sábado, 30 de junio de 2012

Lo que "pesan" las figuras (y II)

Dejábamos ayer el asunto de los honorarios de los toreros en las postrimerías de lo que fue la plaza madrileña sita en las afueras de la Puerta de Alcalá, concretamente en 1871, año del que teníamos las escrituras firmadas por Rafael Molina "Lagartijo", Salvador Sánchez "Frascuelo" y Francisco Arjona Reyes "Currito". Vayamos más adelante para comprobar como esas cifras porcentuales, con respecto a las máximas recaudaciones por taquilla, aun se mantuvieron largas décadas.  
A partir de ese momento, es cierto, el proceso inflacionario se dispara, y con ello los salarios, aunque no en la misma medida los precios de las localidades. El mismo “Lagartijo”, en 1888 recibiría 22.500 reales para él y su cuadrilla, y ello sin que los precios se hayan proyectado de la misma manera. No podemos decir cuánto suponía esto sobre el aforo de la nueva plaza, la situada en el lugar que hoy ocupa el Palacio de los Deportes de la capital (desde 1874 en adelante y hasta 1934), aunque el aumento de las localidades y los dieciocho años transcurridos harían también aumentar la taquilla por festejo. Ese año toreó 18 corridas en Madrid, así que el cálculo más simple nos sitúa sus ingresos (para él y su cuadrilla) en 405.000 reales sólo en Madrid ese año. El sueldo, por ejemplo, de un profesor universitario podía estar entonces sobre las 5 a 10.000 pesetas anuales, es decir entre 20.000 y 40.000 reales; un empleado de correos cobraba como promedio unos 6.400 reales; el Presidente del Tribunal Supremo (el Carlos Dívar de entonces) unas 30.000 pesetas (120.000 reales anuales). Las cifras son claramente explícitas. 
Lagartijo en sus primeros años como matador de toros (Colección personal)
Lo que nos falta para nuestro cálculo es la recaudación máxima (o al menos la media) de la plaza de Felipe II. Por ello nos trasladaremos a Bilbao, donde tenemos las cantidades que cobraban los diestros y las recaudaciones por venta de entradas de la plaza de Vista Alegre, aquella que se quemó en 1961. 
Veamos algunas cifras. En 1882, año de la construcción de la plaza bilbaína de Vista Alegre, se contrató a Fernando Gómez “el Gallo”, Manuel Fuentes “Bocanegra” y José Lara “Chicorro”, porque la antigua plaza de Abando tenía escriturados a “Lagartijo” y “Frascuelo”. Son toreros, evidentemente de menor categoría que los dos más famosos espadas. Por los cuatro días el padre de Joselito cobró 11.000 pesetas, esto es, a 2.750 pesetas por festejo (11.000 reales); “Bocanegra” un poco más, 11.250 pesetas (a razón de 3.750 pesetas por corrida, pues sólo actuó en tres de ellas) y “Chicorro” por las 4 toreadas cobró 10.000 pesetas (a 2.500 pesetas cada una, o 10.000 reales por festejo). La recaudación total por venta de entradas ascendió a 99.941 pesetas, lo que promedia 24.985,25 pesetas. Ello supone, por tanto, que “Gallito” pesaba un poco más del 11% del aforo conseguido, “Bocanegra” llegaba a un 15% y José Lara sólo un 10%. Los tres juntos supusieron un 36% de las localidades vendidas, cantidad sin duda elevada para esa época pero muy lejos de las actuales. 
En 1883 sí que estuvieron contratados en la nueva plaza de Bilbao Rafael Molina y Salvador Sánchez, pero junto a “Lagartijo”, sin embargo, actuaron “Cara-Ancha” y “Currito” (éste sustituyendo a “Frascuelo”, herido). El gran Rafael cobró por 4 corridas 15.700 pesetas, “Currito” lo estipulado para Salvador, 15.000, y “Cara-Ancha” 12.500 pesetas. Los ingresos de la plaza produjeron esos cuatro días de corridas 163.776 reales (incluyen entradas y varios, la carne de los toros muertos y los puestos de refrescos), por lo tanto un promedio de 40.944 pesetas por corrida. Según eso, “Lagartijo” pesó sobre la recaudación media un 9,58%, “Currito” –sustituto de “Frascuelo”- un 9,15% y “Cara-Ancha” un 7,63%. Como no hubo más espadas (“Ostión” mató los sobreros), los tres juntos pesaron un 26,36% sobre la recaudación total de esas corridas generales. 
En 1898 las corridas generales bilbaínas se estructuraron en torno a “Guerrita”, Antonio Reverte y Mazzantini. El genial cordobés cobró por las cuatro corridas, 17.750 pesetas (a 4.437,50 por festejo), Reverte alcanzó las 15.250 pesetas (3.812,50 pesetas por tarde) y don Luis fue el mejor pagado, cobrando 18.750 (a razón de 4.687,50 pesetas). Sólo la venta de entradas produjo un total de 196.796 pesetas, y por ello mismo, el peso específico de Rafael Guerra fue de 9,01%, el del sevillano Reverte un 7,74% y el de Mazzantini un 9,52%, y sumados los tres su repercusión sobre la taquilla fue de un 26,28%. 
Unos años adelante, cambiado el siglo y los toreros de más arriba en el escalafón, nos acercamos a las cuentas de 1905, año en el que torearon “Quinito”, Antonio Montes, Antonio Fuentes, el joven “Cocherito de Bilbao”, Minuto y Ricardo Torres “Bombita”. La estrella de la época, el mediano de los “Bomba” cobró ese año 18.250 pesetas por las cuatro corridas celebradas, saliendo a 4.562,50 pesetas por festejo; mientras que Antonio, Fuentes, recibiría 20.450 pesetas, lo que supone, por los cuatro festejos en los que intervino, un total de 5.112,50 pesetas cada uno. Como ese año se recaudaron por venta de localidades 198.330 pesetas, su peso sobre la taquilla supuso respectivamente un 9,20% y un 10,31%. Los otros espadas no torearon los cuatro festejos de ese año. Tres espadas de la categoría de “Bombita”, Fuentes y “Quinito”, por ejemplo, apenas sobrepasaban el 25% del máximo billetaje vendido. 
Belmonte en los inicios de su carrera (Colección personal)
La pareja de la edad de oro del toreo, Joselito y Belmonte, llegaron a cobrar en Bilbao 7.000 pesetas por corrida, y en 1919 alcanzaron la cifra de 8.000 por matar dos toros. Esto es, los costes de toreros de primerísima fila habían aumentado y bastante, pero sin llegar a los porcentajes actuales ni de lejos. Conocemos los detalles del resultado económico de las Corridas Generales de 1919 –las últimas que torearía Joselito– merced a los libros de cuentas. El importe del total de la venta de localidades ascendió a 394.693 pesetas y 80 céntimos, en las cinco corridas celebradas, promediando, una con otra, por tanto, unas 79.000 pesetas (he redondeado por arriba). Esta fue la cantidad más elevada recaudada nunca por la Junta en unas corridas Generales hasta esa fecha, catorce mil pesetas más que en 1918, casi el doble de la conseguida en 1917, y casi unas 70.000 pesetas superior a la de 1916. En cuanto a los diestros, las cantidades que reflejan los libros de cuentas son los siguientes: “Cocherito“ por las tres corridas lidiadas, cobraría 16.500 pesetas –cuadrilla incluida-, a razón de 5.500 por tarde; Joselito, por las cuatro en las que intervino, 32.600, 8.150 pesetas por cada una, con un aumento, sobre años anteriores de 1.000 pesetas por festejo; Belmonte cobró exactamente lo mismo; el alcarreño “Saleri II” por las tres toreadas, 12.000 pesetas –cuatro mil por festejo–; “Varelito”, por dos festejos, 7.000 –a 3.500 pesetas por corrida–, y Agustín Cabrera “Chatillo de Bilbao” por matar el sobrero del último día, solamente 275 pesetas. Así pues José o Juan, a 8.000 pesetas por corrida, suponían un gasto para la empresa –la casa de Misericordia- de un 10,12% de los ingresos totales por festejo. Algo más que la media de sus antecesores, pero sin llegar a cifras escandalosas. Los dos juntos y un tercero de buen nivel, “Cocherito” por ejemplo, llegaban a las 21.650 pesetas en un festejo, esto es, sobrepasaban ligeramente el 27% de la recaudación máxima por aforo. 
Desde entonces, y sobre todo, desde la exclusiva de Pagés con Belmonte, a razón de 30.000 pesetas por corrida, esta partida seguirá incrementándose sin parar. Luego vendrían las 100.000 pesetas de “Manolete” o de “Dominguín”, o el famoso millón de pesetas de “El Cordobés”, por ejemplo. 
Manolete en 1945 (Colección personal)
El problema es que lo ha hecho hasta tal punto que hoy por hoy es prácticamente inviable un cartel con tres espadas que interesen al máximo nivel si no es en los supuestos que decíamos ayer al principio de estas líneas, esto es amortizando su coste en una feria con carteles de menor categoría o asumiendo pérdidas. En Madrid, sólo el Juli puede llegar a llevarse por contrato hasta un 30% de la máxima recaudación por taquilla y otros conceptos, y eso si se lograse llenar la plaza. Así que si ustedes quieren ver juntos a José Tomás, Morante, El Juli o Manzanares tendrán que abonarse a una feria con bastantes mediocridades o carteles sin ningún interés, o esperar a la Beneficencia pública... ¿Entienden ahora, en parte, cuál fue el escollo principal en el que se estrellaron las pretensiones de los del mal llamado G-10 a principios de temporada con respecto a los derechos televisivos? Si sobre las cantidades cobradas, querían que se les incrementase con la parte correspondiente a sus derechos de imagen… podríamos ir cerrando la mayor parte de las plazas de España. 
El círculo vicioso se cierra: la empresa no puede -económicamente hablando- programar carteles de primera fila porque no son rentables para ella, y por ello anuncia carteles de segunda o tercera fila; la Comunidad –en el caso madrileño- se los permite en detrimento del espectáculo y de la calidad exigible en la primera plaza y feria del mundo; y con todo ello se consiguen entradas como las de este año en San Isidro, unos dos tercios a tres cuartos como promedio, con salvadas excepciones, todas las tardes. Esto es, con unos 60-70 millones de entrada más los derechos televisivos. Un cartel de los de abajo, con una ganadería media –que no sea de gran interés para los aficionados- le sale a la empresa madrileña por unos 8 a 15 kilos en materia de matadores y unos 4 a 8 la ganadería… más gastos generales. Como las entradas valen lo mismo para ver a Morante, Juli y Manzanares, que para ver a los espadas de segunda o tercera…, los cálculos, así, sí que salen. Es responsabilidad de todos, desde luego, menos de los sufridos y paganos aficionados, pero en las cuentas de la fiesta lo que más se ha incrementado a lo largo de su historia son los honorarios de los diestros de más arriba, hasta el punto de casi hacerlos, hoy por hoy, insostenibles en su conjunto. Y todo ello, además, teniendo en cuenta que los grandes perdedores en el tema de los ingresos son la mayor parte de los ganaderos, que porcentualmente cobran menos ahora, probablemente, que nunca en la historia. Pero eso… ya es otra historia.

3 comentarios:

  1. Muchas gracias Rafael por introducirnos en los problemas de valoración de las corridas de toros de forma tan rigurosa.
    Nunca he entendido nada de lo que cobran los toreros, pues las cantidades que siempre me han dicho son fluctuantes y poco fiables. Tu artículo proporciona datos para entender el sinsentido de los carteles de tantas ferias y la evolución de los honorarios de los toreros. Además hay que tener en cuenta las triquiñuelas como la inflacción de honorarios en Madrid para rebajarlos en otras plazas o las liquidaciones por empresarios apoderados, pero eso son las trampas y lo riguroso es la evolución al alza de los honorarios en su relación con los ingresos.
    Saludos. Andrés

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  2. Estimado señor don Rafael Cabrera:
    Soy Jacinto Castillo, comentarista taurino del diaro LA VOZ DE ALMERÍA. Actualmente estamos preparando una publicación sobre la Plaza de Toros de Almería, en la cual estaríamos encantados de incluir la excelente imagen de Lagartijo que aparece en este blog. En este sentido, nos gustaría solicitarle su autorización, dando por entendido que la cita del origen de la foto, sería un honor para esta publicación y para su coordinador.
    Muchísimas gracias de antemano, por su atención.

    Jacinto Castillo Milán: jcastillo@lavozdealmeria.com

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  3. Mi abuelo era Agustin Cabrera .. Chatillo de Bilbao y ni le conoci , ni se que rostro tenia , sigo buscando en la red .....

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