jueves, 26 de julio de 2012

Un novillero a la antigua usanza


Valencia, 25 de julio de 2012. Primer festejo mayor de la feria de San Jaime. Un cuarto de plaza. 6 novillos de Fuente Ymbro, desiguales de presencia y escasos en general, mansos, y en general más complicados que otra cosa. Destacaron el tercero y cuarto en la muleta. Fernando Adrián, silencio y palmas (aviso). Román, oreja y ovación. Gonzalo Caballero, vuelta (con alguna protesta y tras aviso) y silencio.

No fue, ni mucho menos, la novillada de Fuente Ymbro que nos hiciera recordar a las que hace casi una década encumbraron al ganadero. Aquéllas embestían con nobleza, con codicia, con bravura muchas veces, con casta incesante; ésta, sin embargo, ha sacado la peor cara que recordamos en los últimos años, complicaciones, incertidumbres, descaste en alguno (como el primero o sexto), y sólo la nobleza del tercero y la repetitividad del cuarto –aun sin aquella entrega y generosidad de antaño- nos han hecho atisbar lejanamente lo que fueron aquellas importantes novilladas de años atrás.
Y eso que el bueno de Ricardo Gallardo lleva una buena temporada en general… y que uno de sus toros acaba de ser indultado en Mont de Marsan por Tejela, Jazmín, hijo, por cierto de otro buen toro, Harinero, también indultado en Valencia en 2006, que según nos contó ayer sigue padreando y dando buenos resultados entre los machos. Pero ayer no tuvo la tarde de cara. Bien es verdad que la presentación fue deficiente en varios casos, con dos o tres bichos abecerrados y sin cuajo para un coso de la pretendida categoría del de la calle Játiva, y que la multiplicación de festejos a los que acude el ganadero gaditano puede conducir a que deje para los festejos menores animales sin buena reata o pertenecientes a nuevas líneas que intenta probar. El caso es que, en definitiva, ni por presencia –trapío-, ni por juego, la novillada del hierro de Fuente Ymbro pasará ni mucho menos a la historia.
Fernando Adrián, que abrió plaza, en encontró con un primero (Mestizo, 450 kilos, negro, sin remate por detrás) que manseó en varas para complicarse y lucir un descaste verdaderamente inesperado después. Un novillo que cabeceaba, miraba en exceso al diestro y se quedaba a medio viaje muchas veces. Sin las ideas demasiado claras, abusando algo del pico en ocasiones, recibió más de una colada, fue desarmado en dos ocasiones, y terminó por pegarse el arrimón antes de que el bicho se echara en tablas, donde había conducido al espada. Levantado, lo remató de una trasera y baja al hilo de las tablas. En el cuarto (Historiador, 435 kilos, negro y abecerrado), tampoco encontró la clave y eso que el bicho, aunque un poco reservón, repetía en las tandas, pese a un comienzo sin entrega y con escaso viaje en el percal. Lo único que ofreció el diestro fue un derechazo en la serie consecutiva al tanteo, en la que de verdad arrastró al novillo y dominó la situación; lo demás fueron muletazos sin cuento, intentando justificar por la cantidad la ausencia de dicción del toreo, de poderío y de mando sobre la situación. El novillo se fue cerrando, poco a poco, sobre tablas, se fue haciendo cada vez más reservón, desarmó en una ocasión con achuchón añadido y se complicó al fin, ciñéndose en exceso. Un pinchazo desde fuera, una entera levemente atravesada –por salirse- y con nuevo desarme, un aviso y dos descabellos pusieron fin a una actuación en tono casi marengo. En definitiva, poca clase en ambos oponentes.
Toros de Fuente Ymbro para la pasada feria del toro pamplonica (Foto: Koldo Larrea)

Dejemos para el fin a Román, que fue lo más interesante del festejo. A Gonzalo Caballero, sin embargo, le hemos visto retroceder en expectativas con respecto a sus iniciasles festejos sevillano o madrileño. En su primer novillo, el tercero vespertino (de 440 kilos, negro listón, más hecho aunque también más corto y bajo que sus hermanos precedentes) desperdició una buena ocasión. El noble animal, que por cierto cumplió en varas, pese a llevar la cara alta y salir con facilidad del encuentro, tuvo recorrido y cierta entrega en capote y muleta; Caballero que ganó terreno en los lances de recibo, se limitó luego a pasarlo en paralelo, sin apostar por el toreo de mando, de dominio, en redondo, sin terminar de emplearse a fondo en plaza de primera categoría, simplemente tirando líneas a la espera de que el benevolente público levantino le aplaudiera como a cualquier otro. Fue perdiendo continuidad en las series, a la par que limpieza, para terminar arrojando muleta y estoque ante la cara de la res, en feo y antinatural desplante… la muleta, ¡qué caramba!, está para torear no para ser arrojada cual trapo de mecánico. Después de unas bernardinas finales, y siempre desde fuera, dejó una entera desprendida sin darle la oportuna salida, siendo enganchado sin consecuencias por el bicho, que se echó para levantarse, debiendo descabellarlo en dos ocasiones después de escuchar un recado. Dio una vuelta al ruedo, no sin algunas protestas iniciales (¡¡¡en Valencia!!!) que desde luego sobraba. El sexto (Volante, 445 kilos, tostado listón), fue otro animal sin casta, manso y rajado a tablas casi desde el inicio del trasteo. Un bicho que no quería saber de peleas, que comenzó colándose, y con el que Gonzalo intentó torear como a su primero, desde allá y para allá. El bicho le mostró que quería irse desde el principio y luego, refugiado en tablas, siguió sin querer saber nada del asunto. Con finiquitarlo tuvo el diestro bastante para escuchar silencio, que en esta plaza es verdaderamente tremendo…
El triunfador del festejo Román Collado
Sin embargo, nos gustó la disposición, ganas y maneras de Román, el diestro local que ya había despuntado en el ciclo fallero de marzo. Su primer antagonista (Ocurrente, 475 kilos, negro listón y abecerrado de hechuras) fue un novillo complicado, áspero, incierto en la mayor parte de sus arrancadas, manso en varas, que hizo ademanes de raje y tiró cornadas desde el principio de la faena de muleta. Román estuvo colocado la mayor parte del tiempo, intentando hacer las cosas bien, valeroso sin medida, aguantando una barbaridad, tragando y consintiendo como un novillero de los cincuenta, soportando coladas y hasta que le enganchara (a Dios gracias sin consecuencias) en dos ocasiones. ¡Un novillero a la antigua, señores! Es verdad que le falta aún oficio, técnica para resolver problemas, pero es de un toreo virginal que nos recuerda mejores tiempos en la novillería. Siempre intentó tirar del animalito con verdad, con firmeza de plantas; tenía que moverse por donde él quería, y él no lo haría por más que el bicho se lo estuviera pidiendo con aviesas intenciones. Unas manoletinas escalofriantes finales, un pinchazo por los rubios y una entera contraria (con el sólo “pero” del desarme) le conseguirían esa bien ganada oreja. Y de nuevo, con el complemento del peor lote de la tarde, se enfrentó al quinto con el mismo bagaje. Un novillo (Organillero, 425 kilos, castaño ojo de perdiz, corto y bajito pero con mayor remate que otros) complicado, reservón, manso, mirón y que fue a menos durante el postrer tercio. En lo positivo habremos de contar el buen tercio de banderillas de su cuadrilla, exponiendo también, con ganas de agradar, e intentando clavar y cuadrar en la cara, cosa nada sencilla dadas las cualidades de la res. En lo positivo, una vez más, la disposición de Román, muy verde con el capote –por cierto-, y al que no le comentaron que no debiera comenzar por estatuarios, como lo hizo, porque el bicho andaba distraído desde los lances iniciales y se le iría de cada suerte, desluciendo el conjunto. Pero luego, bien asentadas las piernas, volvería a tragar gañafones, coladas, tardeos y reservas, tirando bien de su oponente en más de una ocasión. Lo hizo todo él, y sobre la derecha, ya que por la izquierda el novillo era todavía peor, tirando tornillazos sin cuento. Quizá, en su deseo de agradar, y en contra de muchos aficionados que le pidieron lo matase, alargó en demasía el improductivo trasteo, pero al fin lo mató de una estocada entera de efecto inmediato, escuchando una ovación y sin querer dar la vuelta que su cuadrilla le reclamaba, ante las leves protestas de la gente. ¡Olé ahí! Un novillero al que valdrá la pena seguir.
Echamos de menos, ¡ay dolor!, el espectáculo integral ceretano... que sin embargo esperemos tarde en borrarse de la memoria.

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