martes, 7 de agosto de 2012

Una visita a la ganadería de Aurelio Hernando


Fue este pasado viernes, en plena canícula, con el campo agostado de verano, en el que parecían mimetizarse y pasar desapercibidas buena parte de las vacas jaboneras y los toros y novillos de capas claras de esta vacada enraizada en el tronco veragüeño. 

Apenas a cuarenta minutos de Madrid, sin prisas, nos acercamos a la localidad serrana de Soto del Real, donde casi a la hora de la siesta nos esperaba el ganadero, don Aurelio Hernando Arroyo, hombre afable, campechano, buen conversador y amante de su ganadería como pocos. La afición al ganado bravo, y especialmente al encaste vazqueño, le hizo, y aun le hace, perseverar en la crianza de un toro que –desgraciadamente- no está de moda ni lo reclaman los toreros. Aun más, le hacen ascos a pesar de que pueden salir, como salen, ejemplares mucho más que manejables para la tauromaquia depauperada de hogaño.


Aurelio defiende que él cría el toro veragüeño porque cree en él, porque es el toro que le gusta, tanto en comportamiento como en tipo o pelaje. Su amplia variedad, el espectáculo que da en el primer tercio, son los pilares básicos del encaste y en los que él funda también sus esperanzas y anhelos… pero sin dejar de entender que el toro hoy debe tener duración y que debe embestir en la muleta. 





Es ganadero a la antigua usanza, de los de la Tierra de toda la vida, no por algo en sus orígenes está la finca de El Soto, que durante más de un siglo perteneciera a la casa Martínez, una de las ganaderías mayores de Colmenar Viejo. Hoy, uno de los predios más importantes en los que se desarrolla su ganado, es Carrascosilla, finca que perteneciera a don José García Aleas (el de la barba) a principios del pasado siglo, y que aun guarda ese sabor del campo colmenareño (por extensión) en su breve plaza de tientas o en sus corrales, de piedra, en los que grandes losas graníticas aun siguen utilizándose como exiguos burladeros. 



                       


Todo el campo de esta comarca ganadera está sembrado de ganado bravo, pero escasean las reses con la variedad de pelajes que uno puede disfrutar en el ganado vazqueño, en el que cuida y mima con pasión Aurelio Hernando

Pasamos una tarde espléndida, con calidez humana y meteorológica, es cierto, pero fresca y rica en el concepto de lo que debe ser la crianza del auténtico toro de lidia, donde lo que prima es la casta. Aurelio, en tal sentido, tiene las ideas francamente claras: esa toreabilidad buscada y perseguida por tantos está próxima al descaste, y él hace la selección tomando como punto de partida lo que durante siglos ha servido para conformar una raza especial, tan singular como ninguna otra de vacuno en el mundo, la suerte de varas. De ahí que rememore con deleite la lid ante los picadores de Bombero, ese toro que en Madrid un 1 de junio de 2011, después de ser corraleado como sobrero durante más de dos meses, hizo pelea de bravo en la plaza de Las Ventas, derribando con poder, empleándose con entrega… aunque fruto del castigo y de las condiciones seculares de este ganado sólo tuviera veinte muletazos en el último tercio. Veinte, ¿para qué más? ¿No cortó Juan Mora dos orejas con igual número de pases?
              

Nosotros, por nuestra parte, también vimos cualidades en otro sobrero venteño, el lidiado este año en la primera plaza del mundo, un 21 de mayo, un toro que fue al caballo con alegría y cumplió con creces en las varas, para llegar fiero al último tercio, quizá algo brusco y complicado. Para eso están los toreros y demuestran lo que pueden… aunque no suela suceder con la asiduidad soñada. Diego Urdiales anduvo firme frente a ese trolebús de 593 kilos, especialmente en el final del trasteo.



La ganadería tiene su origen en la vacada de Veragua, después que el duque decidiera desprenderse de ella y la compraran los Hermanos Martín Alonso. Tras de éstos Juan Pedro Domecq –ya bisabuelo de su homónimo actual- y Núñez de Villavicencio, y a su muerte, cuando la ganadería se divide en lotes entre sus hijos –todavía con reses puras veragüeñas, y otro, mucho, ya mezclado con Tamarón-Conde de la Corte-, adquiriría una buena porción de reses vazqueñas –del lote de Salvador Domecq y Díez- José Enrique Calderón en 1938. Una parte de su vacada irá a manos de Tomás Prieto de la Cal en 1945; pero aun conservaría Calderón reses en su propiedad de la misma procedencia, y son éstas las que, en 1949 cuando fallece, pasan a formar cuatro lotes, uno de los cuales con 60 vacas y dos sementales (Nevero y Quijato) tras pasar a manos de su hijo José Enrique pararían en poder del Duque de Gandía y Osuna, que recupera el antiguo hierro que su antecesor tuviera junto con Veragua, el de la V y la O entremezcladas, pero con el vértice hacia abajo (en Prieto de la Cal es una A y una O, lo que puede generar dudas, pero el vértice de la A apunta hacia arriba). En 1951 Enrique García González comprará la vacada, de la que se desprende en muy buena parte en 1967, pasando a manos de Emilio Ortuño “Jumillano”.

                       

                       

Pero el ganadero conserva para sí una muy pequeña parte, que acabará sirviendo para recuperar el encaste a base de esfuerzos y dedicación. Cinco vacas viejas, de las de Veragua y un semental, Duquesito, obrarán el milagro, no sin aporte menor, y en cruce absorbido de otras reses de diferentes encastes que refrescarán la vacada. En 1973 le heredarían la mayor parte de la ganadería sus dos hijas, que lidian a nombre de Hijas de Enrique García González, y con esas reses, en 1993 se funda la vacada actual, primero a nombre de la sociedad formada por Javier Gallego García (nieto de Enrique García) y Aurelio Hernando Arroyo, y más tarde sólo a manos de Aurelio, cuando cada cual parte por su lado –conservando una entrañable amistad-, desde 2002. En su origen son 17 vacas y un semental, Faisanito, los que darían pie a la nueva ilusión, a la que se irían uniendo nuevas reses de la ganadería de Hijas de Enrique García.
Tanto Javier Gallego, como Aurelio Hernando apuestan con fe por el encaste vazqueño, y Aurelio, decidido defensor del mismo, acabará siendo el impulsor de esta interesante ganadería. 60 vacas le correspondieron en la partición, hoy son alrededor de un centenar, número que el consciente criador ha decidido mantener, y sólo se reponen en las tientas las bajas forzosas por edad, fallecimiento o malos resultados, una tasa de reposición de entre el 12-15%, muy sensata desde luego. Pero, a pesar del corto número de madres –para lo que se usa en tantas vacadas de fama-, las líneas genealógicas están muy abiertas, y así hasta 13 familias conforman hoy la realidad de la ganadería.
                               
Hoy les mostramos algunas de las fotos que, muy modestamente, hicimos en esa intensa jornada campera, en la que se ven vacas de diferentes pelajes, desde el albahío hasta el negro, pasando por los abundantes jaboneros, claro, oscuro y sucio, melocotón, colorado, castaño y chorreados y hasta alguna vaca sarda que recuerda las de Concha y Sierra y quizá tengan origen en algunas vacas de procedencia Trespalacios incorporadas hace años. Los becerros, como nos cuenta el criador, sin embargo, tienden a oscurecer con el paso del tiempo, y lo que parecen verdaderos ensabanados acabarán tornándose albahíos o jaboneros claros, y así otro tanto con otros pelajes claros. Los pitones son en general finos, bien puestos, no exagerados aunque a veces abundantes (a nadie le disgusta, entre los aficionados, un buen sombrero), acaramelados y a veces verdosos, dándose algún caso en que van alternándose los anillos de crecimiento en colores diversos.


El campo, agostado, no brindaba los verdores de la primavera y otoño, ni aun las frecuentes nieves invernales en estos pagos; reposado, en tonos amarillos y ocres, contrastando con el verdor de encinas, quejigos y fresnos, parecía resaltar y sumarse a las tonalidades del ganado que lo enseñorea. Los becerros, aun sin herrar, correteaban felices entre sus madres, aunque buscando en lo posible las sombras con que mitigar los rigores del estío. Este acá, y ese otro allá, buscaban también las nutrientes ubres maternas que habrán de empujarles camino de la edad adulta, aunque ya había becerro que probaba del suelo, iniciando así la fase previa al destete.




Sólo uno de los sementales se encontraba en la finca de la Cerca del Cura, donde estaban todas las vacas, el número 1, Cabaña de nombre, un toro jabonero oscuro de buen tipo, musculado, hondo y bien hecho, con el guarismo del 6 -seis años, por tanto, a sus lomos-. Los tres restantes se hallaban en Carrascosilla, con las camadas de erales y añojos de ambos sexos. Para todo habrá tiempo. Vayan ahora, por tanto, sólo las imágenes de vacas y becerros, y guardemos para una futura entrega erales, otros sementales y los novillos, que quizá, quizá, puedan verse en Madrid en novillada de finales del verano… Tipo, trapío y cuajo tienen, desde luego…










5 comentarios:

  1. Estimado amigo, un encaste legendario ¿abocado a la extinción? Usted vio los últimos rescoldos el viernes y yo precisamente el sábado anduve entre el ganado de Javier Gallego http://cordobataurina.blogspot.com.es/2012/08/hace-algun-tiempo-pase-por-el-pulido-la.html

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  2. El Duque" Consorte" de Osuna , D. Miguel de Solis y lasso de la Vega no tenía vacas puras de Veragua.
    Esta ganadería Cruza con samuel Flores, Atanasio, Domecq...
    El Duque de Veragua no tenia burracos , es claramente el resultado de todos sus cruzes.

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  3. Fernando, ¿de que pelo es el toro del Duque de Veragua que había disecado en el Museo de Ciencias Naturales?

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  4. Poco a poco parece que se van destapando cosas, primero una ganaderia que parte de 5 vacas y un semental sin cruce alguna la consanguinidad a medio plazo la hace inviable (suponiendo que esos animales no tengan parentesco alguno), después un video en el que Aurelio H. describe el comportamiento de sus toros como el de los Parladés (enlace: http://es.feria.tv/video-1782_la-novillada-de-hernando-para-orthez.html), ahora ya se empieza a hablar de cruces por absorción. Realmente no me importa sí esta ganadería es Veragua o no, pero a las cosas hay que llamarlas por su nombre, lo que me importa es que haya ganaderías diferentes en comportamiento y tipo a lo que vemos casi todos los días. Ojalá lidie en Madrid y veamos su comportamiento, porque a mí el jabonero de nombre Bombero que lidió en Madrid me pareció un mansurrón del encaste de todas las tardes. Por contra, Javier Gallego lidió 4 novillos en Ceret en 2010 que fueron fieles al encaste Veragua, empleandose mucho en el caballo y apagados en la muleta.

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  5. No era mayoritario, todos sabemos cuales eran los pelos preferidos del Duque de Veragua.Eso no desvía de los tantos cruzes que ha tenido y por eso es una ganadería Cruzada mas y no hay mas que ver la morfología que no engaña jamas.
    A Madrid hay que venir con una Historia y Méritos propios, no como oportunidad..y eso pedimos los aficionados.
    No podéis generalizar un comportamiento de un encaste que después de casi 75 años se ha mejorado en la muleta, ademas en Ceret se veto en su debut a esta ganadería por dar positivo en sus astas (aquí todavía de hacen análisis)y eso no es de ganadero romántico...

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