lunes, 9 de septiembre de 2013

La intervención divina ante la inmoralidad humana

Segundo festejo del ciclo de novilladas de encastes singulares

Madrid, 8 de septiembre de 2013. Menos de un cuarto de entrada. 4 novillos de Fidel San Román (encaste Villamarta), bien presentados, mansos en varas pero alguno encastado y con juego. 2 novillos de Mollalta (encaste mayoritario, Domecq), desiguales de presencia, mansos, el tercero a menos y el cuarto con juego y a menos también en la muleta. Raúl Rivera, ovación y silencio. Jesús Chover, silencio y palmas (aviso). Chicuelo de Hellín, silencio (aviso), silencio.

Sean ustedes, o no, creyentes, estarán conmigo en que sólo la misericordia del Altísimo permitió que ayer salieran los de luces por su propio pie de la plaza. Tanto matadores (?) de novillos como subalternos o algún picador (hubo sus caídas o descabalgadas a veces sin intervención directa del novillo) mostraron –en conjunto- una nulidad, una incapacidad para el “arte” más que notable. Los novilleros no es que estén verdes, es que están para coger los libros y empeñarse en forjarse un futuro ligado al estudio y al conocimiento… en Ciencias Políticas.
A la salida del coso compartíamos impresiones con tres grupos diferentes de amigos; uno de ellos formado por buenos aficionados pero bastante menos severos que el que subscribe, era de la opinión de que probablemente era la peor novillada que habían visto en su vida de aficionados (y alguno frisa los sesenta…); otro, de aficionados aun más veteranos, de buen saber y mejor estar, me comentaban que ya estaban hartos de que Madrid y sus gestores empujaran a los chicos a los leones, a la búsqueda del fracaso o de la sangre de “panem et circenses”; otros eran, como yo mismo, partidarios de cargar las tintas sobre la nefasta labor empresarial que, en Madrid, en la antigua cátedra del toreo, programa espectáculos nefastos como el de ayer, con novilleros indocumentados frente a reses que, al menos a priori, no son las tontas del bote habituales y tienen más presencia –como las de ayer- que los “señores toros” que lidian Talavante, Morante y demás compañeros mártires de lo más alto del escalafón. Todos, en conjunto, defendíamos que las cuadrillas deberían estar formadas por gente solvente y documentada, que cuesta exactamente lo mismo que incluir a los amiguetes de luces.

El sexto, Gamo, 531 kilos, todo un torito bien puesto y con casta (Foto: las-ventas.com)
Vergonzosa e inmunda gestión, de todo punto inmoral, la de este tripartito al que no le duelen prendas para enfrentar a novillos con toda la barba con unos chicos que aun están en el parvulario taurómaco, sabiendo de su indigencia tauromáquica, que no tienen pudor en publicar en su mismo programa. El segundo novillero, Jesús Chover, tenía en su haber dos novilladas en 2012 –este año ni se sabe, pero como ha habido menos festejos menores aun que el pasado… imagínense-; el tercero, Manuel Cuenca, Chicuelo de Hellín, sólo contaba con un festejo novilleril en 2012; ¡fantástica gestión avalada por el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid y don Ignacio González  -uno de los fracasados olímpicos- a su cabeza! Chover, que resultó herido en Madrid (ante novillos de Concha y Sierra) el pasado año…, reapareció en Medina de Pomar (Burgos, para los de LOGSE) donde cortó esa solitaria oreja de 2012; Cuenca se presentó con caballos en 2012 –el 16 de junio- en su única actuación del pasado año y temporada; fue en Collado Villalba y cortó una orejita… Eso es todo. Con más bagaje, y casi los mismos conocimientos, compareció Raúl Rivera, que al menos presentaba en su curriculum 17 festejos el pasado año. Un desastre previsto y anunciado.
Menos mal que los novillos no tiraron una mala cornada en toda la tarde, ni tuvieron aviesas condiciones, ni fueron unos barrabases. Apenas el primero –del hierro titular- se frenó bastante ante los engaños en el primer tercio, para acabar entrando sin muchas complicaciones en la muleta. Si llegan a sacar malas pulgas, hoy estamos con esquela presente en el ABC. No se puede estar con menos oficio y menos clase o gusto que la terna pasada, ¡qué le vamos a hacer! Y eso que llevaban una cla, especialmente el de Hellín, como para que le regalaran el rabo y las patas…, pero, tan malo como fue, no pasó al fin de sendos silencios… mucho más que generosos. Unas décadas ha, hubiera habido lanzamiento de todo tipo de objetos y quién sabe si irrupción de espontáneos en el ruedo; menos mal que ya no se venden naranjas, que las gaseosas –y sus botellas de cristal- han desaparecido y que la urbanidad general ha mejorado una barbaridad, tal como las ciencias adelantan en la verbena de la Paloma.

El primero, manso sin paliativos, pero un toro de hechuras; Violoncillo de 521 kilos (Foto: las-ventas.com)
Suma y sigue. ¿Por qué no se lidió completa la corrida de Fidel San Román? ¿Fue por exceso de peso? ¿Se pegaron? ¿No pasaron el reconocimiento veterinario? ¿Qué pasó? ¿Por qué la autoridad no publica el resultado del reconocimiento al completo, como se hace, por ejemplo, en Andalucía, aprobados y rechazados en unión? De dos novilladas previstas en este Ciclo de Encastes Minoritarios (ya saben que yo defiendo el término “singulares”), no se han lidiado más que cuatro novillos programados, de DOCE. ¡Qué labor tan inconmensurable la de la empresa! ¡Qué contentos estarán Ignacio González y sus acólitos del Centro de Asuntos Taurinos! Habrá, sin duda, renovación de contrato a la vista de los “fenomenales” resultados.
Sea como fuere lo de ayer fue un nuevo sinsentido, un nuevo atentado a la fiesta, pese a la dignidad del ganado en términos generales. Y, si no lo creen, vean lo que sucedió al pormenor:

Lo mejor -lo único- de Rivera, el tanteo al primero (Foto: las-ventas.com)
Salió el primero parado, frenándose ante el percal, con grandes protestas de los ignorantes que pedían su devolución (la familia y amistades del diestro, a la cabeza). Así que “rian de rian” con el capote. La lidia fue un desastre, hasta el punto de que el mansísimo bicho llegó a entrar por su cuenta hasta dos veces más de las tres previstas por el usía, cambiado ya el tercio, a los del castoreño. Afortunadas entradas, porque apenas había recibido castigo en esas tres primeras varas de las que salió de estampida, cambiándose el tercio con precipitación, pero que lo dejaron con menos humos para el indocto novillero de turno. Parearon los tres matadores sin nada digno de mayor mención que no fuera la manía de saltar al clavar y hacerlo a cabeza pasada (lo mismo sucedería en los dos siguientes, mientras que en los tres últimos novillos, cada uno hizo la guerra por su cuenta). Y con el toro por completo a su aire, llegó el último tercio, mientras el bicho barbeaba las tablas en la búsqueda de una salida franca. Rivera tomó la franela entre sus manos y al menos estuvo inteligente en los doblones iniciales, que centraron al novillo en la faena. El toro, algo brusco, con la cara alta,  pero repitiendo al toque, iba y venía frente a la muleta del toledano que, desde fuera, lo tomaba con el pico y lo despedía hacía la finca matriz, allá por Los Yébenes, o poco más o menos. Sin ningún acoplamiento, el torillo se movía por allí sin malicia alguna, sólo entrando con alguna bronquedad, y ni con derecha, ni con izquierda, el diestro hizo cosa alguna entre retorcimientos y enganchones por doquier. A la hora de la muerte, un bajonazo con desarme, echándole la muleta a la cara y ovación de la familia y turistas despistados. Menos aun le vimos en el cuarto, un torito de presencia del hierro sustituto, que manseó en varas y se agotó en banderillas (eso, señor mío, era de Domecq, a través de Torrealta, no de Villamarta como el precedente). Así que llegó a la faena tardeando y con pocas de embestir, cortito y parado. Y eso que la presidencia cambió el primer tercio con una vara y un recargue… Sin fijeza (ahora nos referimos al matador), con mucho movimiento del pie para atrás en el comienzo, fue pasando el tiempo, entre protestas del animalito, algún desarme y nula estructura de trasteo eficaz. Acabó todo entre dudas de ambos; del uno por si ir, o no ir, acudir al trapo, o mirar al chico que no paraba de moverse; el otro por si seguir bailando, o coger la tizona. Al fin se decidió por esto último y se la embutió, desde fuera, tras de dos pinchazos, por las mismísimas costillas. Los turistas que, a fuerza de ver, ya se habían percatado de bondades y fracasos, guardaron silencio.

Chover, retorcido y antes de que le enganche la muleta, en el segundo (Foto: las-ventas.com)
El valenciano Chover fue el único que se las vio con dos de origen Villamarta, nuevo éxito en el haber del tripartito. Y le vinieron grandes, y no sólo porque lo fueran –más que muchos toros del Juli, Ponce, Fandi, Perera, Castella y demás “figuras” del escalafón-, sino porque está más que verde y hubo bastante que torear. El segundo vespertino, bien presentado, también manseó en varas pero acudió pronto, con su punto de brusquedad y cara alta, a la franela. Quién sabe si lo hubiera hecho humillando si alguien le hubiera bajado la cabeza o citado por bajo con los engaños, pero la tarde no estaba para tales florituras… Hubo desarme y trapazos varios con el percal; nulidad de lidia en el primer tercio; muchas carreras en el segundo; y llegado el postrero, toreo sin clase, retorcidísimo, despegado y sucio. Una calamidad bíblica que al Faraón le hubiera hecho desistir al segundo pase: “Que se vayan ya, como sea, a través del Sinaí o en un crucero por el Mediterráneo”. Entre tanto enganchón y algún desarme, con el toro pasando por la vía fluvial del Nilo, y Chover retorciéndose como las serpientes en que los báculos se transformaron, el torillo cada vez fue abroncándose más, como cabía esperar. No mejoró el panorama con la tizona: Tres pinchazos con el brazo por delante, antes de una entera, por arriba -eso sí-, y silencio en la Catedral. El quinto fue otro toro en ciernes, manso en los caballos, pero embistiendo, aunque a menos, en la muleta. Comenzó el de Valencia, con ganas, faroles de rodillas y de pie, no digamos buenos, pero cuando menos voluntariosos, mientras que las verónicas fueron lamentables. Hubo un buen quiebro, en garapullos, por los adentros –apuntemos-, antes de que se consumara el segundo fracaso muleteril. Sin continuidad, el diestro fue enjaretando muletazos como en el novillo precedente, desde y para fuera, con abuso del pico y más de una escondida de pierna… ¡hasta con la zurda!; eso es practicar, sin duda. Todo ello, no les quepa duda, distanciado, no vaya a ser que un pitón le arranque un alamar, con lo caros que están; eso era para los toreros de antaño, ricos desde la cuna. El torillo, exhausto, acabó por flaquear, pararse y tomar dos muletazos por tanda; y es que tanta carrera y tanto trapazo tenían que pasar, obligadamente, factura. Y vino, como no podía ser de otra forma, la parte del matadero: pinchazo arriba, sin manejar la zurda; casi entera también por arriba sin manejo de la izquierda de nuevo, y tras que el puntillero marrara hasta ocho cachetazos, un aviso antes de la defunción “por causas naturales” de la res. Descanse en paz. Palmas familiares para el levantino… de a pie.

Segundo par al violín de Chicuelo (el primero lo puso en el suelo) al sexto (Foto: las-ventas.com)
Peor aún anduvo el joven -23 años- Chicuelo de Hellín, al que le correspondió un primero armónico pero enano de Mollalta. Bajito, cortito, de pobre cabeza, pequeño, parecía lo habían elegido a propósito para enfrentarlo a Manuel, que tampoco levanta una barbaridad del suelo. Fue un novillo bobo, tonturcio, mansito en varas y sin sal en la muleta, que se desplazaba escasamente y con poca voluntad en el último tercio. Se presentaron con verónicas de paso atrás, apenas cumplió con los del castoreño –a pesar de un derribo incomprensible, saldría suelto antes de caerse-, corrieron ambos en banderillas y Cuenca le dio ocho insulsas tandas de muletazos, siempre desde fuera y para allá, con un porcentaje que me atrevería a tachar de abusivo de enganchones (quizá del 70 o más por ciento en todo el trasteo). La cla, prolija, rugía de gusto y los turistas entre el cachondeo general la seguían. Aquello era penoso… El caso es que el escasísimo animal (cinco desplomes más en la muleta), no podía con su alma, que el diestro enfilaba siempre hacia Taiwan y que los trapazos se sucedían sin cuento. Y si creen que ahí acaba la cosa se equivocan. Con la espada dejó atrás la calamidad bíblica, para adentrarse en el más profundo de los infiernos que soñara Dante. El Averno estuvo engalanado con un pinchazo con el brazo atrás –desde fuera, siempre-, una puñalada en las costillas, un aviso del usía, un pinchazo en la paletilla y un, felizmente ovacionado, bajonazo final. Bravo. Otra película similar en el sexto, cuando ya le gritaban a Chicuelo que no abandonara los necesarios estudios para poder ganarse la vida con dignidad. El toro –que casi lo era- manseó en varas pero tuvo su casta y su acometividad en lo restante; fue, a mi parecer, el mejor del encierro. Pero se fue con el mismo deplorable trato al desolladero. Nada con el percal; y menos aun con la muleta a pesar de otras ocho tandas de muletazos infames,  desde fuera, para fuera, despegados, enganchados…, un conjunto de mantazos como no se pueden hacer idea. Y con la espada nueva demostración de que su futuro está en las letras: pinchazo al cuarteo con desarme; otro bajo, también cuarteando y atravesado; nuevo desarme; bajonazo sin paliativos; aviso y procesión mortuoria, camino de toriles, para enterrar al deudo. Amén. Ni la familia se acordó de aplaudir aquello.
En fin, una novillada más, con encaste singular, que no se lidia completa, y con la inmoralidad manifiesta de la empresa, a la que no le importa someter a tortura a los aficionados, ni estrellar a chicos sin bagaje en el primer escaparate del orbe taurino.

Pd.: Aquí van, en resumen, los santos y señas de los novillos lidiados:
1º.- Violoncillo, 521 kilos, negro, un toro con dos velas, mansísimo desde el comienzo, algo se centró en la faena, repitiendo aunque brusco y con la cara alta.
2º.- Soplillo, 495 kilos, negro, bien presentado también; empujó filo en la primera vara pero salió suelto y sin pelear de la segunda; repitiendo con alguna brusquedad en la franela.
3º.- Tremendo, de Mollalta, castaño, 448 kilos, hecho pero diminuto y con cabeza escasa; manso en varas, flojo y con poca casta en la muleta y aborregado de comportamiento.
4º.-Escandaloso, También de Mollalta, negro, 526 kilos, manso y quedado al final.
5º.- Hacendoso, 536 kilos, negro, mansito en varas –mal picado como casi toda la novillada-, embiste al principio y tardea ya en la cuarta tanda; a menos.
6º.- Gamo, 531 kilos, negro, bien puesto de cabeza, mal picado, manso en los caballos pero encastado, embestidor e interesante en lo sucesivo. Murió camino de toriles.

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