miércoles, 12 de diciembre de 2012

Novedades en torno al principio y fin de Francisco Montes, Paquiro (II)

La última temporada: el viaje a Galicia
Tras la reaparición de Francisco Montes en 1850, cuando llevaba al menos dos años retirado de los ruedos, por una más que probable falta de solvencia y liquidez económica, Paquiro volvió a ser el de antes, el torero de las grandes faenas, de la constante atención en quites, de la maestría insuperable, el que con su presencia llenaba por completo el ruedo.
Contratado para Madrid, creemos que con una más que buena remuneración, por el entonces empresario madrileño don Justo Hernández (que había subarrendado la contrata de la Plaza de Madrid a Manuel Gaviria y Alcoba, hijo del marqués de Casa Gaviria, el cual, a su vez, había dado poder, a su segundo vástago, Antonio Gaviria y Gutiérrez, para que contratase toreros en Andalucía, entre ellos a Montes, lo que figura en el contrato de arrendamiento de la plaza: “advirtiendo que tal vez este Sr. [Antonio Gaviria Gutiérrez] podrá haber hecho algún convenio con el Espada Francisco Montes que en tal caso sería preciso cumplir, pues para lo sucesivo se le previene suspenda toda diligencia al efecto” [A.H.P.M. Legajo 26.085, folios 77-89]), su actividad no se limitaría a la Corte, haciendo una notable salida a Andalucía, donde actuaría en Sevilla, el Puerto y Cádiz, quizá entre alguna otra localidad, pasando luego por barco a La Coruña, donde actuaría los días 10 a 12 de julio de 1850.
Francisco Montes Paquiro (Colección personal)
Su presencia en Madrid se anunciaba ya en La Época el mismo día 20 de enero de 1850, quizá porque se filtrase la noticia de que el hijo de Gaviria andaba tras su contrata, acompañándole el Chiclanero y Cayetano Sanz, a los que desde luego ya había contratado fehacientemente (A.H.P.M. Legajo 26.085, folios 77-89).
Quizá no cerrase el acuerdo con Gaviria, pero al fin lo hizo con Justo Hernández, comprometiéndose a servir en la plaza de Madrid durante toda la temporada. Se inició la temporada el 31 de marzo con los tres espadas citados, y aunque la corrida no fue buena porque salió mal el ganado, Montes dejó acreditada su maestría. Así se deduce de una carta que el comisionado valenciano para contratar lidiadores y ganaderías en Madrid dirige a los responsables de la Junta de Hospitales de la ciudad levantina (Archivo Histórico Nacional (A.H.N.), Diversos, Fiestas Públicas, Legajo 1):

Madrid 4 de Abril 1850.
Sr. D. José Ferrandiz.
Muy Sr. mío: La atenta comunicación de V. fecha 31 del finado Marzo, ha llegado a mis  manos y con el mayor gusto paso a darles las esplicaciones que se sirve pedirme.
            Llegado a esta Corte, procuré adquirir noticias del estado de las ganaderías que creimos más convenientes para lidiar en esa plaza y me resultó, que era todo la abundancia y buena calidad de los toros, que en cualquier momento que se pidiesen se obtendrían como eran de desear. Suspendí. Pues, por estemporáneo todo paso.
            Tampoco traté con Montes y el Chiclanero, que están en esta desde el 16, porque quise ver el efecto que el primero producía en el público, evitando de este modo todo perjuicio a ese piadoso Establecimiento, si por efecto de la edad Montes hubiese sido mal recibido. No ha sucedido así, y en las tardes del 31 de Marzo y 1º del actual ha manifestado que siempre es el mismo, recogiendo los entusiastas y justos aplausos de los Madrileños, pero a aquellas fechas ya tenía yo la noticia de no pertenecer a la Junta Directiva y creí no ser de mi atribución practicar gestión alguna.
            Como V. podrá comprender de lo referido no existe compromiso y la Junta se encuentra en el caso de adoptar las disposiciones que estime oportunas.
            Aprovecho esta ocasión para asegurar a V. que es su affmo. S.S.Q.B.S.M.

                                                                       El Marqs. de Serdañola.

Este buen inicio siguió a lo largo de la temporada, aunque se dejaba notar la escasez de recursos físicos del espada de Chiclana. En la segunda corrida, al día siguiente, el diario El Observador comentaba sobre nuestro matador: “Montes, la única notabilidad de estos tiempos modernos, que ha envejecido sin desacreditarse, estuvo inimitable...”.

Corrida a plaza partida, en Madrid, en la época de Montes
Fue buena también la corrida del día 11 de abril, con lleno completo, aunque el ganado dejó que desear. Montes dio una buena estocada en la del 15 de abril sin nada más que sobresaliera, según El Observador. La Época comenta que la corrida del día 22 del mismo mes fue la mejor de este año, con lo que los augurios de ver una buena temporada parece que se iban cumpliendo, al menos en lo que al espada de Chiclana se refiere. Pero aun mejor fue, según El Observador, la del día 29 de abril; a pesar de que en ella recibiera una cornada el Chiclanero, todo el mundo se portó bien y los toros de Torre y Rauri (ahora de Justo Hernández) fueron magníficos. Montes, sin embargo debió sufrir alguna indisposición porque la corrida prevista para el día 6 de mayo hubo de aplazarse hasta el día 9, y no pasó de regular. Buena fue, sin embargo, la del día 13 de mayo, pero también debió quedar Montes agotado, o recaer tras la misma, porque vuelve a faltar en la siguiente, novena de la temporada, en la que reaparece Redondo. Volverá al ruedo el día 27 de mayo, con las tres cuadrillas al completo y en tarde aciaga, “la peor de la temporada” según El Observador.
El diario La Época, el día 11 de junio, afirmaba que los aficionados iban a pasar por una crisis, porque Montes se iba el mismo día 17 para Sevilla, Cádiz y el Puerto –como ocurrió, con éxitos generales-, y después iría por barco a La Coruña. En la corrida madrileña de ese último día, el 17 de junio, Montes sufrió una aparatosa cogida, aunque sin consecuencias.
Paquiro había sido contratado para La Coruña en Madrid. Hemos podido encontrar el contrato por el cual se presentó en la capital gallega, aprovechando que por ella pasaba la reina Isabel II. Ya se conocían algunos pormenores de la organización de estos festejos e incluso el cartel de los festejos (Isabel Martínez-Barbeito y Morás, “Notas de un Archivo”, La Coruña). La empresa corría a cargo de don Manuel Pascual, administrador del Marqués de San Martín, residente en Lugo. Él se encargaría de los contratos con ganaderos y diestros para las tres corridas de toros “con arreglos al uso y costumbre de Madrid”, mientras que el Ayuntamiento levantaría la plaza, capaz para diez mil personas. Para ello el empresario aportaría 20.000 reales “por vía de compensación a los gastos de construcción de la plaza”. Se fijaron los precios entre ambas partes, erigiéndose la plaza en el Campo de la Leña.
Pascual Muñoz trajo para la ocasión dieciocho toros de tres vacadas colmenareñas, entre ellas la de Manuel Aleas. Los tres días citados se lidiarían seis toros por Montes, Julián Casas el Salamanquino y Manuel Giménez. Después de ellas habría dos novilladas, y al menos en la primera, se contaría con “la intrépida y bien acreditada” Martina García y otras lidiadoras.

Un retrato coetáneo de Montes
El contrato de Montes para torear en La Coruña se firmó ante el notario madrileño Hernández de Silva, el día 13 de mayo de 1850 (A.H.P.M. Legajo 25.111, fol. 67-70). En el mismo, en efecto, actúa como empresario don Manuel Pascual, “vecino y propietario de la ciudad de Lugo y contratista de la Plaza de Toros de la ciudad de La Coruña”. Entre ambos se llegó al siguiente acuerdo:

1.- Pascual organizaría tres corridas de seis toros cada una en los días 10, 11 y 12 de julio de 1850.
2.- Sería “obligación del empresario tener el piso de la Plaza bien nivelado y enarenado, y sus barreras corrientes como así bien todo lo necesario para el servicio de la lidia de toros”.
3.- El empresario se encargaría de la compra de caballos en número suficiente, que deberían ser “de poder, rigor, bien arrendados y que den el costado”, que probarían los picadores a su gusto.
4.- “Que las garrochas o varas de detener con que han de trabajar los picadores, han de ser las puyas con arreglo a temporada según se usa en las Plazas de Madrid y Sevilla.”
5.- El empresario cuidaría de la asistencia médica y espiritual de la plaza.
6.- “Que la cuadrilla de lidiadores se compondrá del nominado Franco. Montes, primer Espada en esta Corte, de otras dos segundas que serán Julián Casas y Manuel Giménez, tres Picadores y un reserva, seis banderilleros y un puntillero".
7.- “Que si desgraciadamente fuera lastimado el referido Francisco Montes por algún Toro, o le sucediere cualquier otro caso imprevisto dentro del redondel de la Plaza en cualquiera de las tres corridas indicadas, suplirán sus compañeros en la parte que les sea posible, sin que por esta razón se le haga la más mínima rebaja de la cantidad convenida que se expresará más adelante, así como tampoco podrá exigir más que lo estipulado el referido Montes.”
8.- Que en caso de que suspendiesen los festejos por cualquier motivo el empresario avisaría con tiempo a Montes.
9.- Que si empezadas las corridas éstas se suspendieran, Montes cobraría íntegra la contrata.
10.- “Que el empresario D. Manuel Pascual es obligado a tener disponibles los billetes de la diligencia que sean necesarios para la ida y vuelta de Franco. Montes y su cuadrilla, bien sea desde esta Corte o desde Sevilla en donde se hallen al tiempo de tener que salir para La Coruña, con el fin indicado en esta Escritura, entendiéndose que la vuelta para esta Corte ha de ser precisamente llegar a ella el día diez y seis del propio Julio, siendo de cuenta del empresario todos los gastos de viaje de ida y vuelta, manutención en ellos y estancia en la enunciada ciudad de la Coruña.”
11.-Por las tres corridas Pascual entregaría a Montes 60.000 reales de vellón en moneda metálica de oro o plata, con exclusión de papel moneda, los 30.000 en el momento de concluir la tercera corrida, y los otros 30.000 en la Corte, una vez que Montes llegase a ella. Con ellos el lidiador gaditano pagaría a toda la cuadrilla mencionada.

El contrato finalizaba con la fianza de Pascual, que ponía por fiador a Vitoriano Braña, “vecino y del comercio de la ciudad de La Coruña, residente al presente en esta Corte”, rubricando el contrato los mencionados Pascual, Braña y Montes.
Paquiro viajó a La Coruña al parecer desde Cádiz por vía marítima, al fin y al cabo el método más sencillo entre ambas poblaciones, sin tener que atravesar toda la península. Volvería después a Madrid (quién sabe si pasando por Pamplona, como sugiere Guillermo Boto) para enfundarse de nuevo el traje de torear en el que sería su último festejo como profesional, y lo haría, ahora sí, en diligencia, costeada por el empresario, tal y como queda reflejado en el contrato. Montes, en aquel entonces cobraba unos 4000 reales por corrida en Madrid, lo que extrapolado hace un total de 12000 reales por los tres festejos coruñeses, a los que habríamos de sumar las dos segundas espadas (a unos 3000 ó 2500 reales por corrida, que harían unos 15000-18000 reales más); los banderilleros podían salir a unos 400-500 reales por cabeza y festejo (en total unos 7200-9000 reales por las tres fiestas), y los picadores, uno con otro a unos 1500-1200 reales por corrida (en conjunto alcanzarían la cifra de unos 13500 reales), y tanto el reserva de picador como el puntillero cobrarían bastante menos (calculamos que en torno a los 500 reales el primero y 200-300 como mucho el segundo, que sumados harían como máximo unos 2500 reales). Todos juntos podrían salir por unos 55000 reales; los 60000 cobrados aumentarían bien la cifra de Montes (lo más probable), o bien las partidas de los demás o gastos imprevistos de viaje.

La plaza de la Puerta de Alcalá madrileña en tiempos de Paquiro
Las corridas, las últimas que toreó Montes en su larga carrera taurina antes de la que habría de costarle la retirada y la vida en Madrid, el 21 de julio, fueron un verdadero éxito. Montes fue coronado de laurel en uno de los festejos y dejó su nombre a una altura superlativa. Así queda reflejado en un documento que se guarda en el Archivo Municipal de La Coruña (A.M.L.C. Diversiones y espectáculos públicos. Año 1850. “Sobre construcción de una Plaza de Toros y funciones ejecutadas en ella”. Reproducido por Isabel Martínez-Barbeito, op. cit.), en el que el Alcalde de ésta, don Juan Flórez, se dirige al lidiador:

Sr. D. Francisco Montes.- Coruña 12 de julio de 1850.- Muy Sr. mío: brillante ha sido la corrida de toros verificada ayer: el público ha salido de ella sumamente complacido, creyendo haber excedido el mérito de las vistas en otros puntos. Su satisfacción por tanto me pone en el deber de manifestar en su nombre a usted la más cordial gratitud por el esmero y sobresaliente inteligencia con que usted y su cuadrilla han desempeñado sus respectivas funciones, en términos que nada absolutamente han dejado que desear. Usted ha dado una prueba evidente e incontestable de que en La Coruña pueden efectuarse corridas de toros tanto o más excelentes que las que se ejecutan en otras poblaciones en que esta diversión ha formado ya costumbre. Me complazco en vista de tales resultados en dar a usted las merecidas gracias por haber dejado conocer sus acostumbradas serenidad, destreza y habilidad con que usted domina al toro más fiero, y que tanto ha agradado ayer al público coruñés.- Celebro esta ocasión que me proporciona el gusto de ofrecerme de usted su atento servidor Q.B.S.M.- Juan Flórez.

A la vuelta a la Corte a Montes le esperaba el destino, en apariencia de toro abanto, y con el nombre de Rumbón. La prensa del momento se hizo eco de sus triunfos gallegos, y así el periodista y diputado Wenceslao Ayguals de Izco, relataba que:

      Recién llegado de la Coruña el célebre rey de los espadas, las sienes coronadas de gloriosos laureles, en la tarde del domingo 21 de julio, tuvimos el disgusto de verle corneado y pisoteado a sabor de un bicho de mala ralea, que parecía haberse encargado de la atrevida misión de vengar a sus compañeros, víctimas del nunca bien ponderado arrojo y sublime inteligencia del intrépido Paquiro...”.

Pero esto ya pertenece a la tercera y última parte de esta historia que habremos de publicar en breve. 

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