lunes, 1 de octubre de 2012

Novillada concurso en Las Ventas


Madrid, 30 de septiembre de 2012. Un tercio de plaza. Novillada concurso. 1 novillo de Partido Resina (1º), que casi cumple en varas, soso pero boyante en la muleta. 1 novillo de El Jaral de la Mira (2º), que también cumple por los pelos en varas y mansea después para ir a menos. 1 novillo de Casasola (3º bis, sustituye al titular de los Hdros. de Alonso Moreno y por tanto fuera de concurso), manso, descastado, de escaso viaje. 1 novillo de Cubero-Buendía (4º), manso en los caballos, boyante y embestidor en el último tercio. 1 novillo de Aurelio Hernando (5º bis, que sustituye a un hermano de camada), manso en el primer tercio, encastado pero de escaso recorrido. 1 novillo de Coquilla de Sánchez Arjona (6º), manso y complicado. Miguel Hernández, Miguelín, pitos (aviso) y silencio (aviso). Raúl Rivera, silencio y ovación. Alberto escobar, silencio y silencio.

Nuevo suma y sigue en el haber de la empresa. Para una apuesta complicada, como la de una novillada concurso en Madrid, el tripartito anunció –ni más ni menos- que a tres jóvenes que sumaban en 2011 –respectivamente- 3 festejos, 18, y 2 novilladas. Solvencia, al parecer más que acreditada…, para presentarse en Las Ventas y en compromiso donde prima lucir al toro por encima del lucimiento personal (si es que llegaran a alcanzarlo…). Muy bien. Una más.
La novillada concurso comenzó con el sorprendente diseño de unas rayas “anti-constitucionales” en el ruedo, que más parecía dibujo de un impúber de tres años de edad, donde al parecer había de producirse y llevarse a cabo la suerte de varas. Inconcebible… Una cosa es que aquél sea el lugar más adecuado para medir la bravura o mansedumbre de la res ante los del castoreño, y otra que quede delimitada geográficamente con tal precisión que induzca al general concurso a pitar o a quejarse si se sobrepasan tales límites. Por supuesto que pueden sobrepasarse, para mejor (para colocar el novillo aun más lejos del picador) o para peor, como sucedió en algún caso con la mansedumbre de algún novillo que requería que lo picaran en otros terrenos. El monigote pintado en el ruedo, a imagen y semejanza del ojo de una cerradura detrás de la que se encuentra el misterio de la bravura, solo sirvió para que a los bichos les dieran cincuenta capotazos de más, improductivos y muchas veces contraproducentes, para que alguno sacara sentido, y para que el “turisteo” –abundante como todos los domingos- pitase y protestase si picador o res sobrepasaban sus correspondientes límites apenas milímetro y medio.
No es momento éste de volver a explicar lo de las rayas, su significado y porqué, ya lo hemos hecho en este blog y el curioso puede encontrarlo en las “Claves” publicadas tiempo ha. La primera raya, es para que el picador no se viera forzado por el público a sobrepasar determinados terrenos en la búsqueda del toro hacia los medios… cuando aún no había peto. La segunda, y círculo más pequeño, fue consecuencia de la aparición de aquél, y de la manía de meter al toro debajo del mismo, privando al ganadero y al público de juzgar oportunamente el juego de la res en el caballo. Lo de ayer era innecesario. Con las dos rayas de siempre, situadas a tres metros de distancia una de otra –Reglamento del 96, que amplía en un metro la distancia del de 1962-, y colocándose frente a chiqueros el de a caballo… asunto terminado. Lo que pasó, por ejemplo en el sexto, se hubiera evitado con ello, al desplazar la suerte, ante un novillo que rehuía el encuentro, picando en el 7, o en el 6, con la distancia correspondiente… pero como habían evitado pintar el resto de las rayas… nadie se atrevió a hacerlo. Una porción de minutos estériles y un sinfín de capotazos de más. Fantástico. ¡Vaya inventos!

El de partido de Resina que abrió plaza (Foto: las-ventas.com)
Aclarado el porqué del monigote dibujado en el albero venteño, y del escaso bagaje de los de luces para un festejo de esta índole, digamos que el experimento tuvo un resultado desigual. Es verdad que todo el mundo –entre los nativos- anduvo pendiente de la lidia en el primer tercio: se trataba de aquilatar las cualidades de cada novillo en la suerte de varas, recuperando así una de las trascendentes partes del espectáculo que se pierden cada tarde; pero superado el mismo, y sin hacer mucho caso a la lidia –en general deficiente a lo largo de la tarde, capotazos de más, tirones, mala colocación, pero como cualquier otra tarde, vaya en descargo de los profesionales de ayer- el último tercio recuperó lo de siempre… la justificación por el natural y derechazo, con tendencia a estrechar espacios, del toreo actual. Súmenle la habitual colocación “fuera de cacho”, el indiscriminado abuso del pico, la escasa personalidad de los oficiantes y su poco menos que nula capacidad de dicción, y tendrán el resultado “artístico” del festejo. Cuatro silencios como cuatro soles, una ovación por el susto de la cogida al entrar a matar el quinto y unos pitos en el primero. Pero lo que no nos dejaron ver, en la mayor parte de las ocasiones, fueron las bondades o cualidades de los novillos en la faena de muleta, algo que hubiéramos apreciado en un espectáculo como éste. Unos por ahogarlos, por estrechar terrenos cuando el novillo pedía más distancias, otros por pasarlos por Sebastopol, otros más por no obligar nunca o por despedirlos hacia la península de Crimea (donde se encuentra el puerto citado), el juego de alguno de los lidiados pasó, si no desapercibido, por debajo de lo que parecía entreverse. Es el caso del Buendía de Benítez Cubero, que no de encaste Hidalgo Barquero, o del veragüeño de Aurelio Hernando (¡qué lástima lo de la mano del primero de ellos, a mi juicio más interesante que el sustituto!), o del pablo-romero inicial. Una pena, morena, anunciada en el cartel…

Miguelín con el pablo-romero (Foto: las-ventas.com)
Quizá, con todo y ello, fue este último, y primer novillo de la tarde, de Partido de Resina, el de mejor nota, en conjunto, del concurso. Por cierto, nos engañaron como a chinos por megafonía al decir que el orden de lidia obedecía a la antigüedad porque lo marca el Reglamento. ¿Me pueden indicar, por favor, los listos de la empresa, dónde figura tal cosa en el Reglamento Nacional vigente? No se indica; sí lo hacía el de 1962, es cierto, pero sorprendentemente ha desaparecido del texto actual… quizá porque a nadie importe ya. Viene esto a colación del escándalo suscitado por el arbitrario orden de lidia de los toros lidiados en la Corrida de la Prensa de 2010 en Madrid, en la que cada espada trajo los toros que más le convenían –de diferentes ganaderías- y no se respetó la costumbre o uso tradicional en la materia (esta sí reconocida en el Reglamento), en clara antítesis con lo que ayer anunciaron a bombo y platillo… Claro que el Juli, por ejemplo y para la empresa, no es Miguelín… El de Pablo Romero, Pandero II, para aumento de desconciertos de los amantes de los encastes y su estudio, ¡fue el más chico de los corridos ayer!, un novillo de 454 kilos, justito, pequeño pero con cuajo, con hocico de alcuza -¡Dios mío, no eran más bien tirando a chatos…!- y algo degolladete –para la badana que solían lucir sus antaño predecesores-. La capa en consonancia con lo habitual, cárdena clara, aromerada, el cuerpo en concordancia con lo mismo, y el carácter bonancible, si acaso un tanto soso, alejado de la casta exigente que se presumía tantas veces. Cumplió –o casi- en varas, arrancándose en la distancia (mejor en el tercer puyazo… ¡que se puede dar sin que se mueran los toros, albricias!), empujando, aunque saliendo con facilidad de los envites. Flojito en el transcurso de la lidia, repitiendo pero sin humillación (también algo característico), Miguelín nada hizo de notable, dejándolo pasar tantas veces sin sacarle el jugo interno. Todo a media altura, sin apreturas, descolocado, abusando del pico, con suavidad pero sin decir nada, se le fue un bicho de oreja –u orejas-. Además lo cogía demasiado atrás, embrocando al animal sobre la pierna retrasada… Una estocada entera, arriba pero bastante atravesada por salirse de la suerte, hubo de necesitar de hasta cinco intentos de descabello, oyendo entre tanto un aviso. Mal el puntillero, como casi siempre… ¡para cuándo recuperamos el de plaza… que añoranza para con Agapito! En el cuarto de la tarde, al madrileño, se le volvió a escapar un novillo orejeable. El de Cubero-Buendía, como se nos anunciaba en el Programa que llevan al alimón Javier Buendía y José Benítez Cubero, era un santa-coloma en tipo, con la carita y cabeza prototípica del encaste, y acaso con más volumen por detrás del habitual; Timonera por apodo, de capa negro bragado –levemente entrepelado-, y 478 kilos en la báscula, fue manso en varas… -si el Conde levantara la cabeza…- pero noble y boyante al final. Comenzó cayéndose en el primer tercio, pero empujó con fijeza en el primer encuentro, saliendo con facilidad después de un criminal puyazo trasero, y en el segundo, después de tardear bastante, salió suelto. Bien pareado por Miguel Martín, llegó con ganas de embestir a la franela para que el pobre Miguelín demostrara sus carencias… ¡Qué cantidad de trapazos, por favor! Rutinario, cumpliendo las exigencias del guión, o el imperativo legal –según prefieran el cine o la política- nada dijo frente a un animalito que tampoco nada malo hizo, sino mostrar un carácter apacible y obediente. Fuera, pico, despegado… así no se llega a nadie. Un pinchazo sin pasar, uno bajo y otro más feo, precederían a la estocada entera que, tras un aviso, fue rematada de un certero descabello.

Rivera pareando pasado al del Jaral (Foto: las-ventas.com)
El segundo vespertino fue del Jaral de la Mira, de encaste Contreras (a través de Baltasar Ibán…), un novillo de nombre Malacara, negro listón, que aportó 488 kilos a la romana, que cumpliría en varas para mansear a continuación e ir a menos en la muleta. Empujó en los tres encuentros sobre el pitón derecho, yendo de lejos, pero sin demasiada entrega –quizá por escasez de fuerzas-, luego se dolería bastante en banderillas (puestas por el matador siempre a novillo pasado) y se vino abajo en el trapo rojo. Raúl Rivera, que maneja mejor el percal que la franela, anduvo por debajo de lo esperado. Es, a juicio de un buen amigo, una especie de torero entre Paquirri y Pepín Liria, que no llega a ambos ni por asomo. Facultades atléticas, altura, escasas maneras muleteriles y poco más. Ahogó al de Contreras –o lo poco que quede de ello tras los cruces con Domecq- cuando lo que necesita tradicionalmente el encaste son distancias… acuérdense de Bastonito… Nueva sesión de colocación excéntrica, abuso de pico –absolutamente siempre- y toreo despegado en cuanto pudo… toreo moderno, donde sólo se busca la ligazón y el número frente a la autenticidad y calidad. El animal acabó con bastante poco viaje y lo mando al desolladero después de unos trincherazos mejorables, de un pinchazo tirándose recto pero con desarme,  y otro hondo, caído, que hicieron casi media los peones con sus capotazos. En el quinto, el sobrero de Aurelio Hernando que sustituyó a un prometedor hermano, Brujo por mote, tampoco mejoró esa perspectiva general pese al aplauso de sus incondicionales. El jabonerito algo perlado de procedencia veragüeña –con mezclas, no teman- lució bien sus 491 kilos, le brillaba el pelo como si fuera de ante, tenía una cabeza digna –no exagerada- y aunque manseó en varas y tuvo corto viaje en la muleta, iba siempre al toque, arrancándose a cada cite. Era cuestión de alargarle el viaje… algo que no hizo el novillero de Toledo. Volvería a parear, y ahora hubo un par sobre un pitón, gracias, con más facultades físicas que sosiego y pasándose en los otros dos. Del cierto genio inicial  pasó el novillo a la escasez a lo largo del muleteo, algo también tradicional en el encaste. Mal en los comienzos, Raúl fue desarmado y casi desbordado en estos prolegómenos, no terminó de cogerle el temple a la faena, siempre acelerado y sucio muchas veces, pero algo mejoró en las postrimerías el toledano. No me gustó, pese a todo, en un toreo vulgar y anodino, que no dice nada, carente de personalidad. Un pinchazo bajo y una entera saliendo cogido de la suerte –a Dios gracias, sin consecuencias graves-, le conseguirían la ovación, el saludo y el amago –también gracias a la divinidad sin continuidad- de vuelta.

El prometedor jabonero de Aurelio Hernando que volvió a toriles por lesionarse una mano (Foto: las-ventas.com)
El tercer novillo anunciado era de los Herederos de Alonso Moreno, y volvió a los corrales por invalidez manifiesta… En su lugar saldría uno de Casasola, encaste mayoritario, que fue el más manso y descastado del encierro. Solitario de nombre, 517 kilos, negro chorreado en morcillo, apenas tuvo viaje en el último tercio. La verdad es que Alberto Escobar pechó con el peor lote con enorme diferencia… Pero tampoco puso gran cosa de su parte, en buena medida por su bisoñez. Ni el torillo pasaba, ni él tiraba para hacerlo pasar. Así que vistas las cosas, le sacudió un pinchazo saliéndose, otro más recto y una entera, trasera y perpendicular, aguantando el tipo, como anduvo toda la tarde. El sexto era un coquilla –paradojas de esto de los encastes- de más volumen que el pablo-romero inicial, el más grande del festejo. Escudero se llamaba el de Sánchez Arjona, negro, un toro con 538 kilos, pero de mal carácter, manso sin paliativos en los caballos y complicado en la faena. Salió con cierta codicia y genio, pero le sentaron tan mal las varas -tomadas a regañadientes-, que llegó reservón, a la defensiva y protestando a la muleta. ¡Qué cantidad de tornillazos peligrosos, qué de miradas al diestro! Bastante hizo con aguantar el chaparrón el joven Escobar… Tras un postrer desarme, le dejó tres cuartos de tizona embutidos con mucha habilidad… Si llega a marrar en ese primer intento, y tal como andaba el animalito, no sé cómo hubiera superado el escollo.
Escobar en el del encaste mayoritario de Casasola (Foto: las-ventas.com)
En definitiva, una novillada en la que sobresalió el de Partido de Resina, con un buen Santa-Coloma por medio para la franela, y dos interesantes –que no buenos- para los aficionados veragua y contreras. El premio, con lógica aplastante, quedó desierto, ¡enhorabuena al jurado!

4 comentarios:

  1. No pueden venir a las Ventas novilleros tan poco toreados para matar estos encastes de comportamientos tan complejos que necesitan firmeza y conocimiento ante todo. Además las cuadrillas en general han sido nefastas, como las de ayer. La corrida se convirtió en por momentos en una capea.

    ResponderEliminar
  2. Maestro en mi opinión el Pablo Romero, aparte de escuálidamente presentado,(le juro que por la mañana cuando lo vi me pareció que era el de Coquilla) cumplió en varas, si, pero en la muleta fué sosisimo por el derecho e imposible por el izquierdo. De toro bueno y boyante yo creo que nada. Tiene razón que el matador tampoco hizo nada por mejorarlo no puso nada de su parte por la emoción.

    ResponderEliminar
  3. Estimado amigo:

    Muchísimas gracias por su comentario, con el que -lógicamente- coincido en la mayor parte. Yo también destaco la sosería del bicho (en la entradilla y luego en el texto "el carácter bonancible, si acaso un tanto soso, alejado de la casta exigente que se presumía tantas veces". Eso sí, no tiró una mala cornada, ni se coló jamás, ni se mostró exigente, pese a que era "Flojito en el transcurso de la lidia, repitiendo pero sin humillación (también algo característico)". Como iba y venía sin protestar, y en eso consiste lo de boyante "Se dice al toro claro y sencillo que embiste más bien desviándose que ciñéndose" (La tauromaquia o arte de torerar de Pepe Hillo, 1796 y ss.) o "que a su bravura sin nervio une las condiciones de acometividad, nobleza y sencillez" (Doctrinal taurómaco de Hache), o "el toro hermoso, noble y sencillo que se deja lidiar a su gusto o cómodamente como hoy se dice" (Lexicología taurina..., de Camisero, c. 1950) o también "el toro claro, noble y resuelto que se deja picar, banderillear y matar sin ofrecer dificultad" (Diccionario cómico-taurino, de Paco Media-Luna, 1883); de ahí que lo subrayara.
    En cuanto a la presentación, también coincidimos: "El de Pablo Romero, Pandero II, para aumento de desconciertos de los amantes de los encastes y su estudio, ¡fue el más chico de los corridos ayer!, un novillo de 454 kilos, justito, pequeño pero con cuajo, con hocico de alcuza -¡Dios mío, no eran más bien tirando a chatos…!- y algo degolladete –para la badana que solían lucir sus antaño predecesores-", digo a lo largo de la crónica. Lo del comentario que `parecía el de Coquilla y viceversa también yo lo comenté en broma en la plaza... ¡qué casualidad, lo que son las cosas!
    Sin embargo no me pareció que fuera tan malo por el zurdo, lo que le agradezco me subraye, porque a lo mejor no lo ví; en las notas sólo apunté en esa única tanda con la zurda "Sosos ambos, media altura, no dice nada". Muchas gracias de nuevo.
    Un abrazo.
    RCB

    ResponderEliminar
  4. !Que pena lo del novillo de Alonso! , me imagino que en el juego de este novillo estaría el futuro de lo poco que queda de este encaste.

    ResponderEliminar