miércoles, 5 de junio de 2013

¡Hay que cambiar el Reglamento!

Madrid, 4 de junio de 2013. Un tercio de plaza. 6 toros de El Montecillo, desigualmente presentados, mansos o muy mansos, sosos en general y descastados aunque algunos se movieron en la muleta. Destacaron tercero y sexto. Antonio Ferrera, silencio en ambos. Serafín Marín, silencio y silencio (aviso). Joselito Adame, oreja y vuelta.

Joselito Adame, el simpático diestro mexicano, a punto estuvo de abrir la Puerta Grande de Madrid, y ello motivó más de una agria discusión sobre los méritos de lo realizado por el matador azteca. ¡Qué necesaria es la modificación del Reglamento para evitar que ningún espada pueda salir por la Puerta Grande en Madrid sin al menos tres orejas en su haber, en dos toros! O más, si lo que hiciera fuese en más de dos oponentes. Con ello evitaríamos que el palco, con su demencial criterio en tantas ocasiones, pudiera verse desbordado por el amiguimismo, la cla o el público de aluvión, y concediera una tras otra míseras orejas. Ayer don Julio se metió en un verdadero “jardín” tras conceder una absurda, increíble y degenerada oreja que, sin petición mayoritaria por ningún lado que uno mirara, otorgó en primera instancia, tras el magnífico bajonazo al tercero. ¿Qué hubiera hecho en el sexto de haber acertado con el acero Joselito? ¿Negarle una oreja que seguro hubiera sido –ahora sí- mayoritaria? ¿Hacer lo mismo que provocó las iras del respetable con Albertito Aguilar? ¡Qué auténtico desastre! ¡Qué poco criterio! En Madrid no valen regalos, y el otorgado en primera instancia desacredita a cualquiera para ocupar el palco madrileño.

El de toriles... apenas puede creérselo (Foto: las-ventas.com)
Lo de ayer, hemos de comenzar con los tendidos, fue auténticamente lamentable. Una paupérrima entrada como la que cabría esperar en fechas veraniegas, en las que la empresa se empeña en echar de la plaza a la gente. El cartel era –sencillamente- penoso; ni los diestros ni la ganadería interesaban a nadie en general, y sólo la Peña de Joselito Adame en Madrid acudió en masa para contemplar –ciegamente, valga la paradoja- a su ídolo, arropada por una nutrida representación azteca y de incondicionales americanos. Lo que a los nacionales Ferrera o Marín se le reprochaba, al mexicano se le enaltecía y ovacionaba… ¡qué disparate! De la ganadería más vale no hablar en profundidad; ha conseguido, este desecho de desecho de Juan Pedro, magnificar la mansedumbre absoluta con una condición sosa, ñoña y móvil en la muleta. No hay casta por ningún lado, pero los toros –o lo que fueren- se mueven e incluso alguno empuja en el último tercio como adivinando lo que le espera con el rayo acerado del estoque, como si buscase una última salvación in extremis. Ganadería post-moderna, que para mí puede quedarse en el campo –santo- para los restos, ni me interesa ni evidentemente vale para nada más que el abasto cárnico. En un par de años más hablamos; pero como no se modifique el criterio de selección… tendremos, una más, una soberbia colección de bueyes de carreta.
Reconozcamos, eso sí, que Joselito vino con ganas, que intentó estar variado con el capote –hubo verónicas, unas medias eléctricas y trapaceiras (muy aplaudidas por cierto) tirando el capote al suelo en vez de recogerlo en la cadera, chicuelinas del montón, gaoneras sucias y enganchadas, y unas muy vistosas lopecinas que en México llaman zapopinas (una revolera o serpentina para embarcar, rematando el lance como en una chicuelina). Anduvo voluntarioso, como cuando se fue a porta gayola para darle una larga afarolada que no tuvo la imprescindible continuidad, porque las siguientes verónicas anduvieron salpicadas –con el toro saliendo distraído y contrario de cada pase- hasta los medios antes de la horrible media que desató el éxtasis de los incondicionales, con el toro camino de París de la Francia. Es verdad también, que su labor en ese último (Canastero, 522 kilos, negro y delantero, manso pero embestidor animal, quizá de los de más respeto de la tarde), fue lo mejor que contemplamos en el festejo; que lució al toro, que le dio unas generosas distancias al comienzo del trasteo, que anduvo inconmensurablemente más colocado y mejor puesto que en su primero (aunque al hilo o un poquito más fuera siempre, lo que en la lejanía es discutible), que no echó la “pata atrás” como en aquél para ligar los pases, que ligó… pero… Y ese “pero” es el quid de la cuestión… No terminó de metérselo nunca a la espalda, le faltó más dominio y mano baja para ordenar y dominar la situación, más profundidad, más reposo y sosiego (que él, que no era nuevo en esta plaza, debería haber tenido), menos lances eléctricos y más calma. La faena hizo que le jalearan desde el tendido, pero fue más por la emotividad de las arrancadas del toro y cómo él las hacía lucir que por su indiscutible mando, ¡qué le vamos a hacer! Sumen a ello que en este país de las maravillas del toreo postmoderno, la única cosa que el público tiene claro es que tras el corte de una oreja hay que sacare a toda costa al espada por la puerta grande, sea como sea, porque si no a uno le pueden decir que es tonto al día siguiente en la oficina, en la pescadería o en el comercio minorista de encajes y botones (vulgo mercería). Desde el principio la gente deseaba darle, fuera como fuese, a toda costa, el segundo trofeo que completara la primera e indigna recompensa concedida desde el palco y pedida minoritariamente desde las gradas. No hubo posibilidades porque Joselito volvió a fallar con la tizona, un pinchazo con desarme, otro sin pasar y una estocada caída que hizo guardia… muy ovacionada, antes del descabello final. Le ovacionaron y cuando se apagaban los aplausos (que no merecía más) inició una vuelta por su cuenta mientras la gente abandonaba la plaza… ¡Fantástico!
Joselito Adame en el de la oreja (Foto: las-ventas.com)
El tercero fue otro de los toros potables para la muleta de la tarde, Hojalatero de nombre (570 kilos, ¡qué lotes tan desiguales, Dios mío!, castaño, engatillado pero no muy desarrollado de cuerna, manso y embestidor pero a menos). Salió el bicho distraído de toriles, pasó por varas dando coces al salir de estampida de los encuentros (como varios hermanitos suyos), fue desastrosamente pareado por una cuadrilla lamentable (sólo lució en el sexto el que entonces bregaba, Miguel Martín), y comenzó Adame por estatuarios la faena. Las voces y los olés a destiempo marcaron el principio y el desarrollo del trasteo, en que vimos a Joselito quitándose de las suertes, echándose atrás para que pasara franco el bicho, retorcido y desde Tenochtiplán, sin molestarlo –no hubo que lo recriminara-, enseñándole “los cuartos traseros” como hacía Curro Girón –por ejemplo-, abusando desmesuradamente del pico –que nadie criticó-… en eso tan bonito y que alarga –dicen- el pase del toreo moderno en que “si viene el toro te quitas tú…” de Lagartijo el grande. 150 años de evolución del toreo, resumido en que hay que ceder el paso al toro y retirarse de la rectitud a toda costa para alargar el pase y citar desde la Conchinchina vietnamita. El general de los tendidos andaba encantado, cuando a Manzanares lo hubieran crucificado por lo mismo… ¡vivir para creer! Es cierto que ligó, es cierto que lo llevó en redondo –periféricamente claro, sin exponerse nunca a la rectitud de los pitones-, podrá ser cierto como me comentaba un amigo en agria discusión, que le sacó la muleta por debajo de la pala del pitón de aquello que apuntaba a las Malvinas… pero cuando se superponen estas cosas a la ética de afrontar el riesgo dando las máximas ventajas al toro, perdemos la propia esencia de la tauromaquia y convertimos la lidia en una plástica fútil, vacua y ayuna de sentido. ¡Qué toreen desde dentro de la barrera, o con armadura; que desplieguen una muleta descomunal, con estaquillador de quince metros, que sustituyan al toro por un símil mecánico, como esos toros de los rodeos en los bares americanos, qué más da, si lo importante es que ligue…! Lo mejor de la faena vino en sus postrimerías: unos buenos doblones –genuflexo el diestro- que, por supuesto, no fueron tan aplaudidos como el destoreo moderno. El fantástico bajonazo delantero fue aplaudido como si hubiéramos visto resucitar a Mazzantini, y el desarme posterior no fue apreciado –ni valorado- por nadie. Me anduve fijando en la petición, contando pañuelos, y apenas una de cada cuatro personas flameaba el moquero, el programa o algo blanco en su defensa. No importó. Don Julio, en cambio absoluto de criterio, concedió la oreja y punto y final. ¡Qué desastre! Cuando al fin toreó mejor –que fue en el sexto-…, ¿qué hubiera hecho?

Antonio Ferrera en el par de los adentros... nada que ver con su actuación la pasada semana (Foto: las-ventas.com)
A Ferrera le debió sentar mal la oreja del día de los de Adolfo Martín y la devolvió… Entiéndanme, no hubo regurgitación, sino devolución simulada del trofeo. Ni en uno, ni en otro de los de ayer, anduvo en director de lidia, atento en quites, preciso en banderillas –clavó siempre a todo pasado y sólo vimos exposición en un par muy apurado por los adentros-, seguro o firme con la muleta. Y la estocada del otro día ni apareció en débil imagen especular. Su primero fue Platanero (510 kilos, capa melocotón, pobre de cabeza y cuerpo, bajito, cortito y muy poca cosa) un animalejo muy manso en varas, soso y que ayuno de casta se fue a menos rápidamente. Siempre fuera, despegado, buscando velozmente las cercanías… el extremeño dio la de arena ayer, con un toro que pasó de la sosería ñoña a la defensiva –quedándose a medio viaje, escarbando y cabeceando- y que a punto estuvo de echarse. Una entera caída con cuarteo y a otra cosa. La otra fue en el cuarto, Duradero por mal nombre (518 kilos ¡vaya lote comparado con el de Adame!, negro, tocado, cortito también, manso, soso y descastado); un bicho que nada hizo de malo…, ni de bueno, pero que se movió por allí. Zarrapastroso anduvo Ferrera con la franela, siempre atropellado, sucio, sin parar, con mil precauciones y paso atrás (¡quién le ha visto y quién le ve, no hizo eso con los encastados de Adolfo Martín!). Una calamidad bíblica. Sesgando dejó una estocada desprendida y hasta la próxima. ¡Qué cambios puede experimentar un espada, Virgen santa!

Y miren que el derechazo no esta mal... pero nada dijo ayer Serafín Marín (Foto: las-ventas.com)
Tampoco tuvo su tarde el de Montcada y Reixac. Ni con Lenguasucia (un novillejo de 502 kilos, negro salpicado y sin cuajo ninguno, corto, manso y descastado animal) corrido en segundo lugar, ni con Chaparro (551 kilos, negro listón y delantero, uno de esos mansísimos en varas, soso y que anduvo a media altura) nos demostró por qué anda por Madrid en estas fechas. Un Serafín totalmente desdibujado que pasó anodinamente por el coso de Las Ventas, mientras las gentes hablaban de sus cosas, al que nada vimos ni con capote, ni con muleta. Ni dando respiros a su débil primero, sin forzarle jamás, ni poniéndose pesado en el quinto ofreciendo la vacuidad absoluta, consiguió llamar la atención de los que ocupaban los tendidos. Al primero lo pasaportó de un bajonazo con desarme –ayer fue día de grandes demostraciones del arte de matar-, y al segundo de tres pinchazos por los bajos (uno con desarme), y tras un aviso, de media también perdiendo el trapo.
Un festejo, en suma, donde a punto anduvo Adame de salir en volandas… un festejo que nadie recordaremos dentro de una semana.

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