lunes, 24 de septiembre de 2012

¿Encastes minoritarios?


Madrid, 23 de septiembre de 2012. Un cuarto de plaza. 2 novillos de Hoyo de la Gitana (1º y 2º), mal presentados, mansos, y bajo de casta el segundo. 1 novillo de Herederos de Sánchez Fabrés (3º), flaco, manso, embestidor y protestón. 3 novillos de Sobral (4º, 5º y 6º), bien presentados, mansos, embestidores pero con poca clase en general. Jesús Fernández, silencio (aviso), ovación y silencio (mató tres novillos por cogida de Mario Alcalde). Mario Alcalde, vuelta de la cuadrilla en el único que mató. Jesús Duque, leves palmas y división al saludar.

Yo creía que la novillada concurso se reservaba para el próximo domingo. ¡Qué complicada es la reseña de lo que ayer se lidió en Las Ventas! Se nos prometía, a priori, un encierro de coquillas, de los de Sánchez Fabrés y a lo mejor con remiendo de Sánchez Arjona, como ocurrió hace apenas un año y poco en el mismo coso. Luego se anunció en los carteles una corrida mixta, ya no enteramente de coquillas, con tres novillos de Sánchez Fabrés y otros tres de Hoyo de la Gitana, de encaste Graciliano… y Dios sabe qué más en estos últimos años. Bueno, tres y tres, no era mal aliciente, aunque nos hubiesen gustado más los seis de Coquilla… pero quizá no hubiera tantos con presentación digna para la primera plaza del mundo… Desde el jueves comenzaron los problemas con el ganado, dos de los de la vacada de la Cruz de Hierro eran inicialmente desechados por excesos en la báscula (548 y al parecer, 550 kilos, ocho y diez kilos más que el máximo reglamentario). Y finalmente, después de nuevo reconocimiento (uno más al parecer se desechó por flojear de un remo o supuesta cojera), se quedaron los tres de Hoyo de la Gitana, uno sólo de Sánchez Fabrés y dos remiendos de Sobral, ganadería formada con reses de Torrestrella, Cebada Gago y marqués de Domecq, que dirige el ganadero portugués Justiniano Passanha Sobral. Y, al final, salió otro sobrero de Sobral –valga casi la redundancia- y el festejo se convirtió, merced a la cogida de Mario Alcalde, en un caos de ganado, de orden y de orígenes que hubo que explicar a más de uno que no se aclaraba…

El único Coquilla lidiado ayer, algo alto, escasito de cabeza y con pocas carnes -fíjense en los hoyuelos de los ijares y lo marcado de las caderas- (Foto: las-ventas.com)
Resultado final: se lidiaron dos del Hoyo de la Gitana -de sangre Alipio procedente de Graciliano, su hermano-, los dos primeros, de mala presentación el primero y escasa casta el segundo; uno de Sánchez Fabrés, también muy escaso de carnes, aunque de buena alzada –lo que son las cosas de la genética, justo lo contrario que cabría esperar…- lidiado en tercer lugar por mor del cambio en el orden de lidia; y tres de Sobral, los últimos, buenos de carnes, de bonitas capas y embestidores, sin clase aunque codiciosos por momentos. Tres de la mezcla Domecq frente a dos gracilianos y uno sólo de lo que nos prometieron en un principio, Coquilla. Fantástica programación… y mejor realización.
Tras el caótico orden de los novillos lidiados nos quedamos con la actuación de Mario Alcalde, firme, valiente, pundonoroso, y las ráfagas que mostró un aseado Jesús Fernández, diestro catalán que, como comentábamos en la plaza, hace un par de décadas hubiese tenido mayores posibilidades en su tierra que quizá le hubieran aupado ya al escalafón superior. Pero… ¿dónde quedan ya aquellos festejos que se organizaban en Palamós, en Figueras, en Lloret, en Olot, en Sant Feliu de Guixols, Gerona, Sitges, Cornellá, Amposta, Tortosa, en la propia Barcelona, en Tarragona y en otras plazas que se dejaron morir, caer o derribar por ofrecer sólo espectáculos para turistas? Mal futuro le espera al espada catalán que ni aun en su tierra encontrará adecuado remedio. Y eso que, pese a lo poco toreado, el diestro de Sant Boi de Llobregat, no nos desilusionó. Era mucha su responsabilidad en el festejo; los años no pasan en balde; su temporada, corta en 2011, de seguir por el mismo camino acabará en el olvido, y las expectativas del pasado enfrentamiento con coquillas en Las Ventas del pasado año eran elevadas. No defraudó… aunque tampoco nos encandiló como el pasado año. Fue una actuación, la suya de ayer, en tono cárdeno, con ráfagas brillantes, eso sí.

Jesús Fernández en el primero (Foto: las-ventas.com)
Su primer novillo fue un impresentable graciliano del Hoyo, flaco, abecerrado de hechuras, feo, algo zancudo (sin excesos), que se llamó Pavero II y pesó 474 kilos. De capa, negro entrepelado, bragado y meano, y con dos pitoncillos –algo que abundó en los tres lidiados del cartel original- que nada decían… una rata, en definitiva que nadie protestó… no vaya a ser que le tachen de desconocer que el encaste es chico. Puede ser chico, pequeño, pero ni esmirriado, ni ridículo, como el trapío que mostró ayer este animalillo. El caso es que, al menos, sacó algo de casta –¿o fue más genio?- en su complicado carácter, tras mansear en la suerte de varas. Empezó con ganas en el capote, pero sin continuidad en sus arrancadas, pasó por varas bravucón –en cuanto sentía el hierro salía de najas-, y llegó al último tercio complicado, nada claro, pensándoselo siempre y sabiendo lo que dejaba atrás. Jesús, el primero, anduvo sin acoplarse en los inicios, algo dubitativo, pero fue mejorando a lo largo que avanzaba la lidia y fijando más la planta, los pies y el toreo hasta arrancarle algunos derechazos con mando y decisión, aguantando mucho más que en los principios. El animal cada vez fue desarrollando más sentido y la faena se terminó entre lances sin el menor interés artístico, aunque meritorios por la decisión del espada. Un pinchazo por arriba –el novillo se distrajo en el momento preciso del cite-, y otro bajo, atravesado, saliéndose de la suerte, dejaron el premio en un simple silencio tras aviso. En el cuarto, su segundo oponente, anduvo muy aseado, o quizá algo más, ante el diluvio universal. Comenzaría a llover con inusitada fuerza, despejando por completo los tendidos, y ante la fuga masiva de espectadores, al fin, la faena pasó casi inadvertida. Fue el primero de los de Sobral, Juguetero de apodo, con 481 kilos, negro salpicado, de buenas hechuras y presencia, pero como sus hermanos flojito en general, manso en varas y con poca clase –pese a la repetitividad- en la muleta. Embistió, es cierto, y a veces con casta, pero sin la entrega a la causa que uno busca, sin la nobleza o franqueza deseada, con muchas y casi constantes protestas por su parte -¿por la escasez de fuerzas…?-. Y, sin embargo, me gustó el novillo de salida, codicioso, buscando, desarmando en un par de ocasiones, pero ante el peto demostró ya las escaseces de aliento vital y salió suelto, y en la muleta iba siempre con un desagradable calamocheo, protestando cefálicamente casi a cada envite, que aceptaba, no obstante, gustoso. Fernández anduvo digno, y pese al enorme chaparrón y al mayor peso de la muleta, le enganchó menos de lo que cabía esperar; mantuvo la posición casi siempre y no perdió los papeles ante el complicado animal. Optó al final por pasarlo de uno en uno con la zurda, lo que a mi juicio fue un error, pero no estaba el clima, ni el piso de plaza, como para mayores florituras. Una más que aceptable estocada por los rubios le valdría, ahora sí, esa merecida ovación… quizá escasa para los méritos contraídos. 

El cuarto, y primero de los remiendos de Sobral (Foto: las-ventas.com)
En el sexto y último de la tarde, el hipotético quinto de Sobral, Manijero por mote, con 509 kilos y capa castaña salpicada, volvería a enfrentarse a las dificultades de un toro que embestía siempre al toque, pero llevando la cara a media altura, sin clase, que acabó con escaso recorrido. Quizá, como a sus hermanos de hierro, le faltaron fuerzas para ser mejor en el último tercio; quizá, algo más de casta; quizá, un mejor pitón zurdo, por el que dejaba continuos recados, quizá… La realidad es que no fue un buen novillo y que el catalán tampoco estuvo bien con él. Le tocó demasiado los engaños, el trasteo fue sucio en general, de principio a fin. Tampoco cuando optó por acortar las distancias la cosa mejoró en tal aspecto, pese a tragar más quina de la necesaria. Solo le vimos dos buenos derechazos, largos, con más obligación, mediada la faena. Con una estocada, levemente delantera, pero casi entera y eficaz, terminó su labor con algunas palmas que tras el arrastre fueron silencio.
A Mario Alcalde le tocó el segundo del Hoyo de la Gitana, un novillo que se llamaba Gorrión III, de más carnes que su hermano, aunque con menos peso,  464 kilos, negro bragado, meano y axiblanco, pero manso y descastado de juego. Hizo, incluso, un ademán de rajarse en las postrimerías de la faena. Hubo alguna verónica inicial apreciable –aunque el recibo estuvo más bien deslavazado-, y unos comienzos lamentables de trasteo. Sin quietud, desde fuera y toreando periféricamente, parecía no entrar en materia… a pesar del jaleo de la cla. Pero, poco a poco, se fue centrando, fue afirmando los pies, queriendo cargar la suerte en ocasiones –no siempre, no teman…- y pasándoselo sin tanto aceleramiento, más pausado, más atemperada la embestida, más templado, en resumen. Y acabó bastante mejor de lo que esas impresiones iniciales nos habían dejado ver, finalizando con un pase por la espalda, ligado con uno de pecho, muy meritorios. Lo que sobró, dada la condición de su antagonista –y a las pruebas me remito- fue esa incongruente serie de bernardinas en la que el toro le cazó, infiriéndole sendas cornadas en el muslo derecho, a Dios gracias sólo musculares, ambas de 15 cm de trayecto, aunque una le afecte al tendón de Aquiles de principio a fin. Con hombría y heroicidad, y pese a que todos notábamos que iba herido de verdad, se quedó a matarlo, cobrando más de media un poco trasera y tendida de la que dobló al fin el bicho. Hubo petición más que suficiente… de esa que otras tardes motivan regalo, pero don Trinidad ayer se guardó el moquero… ¿por qué? Incomprensible.

Mario Alcalde antes de la cogida en el segundo de la tarde (Foto: las-ventas.com)
No nos gustó el valenciano Jesús Duque, ni en su primero, ni en el quinto de la tarde. El de Requena es un novillero alto, sin la gracia suficiente, mecánico, que busca los alivios y que no expresa nada… Su primero, el tercero de la baraja de novillos dominicales, fue el supuesto titular de Sánchez Fabrés que había de lidiarse en sexto lugar. Al originario del Hoyo de la Gitana lo mandó don Trinidad –ahora sí, acertadamente- a los corrales por invalidez. Y cambió el sobrero de Sobral por éste que le correspondía en segunda instancia, algo que no debería permitirse –a mi juicio- al no tratarse de ganadería titular. Ya se lo explicaré más detenidamente en otra ocasión. El coquilla, en fin, pasaba por Torrero, cárdeno bragado y meano, con 485 kilos y sin carnes que rellenaran aquel esqueleto, al margen de una pobre cabeza. ¿Por qué, teniendo entre tres y cuatro años, hay que rechazar novillos que cumplen para una plaza como ésta, imponiendo pesos máximos? Es como si a los niños de doce años y más de un metro ochenta hubiera que cortarles los pies o no dejarles jugar al baloncesto porque son muy crecidos para su edad… Cumplen con ella…, pues teniendo el mínimo –este sí, exigible-, adelante… El novillo en cuestión pasaba por peso, algo justo por trapío (pobre cabeza, pocas carnes) y sus hermanos se pasaron… ¡qué triste es la vida! Y eso tratándose de encastes como estos es delito de lesa fiesta por más que sigamos al reglamento… El caso es que el animalito no cumplió en varas y que acudió protestante a los engaños, pero sin rehusar la pelea nunca. Mal con el capote, al valenciano no se le ocurrió cosa mejor que levantar la mano en la serie de tanteo y finalizar la mayor parte de los lances por arriba… con la consecuencia obvia: enganchones sin cesar;  el bicho ya le había mostrado un camino diferente en el segundo tercio, el que necesitaba: mano baja y dominio de la situación. Sumen a aquello una colocación excéntrica, bastantes dudas, movimiento de pies, más toreo aprovechado que mando, y comprueben que ni con la numerosa cla, consiguió más que ese silencio clamoroso, después de una entera caída y una procesión a toriles. Tampoco en el quinto hizo mejor cosa. Fue el sobrero del tercer hierro anunciado, Caminante de mote, un colorado chorreado y salpicado, de 511 kilos, manso como sus hermanos de camada, y como ellos, embestidor aunque más noble que aquellos. En tristes y cortas tandas, siempre desde fuera y acabando con achique de espacios, nada nos dijo el diestro che, y eso que hubo un desarme, un revolcón y un arrimón que casi siempre se ovacionan en la tauromaquia post-moderna. Una entera, desprendida, le conseguiría, al fin, esa ovación de amigos y conocidos que le hizo saludar.
En resumen: una novillada de supuestos coquillas, remendada con gracilianos, que acabó por ser mayoritaria en sangre Domecq. Pues qué bien…

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