sin ser sencillos, mostraron que hay vida, que hay casta, que hay interés, después de la… sangre mayoritaria.

4 comentarios:

  1. Madre mí si eso que vimos ayer lo llamamos novillos buenos apaga y vámonos. La novillada y me duele mucho decirlo fue un petardo de los gordos.

    ResponderEliminar
  2. Yo vi la misma novillada que usted y estoy de acuerdo con su crónica. De lo que vimos en la plaza en actuaciones del publico existente , y de algunos llamados del gremio , mejor no hablo por vergüenza. ¿Con este personal que futuro espera a la fiesta?

    ResponderEliminar
  3. Yo también estoy de acuerdo con su crónica. Los diestros no eran los mas idóneos pero !ay! no se si en el escalafón actual habría muchos que supieran meterle mano a novillitos que no embisten como la tonta del bote. Y es que torean con la mano encogida a lo Juli, para sacar el pase en linea recta, y claro, cuando sale un toro al que hay que mandarle (como el primero del portugués, un muy buen novillo) y cuando el toro no se coloca solo no saben ni por donde tirar. Y que decir del último, el infeliz chaval se ponía dispuesto a torear en línea como si fuera la tonta del bote, a lo Juli, repito, y no fue capaz ni siquiera de no sufrir un desarme por serie.
    Y si, el señor del primer comentario tiene razón, la novillada fue un petardo porque estos novillos no son capaces de torearlos los novilleros acostumbrados a la tonta del bote.

    ResponderEliminar
  4. http://asociaciontaurina-encierrosdenavalcarnero.overblog.com/3%C2%AA-de-encastes-minoritarios-las-ventas
    Os dejó aquí la crónica que hice para la Asociación ala que pertenezco. Como veís atizo a toros y toreros. Esto es lo bonito de la fiesta que tengamos diferentes opiniones. Don Tomás tiene que tomar medidas si quiere que sus toros vuelvan a interesar al resto de aficionados.
    Saludos.

    ResponderEliminar